Salud

La piel, el órgano más olvidado por los pacientes oncológicos

Un médico dermatólogo enumera los 6 principales problemas que las personas con cáncer sufren en la piel. La mayor parte de los cambios o lesiones son transitorias, reversibles cuando cesa el tratamiento o se vence la enfermedad

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pacientes oncológicos

Enfocados en derrotar al cáncer, los pacientes oncológicos olvidan lo mucho que sufre la piel con los tratamientos agresivos, como quimioterapia, radioterapia e, incluso, cirugías contundentes.

El médico dermatólogo Jorge Luis Vera Toledo explica que algunas terapias provocan cambios en la piel de los pacientes oncológicos. La vuelve más seca, frágil, reactiva y sensible. A continuación, enumera los seis principales problemas y sus posibles soluciones.

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Médico dermatólogo Jorge Luis Vera Toledo

La mayor parte de los cambios o lesiones en la piel son transitorias, reversibles cuando cesa el tratamiento y/o cuando se vence la enfermedad.

1. Piel seca o xerósica

La deshidratación cutánea es fácilmente detectable. Se manifiesta en forma de una piel más áspera, sin brillo ni elasticidad y descamada. Muestra frecuentes irritaciones, heridas y fisuras.

Su abordaje perseguirá incrementar el contenido hídrico del estrato córneo, la normalización epidérmica y de los procesos de queratinización. Ello se conseguirá mediante una hidratación integral basada en:

Ingesta oral (agua o infusiones). El agua y las sustancias solubles llegan a la dermis a través del torrente circulatorio. Una parte se queda allí y actúa como reserva de agua del organismo. Otra pequeña parte la atraviesa y llega a epidermis por difusión, donde cambian las condiciones.

Cremas y lociones hidratantes con emolientes. Mejorarán notablemente el aspecto de la piel, al ser capaces de flexibilizar y suavizar el estrato córneo y fijar el agua aportada a la superficie cutánea de forma sostenida. Permiten, además, reconstruir el manto hidrolipídico del estrato córneo y evitar así la pérdida de agua transepidérmica, al tiempo que aportan factores naturales de hidratación con función protectora.

Foto Cottonbro

Es esencial, en la aplicación de estas medidas, mantener limpia la piel mediante el uso de jabones suaves, con un pH similar al cutáneo, agua tibia y sin aplicar fricciones en el enjabonado y en el secado.

En general, se deberá optar por el uso de productos hipoalérgicos y prescindir de aquellos que contengan alcohol, perfumes o fragancias artificiales, parabenos, así como cualquier otra sustancia potencialmente sensibilizante.

2. Prurito

La desagradable sensación de picor en la piel se estima que está presente en 30% de los pacientes oncológicos. La mayoría de las veces es consecuencia directa de la sequedad cutánea. Sin embargo, existen también otras muchas causas tales como el tratamiento instaurado, el propio cáncer, síndromes paraneoplásicos, disfunción renal o hepática o la afectación de ciertos órganos internos.

La desazón que produce el picor y la sensación de escozor puede llevar al paciente a producir lesiones por rascado. Estas deben ser evitadas al máximo.

Foto Dhyamis Kleber

El tratamiento a instaurar dependerá de si el picor es localizado o generalizado, de la causa que lo genera, de su intensidad y de la ansiedad que produce al propio enfermo, debiéndose adaptar a cada caso.

Los antihistamínicos (anti H1) de administración oral y la aplicación de preparados tópicos antipruriginosos (calamina, mentol, polidocanol, capsaicina…) y antiinflamatorios constituyen la pauta básica a instaurar, debiendo ser complementada con tratamientos específicos según características del paciente.

3. Manchas cutáneas e irritaciones

La hiperpigmentación que sufre la piel y mucosas puede ser parcial o generalizada, concentrándose las manchas en las zonas de roce y en los pliegues cutáneos.

El sol es también un factor predisponente en su aparición o en la acentuación de las manchas ya existentes, por lo cual es fundamental el uso de fotoprotectores con un alto factor de protección solar y evitar la exposición directa al sol.

Las irritaciones resultantes del tratamiento quimioterápico pueden localizarse en cualquier parte del cuerpo, aunque es más frecuente que se produzcan en las palmas de las manos y pies. Si son consecuencia de la radioterapia, la radiodermitis se limitará a la zona irradiada y las lesiones tendrán una apariencia similar a la de una quemadura (eritema, descamación, maceración e incluso en los casos más severos, ulceración).

La mayor parte de estos cambios/lesiones son transitorias, reversibles cuando cesa el tratamiento y/o cuando se vence la enfermedad, y así deben ser entendidas por el paciente.

4. Ulceración cutánea

Son pérdidas de la integridad de la piel, producidas por el propio tumor (úlcera tumoral) o por el encamamiento prolongado del paciente (úlcera de decúbito).

Las úlceras tumorales son causadas por la invasión directa del tumor sobre la piel, ya sea por afectación primaria (cáncer de piel) o por diseminación desde otro punto afectado (cabeza, cuello, mama), siendo mayor la probabilidad de producirse cuanto más avanzado esté el tumor.

También pueden generar como reacción al tratamiento instaurado, siendo entonces más frecuente su aparición en la región palmoplantar. Su tratamiento dependerá del grado de evolución, variando desde una minuciosa limpieza, desinfección y aplicación de preparados cicatrizantes hasta el tratamiento quirúrgico (desbridamiento).

Las úlceras por decúbito se forman por falta de riego sanguíneo en la zona de presión (por inmovilización prolongada), por lo cual se recomienda, siempre que sea posible, que el paciente vaya cambiando de postura y la aplicación de medidas que minimicen el roce (uso de almohadones, colchón antiescaras).

Otras medidas a tener en cuenta para mantener la piel en óptimas condiciones será utilizar ropa a base de fibras naturales, amplia y cómoda, que permita una buena transpiración y evita las rozaduras, prescindir del uso de prendas o complementos (collares, gomas y aros de ropa interior, corbatas…) que por su roce o composición puedan irritar la piel, evitar temperaturas extremas y la exposición a la radiación solar directa.

El uso de fotoprotectores está especialmente indicado y deberá reforzarse con el empleo de prendas que actúen de barrera a los rayos solares (lentes, sombreros, pañuelos).

Foto Alexander Stemplewski / Pexels

5. Cabello, cejas, pestañas

La caída del cabello es un síntoma frecuente en los pacientes sometidos a tratamiento oncológico. Mientras que la quimioterapia debilita el cabello y el vello de todo el cuerpo y es un proceso reversible, la radioterapia únicamente afecta a la zona irradiada pero su reversibilidad (poco probable) dependerá de la dosis administrada.

No toda la medicación quimioterápica impacta de igual forma en el enfermo. Si bien es cierto que algunos de estos fármacos no inducen la pérdida de cabello, otros lo hacen de forma total, quedando afectando – además del pelo del cuero cabelludo- el pelo de otras partes del cuerpo (brazos, axilas, pubis, cejas, pestañas,…); algunas de ellas con gran impacto en la imagen pública del paciente. En otros tratamientos, la pérdida es parcial, lenta y más o menos gradual, observándose un pelo más fino, débil y sin brillo.

La pérdida de cabello se explica porque la quimioterapia, aunque cada vez más selectiva, tiene un impacto sobre todas aquellas células del organismo que se dividen rápidamente, ya sean células sanas o cancerígenas. Los folículos pilosos son células con alta tasa de recambio, por lo cual se ven directamente afectados y destruidos por la toxicidad del fármaco administrado.

Es conveniente, y práctica habitual, que los médicos responsables del tratamiento oncológico informen al paciente de los cambios en materia capilar que experimentará y ofrecerle soluciones que se adapten tanto al tipo de pérdida de cabello (total o parcial) como a las propias preferencias del paciente, ya que para este tipo de problema no existen todavía medidas preventivas que minimicen el impacto.

La previsión de una pérdida total del cabello supone valorar la necesidad de recurrir a una peluca, postizo o cualquier otra medida estética (uso de pañuelos,..), así como su manejo. El maquillaje corrector ayuda a disimular las cejas y pestañas pérdidas y siempre es preferible esta opción al uso de elementos artificiales que, para su fijación, requieren de pegamentos que pueden resultar sensibilizantes.

Si la pérdida es gradual, el cuidado del pelo y del cuero cabelludo consistirá en el uso de preparados suaves y no irritantes, evitando todas aquellas intervenciones que puedan agredir o sensibilizar (secadores de pelo con aire muy caliente, uso de tintes, decoloraciones, alisados o permanentes,…). Podrá complementarse con la administración de suplementos alimenticios.

6. Uñas

De igual modo que la quimioterapia afecta al cabello, las uñas se ven afectadas debido a la rápida división que tienen las células ungueales. Es frecuente observar líneas de crecimiento o hendiduras coincidentes con los ciclos de quimioterapia.

Las uñas se tornan más frágiles y quebradizas, con estrías tanto longitudinales como horizontales y despegadas del lecho ungueal (onicolisis), por lo cual son más vulnerables a cualquier infección. Suelen mostrar también manchas (pigmentadas o decoloradas) y alteraciones del grosor y de la rugosidad.

Su cuidado se basa en mantener una correcta limpieza y una buena hidratación, restringiendo determinadas prácticas de manicura como el corte de cutícula, el empleo de quitaesmaltes a base de acetona o la aplicación de uñas acrílicas. Cualquier otra agresión debe ser evitada, arrancarse pieles, comerse las uñas, contacto con sustancias agresivas (detergentes, preparados de limpieza,…).

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