Música

Del Búfalo: "Reírnos significa que entendemos la seriedad del asunto"

Antes de cerrar el año 2021, el comediante Ricardo Del Búfalo lanzó su nuevo compacto “Venecadencia. Canciones de un venezolano de la decadencia”, un título que no es casual, a pesar de que asegura que el origen del disco y el comienzo de su trabajo como músico de protesta sí estuvieron marcados por el azar

Del Búfalo
Cortesía Ricardo Del Búfalo
Publicidad

Queriendo entender al país, Ricardo Del Búfalo se encontró con la obra de José Rafael Pocaterra. Estaba empezando la universidad y tenía entre 17 y 18 años. Asistía con frecuencia a una librería en la Plaza La Moneda de Barquisimeto, donde la gente encontraba clásicos de la literatura nacional.

Recuerda haberse llevado Memorias de un venezolano de la decadencia y Cuentos grotescos, dos trabajos que narran uno de los períodos más oscuros y cruentos de la historia de Venezuela: la dictadura de Juan Vicente Gómez. Y aunque pensó que eso no sería replicable en el tiempo, que no volvería a pasar en el país, hoy no duda en comparar esa época con el tiempo presente.

Por eso, el título de su segundo disco, Venecadencia. Canciones de un venezolano de la decadencia, no solo evoca a la principal obra de Pocaterra y a un pasado remoto, sino también a la realidad actual, donde la censura, la represión y el exilio reinan como hace 100 años, durante el gomecismo.

El disco es una denuncia social contra las últimas dos décadas, que han estado cargadas de ajetreo político y de una crisis económica de dimensiones históricas. Pero detrás de todo ese trasfondo de denuncia, también hay motivaciones personales y casualidades que lo llevaron a darle concepto a su nuevo trabajo discográfico.

—¿Qué o quién te inspiró en armar un disco de denuncia a la realidad venezolana? Siempre hay un punto de arranque, una chispa, algo. Y más allá de lo cómico, hay mucha denuncia en las letras que compones.

—Creo que llegué por casualidad. Yo tuve una sección en un programa de radio, que cerró Conatel y que se llamaba “Calma Pueblo”, en La Mega. Allí hacía canciones sobre la situación del país, porque en la radio siempre tienes que estar hablando de actualidad. Entonces, cuando me metía en las noticias lo que encontraba eran cosas horribles de la realidad venezolana de 2016 y 2017, los peores años. Hacía canciones sobre eso y trataba de sacarle el lado humorístico. De ahí me quedó un EP que armé con algunas de esas canciones. Luego nació, en 2019, “la canción informativa”. Es decir, fui tomando esa línea por casualidad, no es que haya sido un fan de la música de protesta ni nada por el estilo. Después de haberlo hecho por mucho tiempo fue que empecé a escuchar a Alí Primera, que, a pesar de ser de izquierda y marxista, hay muchas cosas que pudiéramos tener en común: la aspiración de que no haya más pobreza e injusticias, por ejemplo. Él es referencia en la música venezolana de protesta, pero más que inspirarme, caí de casualidad.

Del Búfalo

—¿Por qué canciones y no un stand-up comedy tradicional como los demás? O por qué no un artículo o un libro como optan otros denunciantes. ¿Hay una motivación por la música? ¿Querías ser cantante y lograste hacer una mezcla entre canciones y la comedia?

—Sí, yo quería estudiar música, quería estudiar guitarra a mis 15 o 16, pero cuando me di cuenta de que en las universidades donde se estudia guitarra, por ejemplo, solía quedar el 12% de los que aplicaban y que además tenían que dedicarle ocho horas al día al instrumento, decidí que no quería estudiar música y opté por Comunicación Social, porque ya sabía que la comedia era mi otra pasión. Me fui por ahí y compensé con la música, a la que tomé como un hobby. Uno de mis referentes era Les Luthiers, el grupo de humoristas argentinos, que veíamos mucho en mi familia paterna, donde todos los hermanos se reunían en casa de mi nona y veían los DVD. A mí me encantaban, por lo que siempre tuve la referencia de ese humor musical. Como ellos eran cinco en el escenario, yo pensaba que nunca llegaría a hacer algo así, pero después descubrí a otros comediantes que hacían música con humor y me arriesgué a hacer algunas canciones y empecé a incorporarlos a mi stand up. Luego fue que empecé a hacer discos con conceptos.

—Pero a pesar de ser tu hobby, creo que hay referencias serias. Por ejemplo, el subtítulo del disco nuevo es: “Canciones de un venezolano de la decadencia”. Una referencia sin duda a la obra de José Rafael Pocaterra. ¿Hubo inspiración en ese personaje, aparte de la que dijiste? Esto lo pregunto porque tú haces, no sé si conscientemente, lo que hizo Pocaterra con Cuentos grotescos. Ambos hacen denuncias sociales.

—Sí, cuando, descubrí Memorias de un venezolano de la decadencia de Pocaterra, en mi adolescencia, empecé a leerlo y paré porque me parecía horrible lo que estaba leyendo. Entonces, pensaba que eso no podría pasar en Venezuela, pero años después pasó. O sea, El Helicoide ahorita simboliza lo que era La Rotunda en la época de Gómez. Me parece impresionante que 100 años después se sigan viviendo los mismos horrores que narró José Rafael Pocaterra. Pareciera que no aprendimos de esa decadencia, a pesar de que hubo una época de democracia que vale la pena destacar, porque hubo iluminación en nuestra historia. Con sus defectos y sus imperfecciones, fue una democracia al fin. La decadencia me interesó como concepto porque cada año en Venezuela parece ser peor –aunque ahorita salimos de la hiperinflación y es una cosa que me parece tan rara–, entonces fue una manera de entender que esto no es nuevo. Nuestra crisis en el siglo XXI ideológicamente es nueva, pero históricamente no. Hemos estado en crisis similares, al menos en crisis políticas con tiranías y abusos de poder.

Por otro lado, en uno de los pasajes del libro, Pocaterra habla de un personaje llamado doctor León. Cuando viene el esbirro gomecista a hacerle las crueldades de rutina, siempre le preguntaba por un chiste al doctor León. Y Pocaterra narra con asombro que siempre había uno. O el esbirro se reía de todo lo que le decía el doctor León o este tenía un repertorio de chistes increíbles porque cada día tenía uno nuevo. Me llamó la atención que como lo hacía reír, el esbirro era menos cruel con él. De alguna manera, esa simpatía que creaba la risa del opresor con su víctima los humaniza. Y eso le salvaba la vida al doctor León. El humor puede salvar la vida en este tipo de situaciones porque nos hace ver como humanos. Nos hace entender eso. En una prisión como esa, el opresor ve a las víctimas como unos animales, como unos trofeos incluso. Eso pasaba antes y pasa todavía. El humor es un respiro, un salvavidas. Y los cuentos de prisión sirven mucho para agradecer la libertad y la valentía.

—Pocaterra sufrió la cárcel. ¿Tú has padecido algún tipo de señalamiento por tu trabajo? ¿Tienes miedo? Eres crítico con todos.

—Miedo sí, pero no he recibido ataques. A veces llegan trolls en las redes sociales, que uno se da cuenta porque tienen un estilo muy parecido en sus mensajes. Pero de resto, amenazas no. Tal vez algún señalamiento en redes por algún medio afín al gobierno, pero no mayor cosa. No es algo que me haga temer más de lo que uno usualmente teme por hablar en voz alta.

—Y aparte de la denuncia política, el disco es un reclamo social desde lo cómico. ¿Cómo te tomas en serio lo que pasa en el país desde la risa?

—Es que no hay manera de tomárselo en serio sin la risa. Creo que reírnos de lo que nos pasa es una manera de asimilarlo y aceptarlo. Reírnos no significa no tomárnoslo en serio. Al contrario: reírnos significa que entendemos la seriedad del asunto, que entendemos lo ridículo que es, que eso no debe pasar. Uno hace humor para decirle al mundo que eso no debería estar pasando, que el deber ser es otra cosa. En mi canción “Qué duro es el amor en comunismo” me río de la crisis económica, pero no porque me parezca alegre, sino porque me parece absurdo y por eso lo denuncio. El humor y la risa hacen que uno asuma la seriedad del tema.

Del Búfalo

—¿Cómo influye la comedia en tu vida diaria? Andas siempre haciendo chistes por todo, pero, ¿no te resulta difícil que te tomen en serio?

—Sí, usualmente a veces hay gente que no sabe cuando estoy hablando en serio o cuando estoy hablando en broma, pero bueno, es uno de los problemas que tenemos los comediantes, sobre todo los que hacemos comedia con tono serio. En ese caso, cuando estoy hablando en broma, trato de hacerlo notar más, con inflexiones en la voz para que la gente vea que la intención es hacer reír. Pero claro, a veces salen cosas en serio y uno no puede evitar eso, que la gente llore, en lugar de reír, por culpa de uno.

—¿Es difícil hacer comedia en Venezuela? Lo pregunto porque Emily Avendaño decía en una nota sobre ti, publicada en Clímax en 2017, que hacer reír en Venezuela era una osadía porque el país parece un meme.

—Por un lado, es fácil porque te da material, te da mucho material. Si uno hace humor de lo absurdo y lo ridículo, este país es la fuente del humor. Pero también es difícil porque cada vez pasan cosas peores y a la gente le cuesta mantener como un baremo de lo absurdo. Uno trabaja con un termómetro de lo absurdo y cuando excede uno tiene que hacerlo también. En Venezuela exagerar es cada vez más difícil porque el país es muy exagerado. Entonces, uno en lugar de exagerar para lo grande, uno echa para atrás, exageramos para lo chiquito. Esa es una de las cosas más complicadas de hacer humor. En vez de decir “espero que algún día tengamos democracia”, una exageración podría ser “espero que algún día tengamos una tiranía chiquita”. Es complejo, es difícil marcar esos límites.

—El humor pareciera ser un nuevo campo de trabajo. ¿A qué crees que se debe ese auge de querer hacer reír? ¿A un país que se presta para el chiste o al desinterés por temas más serios?

—Los dos. No sé si es un tema de desinterés hacia los temas de seriedad. En Venezuela hay desinterés por la situación, mejor dicho, por lo que no pueden controlar sobre política y economía. La gente, desde un tiempo para acá, decidió vivir, dedicarse a su vida. El mantra es hacer plata. El humor siempre es bienvenido, porque la risa genera endorfinas, que es un placer similar al del sexo, pero en la cabeza, sin tener que divertirse ni limpiar. Reírse es divertido. Creo que es una profesión que le va a interesar a muchos jóvenes. Además, ahorita hay más exposición de esos comediantes, de las nuevas generaciones con 12 o 13 años para acá, que ganan seguidores en redes y eso los motiva más. Al final es un círculo virtuoso: así como antes se formaban muchos peloteros en el país porque se los llevaban a las Grandes Ligas, los chamos de hoy se sienten con ganas de hacer comedia.

El disco «Venecadencia. Canciones de un venezolano de la decadencia» puede ser descargado de forma gratuita aquí.

Publicidad
Publicidad