Carolina Jaimes reseña el ensayo general del concierto de 12.000 músicos con que El Sistema busca batir un récord Guinness: "Hay emoción en torno al récord, emoción por el reencuentro y emoción porque nuestro Sistema está más vivo que nunca, gracias al talento, la devoción y el amor de su creador, el maestro José Antonio Abreu, el gran ausente de esta jornada"
Llegamos al ensayo general a las 3.30 pm. Los músicos ya llevaban varias horas ensayando. Y es que batir un récord Guinness no es cosa fácil, y hay que hacerlo bien, sobre todo si se trata de El Sistema venezolano, conocido, reconocido y aplaudido por el mundo entero.
Caminamos entre los jóvenes maestros, dispuestos en la inmensa superficie que es el patio de honor de la Academia Militar de Venezuela en Caracas. Puedo jurar que nunca ha habido tanto honor junto en ese recinto. Además, la tarde estaba preciosa y con el Ávila como fondo, nuestros niños y jóvenes -y algunos no tan jóvenes- nos demostraron que el sueño del maestro José Antonio Abreu se convirtió en una realidad de la que podemos sentirnos inmensamente orgullosos, porque en El Sistema hay excelencia, méritos, compañerismo, solidaridad, orden, disciplina y muchas ganas de tocar, luchar, cantar y triunfar.
A lo largo del pasillo Este estaban dispuestos los estuches de los enormes bajos. En uno se podía leer “Sucre, Güiria”. En otro, “Lara, 1”. En otro más allá, “Mérida”. Me emocionó leer también “Bailadores” y “Canaima”.
Vinieron de todas partes del país para traernos una alegría en medio de tanta desgracia que hemos vivido. El Sistema es mi estímulo y haber estado allí, llenó de alegría mi corazón para unos cuantos meses más.
Mientras caminábamos entre aquel mar de juventud, tocaban las piezas del repertorio, bien escogido y bien interpretado. Pero no todos estaban tocando, había unos comiendo, otros caminando… La buena vibra era contagiosa. Casi dos años sin tocar juntos -en realidad, jamás habían tocado juntos- es demasiado tiempo y reunirse para algo tan trascendental fue como un milagro.
Nos topamos con Jonathan Reverón, director de comunicaciones y medios audiovisuales de El Sistema, quien no cabía en sí de la dicha que sentía. Un evento de esa magnitud requiere de una organización impecable y una vez más, lo lograron. “Hay alrededor de 12000 músicos”, me dijo emocionado. ¡Hay que ver lo que significa en términos de planificación y logística montar un evento así!
Llegamos a la tarima detrás del podio de los directores. Enluis Montes, uno de los jóvenes, pero más veteranos directores de esta nueva camada -su carrera va en vertiginoso ascenso- llegó a abrazarme. No nos quitamos los tapabocas, pero ¡cuánta falta me hacía un abrazo así de cariño, de admiración, de amistad!
Al llegar a la tarima nos recibió Javier Vidal, ahora muy vinculado a El Sistema, también visiblemente conmovido. En ese momento empezaron a tocar el Himno Nacional. Como dice mi amiga Soledad Morillo Belloso, “lloré como una descosida”. Me puse una mano en el pecho y con la otra tomé video. La mano me temblaba. ¡Ésa es la Venezuela que quiero, en la que creo, la Venezuela de la redención!
Hubo guacamayas volando por encima de los músicos. Durante largo rato dieron vueltas, parecían ensimismadas con lo que sucedía en la tierra debajo de ellas. También bandadas de otras aves volaron bajo y cerca, como para no perderse de lo que estaba sucediendo.
Me encantó reencontrarme con gente querida a quienes llevaba rato sin ver: Ana Cecilia y Betty Abreu, hermanas del maestro Abreu, Lourdes Sánchez, directora de los coros, los músicos Daniel Vielma, Florentino Mendoza, Eduardo Méndez, Eugenio Carreño… todos dedicados con devoción a que El Sistema siga siendo siempre uno de los más altos referentes en música y uno de los proyectos sociales más ambiciosos del mundo.
Una hora más tarde anunciaron que comenzaba formalmente el ensayo general. Fue impresionante el orden con el que todos se colocaron en sus puestos, abrieron sus partituras y guardaron silencio. Había directores en todos los grupos, todos sincronizados al milímetro con los directores generales.
Abrió Enluis Montes dirigiendo el Te Deum de Charpentier, una obra del siglo XVII. Solemne, brillante, emocionante ¡como debe ser un himno de acción de gracias a Dios! Siguió el Chamambo de Manuel Artés, una de las piezas favoritas del maestro Gustavo Dudamel, un salto al siglo XX. Dirigió la muy joven maestra María Gabriela Hernández, quien previamente había sido arropada por los consejos de Enluis Montes y Andrés David Ascanio.
El récord se batió -porque ya se batió en el ensayo, de hecho, ahí había gente de Guinness- con la Marcha Eslava de Tchaikovsky, uno de los compositores favoritos del maestro Abreu. El director, su sobrino, el brillante Andrés David Ascanio Abreu, quien siendo además hijo del maestro Ulyses Ascanio tiene una enorme responsabilidad sobre sus espaldas y la ha asumido con mística y entusiasmo. Todos tenían que estar en sus lugares: los músicos pudieron acreditarse para batir el récord.
El concierto siguió con el Merengue del Primer Dedo de Carlos Medrano, en esta ocasión dirigido por la maestra Urielis Arroyo, quien tiene una gran elegancia al dirigir. Siguió otra directora, Naileth Castro, quien, con Venezuela de Herrero y Armenteros, abrió las piezas para orquesta y coro. Sencillamente sublime.
Sublime fue también el Aleluya de Händel que dirigió Enluis Montes a continuación. Su emoción al conducir a tantos músicos en la memorable pieza del oratorio del Mesías -que hizo poner de pie al rey Jorge II el día de su estreno- fue electrizante.
Dos piezas entrañables para los venezolanos cerraron la jornada: el Alma Llanera de Pedro Elías Gutiérrez, dirigida por Andrés David Ascanio -llevo tatuada en mi alma esa melodía- y nuestro Himno Nacional, con música de Juan José Landaeta y letra de Vicente Salias, con un joven y muy, muy buen director, Diego Luzardo.
Hay emoción en torno al récord, emoción por el reencuentro y emoción porque nuestro Sistema está más vivo que nunca, gracias al talento, la devoción y el amor de su creador, el maestro José Antonio Abreu, el gran ausente de esta jornada.
Todo lo que diga es poco. Había que estar allí para sentirlo… no hay palabras que expresen ese cúmulo de sentimientos en un ambiente de aire claro.
Si dos palabras pueden describir el ensayo más grande del mundo esas son: energía y amor. Energía porque 12.000 músicos tocando al unísono es lo más envolvente que cualquiera pueda presenciar; y amor porque solo esa emoción puede sobreponerse a situaciones que se escapan de lo planificado y a un inclemente sol que hace de la concentración un reto superior
12 mil músicos tocando simultáneamente por 12 minutos en 160 metros cuadrados y bajo la batuta de 6 directores. Se podrá oír en vivo por Youtube. La hora será a las 5 pm y no a las 3, como se pautó inicialmente
Bajo la dirección de Elisa Vegas, este gran concierto se efectuará el 3 de diciembre a las 5:00 pm, en La Naciente, en los espacios de la Finca Escampadero. Contará, además de muy buena música, con barra y varias opciones de comidas