Moda

La generación Neutroni

Kika Alcega dejó huella en toda una generación y dejó su marca en el estilo de vida caraqueño. Varios de ellos la recuerdan

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Esta semana damos continuación al homenaje que rendimos a Neutroni, la emblemática marca de diseño venezolano que marcó con su sello urbano las décadas de los 80 y 90, que fue fundada por Kika Alcega, quien recién nos dejó, y por Raúl Delgado, su esposo, quienes dejaron un gran legado en el estilo de vida de la Caracas postmoderna. A continuación, compartimos más reflexiones de sus protagonistas.

(No olviden escuchar el playlist que he elaborado para hacer de esta lectura una experiencia sensorial y transportar a mis lectores a la era Neutroni)

 John Gornes, diseñador de las tiendas Neutroni

“Kika Alcega era educada, formada, disciplinada al extremo, buen ojo, empeñada en sus objetivos y los alcances de los mismos. Con risa discreta y ojos que brillaban.

Neutroni en sí, el combo del dúo dinámico Raul y Kika, fue una excelente aventura y experiencia compartida. Óptimos clientes por su coraje y la fe depositada en los proyectos y en uno mismo, permitían dar rienda suelta, lo que, para un diseñador es la gloria, el goce compartido. Godspeed Kika!

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Ana María Sosa, del equipo original. Tienda CCCT

“Para mí Neutroni fue una época maravillosa. Todo era nuevo para mí. Yo trabajaba en otra tienda del mismo centro comercial, el CCCT, de donde Raúl me reclutó para Neutroni.

Aprendí sobre de qué trata empezar algo desde cero. Eso fue lo que hizo Neutroni en ese momento. Raúl y Kika empezaron a fabricar las cosas que querían utilizar todos los días. Querían que esas cosas fueran bonitas, “diseñadas”, y empezaron por reclutar a su equipo. Raúl buscó a quienes trabajamos en la tienda, Kika se ocupó de que lo que estuviera en la tienda fuera perfecto.

Al principio el taller era en la misma tienda y solo vendíamos pijamas. Las personas que pasaban por allí preguntaban si ese local era una tintorería o una galería. No sabían si estaba, o no, abierto.

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Me acuerdo el día en que me dijeron que Chony iba a ir a comprar algo, que le diera descuento porque seguro iba a trabajar con nosotros. Y que teníamos que enamorarla.

No puedo estar más agradecida de ese día cuando conocí a la amiga más amiga que puede existir.

Y allí empezó la rumba. Tuvimos tienda nueva porque mudaron el taller y agrandaron el primer local. Empezaron a llegar todos los interesados en la movida de los 80 que fue muy sabrosa. Pasaron personajes como Lupita Ferrer, Gigi Zancheta y Catherine Fullop hasta el más importante para mí: Armando Piquer.

Nos preguntaban, a veces, si éramos de una secta.

Éramos amigos más que compañeros de trabajo y crecimos juntos inventando cómo hacer un negocio, una marca, una firma.

Había una señora, con una pinta muy cómica, que se enteró que la dueña de Neutroni se llamaba Kika. Pues ella decidió que Kika era yo y cada vez que llegaba me gritaba ‘Kikaaaaa, ¿cómo estás?‘. Todos nos reíamos. Nunca le dijimos que estaba equivocada.

Me puedo pasar días y meses contando anécdotas. Ahora que las recuerdo parecen sacadas de una película. Así era esa  época. Da para varias películas, y todas buenas.

Gracias Neutroni por reclutarme. Gracias por haberme permitido formar parte de esa experiencia tan maravillosa.”

Pedro Mezquita, abogado e intelectual

“A mí lo que más me impresionó de Kika fue una fiesta que hizo para la preinauguración de Neutroni en el Centro de Caracas, a una cuadra de la Plaza Bolívar. La llenó con la gente más interesante y maravillosa que existía en la ciudad. Luego repitió la fiesta un año más tarde en la fábrica de zapatos que tenían Kika y Raúl en La Yaguara y fue algo absolutamente increíble.

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Otra cosa que me impresionaba mucho de ellos era cuando llegabas a su casa y entrabas justo por la sala con todos los muebles tapizados en tela de blue jean. Todas las paredes y adornos eran barquitos margariteños y temas navales. Luego pasabas al salón, al comedor y cada lugar tenía un ambiente absolutamente único. Pero volvías seis meses más tarde y cuando entrabas lo hacías por la biblioteca y, ahora, el salón quedaba un cuarto más allá pero, en vez de barquitos y blue jean, los muebles estaban tapizados en terciopelo rojo y había cuadros antiguos. Así iban cambiando de estilo cada medio año.

Creo que lo único que no cambiaban era la cocina, donde siempre estaban sus hijos de diez años, no haciendo pizzas que ya hubiese sido novedoso, sino preparando sushi o comidas muy extrañas para unos niños de esas edades».

Chony González, equipo Neutroni. Tienda CCCT.

«Neutroni como un movimiento, con la intención de hacer moda y crear un estilo de vida, así se lo escuché muchas veces a Kika, quizás con la pretensión de educar a una masa.

La moda no era como la conocemos hoy en día. No era tan permisiva ni tan democrática. Eso la hacía más exigente a la hora de tomar decisiones.

Aparecen dos personajes claves en este éxito llamado Neutroni: Kika y Raúl. Ambos con unas ganas enormes de hacer cosas en su país, algo que incluso hoy sigue siendo referente de moda y estilo de las décadas donde Caracas marcó pauta, como ciudad, en América.

Era una ciudad divertida, alocada, con ganas de ser cosmopolita. Es allí donde comienza esta moda urbana que se nutre de lo que Neutroni significó para una sociedad que no creía en el made in Venezuela. Allí radica uno de los logros más importantes de la marca, al demostrar a todo un país que hacer cosas con calidad a precios relativamente accesibles era factible.

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Kika tenía también esa capacidad de unificar lo aspiracional y llevarlo a la masa que no tenía, como tenemos hoy en día, la capacidad de buscar referentes pues no existía internet. Es interesante ver cómo convergían artistas plásticos, diseñadores gráficos, diseñadores de moda, hasta un motorizado. Cada cual, desde sus maneras y sus formas, hacían moda en la calle. Era una moda urbana y cada cual interpretaba la colección.

Yo considero que la moda urbana de este país y de esas décadas tuvo un lugar que arrancó en Neutroni CCCT. Creo que quienes tuvimos el privilegio de trabajar allí y poner un granito de arena en ello, no lo olvidamos.

Éramos como unas especies raras, extrañas, que la gente observaba a través de esas vitrinas que eran como una pecera. Nos veían como una secta. Era bastante divertido sorprenderse al escuchar en algún lugar: ‘¿viste? esa es la que trabaja en Neutroni’. En lo personal pasé a ser Chony, la de Neutroni. Era como si tuviésemos un sello.

A través de Kika descubrí que las cosas inanimadas como la ropa, los zapatos, las carteras, pasaban a tener un nombre y eso las humanizaba de cierta forma. Todos sus productos tenían nombre como las botas Sabas Nieves, los botines Guarame, las ballerine Camila o Amapola, en honor a las hijas de dos grandes amigas de Kika.

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Más allá de moda, su empeño era vender un estilo de vida y eso fue acompañado con la música las personas que trabajábamos allá. Nosotros nos vestíamos con la colección de la tienda, que no tenía maniquíes sino seres que caminábamos y cada quien exhibía un look. Fue una manera muy inteligente, una manera indirecta de venta al público. La gente se preguntaba si hacían casting ya que éramos todos delgados, antipáticos y pálidos. En realidad no era antipatía era simplemente que no teníamos el mismo estilo de otras tiendas, en que entrabas y siempre te ‘caía’ un vendedor con el famoso ‘¿En qué te puedo ayudar?’ y, por ende, con la presión de que compres.

La norma en Neutroni era no atacar. No éramos vendedores y como tal nos comportabamos. Éramos personas que facilitaban un producto cuando lo quisieras obtener. No antes. Eso era extraño para ese momento. Por eso surge la fama de «antipáticos». Para mí era la posibilidad de que pudieras entrar a una tienda simplemente a ver o contemplar.

Por eso las personas que estábamos allí teníamos un aire distante. Recuerdo que siempre aparecía alguien que le decía a Kika o a Raúl: ‘es que esa niña es muy antipática’ pero yo me gané varias veces el premio mensual que daba Neutroni a su equipo.

Así era como nos percibía la gente. Todo aunado a un maquillaje con una intención para lucir con un aire un poquito vampiresco. Por eso la palidez en nuestras caras, acompañada de unos ojos ahumados y cuerpos delgados por naturaleza o porque rumbeábamos mucho. Lo cierto es que nunca fue un requerimiento poseer ninguna de estas cualidades para que te contrataran en Neutroni pero si llegabas a ser así era un plus para la persona que optaba por un puesto.

Entre los famosos que desfilaron por allí la lista es larga, pero recuerdo a Lupita Ferrer a quien le pedí consejos de belleza como ponerse cubitos de hielo en la cara. También Alejandra Guzmán, la famosa cantante mexicana, quien vino a unos premios y terminó vistiéndose de Neutroni. Otros fueron el actor Fernando Carrillo, Angel Sanchez, Armando Piquer, Fran Beaufrand, Jose Antonio Hernández Diez, Sigfredo Chacón, Héctor Fuenmayor, Álvaro Sotillo, Alfredo Ramírez, Alberto de Castro y hasta las Morillo. Además le vendíamos a la mamá de Ángel (Sánchez) que tenía una tienda en Valera pero era Ángel quien escogía las piezas.

Hernández Diez realizó una videoinstalación superminiatura para la Navidad ya que se estilaba hacer cositas muy pequeñas. Ese año fue el video de un pino. Cada año teníamos colaboradores, artistas plásticos, que hacían propuestas para las vitrinas de Neutroni.

Lea también: Neutroni, un estilo de vida que unió a Venezuela

Ahora que lo analizo, el hecho de presentarnos ante las personas que nos contemplaban a través de la pecera del CCCT nos hizo ser como producto. Lo más aspiracional que contemplaba la marca en sí éramos nosotros mismos con ese aire distante, esa necesidad de parecerse a lo que estás viendo. Ese “me quiero ver como ella” o “ quiero tener la ropa que ella tiene” es lo que se lograba en esas décadas. Hoy en día es lo que hago en mi trabajo en publicidad. Esas eran las mejores herramientas  que se tenían en ese momento para producir ese impacto que se logró completamente de una manera orgánica. Éramos los influencers de la época”.

Armando Piquer, diseñador

“Neutroni fue un fenómeno que se dio en un momento de Caracas en el que la producción a nivel creativo era sumamente fértil. Sin embargo, la propuesta de Neutroni era única.

Desde mi punto de vista se trató de la primera experiencia de diseño que, por llamarlo de alguna manera, democratizó el buen gusto. Fue la primera experiencia lifestyle al alcance de una generosa porción de la ciudad. Esta experiencia abarcaba prendas de vestir, zapatos y accesorios, todo curado con extremo esmero. Entrar en la tienda del CCCT era como sumergirse en el universo creativo de Kika y Raúl, un universo minimal y austero pero soulful al mismo tiempo.

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El staff de la tienda era gran parte de la experiencia y Kika y Raul no olvidaron un detalle tan importante como este, cada uno con estilo propio e individual.

Chony González y Ana María Sosa fueron parte de esa experiencia. A ellas me une una amistad entrañable que le debo a Neutroni.

Yo no vestí de la marca pero era fan número uno del calzado. Creo que tuve todos los estilos y en 1997 utilicé las sandalias de piel de vaca en uno de mis desfiles. Fue el último show que hice antes de mudarme a Nueva York”.

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Karina Essayag, equipo Neutroni. Tienda CCCT

“Fue una de las épocas más ricas de mi vida. Venezuela era maravillosa. Había una cantidad de cosas nuevas llegando y marcas empezando pero Neutroni fue la primera.

Kika y Raúl llegaban del exterior en ese momento y estaban súper ilusionados con empezar esta nueva marca. Con ella empecé a trabajar en el CCCT. Era chiquitica, chiquitica. Toda la ropa era talla única de algodón tipo franela, muy vanguardista, muy diferente. En ese momento trabajaba Ana María Sosa con Kika y una hermana de Raúl. No sé cómo llegué a trabajar allí pero terminamos siendo Ana, Chony y yo, tres tipologías muy diferentes físicamente, lo que era perfecto porque lográbamos ponernos la ropa todas y a cada una le quedaba a su manera.

Kika siempre fue muy estricta en esa época y llegaba a parecer hasta antipática pero era lo máximo. Tenía el mejor humor de la tierra. Un humor negro, fino, maravilloso.

Recuerdo que nos ponía a separar los ganchos, dos dedos entre gancho y gancho y lo hacíamos durante horas. Si eso no estaba perfecto, no estaba bien la tienda. En su etapa de diseño ella estaba dando clases en Prodiseño y sus alumnos la amaban como profesora. Yo personalmente aprendí muchísimo de ella en mi tema de trabajo pues era muy organizada y estructurada. Cuando empezaba a diseñar una colección, escogía con tiempo los colores. Hacía todo de manera perfecta.

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Tuvieron que crecer debido a la cantidad de gente que venía y empezaron a sacar zapatos que se pusieron muy de moda. Tenían nombres como «modelo Chony» que eran los nombres de nosotras. Ahora que lo pienso mi nombre no se lo pusieron a ningún zapato. Pero, lo cierto es que se hacían enormes colas en la puerta esperando los zapatos: una cola por el modelo Chony, otra cola por el Oxford, y así.

Kika era una mujer generosa y una madre maravillosa. No puedo explicar cómo aprendí tanto, pero tanto de ella. Cómo llevaba la vida, cómo trabajaba y llevaba su relación a la vez. Trabajar con tu pareja no es fácil y ellos eran el complemento perfecto. Su partida significa una gran tristeza. Kika dejó marcas por todos lados, huellas, dejó su sonrisa marcada, su mirada marcada y todo lo que quiso transmitir a través de su diseño vanguardista”.

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