Cine y TV

"Mortal Kombat" llega con todo el esplendor de su espectáculo sangriento

La película de Simon McQuoid que se estrena este viernes en cines y por HBO Max tiene un gran acierto: logra concentrar la esencia misma del videojuego y la traduce, con mucha sangre y violencia explícita, al lenguaje cinematográfico

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Mortal Kombat

Cualquier fanático lo sabe y sin duda, a través de la decepción. Hollywood continúa sin encontrar la fórmula adecuada para adaptar videojuegos, series de manga o animé. Se trata de un equilibrio complicado entre lo esencial de la historia y conservar ese hálito inconfundible que define a cualquier producto exitoso. O ese parece ser el dilema al que se enfrenta cualquier adaptación que deba no solo satisfacer a los fanáticos acérrimos sino, además, incluir al gran público al “universo” del producto. No hay una manera sencilla de adaptar sin problemas argumentales de fondo, la forma en que el videojuego, animé o el manga construyen sus argumentos.

Es una disonancia que afecta desde la forma de contar la historia hasta la manera en que se asimila la percepción del conjunto de elementos que sostienen el contexto.

Para bien o para mal, el cine tiene muy poco tiempo —y en ocasiones, habilidad— para analizar con claridad las complejas capas que forman una historia destinada a contarse de manera episódica, de la interacción con el usuario de diversas consolas o el peso de una simbología que la adaptación a la pantalla grande no suele manejar. De modo que la aventura de llevar al cine cualquier obra semejante suele ser una apuesta arriesgada: ¿podrá garantizar no solo una traducción acertada del material original y también ser una obra que pueda mantenerse de manera independiente?

El popular juego Mortal Kombat creado por Ed Boon y John Tobias en 1992, ha tenido que atravesar en varias ocasiones el difícil terreno entre la adaptación y su versión para la pantalla. Y hasta ahora, el resultado siempre ha sido entre deficiente, hasta directamente decepcionante.

Por supuesto, se trata de un derivado cinematográfico de un juego de Arcade. Más de un crítico ha insinuado que es una labor titánica lograr englobar una historia en concreto simple y construida para la acción en estado puro, en un contexto narrativo coherente.

No obstante, Mortal Kombat y a pesar de su aparente sencillez, es también una narración que engloba la concepción sobre la aventura como parte de algo más complejo. Después de todo, es un recorrido a través de la idea del enfrentamiento como una cuestión de honor — algo notorio, incluso en la simplísima interfaz del juego original — y también, como una forma de comprender al mundo en el que transcurre la acción. No sólo se trata de dos contrincantes que se retan uno al otro por un motivo, sino que lo hacen a través de una idea del propósito. El resultado es una legión de jugadores que encuentran que la trama es también un vínculo con una concepción sobre el poder. La importancia de ganar o perder tiene un cierto significado, algo más que una serie de oportunidades estratégicas construidas a través de una fórmula mecánica.

La adaptación de Paul W. S. Anderson de 1995 intentó captar lo mejor de este argumento simple, sin lograrlo. El director —que luego se haría famoso por convertir en un éxito de taquilla redituable la incomprensible franquicia «Resident Evil»—  construyó una atmósfera deficiente que, además, convirtió la noción de combate en algo más semejante a un acertijo en medio de un juego de poderes.

Anderson tomó el riesgo de llevar a un nivel grandilocuente un argumento plano e hizo de la película una decepción considerable. La conocida alegoría al poder y a la lucha que el juego convirtió en una rudimentaria línea argumental, llegó a la pantalla grande como una gran batalla sin orden ni sentido.

Más allá de eso, el film careció de todo sentido del espectáculo y del entretenimiento. Más interesado en asumir un cierto aire solemne y brindar una connotación sobre la violencia emparentada con el bien y el mal, terminó por opacar la esencia del juego y convertirse en un fracaso a todo nivel.

Su secuela “Mortal Kombat: aniquilation” de 1997 dirigida por John R. Leonetti, llevó los errores de la anterior película a una nueva dimensión. Se le considera una de las peores adaptaciones de videojuegos de todos los tiempos.

John R. Leonetti tuvo que lidiar con el peso de comenzar de cero el recorrido hacia una propuesta coherente. Sin ningún parecido con la de Anderson y convertida en una especie de extrañísima mezcla entre una historia militar con una atmósfera de leves tintes inexplicables, la película demostró que todas las adaptaciones de los videojuegos corren el riesgo de enfrentar un círculo vicioso. Es casi inevitable que la intención de brindar un argumento verídico a una historia que por definición no busca tenerla, termine en un despropósito incapaz de sostener una historia más o menos sólida.

Mortal Kombat

No obstante, las flaquezas y fortalezas de las cada vez más elaboradas historias de juegos de video, permitió algunos éxitos que demostraron era posible encontrar un equilibrio entre el mundo en esencia esquemático de las versiones originales y una trama de interés para la gran pantalla. En 2019 “Detective Pikachú” (2019) de Rob Letterman, se convirtió en un éxito de taquilla, que también recibió un tibio recibimiento de la crítica. El argumento combinó con buen pulso los puntos más elaborados de su versión en el mundo de los videojuegos y logró crear un mundo específico, con un argumento ingenioso que le convirtió en un producto cinematográfico sólido.

En 2020, “Sonic the Hedgehog” de Jeff Fowler, logró una proeza semejante, aunque con una propuesta de menos calidad y rodeada de un moderado escándalo por la animación de su personaje principal. Paramount logró remontar la cuesta de la polémica en redes sociales, para crear una historia más enfocada en el mundo infantil, que en el de los fanáticos, lo que permitió al film moverse con comodidad en el terreno del ridículo y el absurdo, sin demasiadas pretensiones. Fowler encontró la manera de sostener un argumento sencillo por medio del método básico de narrar por medio de golpes de efecto una historia simple.

Ambos casos demostraron que la adaptación de los videojuegos a mundos cinematográficos, era posible y de hecho podía resultar redituable.

Lección asimilada

De modo que el éxito de “Mortal Kombat” (2021) de Simon McQuoid, proviene de haber aprendido de los errores previos y construir una percepción sobre el material de origen, depurada para celebrar el juego de forma ingeniosa y con un particular sentido del asombro.

La película es una mirada intrigante sobre el universo del juego (ampliada en varias ocasiones) y llevado a un siguiente nivel, en especial, con una rara concepción autoconsciente sobre sus fortalezas.

A diferencia de sus anteriores versiones y sus historias extravagantes, la “Mortal Kombat” del nuevo milenio, es una sofisticada versión de la clásica saga, que además logra evitar los clichés que convirtieron a sus predecesoras en desastres narrativos.

McQuoid está consciente de que tanto la historia como sus personajes son accesorios, porque lo realmente valioso es el tránsito del sencillo argumento a un fenómeno visual que pueda emparentar con la experiencia en consola. Y lo logra, con sencillez y buen gusto. Las batallas, luchas, peleas y enfrentamientos son el corazón del film, lo que reconstruye en buena medida la experiencia del juego a una rara plenitud cinematográfica que es uno de los puntos más fuertes de la producción.

Se trata de una apuesta arriesgada, que en esta ocasión resultó exitosa gracias a que McQuoid encontró el equilibrio entre la espectacularidad y el mero vínculo con un material previo exitoso.

En otras producciones parecidas el error residió en la insistencia de crear una versión exagerada de la percepción del juego dentro de su universo. Desde la “Silent Hil”l de Christophe Gans (2006), hasta el fracaso de crítica y taquilla de “Warcraft” de Duncan Jones (2016), las historias basadas en grandes éxitos de plataformas online y otras modalidades, parecen tener reales dificultades para abarcar el universo origen. ¿Qué incluir y qué dejar afuera?

McQuoid logró combinar toda la energía de la saga Mortal Kombat en una historia esquemática, que, aun así, rinde un tributo directo al juego. La transición es un triunfo de pequeñas decisiones arriesgadas, como crear secuencias tan parecidas al original como para que sea imposible no reconocerlas, hasta elaborar una mirada sobre una mitología mayor, que no se muestra, pero se sugiere.

Mortal Kombat

De la misma forma que el film “Lara Croft: Tomb Raider” (2001) de Simon West, “Mortal Kombat” sorprende por su sentido del espectáculo y la inteligente forma de dotar a los personajes de cierta tridimensionalidad.

El guion narra la historia del luchador Cole Young (Lewis Tan), predestinado a formar parte de un grupo de elegidos que deberán luchar un campeonato generacional, llamado Mortal Kombat. El objetivo también tiene raíces místicas — se trata de la única forma de evitar la invasión del clásico reino de Outworld — pero McQuoid toma la decisión de construir un camino del héroe sencillo para justificar la acción. El resultado son personajes en busca de sus fortalezas internas y que deberán encontrar una manera de hacerlas efectivas en la lucha extraordinaria que enfrentarán.

Uno de los grandes logros de la película es trasladar a la pantalla las secuencias más conocidas del juego, que llegan con una brillante muestra de gore, violencia y efectos especiales. Puede parecer exagerado decir que la profusión de muertes sangrientas brinda al film sus mejores momentos, pero en realidad se trata de un paseo por el material original que los fanáticos del juego agradecerán. En lugar de infantilizar el discurso violento, McQuoid lo lleva a un nivel adulto, por lo que varias de las escenas de las películas son escalofriantes y más cercanas al cine de terror.

“Mortal Kombat” tiene la capacidad para aglutinar su extraño discurso en una muestra coherente de ideas sobre la lucha, la batalla y el combate cuerpo a cuerpo. Si en el juego, ganar y matar lo es todo, en la película también lo es. Y ambas cosas gravitan en una mirada terrorífica que se sostiene sobre un tránsito que incluye algunas rápidas pinceladas con preguntas sobre el bien y el mal, lo moral y lo ético. Hay héroes y villanos, pero en realidad, mucho más importante que eso, es la atmósfera alucinante que hace de la historia un recorrido a través de todo tipo de guiños a la mitología original.

Y aunque se podría objetar que la película simplifica el mundo de Mortal Kombat en beneficio de la espectacularidad, en realidad la producción tiene más interés en abarcar el espíritu de un clásico generacional. Lo hace, además, en una trepidante seguidilla de situaciones alucinantes y un buen ritmo argumental.

Para bien o para mal, la película es la esencia misma del juego. Y esa es su mayor fortaleza.

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