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Transiciones a la democracia (VI): el fin del apartheid antes que la democracia en Sudáfrica

En el caso de Sudáfrica, el camino tuvo como punto de partida una oligarquía racial que terminó por dar paso a un modelo de sufragio universal. Es decir, uno donde no importaba el color de la piel de los ciudadanos. Es una situación diferente a los anteriores procesos, ya que en los otros países que se estudiaron el meollo giraba en torno a cómo ir de un gobierno autoritario a un sistema democrático

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Si bien en Sudáfrica, tras un complejo proceso de negociación, se alcanzó la democracia, en verdad la finalidad del proceso iniciado entre los dos principales actores políticos de ese país apuntaba a ponerle fin al apartheid, que resultaba ya insostenible como modelo de orden social.

En total, durante cuatro años se realizaron reuniones, negociaciones y encuentros entre quienes tenían el poder por su condición de blancos, el Partido Nacional, y la histórica organización de los negros sudafricanos, el Congreso Nacional Africano (CNA).

El proceso se inició en febrero de 1990 y tuvo su punto culminante en abril de 1994 cuando se realizaron unas elecciones en las que por primera vez salía electo un presidente negro, el muy respetado Nelson Mandela.

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En el libro Transiciones democráticas: Enseñanzas de líderes políticos, de Sergio Bitar y Abraham Lowenthal, se ofrece una visión pormenorizada del complejo proceso. De esas páginas tomamos los elementos principales para este texto.

En el caso de Sudáfrica, y esto es un asunto en el cual insisten los autores, el camino tuvo como punto de partida una oligarquía racial que terminó por dar paso a un modelo de sufragio universal. Es decir, uno donde no importaba el color de la piel de los ciudadanos. Es una situación diferente a los anteriores procesos, ya que en los otros países que se estudiaron el meollo giraba en torno a cómo ir de un gobierno autoritario a un sistema democrático.

En el caso de la nación africana el proceso apuntaba a lograr que toda la población accediera a los beneficios de ser ciudadanos (comenzando por el derecho a votar libremente), de los cuales ya disfrutaba una minoría racial.

El objetivo del Partido Nacional, encabezado por F.W. de Klerk, tenía como objetivo central proteger los derechos de la población blanca; no fomentar o impulsar la democracia. El CNA, en tanto, luchaba porque los negros tuviesen derechos políticos y sociales, poner fin al dominio blanco. Sin embargo, no había en su seno un planteamiento a favor de la democracia, ya que su propio origen estuvo marcado por el leninismo. En otras palabras, tenía numerosos puntos de coincidencia con el Partido Comunista.

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En el seno del CNA, entonces, había efectivamente demócratas, pero tanto estos como otros más radicales, coincidían que debía lucharse por derrocar al poder blanco, no por establecer una democracia como primer paso.

Bitar y Lowenthal certeramente señalan en su texto que, al final, como fruto de las largas y complicadas negociaciones, emergió como un punto aceptable a las dos partes aprobar una constitución democrática.

Entonces, la transición a la democracia en Sudáfrica se alcanzó en el camino del entendimiento de las partes, eso sí, sin convertirse en un asunto neurálgico para ellos.

Aunque las luchas entre blancos y negros en Sudáfrica tenían una historia de varios siglos, el sistema de apartheid se instauró propiamente en 1948. En ese momento, el PN determinó que solamente los blancos tenían derecho al voto. Los negros, que representaban el 87% de la población, se vieron así excluidos del ejercicio como ciudadanos.

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La lucha social y política contra el apartheid por parte de la CNA incluyó también la respuesta armada en una etapa. No obstante, desde 1970 la lucha tuvo un carácter masivo en las calles con la organización de trabajadores y estudiantes. Pese a que en general la comunidad internacional condenó el régimen de segregación racial, y a pesar de que se veía francamente inviable, no hubo señales de que los blancos estuvieran dispuestos a cambiar las reglas de juego.

En la década de los 1980 surgieron diversas reuniones, en general secretas y realizadas en otros países, sin que se llegara a ningún acuerdo. Existe consenso en asegurar que el presidente P. W. Botha, muy alineado con los organismos de seguridad, era la piedra de tranca. En 1989 Botha sufre un derrame cerebral y este hecho termina siendo determinante en la historia sudafricana.

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A partir de ese momento asume De Klerk como presidente, logra desligar al aparato de seguridad de las decisiones de su gobierno y se apoya en el ala política del PN. De esa forma, entre 1990-1994, se gesta un acuerdo entre los dos bancos históricamente enfrentados. De las negociaciones se aprueba una constitución con plenos derechos para todos, sin distinción racial, y luego vino la elección de Mandela en 1994.

La presidencia de cinco años de Mandela terminó de sentar las bases para una nación democrática.

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