Opinión

Rueda de prensa de Pékerman: una omisión, una promesa y un regaño

El nuevo estratega de la selección fue presentado y dio una cátedra de pensamiento positivo. Con el paso de los minutos, su intervención se hizo más huraña, aunque dejó colar cierta esperanza para que 2026 sea en definitiva el año Vinotinto

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Pékerman

Convengamos que nos emociona ver a Néstor José Pékerman en una tarima en la que predomina el color Vinotinto. Para los que acudimos a transmisiones clandestinas de la selección en hoteles de mala muerte o trasnochábamos para ver un juego en diferido por RCTV, que un técnico campeón, argentino, con pasado mundialista, asuma la dirección técnica de Venezuela es surrealista.

Pero también lo es para las nuevas generaciones: para quienes lo vieron en la raya del campo potenciar al mejor James Rodríguez y meter a Colombia en el quinto puesto de Brasil 2014 o poner en jaque a Inglaterra, en Rusia 2018. Sí, tiene cartel y pinta. Para nosotros, los venezolanos, dados a la telenovela, es como si en el último episodio el galán de triple nombre y apellido se enamorara de la huérfana que fue abandonada en la puerta de la iglesia.

Es difícil comprender por qué un técnico, al que le llueven ofertas, elige a la única selección que no ha asistido a un Mundial, que marcha en el último lugar de las eliminatorias y que muestra a referentes que se mueven entre la indisciplina y el desinterés por ser convocados. Me aventuro con tres razones, que no son excluyentes:

  • La influencia que tiene Pascual Lezcano sobre el técnico.
  • La tranquilidad que da trabajar con una selección de la que no se espera mucho.
  • La oferta económica (y otras especies).

De Lezcano ya escribí en su oportunidad. No es la mano derecha de Pékerman, es su pie, cerebro y alma. Es el hombre que termina decidiendo cuál es la mejor opción para el estratega y es quien se sienta con las federaciones a discutir los términos económicos de los contratos. También es amigo de representantes de jugadores, es allegado al venezolano Norman Capuozzo, quien en su momento dirigió el destino del capitán de la Vinotinto, Tomás Rincón, por ejemplo.

No es casualidad que el primer anuncio del presidente de la Federación Venezolana de Fútbol, Jorge Giménez, en la rueda de prensa, fue que Lezcano sería el mánager de todas las selecciones de Venezuela. Esto es un poder inmenso, indescifrable en este momento, que seguro dará noticias en el futuro. Pero tengamos en cuenta esto: Pékerman prefirió decirle adiós a Colombia antes que apartar a su llave, cuando se lo solicitaron.

Pékerman durante su presentación con la prensa (Yuri CORTEZ / AFP)

El siguiente punto es obvio. Con la excepción de Noel Sanvicente (20 partidos) y José Peseiro (10 juegos), los técnicos de Venezuela no suelen ser víctimas de los malos resultados. Richard Páez tomó el mando en 2001 y lo dejó en 2007; le siguió César Farías (2007-2013) y Rafael Dudamel (2016-2020) no fue la excepción. En estos tres casos, más que una exigencia nacional, los estrategas abandonaron por desgaste con la propia dirigencia.

Por lo tanto, para un técnico que dice, como se le escuchó en la rueda de prensa, apuntar a un proceso largo, a la paciencia, al reconocimiento de los problemas para encontrar las soluciones, Venezuela resulta un terreno ideal, en el que todo está por hacerse. «Estoy en el lugar correcto», dijo Pékerman. Con el corazón en la mano, después de tantas desilusiones, usted, querido lector, ¿le pediría la renuncia si no clasifica al Mundial de 2026?

Sobre los detalles económicos, no hay cifras. Pero si revisamos el cuerpo técnico, que incluye a Patricio Camps (asistente técnico de Argentina en 2006), Leandro Cufre (entrenador de Atlas en 2019) y Fernando ‘Bocha’ Batista, comprendemos que la inversión es algo más que importante. Por más que Pékerman se haya rebajado el sueldo (se dice que ganaba 3 millones de dólares al año con Colombia), que  el ‘Bocha’ haya decidido renunciar a la dirección técnica de la sub 20 de Argentina para mostrar en su curriculum que fue asistente de la selección venezolana, no creo que sea solo una cuestión de fe y bonhomía.

Recién presentado Pékerman, Javier Hernández Bonnet, director de Blog Deportivo, en Colombia, dijo: “Venezuela no tiene, a nivel de selección, un solo peso. Todo el dinero lo va a colocar el gobierno venezolano, que es el garante del contrato de José Pékerman”. Es una sospecha con la que inicia este proceso. Se sabe que Giménez es muy allegado a la dirigencia chavista y de hecho fue felicitado por Delcy Rodríguez, apenas fue electo.

Giménez coincidió con Rodríguez en un viaje a Catar en junio de este año. Según la FVF fue un para tratar «temas relacionados con la formación de entrenadores y médicos especializados en fútbol».

Y en cuanto a «otras especies», son muchos los negocios que se mueven en una selección y cuando hay poder de convocatoria para juveniles. De estos movimientos se habla mucho en el mundo del fútbol, sin embargo nunca con pruebas en la mano. Pero hay números que dan idea del gran negocio.

La FIFA publicó este años un informe sobre traspasos internacionales en el fútbol masculino que abarca el periodo 2011‑2020. Se confirmó el incremento ininterrumpido de la actividad en el mercado de fichajes durante la última década. En 2011, se registraron 11.890 traspasos, y en 2019 se alcanzó un máximo de 18.079. En ese periodo, se llevaron a cabo un total de 133.225 traspasos y cesiones internacionales y se invirtieron en ellos 48.500 millones de dólares.

Lo importante es esto: «Las comisiones abonadas a los agentes pasaron de los 131.1 millones de USD de 2011 a los 640.5 millones de USD en 2019. A lo largo de la década, se pagó a los agentes un total de 3500 millones de USD en concepto de comisiones por traspasos internacionales».

En Argentina, Brasil, Uruguay y Colombia sobran los agentes. Pero en Venezuela, con un dominio total de las inferiores, este podría ser un negocio más que rentable debido a que es un mercado casi silvestre.

Una promesa y una omisión

La rueda de prensa de Pékerman transcurrió con la rutinaria parsimonia de los actos protocolarios. Los periodistas no podían repreguntar, algunos no escucharon o no quisieron escuchar y repitieron las mismas interrogantes. Los puntos más polémicos quedaron en el aire, ya sea por olvido o por respeto.

En ese contexto, el exponente hace también lo mejor que puede. Ya sabe lo que viene. En este caso, con sus 72 años a cuestas, Pékerman tiene la capacidad para desarrollar una historia convincente. Nos echó el cuento de Alemania, aunque ningún país, ni siquiera Estados Unidos, se puede acercar a la cultura de trabajo de la nación europea. No obstante, suena bien eso de los procesos y mostrar como pasito a pasito, la Mannschaft ganara un Mundial de 2014. Aunque cuatro años después se iría por la puerta de atrás. Porque así es el fútbol: nada está garantizado, ni siquiera haciendo las cosas bien.

También habló con lógica sobre lo que tiene Venezuela: talento. Eso es innegable. Puso acento sobre lo que nos gusta escuchar; que la camiseta no tiene dueño, que los protagonistas deben querer ganársela; que el pasado no importa sino el presente (caso Soteldo, por ejemplo). El discurso positivista incluyó algunas aseveraciones raras, como lo de búsqueda de «talento en la selva» por parte de Richard Páez o el recuerdo de «Cari Cari» Noriega.

Sin embargo, obvió una de las mejores preguntas de la tarde: si el técnico tendría su residencia en Venezuela. Todo apunta a que no. Pékerman recibirá informes, entrenará lo que deba entrenar y dirigirá lo que se deba dirigir y estará presente en lo que deba estar presente. Pero su estancia no será permanente en el país. Finalmente, mostró algo de lo mucho que se vio en Colombia: la molestia cuando se le agota la paciencia.

Entre más se le preguntaba por el presente, el técnico se quejaba porque no le escuchaban. Él hablaba de un proceso, mientras se quería saber de lo inmediato; del esquema táctico; de los nombres de los convocables o desechables… Ahí el discurso fue tomando otro giro. Eso, tal vez sumado a las preguntas que se repitieron («por qué escogió a Venezuela y en qué se parece a Colombia»), precipitaron el final del encuentro.

Para quien desea ilusionarse, no obstante, quedó esa reflexión, esa promesa que no fue promesa, porque si se escucha bien es más un «ojalá» que una meta: estar dentro de cinco años en el Mundial. Ningún técnico lo ha conseguido y cuando ese hándicap está presente, ese «ojalá» se puede tomar de dos formas: como la palabra obligada del que llega al mando de una selección o como una sincera aspiración de un hombre trabajador. ¿Cuál escoge usted?

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