Venezuela

Opinión | El asesinato de Pipo… o lo que la gente siente

Los líderes son intérpretes de lo que siente la gente; esa es la creencia, el deber ser, o al menos lo que muchos suponemos. No es nada nuevo decir que la acción política no es sino el contacto y la compenetración con la gente. Especialmente con los más humildes, con todos aquellos que por cualquier razón se hacen vulnerables, se quedan rezagados o no tienen los medios o la capacidad para ser escuchados, como también lo son otros sectores de la sociedad con mayor capacidad de desarrollo y presencia.

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Fotografía: Daniel Hernández / El Estímulo

Edmundo Rada, joven venezolano con vocación de servidor social, nacido de las barriadas de Petare, fue brutalmente asesinado el pasado 18 de octubre, paradójicamente el mismo día en que admitían en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU a uno de lo regímenes más cuestionados del planeta. Pipo fue asesinado como las dictaduras han asesinado a tantos venezolanos.

Si bien podemos hacer una y mil denuncias sobre los atropellos, corruptelas y violaciones a los venezolanos, creo que aparte de asumir el deber de continuar la lucha por el rescate de nuestra libertad, nos toca sobre todo resaltar los valores de gente que, como Edmundo Rada, desde la entraña misma del gentilicio venezolano, supo llevar en su corazón la necesidad y el sentir de los venezolanos más humildes.

Edmundo Rada es el ejemplo de lo que un político debe hacer. «Pipo» se movilizaba todos los días para escuchar las necesidades de la gente; esa simple y sencilla concesión que cada persona espera de cualquiera que pretenda llamarse líder: ser escuchado, sentir que hay alguien cercano a quién contarle su padecer, sus sueños, sus ideas y sus proyectos. En el ser humano, la reciprocidad es un elemento psicológico que tiene un inmenso poder de conexión entre la gente.

Eso mismo hicieron los líderes políticos más importantes de nuestra era democrática, recorrer el país, aprender de cada quien, entender su circunstancia y su realidad, para luego invitarlos a construir juntos el camino de esas aspiraciones de reivindicación social, de desarrollo económico y de fortalecimiento de una sociedad solidaria y democrática. Ese es el debate político, es el toma y dame civilizado y ciudadano, la conexión necesaria para construir el cambio necesario e inevitable.

Tener conciencia de ello  es tener conciencia política, conciencia del momento histórico, independientemente del nivel donde se encuentre. Lamentablemente en los últimos años tuvimos quienes se conectaron con el sentir de la gente, pero solo para engañarlos y aprovecharse de ese vínculo para hacerse del poder y abusar de él.

La muerte de Pipo es una campanada a la conciencia de quienes aspiran a recuperar la libertad y la democracia en Venezuela y entender que la política no puede resumirse a un chat de WhatsApp. Allí se pueden discutir muchos temas e inclusive llegar a acuerdos políticos, pero la política se hace con la gente; es posible que los medios de comunicación y las redes sociales nos permitan masificar los mensajes y sean un vehículo para llegarle a más personas, pero nada sustituye ese ejercicio de ver, tocar y escuchar a la gente.

Tuve la oportunidad de conocer a Pipo y trabajar con él de la manera más sencilla, me invitaba a conversar con sus vecinos sobre nuestra historia, la política, los problemas del país y sobre cómo construir caminos para alcanzar el sueño compartido de una sociedad justa, democrática y solidaria.

Nuestra historia política y la experiencia de la democracia en Venezuela formó a miles de personas, que como Pipo sienten y sufren la circunstancia de los venezolanos. Ese es el diario trabajo de cualquier dirigente social o político, el escuchar y crear conciencia en la gente de sus derechos, de la solidaridad social, del balance entre crecimiento social y desarrollo económico, de saberse protagonistas del día a día en la construcción de una sociedad democrática, donde si bien hay que luchar por hacer realidad lo positivo, tampoco podemos perder de vista que siempre habrá fuerzas antidemocráticas que procuran el autoritarismo y la dominación de la sociedad. Ante eso no podemos bajar la guardia nunca, bajo ninguna circunstancia.

Pipo es el ejemplo natural de lo que es un líder social, un venezolano más que perteneció al partido Voluntad Popular, organización que representa una corriente histórica que lucha por la democracia y la transformación social de los venezolanos, y que él eligió como vehículo de liderazgo político. Pipo vivió para escuchar e interpretar el sentir de la gente. Su vida es ejemplo de lucha, venezolanidad y libertad.

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