Opinión

No hay salida fácil

Sea cual sea el camino político de las fuerzas pro-democracia debe lograrse un consenso mínimo y apostar por (re) construirse como alianza unitaria para el cambio. Que cada quien siga tirando flechas, cada uno por su lado, no nos moverá del punto muerto en el que al parecer estamos

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Hace 15 años, y lo recuerdo con exactitud, Teodoro Petkoff reunido con un grupo de periodistas nos comentaba lo que a su juicio debía ser el camino para derrotar al chavismo. Era al inicio de 2006 y teniendo unas elecciones presidenciales en el horizonte, el político devenido en editor de diarios sostenía que no habría una salida fácil ni un desenlace tipo película de Hollywood.

Creía Petkoff, y en aquella ocasión lo manifestó con absoluta claridad que la alternativa democrática debía asumir que se estaba ante una lucha de largo aliento, que requería tesón, dedicación y organización. Habíamos estado atrapados en la consigna Chávez vete ya, soñando con salidas mágicas.

Tras la experiencia de la destitución de Chávez en abril de 2002, con aquella renuncia forzada por el alto mando militar de entonces, Petkoff nos decía que hasta para organizar un golpe de Estado debía existir un plan para el día después, un detalle no menor que parece estar ausente en las distintas estrategias políticas que se ponen sobre la mesa en Venezuela.

La lógica de que primero salimos del chavismo y después vemos qué hacemos ha sido un error tremendo. Me temo que el plan de que se active un referendo revocatorio el año próximo, para sacar a Nicolás Maduro de la presidencia, simboliza mucha de esa falta de un consenso genuino sobre la ruta a seguir y sobre qué se hará una vez se alcance el objetivo.

Muchos de quienes impulsan la idea de hacer referéndum son personas honorables, a algunas les conozco personalmente. La figura del revocatorio existe en nuestra constitución, ciertamente, pero de nuevo ponemos delante una idea basada en una hipótesis jurídica, me parece, en lugar de ver la realidad política. No se trata solamente de sumar los votos opositores, o de revisar y decir que si sumamos todos los votos no chavistas, de las elecciones regionales recientes, eso garantiza el éxito del revocatorio.

Esta consulta, para que pueda ser efectiva, debería en primer lugar gozar de aceptación entre las distintas fuerzas políticas pro-democracia. Y en verdad, en este tiempo, los liderazgos políticos no logran ponerse de acuerdo entre ellos ni siquiera para tener una reunión conjunta y tomarse un café cara a cara.

Torneo de egos

La realidad, dura pero es así, es que estamos en una suerte de torneo de egos. Todos los liderazgos hablan de unidad, pero la entienden en el sentido de que el resto venga a respaldar mi propuesta. No hay mecanismos ni políticos ni institucionales, en este momento, para construir un consenso mínimo de las fuerzas pro-democracia.

El escenario del referéndum, como de cualquier estrategia política que busca el cambio democrático en Venezuela, debe estar precedido de la conformación de un frente amplio. Los partidos y liderazgos políticos deben en primera instancia en ponerse de acuerdo. Si de allí surge como acción consensuada el referendo, eso sería otro cantar. Empero, tal cosa no ha sucedido.

Un asunto clave, ante la idea de que en un solo acto de votación se pueda desalojar a Maduro del poder, está en qué ocurrirá el día después. Quién será el candidato o la candidata presidencial en las elecciones presidenciales que deberían convocarse inmediatamente se sepa que con el referendo se revocó a Maduro.

Ha salido a la luz pública, recientemente, que en 2016 cuando Henrique Capriles encabezó la iniciativa de referendo revocatorio contra Maduro esto se vio paralizado, pero no solamente por el rechazo del chavismo, que uso sus acólitos institucionales para evitar que este mecanismo constitucional se activara, usando diversos artilugios.

Acción Democrática y Voluntad Popular, entre otras agrupaciones opositoras, también boicotearon la idea de un revocatorio en 2016. Preferían la idea de que Maduro permaneciera en el poder, antes de sumarse a la posibilidad de que si el referendo tuviese éxito aquello permitiera a Capriles ser candidato, en las elecciones presidenciales que vendrían inmediatamente después del revocatorio.

Capriles aunque gozaba de reconocimiento ciudadano ya había sido destronado como el referente principal de las fuerzas opositoras en aquel momento. No tuvo tampoco la sagacidad de primero consolidar al revocatorio como una estrategia unitaria y apostó a que desde afuera, desde la presión ciudadana, se lograría activar este mecanismo.

Esto, obviamente, sin mencionar que el chavismo iba a jugar duro, como lo hizo, para evitar la realización del referendo.

Por todo esto, creo que es momento de detenernos un momento. Sea el referendo revocatorio, sea presionar por unas nuevas elecciones presidenciales (asumiendo que las de 2018 fueron un fraude), sea defender los espacios municipales y regionales alcanzados el 21N, sea cual sea el camino político de las fuerzas pro-democracia debe lograrse un consenso mínimo y apostar por (re) construirse como alianza unitaria para el cambio.

Que cada quien siga tirando flechas, cada uno por su lado, no nos moverá del punto muerto en el que al parecer estamos. No hay salida fácil, esa es la verdad y mientras más posterguemos asumir este punto de partida, más tardaremos en propiciar el cambio.

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