Cultura

González Sierralta: "En Barcelona todo lleva el apellido Anzoátegui, hasta un internado judicial"

El historiador merideño presentó este año su nuevo libro «José Antonio Anzoátegui. Accionar y forja de un héroe binacional (1810-2019)». La obra, editada por la ULA, es una aproximación histórica e historiográfica a la vida y construcción heroica de un militar olvidado pese a que su culto lo promovió el mismo Bolívar

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Anzoátegui
Foto: Cortesía de Samuel Leonardo Hurtado Camargo

En manos de las autoridades militares de la Guarnición de Barcelona, entre 1989 y 1990, la espada del general José Antonio Anzoátegui desapareció. Se trataba de una réplica donada por el gobierno colombiano, entonces presidido por el liberal Virgilio Barco Vargas, para conmemorar el bicentenario del natalicio de uno de los militares de la independencia. Un hombre que a pesar de cumplir con los requerimientos para ser considerado un héroe continúa bajo la sombra de Simón Bolívar. Ese fue el motivo que llevó a Hancer González Sierralta a investigarlo, trabajo que le permitió graduarse de doctor en Historia de la Universidad Católica Andrés Bello y que se publica como libro bajo el título José Antonio Anzoátegui. Accionar y forja de un héroe binacional (1810-2019).

La desaparición de la réplica de su espada no es lo único extraño en la vida del personaje. Su muerte todavía es un enigma para las historiografías venezolana y colombiana. Abundan varias causas: desde el envenenamiento por parte de sus compañeros de armas hasta el crimen pasional por una amante. Por donde se le mire, José Antonio Anzoátegui es un personaje interesante. Aparte de la obra de González Sierralta -enfocada en analizarlo críticamente, valorando su proceso de construcción heroica-, los trabajos previos únicamente se preocuparon en estudiar su desempeño en la guerra. Y casi todos resaltan su relación con el Libertador, pues es el nexo con Bolívar la pieza fundamental para convertir a una figura histórica en héroe.

—El estudio de los héroes no es un tema latinoamericano o venezolano en particular. Desde la antigüedad había interés por ellos. Usted mismo lo afirma en el libro. Entonces, surge una pregunta elemental: ¿por qué la gente necesita construir héroes?

—El tema del héroe se inicia en la antigüedad. Entre los antiguos paganos, un héroe era el nacido de un dios y de una persona humana, considerado más que hombre, pero menos que dios. Siempre, las sociedades en general han necesitado identificarse con algunos personajes que trasciendan, que vayan más allá de lo que hace normalmente el común. Un héroe es considerado un varón ilustre por sus hazañas y virtudes. En el último cuarto del siglo XVIII y los años iniciales del XIX, cuando se produjo la caída del Antiguo Régimen con las guerras napoleónicas y los procesos independentistas en Latinoamérica, surgieron los héroes modernos. Ahí surgió la necesidad de crear un conjunto de figuras que se identificaran con las nuevas naciones.

Ahora, analizar la construcción de los héroes sí es un tema de actualidad. La gente necesita identificarse con personajes de relevancia porque eso les permite construir una identidad nacional, regional o local. Los héroes forman parte de la memoria colectiva. En el caso particular de América Latina, la función de los héroes la van a cumplir los militares de las guerras de independencia. Por eso las élites políticas del siglo XIX, y sus historiografías, los hacen héroes. Ellas terminan decidiendo quiénes son esos próceres, por lo general los más representativos en cada uno de los nuevos Estados-nación.

Y eso no solamente fue en Venezuela. Todos los países construyen sus héroes nacionales, regionales y hasta locales. Los héroes patrios forman parte de la invención de las tradiciones según Eric Hobsbawn. En la actualidad, la construcción de los héroes es un tema que tiene mucha presencia en la historiografía, incluso en España. Hay un famoso libro, aunque no tan reciente del año 2003, pero valioso, coordinado por Manuel Chust Calero y Víctor Mínguez Cornelles titulado La construcción del héroe en España y México (1789-1847). Sería muy amplio nombrar la historiografía reciente sobre la temática.

—Pero el caso del héroe que estudia usted, José Antonio Anzoátegui, ha sido olvidado, pese a que uno de los estados del país lleva su nombre. ¿A qué se debe esta omisión historiográfica de un personaje, que, leyendo su libro, es de primer orden?

—José Antonio Anzoátegui es un personaje importante en el proceso de la guerra de independencia, cuando yo me acerqué al individuo, hace cinco años, también desconocía todo su accionar. La primera vez que revisé un material sobre él fue en la entrada del Diccionario de Historia de Venezuela de la Fundación Polar, que escribió Héctor Bencomo Barrios. A partir de ahí empecé a indagar sobre su importancia fundamental dentro del proceso de la guerra y vi que cumplía con todas las características propias de la construcción de un héroe: era un mantuano, de las élites políticas de Barcelona.

Su padre llegó de España en el siglo XVIII y su madre formaba parte de las élites de la ciudad. Su accionar en la guerra inicia en 1810, al igual que Bolívar, y al conjunto mayor de próceres representativos, participando desde ese año hasta 1819 en casi todos los eventos trascendentales de la independencia: el juntismo de 1810, la lucha contra la reacción de los guayaneses de los años 1811 y 1812; fue nombrado gobernador militar de la provincia de Barcelona y luego fue apresado. Se le siguió Causa de Infidencia.

A su salida de prisión se quedó en el centro del país, participando junto a Rafael Urdaneta en 1814. Posteriormente está junto con Simón Bolívar en el desembarco de Los Cayos, también en la batalla de San Félix de 1817 al lado de Manuel Piar. En 1818 le encomiendan la búsqueda de indígenas en las misiones del Caroní para participar en la guerra. Perdió estrepitosamente en casi todos los enfrentamientos bélicos de la campaña del centro. Finalmente, su consagración heroica se produce en 1819 con el paso de la cordillera de los Andes, y su actuación fundamental en la batalla de Boyacá, que como sabemos fue un enfrentamiento importante para la independencia del territorio de la Nueva Granada, hoy Colombia.

Por esas y otras actuaciones es un personaje importante dentro del procerato. Además, muere muy joven, y, en la construcción de los héroes, morir a temprana edad es importante, porque no fallece viejo y decrépito, sino en plenas condiciones físicas, sin vivir los convulsos años posteriores a 1830 ni participar de la política venezolana en los años de 1840 y 1850.

—Lo que sí ocurrió con José Antonio Páez y José Tadeo Monagas.

—Sí. Anzoátegui muere en 1819 con 30 años y ese hecho trágico lo exalta enormemente. Fueron sus compañeros de armas -Bolívar, Santander, Briceño Méndez- los que crearon la primera sociedad de culto alrededor de él. Los funerales a partir de su fallecimiento fueron muy importantes en la Nueva Granada, pues murió en Pamplona. Las tradicionales honras fúnebres se realizaban cuando moría un miembro de la élite militar. Bolívar lo exaltó cuando regresó al Congreso de Angostura. Posteriormente, a uno de los batallones militares de la guerra de independencia le ponen su apellido.

Entonces, desde 1819 y 1820, ya contaba con una sociedad de culto que resguardó su memoria, pero en su construcción heroica posterior tendrá un capítulo muy particular durante el último cuarto del siglo XIX. Esto está relacionado con una definición que hay que tener en cuenta a la hora de estudiar la construcción de los héroes, las sociedades de culto.

—¿En qué consisten estas agrupaciones y cómo se forman?

—Sociedades de culto es una definición que utiliza la investigadora peruana Carlota Alisia Casalino Sen, quien tiene un excelente trabajo sobre la construcción de los héroes en Perú. Las sociedades de culto se tratan de una institución espontánea o formal que se organiza para mantener viva la memoria de un personaje. Van evolucionando con el tiempo. Una nación, una comunidad regional, un gremio, una familia extensa, una comisión, un club regional, también pueden ser una comunidad de culto. En un principio estuvieron conformadas por aquellas personas cercanas al prócer, en este caso su esposa, Teresa Arguíndegui, Bolívar, Santander, Briceño Méndez. Son ellos quienes conformaron la primera sociedad de culto de Anzoátegui. Y no es que en ese momento se haya denominado así.

Ya en el último cuarto del siglo XIX su figura heroica no era la única que se quería exaltar en el gran estado Bermúdez (hoy los estados Anzoátegui, Monagas y Sucre). De hecho, en 1889, cuando se va a celebrar el centenario del natalicio de José Antonio Anzoátegui se produce un gran enfrentamiento entre las élites políticas de la ciudad de Barcelona porque uno de los influyentes políticos de ese territorio, Domingo Monagas -hijo de José Gregorio Monagas y sobrino José Tadeo Monagas-, quería exaltar a este, dejando de lado a Anzoátegui. Se quería levantar una estatua en la plaza principal de Barcelona, pero no se instaló por ese conflicto político. Eso da muestra de que en determinados momentos algunos héroes pueden tener mayor o menor influencia que otros y que son las élites políticas las que deciden a quién exaltar.

Años después, en 1893, el pariente de los Monagas ya no era tan influyente en la política regional y quienes asumieron la presidencia del estado, afines a la revolución legalista de Joaquín Crespo, hicieron todas las gestiones para instalar la estatua de Anzoátegui y le ponen el nombre de Boyacá a la principal plaza de Barcelona. Esa efigie se inauguró el 31 de diciembre de 1897 y no el 7 de agosto de ese año, como señala la historiografía regional barcelonesa.

—¿Cómo ha sido el tratamiento historiográfico del personaje? ¿En el siglo XIX tuvo mayor atención que en el XX?

—Anzoátegui ha tenido presencia en la historiografía venezolana desde el siglo XIX hasta el XXI, siendo en el XX cuando se produce la mayor cantidad de textos. Te comento que esa historiografía ha sustentado su memoria dirigida al reforzamiento de la devoción, reforzando una imagen del individuo intachable y virtuoso. Cronistas, médicos, militares, historiadores profesionales en menor medida, producen sus trabajos principalmente en marcos conmemorativos.

La exaltación heroica de Anzoátegui va a tener unos puntos altos y otros bajos durante los siglos XIX y XX. Las sociedades de culto de finales del decimonónico ya no van a ser, evidentemente, las más cercanas al militar. Se ubican en una situación intermedia, una cofradía o reunión de miembros, que tiene como fin celebrar una fecha particular, su fin sigue siendo la exaltación del personaje. Estas sociedades, formadas en torno a la celebración del centenario del natalicio de Anzoátegui, van a ser tres: la Sociedad Anzoátegui, la Sociedad Glorias de Anzoátegui y la Sociedad Glorias Patria. Lucharán entre sí por la exaltación heroica del personaje, esto lo observamos a través de la revisión de prensa de la época.

En el siglo XX, las sociedades de culto las asume el Estado directamente. Para entonces, Anzoátegui será el personaje más representativo de exaltación en Barcelona y del estado oriental que va a llevar su apellido pues a partir de 1909 se le va a establecer al territorio el epónimo de Anzoátegui, y a partir de entonces va a ser el icono representativo, el más importante de la región. En lo adelante los gobiernos de turno van a celebrar y conmemorar al individuo. Vemos cómo en 1969, Rafael Caldera celebró el sesquicentenario de su fallecimiento y en 1989 lo hace Carlos Andrés Pérez con el bicentenario de su natalicio.

Como te decía, esas sociedades de culto evolucionaron con el tiempo: en un principio fueron los militares cercanos al personaje homenajeado; a finales del siglo XIX fueron unas comunidades elitistas interesadas en exaltarlo; y ya en el siglo XX es el propio Estado -a través de sus instituciones como la Academia Nacional de la Historia, la Sociedad Bolivariana o los gobiernos regionales- el que lleva a cabo las conmemoraciones exaltadoras y publica textos en sus colecciones.

—Y desde el punto de vista de los historiadores, ¿cómo lo han tratado?

—Como lo señalamos en paralelo a esas conmemoraciones, también se produjo un conocimiento desigual. Se van a redactar un conjunto de trabajos de carácter histórico, casi todos biográficos, que permiten estudiar al personaje y su accionar en la guerra, únicamente. Entre esas obras pioneras está la breve referencia que se incluye en Biografías de Hombres Notables de Hispanoamérica que Ramón Azpurúa publicó en 1877. Por aquellos años también están los trabajos que realizó el cronista de Barcelona, Miguel José Romero. Ya para el siglo XX, creo que conoces el libro de Esteban Chalbaud Cardona, que prologó José Rafael Pocaterra en 1941. Luego, en 1961 se edita el trabajo más importante que se ha hecho sobre su figura, el de Fabio Lozano y Lozano, historiador colombiano, miembro de la Academia Nacional de la Historia de Colombia, que hizo un amplio abordaje documental. Posteriormente, hay otros trabajos, el del politólogo y militar Fernando Falcón es una brevísima biografía, publicada por la editorial Panapo en 1997.

En este siglo se publicaron los trabajos de los egresados de historia de la Universidad de Los Andes (ULA) y Universidad Central de Venezuela (UCV), Leonardo Rodríguez Castillo y Marco Delgado Rodríguez, respectivamente. Aunque siguen siendo médicos, militares, y cronistas los que sobresalen en el total de estudios sobre el individuo. Escasas han sido las innovaciones temáticas sobre Anzoátegui, la generalidad de las obras producidas se ha realizado con el fin de sustentar su memoria pretendiendo el reforzamiento de su culto heroico.

La construcción heroica de un personaje no se limita única y exclusivamente a la producción historiográfica. Insisto, se construyen a partir de las acciones de las sociedades de culto, la estatuaria conmemorativa y las pinturas. En Barcelona todo lleva el apellido Anzoátegui, hay un aeropuerto que lleva su apellido, también calles, avenidas, liceos, universidades, hasta un internado judicial y una planta termoeléctrica. Los días 14 y 15 de noviembre, fechas de nacimiento y muerte del prócer, son festivos y de celebraciones patrias dentro del calendario cívico de los barceloneses.

—El chavismo ha profesado un culto a los héroes militares de la independencia. ¿Ellos se han encargado de estudiar la figura de Anzoátegui? ¿La han utilizado dentro de ese nuevo panteón de héroes?

—Te explico varias cosas: creo que el proceso denominado como Revolución Bolivariana, del gobierno actual, no ha creado nada novedoso con el culto a los héroes. Sigue una tradición implantada de los siglos XIX y XX. Podríamos decir que el culto a los héroes es una política de memoria del Estado venezolano, tanto de los gobiernos de derecha como de izquierda. Los socialcristianos, los socialdemócratas y los socialistas han utilizado a los héroes con un fin político partidista, se trata de los usos políticos del pasado una constante en la historia venezolana. Nosotros, por supuesto, lo observamos más claramente porque estamos viviendo este momento histórico, pero si tú te remites a las celebraciones que realizó Rafael Caldera con respecto al sesquicentenario de la batalla de Carabobo en 1971, que fueron apoteósicas, en su discurso en el campo de Carabobo utilizó la figura del Libertador para fomentar su política de pacificación y de desmovilización de los frentes guerrilleros.

Igual sucedió en 1989 cuando Carlos Andrés Pérez organizó las actividades de la celebración del bicentenario del natalicio de José Antonio Anzoátegui en Barcelona. Ese caso, por cierto, es particular pues se produce en el año del Caracazo, además porque el gobierno colombiano donó una réplica de la espada de Anzoátegui, que había adquirido en los años 30 del siglo XX. Y aunque esa espada iba a quedar en la ciudad de Barcelona, posteriormente decidieron que se ubicaría en un museo de Caracas. La cuestión es que, hasta el día de hoy, esa espada está desaparecida, no se sabe dónde está ni quién la tiene.

—¿Se robaron la espada?

—Hasta donde yo he investigado, nunca los militares de Barcelona, entre 1989 y 1990, entregaron la espada a las autoridades nacionales. Entrevisté a cronistas, y nadie da información al respecto de dónde está la espada. Pero lo otro que sí te quiero comentar, para ampliar tu pregunta anterior, es que el Estado venezolano, desde el año 2015 nombró una comisión presidencial para determinar las causas de la muerte de José Antonio Anzoátegui y ubicar sus restos mortales. Porque esa es otra polémica en torno al héroe: hay una discusión sobre las causas de la muerte de Anzoátegui. Cada una de las biografías ofrecen una cantidad importante de supuestas causas de su muerte. Lo que hemos documentado en las fuentes de la época, sabemos es que él repentinamente empezó a sentirse mal el 14 de noviembre de 1819, día de su cumpleaños número 30, luego se desmayó y murió al siguiente día, 15 de noviembre.

Ese hecho ha generado una multitud de supuestas causas del fallecimiento, que van desde el envenenamiento hasta un crimen pasional. Todo ello está documentado en el capítulo 14 del libro. También hay un texto que es fundamental pero poco conocido en Venezuela, escrito por el médico y cronista cucuteño Alirio Sánchez Mendoza y publicado en 1992 y titulado: José Antonio Anzoátegui, la muerte del héroe: «Una historia clínica un poco ortodoxa». El autor, que va estudiando y descartando cada una de las posibles causas, llega a una conclusión importante: Anzoátegui murió de un accidente cerebrovascular.

—¿Y fue así realmente?

—A nosotros nos resulta imposible confirmarlo, porque Anzoátegui murió en Pamplona, Colombia. Fue enterrado en la Iglesia Nuestra Señora de las Nieves y su cuerpo desapareció en 1875 por un terremoto que tumbó la edificación. Desde el siglo XIX existió interés de los gobiernos venezolanos por recuperar sus restos. Antonio Guzmán Blanco y Joaquín Crespo plantearon llevarlos al Panteón Nacional, pero no se pudo. También Juan Vicente Gómez. No obstante, el gobierno de Nicolás Maduro designó esta comisión para ubicarlos y determinar las causas de muerte.

Dos años antes, en el 2013, Marco Delgado Rodríguez, cronista de Barcelona, dirigió una investigación y confirmó que los restos de Anzoátegui están desaparecidos. Pero respondiendo a tu pregunta: sí ha habido un interés del gobierno actual por visibilizar a esos otros héroes de la independencia, el Centro Nacional de Historia publicó un libro homenaje en el bicentenario de su fallecimiento en el 2019, Valor, dedicación, lealtad: Una semblanza del General José Antonio Anzoátegui a doscientos años de su fallecimiento (1819-2019). En el caso particular de Anzoátegui no hay mayores dificultades para su exaltación porque el prócer oriental no tuvo ningún enfrentamiento con Bolívar, quien fuera su figura tutelar, como sí lo tuvo con José Antonio Páez. Anzoátegui va a ser de los más fieles militares a Bolívar, va a ser justamente uno de los importantes dirigentes de la Guardia de Honor del Libertador. y eso es crucial en la construcción de héroes venezolanos: además de las sociedades de culto, de la estatuaria conmemorativa, de las pinturas que se han realizado sobre los personajes y de todo lo demás que lo recuerda en la memoria colectiva, la relación con Simón Bolívar en el proceso de guerra de independencia es fundamental, él es el héroe principal del procerato nacional.

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