Kourchner vs Duhamel: El terrible caso sin castigo de un famoso académico que violaba a su hijastro
En una de esas repugnantes vueltas judiciales, y a pesar de confesar reiterado abuso sexual a su hijastro Antoine Kourchner desde los 14 años, Olivier Duhamel no será procesado de ninguna manera por "prescripción". Sin embargo, el caso revela los horrores de una adinerada familia que parecía perfecta
Antoine Kourchner solo tenía 14 años cuando su padrastro, el famoso académico y politólogo francés Olivier Duhamel, comenzó a violarlo. Su hermana melliza Camille era la aterrada testigo del abuso sexual. Cuando años después decidieron contarlo a su madre, Evelyne Pisier, ella eligió defender al esposo y acusó al chico de «seducirlo».
Los dos hermanos tuvieron que aprender a vivir con esa carga y sus secuelas. En el momento callaban, presionados por las circunstancias. Pero siempre llega un tiempo en que el peso es demasiado para los hombros y, entonces, lo cuentan todo.
Fue Camille la que destapó el caso de pedofilia perpetrado por Olivier Duhamel. Lo hizo a través de un libro publicado en diciembre, «La familia grande» donde narra lo acontecido con detalles, y lo contrasta con el estilo de vida «ejemplar» que mostraban como personas adineradas de la izquierda francesa.
Ahora el sistema vuelve a darles la espalda a los hermanos Kourchner. La justicia admitió la falta e, incluso, que Duhamel merecería castigo… si el caso no hubiera prescrito. La decisión ha generado polémica en Francia e importantes voces piden revisión de esa ley.
Ricos, famosos y de izquierda
Cuando se supo el caso, Duhamel, hoy de 71 años, era presidente de la Fundación Nacional de Ciencias Políticas de la Universidad Sciences Po, un cargo más en su abultado currículum de vida y de profesión. Era, y es, una conocida figura pública. Al lado de su nombre se puede escribir: hijo de diputado, profesor emérito, presidente del Consejo Constitucional durante 12 años y eurodiputado socialista durante siete.
La madre, Evelyne Pisier, no se quedaba atrás. Fallecida en 2017, era también profesora universitaria y politóloga. El hecho de ser hija de dos padres suicidas hace que Antoine no le cuente nada de lo que ocurre durante años, para no debilitarla más. Evelyn muere dejando su biografía inconclusa. Su editora la publica un año después.
El padre biológico de los mellizos, Bernard Kourchner, también pertenece a círculos influyentes. Fue fundador de Médicos Sin Fronteras, de Médicos del Mundo y ministro de Relaciones Exteriores por tres años, durante el período del presidente de Nicolás Sarközy. Según Camille, encontraron poco apoyo en su padre, quien estaba muy ocupado.
En París vivían en una lujosa urbanización a la orilla izquierda del Sena. Era un entorno, según cuenta Camille en La familia grande, de intelectuales, «defensores de buenas causas» y de las libertades de expresión, de opinión, de acción. Los veranos se reunían todos en una lujosa casa en Sanary. Allí era donde más se perpetraban los abusos a Antoine.
El tema ideológico era una constante en las reuniones familiares. Admiraban a la revolución cubana y a Fidel Castro. Dice la agencia AFP que hasta la madre, Evelyn, se ufanaba de haber sido su amante.
Noches de terror
Antes de los hechos, los mellizos Kourchner se llevaban bien con su padrastro. De hecho, más que bien. Camille asegura que lo «adoraban». Era un contraste con su verdadero padre, un médico decidido a salvar a personas que vivían más allá del océano. Duhamel los trataba como a sus verdaderos hijos. Y con orgullo.
Cuando Duhamel empieza a abusar de Antoine lo hace aprovechándose de ese amor. Lo convence de que quiere enseñarle las «cosas buenas de la vida». Es un tipo de abuso en que, además de vejar el cuerpo, se fractura la estabilidad emocional del menor, quien lucha entre la culpabilidad, el repudio y la forzosa aceptación.
Según narra el portal La Silla Rota, citando al libro, Camille Kourchner escuchaba desde el cuarto de al lado cómo Duhamel caminaba hacia la habitación de su hermano. Y con ese sexto sentido que desarrollan los niños violentados, sabía, por los pasos, a lo que iba su padrastro.
«Le pedía que lo acariciara, que lo chupara», dice. Antoine se confiesa con su hermana, pero le pide que no le diga nada a su madre: «La primera vez fue en Sanary, me dijo que me iba a enseñar». Ese fue un constante debate entre los hermanos, hablar o no. Es el mismo Antoine quien finalmente se decide, años después, y la posición de su madre es sentirse ella víctima, porque lo considera una infidelidad del esposo, seducido por el adolescente. Acusa a la hija de traicionarla, por no advertirle.
La familia deja de lado a los mellizos y se concentra en los dos hijos adoptados por la pareja en Chile. Solo su tía, la actriz Marie France Pisier, los apoya. Años más tarde, e igual que su padre y su madre, Marie France se quita la vida.
Blanda justicia
En los tribunales, donde compareció el 13 de abril, Duhamel reconoció el abuso y el incesto «con dificultad», según reconoció una fuente a AFP. Por supuesto, como suelen hacer los acostumbrados al poder, primero se victimizó hablando de «ataques personales en su contra».
Después de publicar el libro y de iniciarse el juicio, Duhamel renunció a su actual cargo en la Fundación Nacional de Ciencias Políticas.
La justicia comenzó a investigar los hechos porque Antoine Kourchner, ya de 45 años y después de la publicación del libro de su hermana, presentó una demanda formal.
«Este motivo de archivo se toma en cuenta cuando los hechos revelados o denunciados en el procedimiento constituyen una infracción que habría dado lugar a actuaciones judiciales de parte de la fiscalía si el plazo establecido por la ley no hubiese sido superado«, dice la vergonzosa declaración judicial. Con ello, el fiscal pretende dejar claro que investigaron lo suficiente durante cinco meses, pero que no pueden hacer nada.
El mismo gobierno francés parece avergonzado de la ley. Según Le Monde, uno de los diarios más críticos en este caso, el ministro de Justicia, Eric Dupond-Moretti, escribió en febrero a los fiscales para exigir una investigación sistemática sobre las revelaciones de delitos sexuales contra menores, incluso si habían prescrito.
Le Monde también condena la omertá (ley del silencio de la mafia) que Duhamel había impuesto a su alrededor.
¿Realmente la pedofilia prescribe? ¿Las secuelas en las víctimas se borran después de 30 años? No. Los edemas emocionales permanecen la vida entera. Y la posibilidad de un castigo debe pender siempre sobre el delincuente sexual. Es lo que se le está pidiendo, y lo está haciendo, la iglesia católica. Pero la justicia francesa encontró un recodo legal para no mancharse con esos fluidos de la inmoralidad y disculpar a una de sus figuras mimadas de la política.
Ojalá la sociedad francesa sea, con Olivier Duhamel, menos condescendiente que los tribunales.
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