Venezuela

Los atropellos obligados para salir y entrar a Venezuela por avión /Crónica

El calvario comienza en las plataformas digitales del Saime, el servicio de identificación, para prorrogar los pasaportes vencidos. Después viene una lenta carrera de obstáculos y atropellos por parte de funcionarios del Estado contra indefensos ciudadanos que solo necesitan subirse a un avión.

Tasas salida aeropuertos
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Toda esta experiencia empezó en el mes de febrero cuando me decidí a sacar la prórroga del pasaporte para tener todos los papeles al día porque “uno no sabe”. El proceso de solicitud y emisión fue sencillo dentro lo que estamos acostumbrados los venezolanos.

La prórroga la solicité por el Saime (Servicio Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería), en San Bernardino, centro de Caracas. Me habían recomendado hacer el trámite en esa oficina ya que allí “va menos gente” y “hay menos alboroto” que en las oficinas de Las Mercedes y La Trinidad, en el este.

Con un cordial saludo patriótico y revolucionario llega al correo la notificación de que el documento o mejor dicho la calcomanía estaba impresa, eso fue el 3 marzo.

Para esa fecha los casos de covid-19 estaban en aumento por la suma de las flexibilizaciones de la cuarentena aplicadas en diciembre y en carnaval. El domingo 7 de marzo el gobierno de Maduro anuncia nueva cuarentena radical y así lo extiende por las próximas cuatro semanas.

En ese período empiezan las discusiones sobre la vacunación mediante el mecanismo Covax y la administración de Maduro prohibió la vacuna AstraZeneca por una aparente preocupación de que causara coágulos de sangre como efectos secundarios.

Estrés por incertidumbre

Allí se prendieron las alarmas en la familia ya que, ante la decisión gubernamental del acceso de vacunas, una vez más, como venezolanos debíamos resolver el acceso a la salud. Compramos los pasajes. Cada renovación de la semana radical aumentaba el estrés de saber si podía viajar o no. Investigué sobre viajar con pasaporte vencido y me encontré que sí era posible por un decreto designado por Juan Guaidó el 21 de mayo de 2019.

El calvario continuó al conocer que para entrar a República Dominicana debía tener el pasaporte vigente. Allí no vale el decreto, sólo estás exento de solicitar una visa de entrada si se tiene la visa estadounidense al día, lo cual era mi caso. Así fueron pasando los días y el Saime, así como todas las entidades públicas, continuaban cerradas por la cuarentena.

La cola del Saime

Señora ¿podría conservar la distancia?

La señora contesta: “ay mi amor, pero tampoco hay que vivir con miedo. No seas exagerada. Arrímate tú que tienes espacio adelante”.

El espacio que tenía adelante correspondía al metro y medio de distancia que se supone debemos conservar como prevención del virus. Así empezó el lunes 12 de abril, semana flexible, en la acera de la Avenida Gamboa, a unos metros de la entrada de la oficina del Saime en San Bernardino. Solo atenderían cedulación de niños y entrega de prórrogas por la terminación de número de cédula. Afortunadamente la mía termina en 1. Mi viaje era el jueves 15 de abril.

Tenía a unas 50 personas por delante. Empieza a llegar más gente, la señora que está detrás de mí conversa con otro señor que venía de Maracay. El hombre, paciente oncológico, no tenía idea de que la entrega era por número de cédula, perdió el viaje. Esto sucede en un país donde informarse no es fácil y los entes públicos no ayudan en su comunicación.

El reloj marca las 8:35 a.m. y los funcionarios empiezan a retirar los pasaportes por lotes. Allí el orden que manteníamos las personas se acabó cuando informaron que no hacía falta seguir haciendo cola, que ellos iban a ir llamando a las personas para entrar desde la puerta.

El grito esperado

Se armó una atmósfera de confusión. Las personas se dispersaron, unas cruzaron la acera, otras se aglomeraron en la puerta junto a los que estaban cedulando sus niños. Otros  nos fuimos a un lugar un poco más retirado, pero desde donde  pudiéramos tener una visual de cuando un funcionario saliera a llamar a las personas.

9:40 am. Empiezan a llamar, mejor dicho a gritar, los nombres de un grupo para retirar la prórroga. Todo un caos. No menos de 60 personas se juntaron en la puerta para lograr escuchar los nombres. No hay megáfonos, solo está presente la desesperación de las personas por tratar de entender lo que decían los funcionarios y mantener la distancia en medio de las circunstancias que vivimos.

Las personas mencionadas debían formarse en otra cola para entrar a la oficina. Pasan unos 30 minutos y escucho mi nombre, “al fin” pensé. Estaba estresada por el amumuñamiento de personas que estaba en la entrada, esta es la mejor palabra para describir lo pegados que estábamos unos con otros.

Unos preguntando información, otros esperábamos para entrar. Pasé la reja y seguíamos en cola, pero, esta vez, debíamos mantener la distancia porque “hay que cumplir las normas de bioseguridad” recordaba la funcionaria. Esa norma, al parecer, solo les importa mantenerla adentro y no afuera de sus oficinas, donde había un pandemónium.

Finalmente, firmé y me entregaron mi pasaporte con la prórroga que, no es más que una calcomanía que pegan a una de las páginas de tu libreta. Salí a las 11:45 a.m.

Sin PCR no hay viaje

La prueba PCR es un requisito necesario para viajar. Esta prueba debe ser tomada 48 antes de viajar, de lo contrario no se podrá salir del país. Hay dos alternativas: ir al Instituto Nacional de Higiene cuyo trámite es gratuito y según comentarios en redes la atención es bastante buena y efectiva. Allí la atención es sin previa cita y se debe consignar el formulario de solicitud que se encuentra en la web, copia de la cédula o pasaporte y boleto de viaje. El plazo estimado de entrega es 24 horas a partir de la fecha de la toma de la muestra y el resultado es enviado por correo electrónico.

La otra opción es ir al laboratorio Tu Buen Doctor y pagar $80 en efectivo. En este lugar, tampoco se requiere previa cita, se reparten números en la entrada para el acceso y los resultados, a pesar de que son enviados por correo electrónico deben retirarse en físico, ya que incluye un sello húmedo.

Estos son los únicos sitios autorizados para hacer la prueba PCR para presentarla en el aeropuerto.

El counter y la prórroga

“Esta vaina es una locura”. Escucho a un señor al entrar al aeropuerto internacional de Maiquetía. Demasiada gente y un chiste en organización. Llegamos a las 6:40 a.m. para chequearnos porque llegar tres horas antes es el deber ser. La cola larga, larga y lenta, lenta. En esa primera fila cero distanciamiento social, salvo el que se haga conscientemente.

A las 8:40 a.m. Finalmente, el personal de la aerolínea Estelar nos da el ticket de abordaje. Pasamos a otra cola, la de migración. No se mueve. El personal de Estelar nos dice que van a hablar con la guardia de seguridad para agilizar el ingreso porque el vuelo salía a las 10:00 a.m.

9:30 a.m. Seguimos esperando para entrar a migración. Hay dos vuelos adicionales y retrasados por el proceso de migración. El chiste se cuenta solo.

10:02 a.m. Seguimos en cola, pero, esta vez, logramos entrar a migración y de seis estaciones de seguridad y escaneo, solo funciona una para atender a tres vuelos con un promedio 115 personas cada uno. Esa era toda la cola. Superamos la revisión escaneada más cateo manual.

Otra fila

Seguimos a otra cola, pero ahora para presentar el pasaporte. En el área hay un total de 20 estaciones. Empezaron a funcionar cuatro y luego abrieron otras seis. Un funcionario nos pide los pasaportes. Divide la cola en dos. Pasajeros con pasaporte vigente y pasajeros con prórroga. Yo estoy en el lote de prórroga. Revisan el sistema. Luego nos envían donde el oficial de migración.

A pesar de todo, digo “buenos días”. No hay respuesta. Revisan (otra vez) el pasaporte. El oficial dice cuál es su número de vuelo. Le contesto y, finalmente, sella el pasaporte. Caminamos a la puerta 25 después de 5 horas para superar el counter y migración.

10:33 a.m. Nueva cola. Otra revisión por la GNB. Entregamos el pase para abordar el avión seguimos el distanciamiento por instrucciones del personal. Al entrar al avión, no hay distanciamiento. Se nota el cansancio de los pasajeros.

10:49 a.m. Finalmente llegamos al asiento, casi no hay espacio para las piernas. El capitán da autorización para cerrar las puertas y se disculpa por la demora por los procesos de la seguridad aeroportuaria. Despegamos hacia República Dominicana.

Aeropuerto Las Américas ida y vuelta

Desde las sanciones impuestas en el 2019, los venezolanos tenemos que hacer migración e inmigración en República Dominicana para poder llegar a los Estados Unidos de América. Una sanción que pesa a los venezolanos porque suma más horas al calvario.

En medio de las posibilidades del aeropuerto, asignan un autobús para trasladar desde la pista de aterrizaje a un promedio de 115 pasajeros, es decir, son más de dos viajes que debe hacer el transporte para que todos puedan hacer inmigración. En este transporte no existe distanciamiento y piden a los pasajeros “colaborar” para que entre la mayor cantidad de personas. Al menos, piensas que todos tienen una PCR negativa. Las caras de agotamiento ya no pueden esconderse detrás de las mascarillas.

Retraso venezolano

Al llegar al aeropuerto, un funcionario informa hacia donde deben dirigirse las personas. Hay un sensor que toma la temperatura para dar acceso al salón de inmigración. Otra cola, solo hay dos estaciones atendiendo el vuelo de “los venezolanos de Estelar”. Desde el momento que llegamos a la sala nos notifican que el vuelo no se irá sin nosotros, hay retraso, claro está.

El vuelo hacia Miami en teoría está programado para las 2:30 p.m. Sin embargo, entre las colas de inmigración, recoger las maletas para el nuevo chequeo con la aerolínea World Atlantic y luego hacer migración para entrar, nuevamente, al aeropuerto toma unas cinco horas.

En el nuevo chequeo hacia Caracas entregan un ticket que debes presentar en Maiquetía para no pagar la prueba PCR que ya está incluida en el pasaje. Embarcamos hacia nuestro destino a las 4:30 p.m.

Martirio del regreso

El regreso fue, exactamente, igual ya que los vuelos entre las rutas se cruzan y se retrasan. Sin contar que los pasajeros que se trasladan en el autobús en el primer lote deben esperar los viajes siguientes para llenar el avión. Esta espera es sin aire acondicionado y con la posibilidad de que tu maleta de mano debas entregarla para chequeo porque no hay lugar dentro del guarda equipaje. Es recomendable llevar uno o dos candados adicionales para evitar la sorpresa.

Además, para el retorno las aerolíneas te piden, por orden del régimen de Maduro, llenar una serie de formularios para entrar al país. El formato no ayuda ya que los datos son entregados en una imagen .jpg y se debe escribir, al menos, dos direcciones web con unos 50 caracteres, amén de que dispongan de wifi en el aeropuerto y se pueda adelantar este trámite antes de aterrizar en Maiquetía.

La otra opción es que se completen los formularios días antes del retorno a Venezuela.

Estar preparados

La psicología hecha para anticiparse a la llegada a Maiquetía funcionó para bien. Afortunadamente, logramos pasar el control de la PCR rápidamente porque fuimos el primer grupo que salió del avión. Al llegar te reciben funcionarios y unas enfermeras que chequean el código del pase de salud que se debió haber completado en el formulario, asignan un número y luego despachan a las personas a unos cubículos donde hacen la prueba del hisopado.

La prueba no dura más de dos minutos, te liberan sin pedirte prueba PCR de entrada y si la tienes, no vale nada que la muestres ya que la prueba que vale es la que ellos te hacen. Esta situación pasa a ser un trago más que amargo por tener que pagar una prueba que conoces que en otros países del mundo es gratis y se puede hacer cuantas veces y donde lo necesites.

Llegas a inmigración y, nuevamente, un funcionario te recibe, pide el pasaporte y los que tienen prórroga van a una cola para sellar el pasaporte de entrada. Finalmente, esperamos maletas, superamos la revisión del SENIAT y salimos del aeropuerto rumbo a Caracas.

La ida y vuelta de cada viaje duró unas 14 horas y media, contado desde que despertamos para ir al aeropuerto. De salida sientes que te sacan del país con una patada y cuando retornas te lanzan por una cañería de solicitudes, esperas infinitas y pagos de pruebas innecesarios. Somos tratados como un bulto que causa molestias y que no saben dónde ubicar porque no hay espacio para el respeto y los derechos que merecemos.

No te sientes bienvenido en tu propio país y para esto no hay prórroga que valga.

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