Venezuela

La arepa, una indiscutible sobreviviente en las mesas venezolanas

Hablar de los hogares venezolanos es hablar de arepa, ese alimento tradicional que impregna las casas con un aroma particular a budare humeante, ahí se cocina la historia de un país que vive su peor momento, pero que sigue en pie y así como el país resiste, la arepa sobrevive a la crisis económica más sombría de su historia.

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La arepa no solo ha sobrevivido a una hiperinflacion acumulada de 2.674% según la Asamblea Nacional, sino que ha migrado junto a los más de cuatro millones de venezolanos que según la Acnur se encuentran repartidos por el mundo.

Jormery Mendieta, es una de los 854.000 venezolanos que viven en Perú y para no dejar su pasado gastronómico se llevó un budare en su maleta de 32 kilos, el mismo con el que celebrará el Día Mundial de la Arepa, el cual tiene lugar el segundo sábado de cada septiembre.

En Perú continúa la tradición culinaria y  se le ha hecho fácil debido a que en cada cadena de supermercado se encuentra la harina de maíz precocido marca PAN (Producto Alimenticio Nacional). Los precios varían. La de un kilo cuesta alrededor de 14 soles, equivalentes a 4 dolares y medio, mientras que un mercado de calle los precios bajan a 8 soles, unos 3 dolares en promedio.

Esto es un ejemplo de cómo la arepa sigue estando presente en la vida de los venezolanos así las vicisitudes sean muy grandes o estén lejos de las tierra que los vio nacer. Carlos García chef venezolano y jefe del prestigioso restaurante Alto de la ciudad de Caracas explica que esto se debe a que cuando se habla de arepa se habla inmediatamente de cultura y tradición, algo muy arraigado al venezolanos.

Arepa siempre presente

En Venezuela Jormery no vivía su mejor momento y por eso partió a Lima. A pesar de las vicisitudes que tuvo en Venezuela admite que podía faltar cualquier alimento, menos la arepa. «Hubo momentos en los que me tocó comer arepa durante las tres comidas y no importaba. Lo mismo pasaba con los rellenos, muchas veces me tocó comérmelas sola porque no había para el queso y la verdad no me importaba».

La versatilidad de este alimento hizo que en 2014 fuera exaltado como el mejor desayuno del mundo, según la revista Thrillist.

Para el chef quien fue catalogado en 2018 como el mejor cocinero de Latinoamérica la versatilidad es crucial, pero la facilidad de preparación también influye, y eso es gracias al proceso de industrialización que sufrió el maíz en la década de los 50. Aunado a esto hay muchas formas de prepararlas: asadas, fritas, horneadas. Además, con la modernización llegaron aparatos cómo el tostador que aceleraron el proceso de cocción y pusieron a disposición de muchos un alimento con valores nutricionales de primera sin tanto trabajo.

En Perú, Jormery no cuenta con este artilugio, y aunque no come tanto como quisiera, compra dos paquetes de harina de maíz precocido al mes. Sin embargo, una vez consolidó una mejor posición en su país de acogida celebró a lo venezolano, en un pequeña habitación compartida en medio del verano limeño. «Hacía mucho calor y con la cocina encendida querías como morirte. El sudor te corría por la frente, pero con cada mordisco que le daba a mi arepa de queso, con chorizo sentía que me reencontraba con Venezuela y que veía luz en esta vida de inmigrante».

Los venezolanos son quienes se han tomado la labor de difundir a la arepa en cada rincón en el que se establecen, dándole un nombre y un apellido a la cocina local, aunque de alguna forma u otra se comparta con Colombia.

García destaca que hace 10 años el afamado chef español Ferrán Adriá, con tres estrellas Michelín en su haber, dijo que la cocina venezolana era una página en blanco. «Hoy en día estoy seguro que si le hacen la misma pregunta, sabrá qué es una arepa».

Por lo que la arepa se ha vuelto una viajera y en cierto sentido siempre lo fue al estar presente en la vida de los venezolanos. «Tienes seis meses y ya te dan masita de arepa, luego ya no paras, la llevas al colegio, al trabajo, a todos lados. Es nuestro gran tesoro».

Por su parte, García recuerda la emoción de una arepa frita con huequito en el centro hecha por su abuela.

Bajar la santamaría

Sobrevivir a la crisis no significa librarse de sus embates, en efecto la arepa sigue siendo el alimento por excelencia del que tiene y del que no, pero los días de areperas llenas 24/7 son pasado, Luis Da Silva lo sabe, y lo vive cada día en su restaurante de más de 34 años, en el que describe el último lustro como terrible.

El establecimiento recuerda a las viejas fuentes de soda, 10 mesas y solo dos están llenas. «Sobrevivo gracias a la venta de cervezas, pero hay días que ni siquiera vendo una arepa, si a caso 10 empanadas».

Es el mediodía y en el exhibidor se ven intactos los rellenos de salchicha, cuajada, queso guayanés, queso blanco y amarillo, pocos pueden darse el «lujo».

Los precios oscilan entre 20.000 la más barata y 45.00 bolívares soberanos -aproximadamente entre 1 y 2 dólares- la más costosa. Es un precio difícil de pagar cuando se toma en cuenta que el sueldo mínimo en Venezuela es de 40 mil bolívares, equivalentes a 2 dólares al mes, el más bajo del continente y aún más si se compara con el indicador del Banco Mundial que establece que es considerado pobre todo aquél que perciba menos de 2 dólares al día.

Pero Da Silva sabe que sigue siendo económico, tomando en cuenta que la harina de maíz precocido cuesta 25 mil bolívares en promedio y muchas veces lo que logra vender es dos kilos al mes, cuando en los buenos tiempos vendía la cantidad equivalente a un bulto -20 kilos- por día. Sin contar que lo poco que gana se va en gastos como el aseo que pasó de 80 mil bolívares a 1.050.000, es decir de 4 a 52,5 dólares. A este gasto se le debe sumar el costo del gas que lo obligó a dejar de preparar la arepa de pernil, y eliminando de la exhibición a las emblemáticas reina pepiada -pollo mechado, aguacate y mayonesa- y pelúa -carne mechada de res y queso amarillo-.

A la lista se podrían sumar más, el chef García recuerda a la sifrina -reina pepiada y queso amarillo-, la dominó -caraota o frijol negro y queso blanco- o algunas nuevas como las que llevan remolacha o son bajas en fibra, para hacerlas aun más sanas, proyectando aun más su versatilidad, algo que ha llegado hasta la alta cocina. No obstante, es enfático al decir que las reinterpretaciones de este alimento, no pueden ser llamadas arepa. «La esencia de la arepa es que es una masa de harina de maíz redonda, no una espuma o una esferificación que imite el sabor».

Por desgracia para el comerciante luso venezolano con la economía actual, tener la de queso blanco es mucho pedir. Subir los precios es una obligación, pero esto espanta a sus clientes cada vez más empobrecidos.

Mantiene la santamaría arriba porque tiene que comer. Tiene la posibilidad de volver a Portugal, pero se niega. «Cómo Venezuela no hay dos, el clima, la gente, las vivencias nada de eso lo hay en mi país de nacimiento».

No obstante el fantasma del cierre está presente cuando ve que las competencias apagaron los fogones. Diagonal a su local hay otra arepera, sin embargo, solo queda el establecimiento y las mesas, ahora lo que hay son unos precarios estantes de madera en el que se exhiben frutas y verduras. Sin embargo, Da Silva ya no ve en la arepa un método de supervivencia, pero Mendieta si, para ella la arepa lo es todo, es el nexo con un país que extraña día a día y también es el recordatorio que celebrar la arepa es celebrar lo que quedó atrás, y lo que ella siempre llevará a cualquier nación extraña.

Para conocer sobre la historia de la arepa, este pan precolombino que se mantiene como parte de los venezolanos, puede hacer click aquí.

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