Opinión

¿Ha crecido el técnico venezolano tanto como el futbolista que dirige?

Establecer comparaciones con el desarrollo del futbolista es insolente: el crecimiento del jugador depende de su formación y en ello mucho mérito tiene quien lo dirige

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técnico Articulo Carlos Domingues
Composición de imagen: Alejandro Cremades

«César sabía que tenía que estar a la altura de quienes dirigía o hasta por encima. Había que lograr el respeto de quién llegaba de Europa a la concentración con una cadena de oro o un reloj de 5.000 dólares. Y lo logró. Todos lo respetaban», (declaración de un miembro del cuerpo técnico de César Farías durante su pasantía como seleccionador nacional).

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Escribía hace unos días que el Covid-19 ha tenido un efecto colateral beneficioso. Ha sido la posibilidad de generar espacios de encuentro profesional (sí, en el confinamiento es que más nos hemos encontrado, qué curioso), a través de la tecnología, para discutir y debatir sobre temas importantes relacionados a nuestro fútbol.

Tuve el privilegio de compartir en un foro de Zoom (maravillosa aplicación que ha marcado un antes y un después en estos días en cuanto a conferencias en línea) con técnicos y futbolistas. Un extraordinario compartir dónde abordamos numerosos tópicos por tres horas. Uno de ellos me llamó poderosamente la atención. Es el que se refiere a la comparación (odiosa siempre) entre el crecimiento del futbolista y el técnico venezolano. Un comunicador planteó el asunto y se abrió el debate que traslado aquí para desmenuzarlo: ¿está el técnico venezolano al nivel del futbolista formado en el país?

De entrada, hablo de la relación profesional y personal entre uno y otro, importante criterio de evaluación. La declaración del primer párrafo de este texto se ajusta a eso. Noel Sanvicente, el técnico más ganador del país, admitió que uno de los factores que afectó su paso por el cargo de seleccionador fue el manejo de la relación con los futbolistas. Es muy distinto dirigir jugadores del campeonato local a un grupo que está haciendo vida en campeonatos del «primer mundo» balompédico. De algún modo, esto denota que el jugador que da el salto al extranjero considera su condición y espera que quien le dirija esté a su «altura». Ahí existe ya un factor de diferenciación.

Ahora bien, sobre el crecimiento de uno y otro en nivel comparativo, debe asumirse que el despegue del futbolista ha sido el elemento que más ha destacado en el avance del fútbol nacional. El nivel individual y su profesionalización le ha permitido trascender fronteras. En buena medida eso ha sido gracias al trabajo de los cuerpos técnicos en Venezuela, mejor preparados y por ende, también más profesionalizados. Poder contar hoy día con preparadores físicos, nutricionistas, fisioterapeutas y el mecanismo necesario para dirigir, ha sido fundamental en comparación a 20 años atrás, pero ha sido el interés de los entrenadores en prepararse el que ha destacado para que su desempeño sea mejor.

Ahí están las cifras: una selección que se ha hecho competitiva con una mayoría de jugadores surgidos de un campeonato local en el que la casi totalidad de técnicos de Primera División son criollos. Mientras el grueso de las ligas Conmebol (Chile, Ecuador, Perú, Paraguay y Bolivia) está inundada de técnicos argentinos y uruguayos, en Venezuela sólo uno de los 19 entrenadores en la máxima categoría es foráneo. Un dato no menor: en los últimos 20 años, solo Jorge Luis Pinto ha venido de fuera para ser campeón entre los venezolanos.

Y si nos vamos a la trascendencia de fronteras, lógicamente el número no es igual entre futbolistas y técnicos haciendo vida en el extranjero. Pero, desde que Richard Páez dirigió a Millonarios, la cifra se ha incrementado y no solamente en número, sino el nivel a dónde han llegado. César Farías dirigió a dos grandes de sus países como Cerro Porteño y The Strongest, en una liga tan fuerte como la mexicana para luego hoy ser el primer venezolano en dirigir una selección Conmebol distinta a la suya. Francesco Stifano ha sido otro en dar el paso a un campeonato importante de América, sin demeritar lo que hacen Fran Perlo y Saúl Maldonado en Panamá y la enorme legión de paisanos que ejercen funciones en categorías formativas en diferentes cargos. El técnico venezolano es también for export, algo impensable 20 años ha.

Sin embargo, falta más apoyo federativo para su crecimiento. Es evidente que de todo el conglomerado que conforma el fútbol venezolano, la entidad que rige el fútbol es la única que se ha estancado en su proceder y no ha estado a la par del resto.

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Los técnicos tienen que salir del país a prepararse para poder obtener la Licencia Pro, evaluación y certificación que no se hace en Venezuela, inexplicablemente, desde 2009. La temible licencia de clubes Conmebol ha azuzado la profesionalización y es deber de la FVF facilitar la preparación de sus entrenadores. La inexistencia de un plan, tan siquiera formulado, para capacitar a los entrenadores es una de las mayores deudas federativas para con los cuerpos técnicos del país que deben buscar otras opciones.

También depende de la propia iniciativa de los técnicos el prepararse. Algunos clubes ayudan a sus entrenadores a obtener capacitación internacional y otros lo hacen motus propio. Hasta los más jóvenes y encargados de inferiores salen del país o realizan cursos a distancia para formarse, cuando han entendido que su profesión hoy día necesita constante actualización para competir en el mercado.

Visto lo anterior, se puede concluir que el crecimiento del técnico venezolano ha sido sostenido y positivo. El entrenador criollo ha sorteado dificultades para lograr su profesionalización y el mercado competitivo ha logrado crear un espiral de preparación que ha beneficiado a todo el entorno del fútbol. Establecer comparaciones con el desarrollo del futbolista es por demás insolente: el crecimiento del jugador depende de su formación y en ello mucho mérito tiene quien lo dirige.

Lo que sí es inequívocamente cierto es que futbolistas y técnicos han sido, de lejos, los componentes de la estructura futbolística criolla que han logrado el mayor y mejor desarrollo con una relación simbiótica que ha devenido en beneficio de ambos.

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