Aniversario El Estímulo

Transiciones a la democracia (I): Algunas claves sobre los procesos exitosos

Las heridas que generan las dictaduras no se curan de la noche a la mañana. Lo que demuestran estos casos es que primero se genera un cambio político, en primer lugar se recuperan (a veces más rápido) espacios democráticos e institucionales, y luego se ajustan las cuentas en el sistema judicial para sancionar las violaciones a derechos humanos.

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La discusión sobre lo que ocurre en Venezuela, en particular en el período 2019-2020, ha estado impregnada de diversas formas por señalamientos o emplazamientos a partir de lo que se consideran experiencias exitosas de transiciones democráticas. «Debe verse qué ocurrió en Chile», «Los polacos lo hicieron de esta forma» o «En España este fue el camino», han sido -entre otras tantas- frases que circulan en discusiones privadas o conversaciones públicas.

Yo mismo, en diversos momentos, me sumé a estas generalidades a partir de un conocimiento bastante parcial o incompleto de lo que había ocurrido en las transiciones a la democracia. No fue sino hasta este año 2021, luego de que pasó la euforia por el fenómeno Guaidó-Trump, cuando para muchos parecía inminente una salida venezolana, bajo la presión de Washington, que me tomé el tiempo necesario para revisar lo que es libro capital para entender estos procesos.

Gracias a la generosidad del Centro de Estudios Políticos y de Gobierno de la UCAB, bajo la dirección de Benigno Alarcón, recibí un ejemplar del voluminoso Transiciones democráticas: Enseñanzas de líderes políticos, que publicaron Sergio Bitar y Abraham Lowenthal en 2016.

Estuvo esperando en mi biblioteca más de dos años, a decir verdad. Al iniciar este 2021, decidí comenzar el año viendo qué cosas habían ocurrido, en un conjunto de países que -con mayor o menor éxito- habían logrado dar el anhelado paso: salir de un autoritarismo y reconstruir la democracia.

Cómo se transita hacia la democracia

En varias entregas, en este espacio que me ha brindado El Estímulo, estaré presentando, glosando y comentando casos de diversos países en los que fructificó una transición democrática. Me limitaré a reseñar y comentar lo que narra el libro, país por país. Poniendo énfasis en naciones latinoamericanas o de otras latitudes cuyos procesos puedan ser de interés desde el aquí y el ahora de Venezuela.

A riesgo de simplificar en exceso, he condensado algunas máximas a partir de la lectura de las 656 páginas de este libro. Las comparto a continuación como una suerte de abrebocas de lo que iremos detallando en las siguientes entregas:

La transición a la democracia no es una autopista en línea recta. Esta idea es fundamental y me ha quedado clara tras leer detenidamente los procesos de nueve países de América, Europa, África y Asia. En realidad, lo que ocurre entre el momento en que se inicia una transición y se alcanza con éxito el tránsito a la democracia, es más bien un camino culebrero para decirlo en criollo. Lo que ocurre son avances, retrocesos, se rodean los obstáculos en la vía, se toman a veces atajos o sencillamente el proceso pasa a estar en el carril lento, hay peajes y alcabalas de todo tipo.

La transición no es coser y cantar. Ni va en línea recta, ni es un proceso exprés. En realidad, lo que se extrae de los casos, es que se está ante largos periodos de incubación, discusión, construcción de acuerdos, implementación de decisiones, etc. Nada de eso es fácil ni rápido.

Las transiciones las han construido los actores locales. Si bien en algunos casos ha sido evidente la presión internacional, en ningún caso de los presentados en este libro ha implicado que una potencia foránea venga, quite a un gobernante dictatorial y ponga a uno democrático. Eso tal vez ha sido distorsionado por la narrativa de Hollywood, pero no es lo que nos presenta el libro. En realidad se está ante ciudadanos de un país que se niegan a irse a otro lugar y cuya necesidad de seguir viviendo, unos y otros, sobre la misma tierra, les lleva a establecer bases de convivencia democrática, tras las noches largas o algunas muy largas, de padecer dictaduras.

Cicatrices en el alma de un país

Las heridas que generan las dictaduras no se curan de la noche a la mañana. Lo que demuestran estos casos es que primero se genera un cambio político, en primer lugar se recuperan (a veces más rápido) espacios democráticos e institucionales, y luego se ajustan las cuentas en el sistema judicial para sancionar las violaciones a derechos humanos. Nadie que esté en el poder, y tenga control de éste, lo entregará voluntariamente si el escenario es que será enjuiciado. Eso ha ocurrido, pero, por lo general, el proceso político en pos de la transición no lo coloca en primer término.

Y, finalmente, quien tiene el poder pone las reglas del juego. En varios casos exitosos lo que queda claro es que los grupos opositores debieron plegarse a las condiciones electorales, políticas o institucionales, de los grupos autoritarios en el poder. No hay espacio para una discusión sobre la legitimidad. El poder establece sus reglas y quienes apuestan por el cambio se centraron en estrategias de imaginar un cambio de abajo hacia arriba. Los adversarios democráticos optaron por ir erosionando al poder dictatorial, pero paso a paso, en diversos de los casos reseñados en este libro.

Algunos de los puntos señalados aquí serán ampliados, según sean los casos, que comentaremos en las próximas semanas. Con las transiciones a la democracia cabe decir, y eso lo extraigo del libro, que el juego no se acaba hasta que termina, tal como decía el genio del béisbol Yogi Berra.

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