Opinión

La Perla: un estilo de vida

Ricardo Adrianza visitó La Perla, conocido como el sitio más peligroso de Puerto Rico y se encontró con una comunidad que rompe ese paradigma

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A Puerto Rico la conozco desde muy joven. Mi luna de miel fue allí y más importante aún, dos de mis hijas culminaron sus carreras universitarias y encumbraron sus vidas en esa tierra de gente noble y bochinchera.

Mis tres nietos han nacido en San Juan, su capital, que este año cumplió 500 años desde su fundación. Esto para citar alguna de las cosas que dan condimento especial a mi afecto por esta tierra de gracia que hace pocos años fue azotada por el huracán María y por el cual, hoy, aún, las heridas del recuerdo siguen vigentes.

Su deuda alcanza los 70 mil millones de dólares, pero a esta gente no les quiebra semejante aberración financiera. Por encima de eso se impone su peculiar forma de hablar, pero sobre todo la nobleza que transmiten los boricuas en general, y que resalta de manera abrumadora.

Muchas historias me unen a esta isla anclada en el Caribe, que se abraza por el norte con el Océano Atlántico, este último el escenario de mis más recientes experiencias. Específicamente, mi visita a la comunidad de La Perla, barrio situado justo entre los fuertes de San Cristóbal y El Morro, dos de los hitos históricos más significativos, que forman parte del Sitio Histórico Nacional de San Juan, con envidiable vista al Atlántico.

La Perla

Es conocido por muchos como el más peligroso de la isla y más recientemente en la palestra pública por ser la cuna de producción y rodaje de la famosa canción “Despacito”. Allí, entre temores y curiosidad, nos atrevimos a ser periodistas animado por la iniciativa de mi yerno César.

Nuestro encuentro con Yashira, líder comunitaria de La Perla, disipó los temores iniciales –pocas semanas antes hubo un conocido caso de asesinato de un turista americano– y nos entregó un enfoque humanista con fuerte arraigo a la protección de los derechos de uso de los espacios que, por historia, les corresponde a sus habitantes.

La Perla

Años de lucha por la mejora de la infraestructura de la comunidad, y continuar el legado de su padre como líder son sus principales motivadores.

Es la principal patrocinadora de la amabilidad y trato a visitantes y de cercar lazos con los miles de turistas que, respaldados por la curiosidad y embriagados por el “pasito a pasito«, se atreven a caminar sus calles y transitar por los hoy incontables negocios –los famosos chinchorros– en busca de diversión, pasarla bien y conocer el sitio específico donde Daddy Yankee y Luis Fonsi, dejaron sus huellas. No es para menos, los habitantes de la comunidad coinciden en la influencia y auge económico que les dejó el paso de “Despacito”.

Con el ocaso del día en nuestras espaldas, nos adentramos entre sus secretos. La primera parada nos ratificó la singularidad de sus personajes acompañados del famoso “pitorro”, bebida clandestina que no falta en ninguna celebración y que despachaban a granel en uno de sus chinchorros.

Seguimos hurgando en sus calles y, déjenme decirles, que no hubo ni una sola mirada de amenaza o de inspección. Saludos espontáneos y sonrisas atentas fueron esparcidas por sus vecinos, que confirmaban el lema de su líder y la inmunidad de los turistas.

De camino al Bowl –la famosa piscina de La Perla– y por esas casualidades del destino, nos cruzamos con Félix Rodríguez, mejor conocido como DJ Negro. Su espontánea invitación nos hizo desviar nuestro camino y escuchar algunas de sus reflexiones. No lo conocía, pero después de algunos minutos ya éramos grandes amigos.

Para quienes no lo conocen –me pasaba lo mismo– DJ Negro –productor musical y descubridor de Vico C– es identificado como uno de los padres del reggaetón y de sus principales impulsores. Como otros artistas, creció en La Perla, en la que hoy, al menos al momento de cruzarnos, pretende seguir en actividades comerciales.

Descendimos al espacio del Bowl y ahí tuvimos un encuentro especial con el aroma del Atlántico. Olas iban y venían sobre las piedras que sirven de frontera entre mar y tierra.

En dirección al Este, bajo un pasaje estrecho, caminamos para tropezarnos con los rostros de Héctor Lavoe, Ismael Rivera, Marvin Santiago, Frankie Ruiz, Fonsi, Daddy Yankee, entre otros, dispuestos en el mural de los salseros. Todo muy cerca donde estos últimos, Fonsi y Yankee, se han hecho inmortales.

¿La Perla tiene su lado oscuro? Seguramente sí. Se le identifica como uno de los grandes centros de distribución de droga en la isla. No obstante, hay una calle destinada para ello. Evitamos acercarnos, pero en medio de la oscura noche fuimos testigos del paso de compradores y divisamos, desde lejos, el movimiento “comercial” de La Perla.

Bien entrada la noche despedimos nuestro encuentro maravillado -por la experiencia vivida. Esa mezcla de aventura y alegría, en medio del estigma de barrio peligroso, da para reflexionar y concluir que, nos debemos dar la oportunidad de vivir y valorar las cosas buenas que nos ofrece cada individuo, barriadas y países, y actuar sin prejuicios sobre aquellas cosas que solo conocemos por referencia.

En nuestra querida Venezuela tenemos mucho que ofrecer. Lástima que, quizás, ante la indolencia y la crisis de valores reinante –promovida especialmente en estos últimos años– no podamos vivir la misma experiencia en nuestros barrios, en los que estoy seguro existen iniciativas dignas de respaldar y destacar.

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