Salud

Fakes científicos: Whatsapp es el medio favorito para difundirlos

Según reseña Diario Médico, WhatsApp fue la plataforma más utilizada para la difusión de estas desinformaciones (24,77%), seguida por Twitter (11.93%) y Facebook (8,26%)

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Ilustración: Daniel Hernández

La fórmula es repetida: por Whatsapp llega una (des)información médica, a veces citando a un médico de un laboratorio u hospital de otro país, que nadie se ocupa de comprobar si la filiación existe y mucho menos de contrastar los datos con otras publicaciones. Esta práctica de difundir fakes científicos se hizo más frecuente en pandemia y, gracias a ella, por ejemplo, se hizo popular ingerir hidroxicloroquina o hacer enjuagues de cloro y fueron las delicias de los antivacunas.

Una investigación española multidisciplinaria detectó que, aunque los fakes o bulos se difunden por todas las redes sociales, son más frecuentes en Whatsapp, quizás por la facilidad e inmediatez para llegar a mucha gente a través de los chats grupales. Y esta facilidad de transmisión, casi tan virulenta como el propio Sars-CoV-2 fue una aliada para que el covid-19 ganara fuerza en los primeros meses.

Los investigadores que participaron son de la Universidad de Navarra y los dirigió Ramón Salaverría, catedrático de Periodismo. El estudio fue publicado en la revista Plos One y reseñado, posteriormente, por Soledad Valle del portal especializado Diario Médico.

Según reseña Diario Médico, WhatsApp fue la plataforma más utilizada para la difusión de estas desinformaciones (24,77%), seguida por Twitter (11.93%) y Facebook (8,26%). Y de manera concluyente y general fueron las plataformas de mensajería y redes sociales las principales vías de difusión y alcance de estas mentiras.

Los investigadores detectaron 533 fakes durante los primeros tres meses después de declararse la cuarentena (en España el 14 de marzo y en Venezuela un día antes), más de la mitad de ellos en el primer mes. Y los más frecuentes estaban relacionados con ciencia, salud y tratamientos.

Con fuentes… falsas

Quien redacta el bulo sabe cómo hacerlo que parezca creíble. Uno de los procedimientos más usados, según explica Salaverría a Diario Médico, es «atribuir el origen de un supuesto descubrimiento científico para contrarrestar el virus en un centro de investigación extranjero».

Había una fuente, claro, siempre en el extranjero y preferiblemente en un idioma ajeno al del país donde se difundía el bulo. A veces ni el médico existía. En otras ocasiones sacaban el nombre del directorio. Y sabían que nadie iba a tratar de contactar a la institución o al científico que mencionaban.

«El alejamiento de la fuente especializada causaba que, cuando uno leía la noticia, tenía la sensación de que esto procedía de un centro de investigación del que uno se podía fiar», expresa.

Explica Diario Médico que la investigación también puso de manifiesto que las fuentes de estas desinformaciones eran reales. Estaba identificada en el 41,7% de los bulos estudiados, frente al 30% de los que tenían un origen anónimo. En el 24% se había falsificado la fuente y en el 4,2% era ficticia.

Para leer el trabajo completo se puede hacer clic aquí.

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