Literatura

Los 92 de Rafael Cadenas: poesía y verdad en palabras breves

El poeta venezolano cumplió 92 años y fue homenajeado desde distintos países en un evento semipresencial en Caracas, organizado por el Instituto Cervantes en Madrid y el Caro y Cuervo en Bogotá, y que contó con intervenciones de varios de sus amigos y seguidores en toda Hispanoamérica

Rafael Cadenas
Fotos: Daniel Hernández
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Rafael Cadenas está sentado frente a una pantalla. Le cuesta sostener la mirada sobre ella. No la mira con la misma emoción que los espectadores que, desde diferentes ciudades, esperan su aparición. Él más bien parece estar sonrojado, abrumado por la atención. A su lado, el escritor Óscar Marcano, lee algunas frases y él responde con mucha tranquilidad:

—A Nicolás Guillén: “Stalin, capitán, a tu lado los hombres libres van”.
—Al gulag.
—A Meleagro: “Eros, gran cocinero del alma”.
—A él también se le quema la comida.
—Al Califa Omar tras quemar la biblioteca de Alejandría: “Debemos quemar todos los libros, pues el único valioso es el Corán”.
—Sin comentario.
—A Ernesto “Che” Guevara: “El revolucionario es el más alto escalón de la especie humana”.
—Al menos ha debido agregar “modestia aparte”.

En el público, que lo mira desde una pantalla a las afueras de la librería El Buscón, se escuchan risas por el sarcasmo y espíritu de sus Contestaciones.

“Cumple 92 años y sigue siendo jocoso”, comenta una señora en la primera fila. Ella fue de las primeras en llegar, junto con otras dos que están sentadas delante de la escritora Krina Ber.

Aparte de Ber, hay otros rostros conocidos: María Fernanda Palacios, Ricardo Ramírez Requena, Diego Arroyo Gil, Faitha Nahmens.

El afecto a Cadenas los lleva a celebrar sus 92 años en la librería El Buscón.

Rafael Cadenas
Rafael Cadenas y Óscar Marcano

El cumpleaños es un evento que trasciende fronteras: fue organizado por su hija Paula en Madrid, con apoyo del Instituto Cervantes y el Instituto Caro y Cuervo. Allá, en la capital española, la acompañan Ernesto Pérez Zúñiga, y las escritoras venezolanas Marina Gasparini Lagrange y Milagros Socorro.

Leen dichos inéditos del cumpleañero, en homenaje a sus nueve décadas de vida. Dos de los que le lee Milagros causan conmoción en la sala, tal vez porque Madrid se ha convertido en un foco de los exiliados venezolanos: “Los revolucionarios se proponen liberar a los seres humanos y comienzan por privarlos de libertad (…) En el fondo todas las guerras son religiosas, todas deifican ideas”.

Son palabras con vigencia en cada contexto. Muchos rememoran a Venezuela, otros a Ucrania. Ambas frases están llenas de una lucidez impresionante, con grandes dosis de realidad en poco más de una línea. Los aplausos lo corroboran.

Después, el proyector presenta a otros amigos escritores del poeta que están dispersos por todo el mundo. Hablan Tulio Hernández, Antonio López Ortega, Luz Marina Rivas Arrieta y Álvaro Benavides La Grecca.

Desde Caracas, es Katyna Henríquez Consalvi, editora y librera, quien dirige las palabras iniciales, pero su presentación queda entrecortada porque la conexión a Internet es débil. Una imagen pixelada y congelada desespera a la audiencia, que lamenta mucho las circunstancias. Entre las frases a medio terminar, se oyen algunas exclamaciones del público: “¡Qué vergüenza con los españoles!”, “Venezuela siendo Venezuela, qué raro”.

Rafael Cadenas
(Fotos: Daniel Hernández)

Pero todos en el fondo saben que eso no importa. Que lo verdaderamente esencial está frente a ellos. Un Rafael Cadenas lúcido, que sigue leyendo y escribiendo. Que cada vez es más universal.

Rodeado por las estanterías de libros de El Buscón, agradece la asistencia. Sus palabras, pronunciadas con lentitud, son fuente de inspiración.

—Gracias, gracias.

La gente vuelve a aplaudir y la última palabra se pronuncia desde Madrid, con una invitación de su hija a más actos en nombre de su papá. Una presentación de la pianista Gabriela Montero cierra el homenaje al poeta.

Pero los que están en Venezuela tienen un privilegio. Uno entre tantas tragedias. El Cadenas de carne y hueso está a pocos metros de la sala. La gente se levanta y va a su encuentro. Quieren saludarlo a pesar que desde temprano se anunciaron las medidas para no poner en riesgo su salud.

Sentado en el mismo sitio en el que apareció en la pantalla hace minutos, recibe a cada uno de los asistentes. Firma libros y posa para las fotografías. Le entregan unas ilustraciones que Eduardo Sanabria le envió desde Miami.

Cuando logro acercarme, me presento y le pido una entrevista. Me pregunta sobre qué será. Le digo que sobre él, sobre sus nueve décadas y su trayectoria literaria si el tiempo alcanza, por supuesto.

—¿Siente que su obra está completa o quedan poemas en el tintero?

—Tengo mucho material que ha debido ser publicado hace años, pero por descuido mío no se hizo. Estoy revisándolos para publicarlos.

—Y a sus 92 años, ¿siente que le falta algo por hacer?

—Yo creo que me falta.

—¿Qué le falta?

—El pensamiento que tengo hoy es mejor expresarlo en prosa.

—¿Y lo está haciendo?

—Sí, dichos y contestaciones. Reviso lo que quedó sin publicar, especialmente conferencias.

—¿Los jóvenes están alejados de la poesía a diferencia de antes?

—Pienso lo contrario. En este momento hay muchos jóvenes que escriben poesía. En los 60 los jóvenes estaban más dedicados a la política.

—¿Y no cree que al venezolano actual le hace falta más cultura?

—Sí, yo creo que ha habido un descenso en cuanto a educación, ve cómo están las universidades.

—Mucha gente lo admira y cada palabra que dice pareciera ser recibida como sacra. ¿Cómo vive con eso?

—Bueno, me perturba un poco, sobre todo la distancia que hay entre la imagen externa y cómo es uno interiormente. Eso me preocupa un poco.

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