Venezuela

ENTREVISTA | Guaidó: "La intervención no es invocar un artículo solamente"

El 23 de enero del 2019 Juan Guaidó firmaba con tinta indeleble su paso por la historia de Venezuela. Nueve meses después, el inquilino de Miraflores sigue siendo Maduro, mientras él se sienta en la silla del presidente interino, muy lejos del palacio presidencial

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FOTOGRAFÍA: BETANIA IBARRA

Mucho tiempo ha pasado desde que el joven Guaidó pasó por la tienda Compu Mall para pagar sus estudios. Guaidó es un sobreviviente más de la era chavista. Guaidó además sobrevivió a la peor catástrofe natural de la Venezuela reciente, el deslave de Vargas. Ahora, con un reconocimiento internacional por haber tomado las riendas de un país que cae por el despeñadero, tiene que sobrevivir a muchos factores, los ataques de Nicolás Maduro, la presión de su pueblo y a las consecuencias de sus decisiones, por lo que debe pensar todo con detenimiento para decir «lo logré», y eso es el llamado cese de la usurpación.

Son las 5:15 de la tarde en el este de Caracas, el cielo ha comenzado a despejarse después de un fuerte aguacero y los rayos de sol se filtran a través de un enorme ventanal con persianas, los ases iluminan perfectamente unas palabras en la pared «Despacho de la Presidencia de la República Bolivariana de Venezuela», acompañada del escudo de la nación.

En la estancia hay dos sillas muy próximas entre si y de un pasillo sale él, alto, con aplomo, vestido con un impecable traje azul con su habitual prendedor en la solapa, es el escudo patrio. Se sienta y cruza las piernas, se le ve cómodo mientras está inclinado ligeramente hacia un lado, preparado para responder cualquier pregunta.

Desde el día uno su misión siempre ha sido concretar el cese de la usurpación, lograr un gobierno de transición y efectuar elecciones libres, pero se le ha dificultado la tarea. A pesar de los altibajos se siente orgulloso de sus logros. «Para 2018 nadie daba un medio por nadie en la oposición pero luego de tres semanas recuperamos el respaldo internacional, unir a los dirigentes y devolverle la esperanza al pueblo».

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En un principio Guaidó tenía un plan de trabajo de tres meses y este se extendió, lo que ha generado una gran expectativa en torno al cambio, pero ese cambio no le ha sido fácil de efectuar y esa es la parte catastrófica, porque el régimen sigue ahí. No obstante, resalta que sus rivales están débiles en todos los sentidos y enfrentándose a un deseo de cambio.

El líder político en su balance señala que «nosotros debemos solucionar la crisis y esos problemas no se resuelven en el día a día; recuperar la dignidad, la normalidad, el abrazo en familia. Si me preguntas en qué situación estamos te digo que hemos logrado capacidades que aún están en construcción, que hemos visibilizado un Plan País, incluso la certeza que podamos manejar la transición a un nuevo gobierno para recuperar Venezuela».

¿Cuándo es el cese?

Pero esa certeza ha pintado una interrogante en el lienzo político, social y económico del país: ¿cuándo?

Eso es lo que todos preguntan a Guaidó. En su más reciente viaje a Valencia, en el centro norte del país, sus seguidores corearon «Hallacas sin Maduro, hallacas sin Maduro», en un inequívoco mensaje al líder opositor de claridad.

Ahora Guaidó se sincera y dice que «para empezar queremos hallacas, y con Maduro eso no es posible, con él no hay certezas no puede haber un plato navideño con él en el poder»; sin embargo, al no da fechas la incertidumbre toma más fuerza, sumergiendo a la ciudadanía en una agonía.

La fecha que hasta los momentos tiene más clara el nuevo líder del partido Voluntad Popular es la del 16 de noviembre, cuando los ciudadanos volverán a la calle. Para esta fecha los ojos del mundo y de sus contrincantes estarán puestos sobré él y sobre el evento, por lo que el futuro político está en juego, debido a la promesa de una gran convocatoria. Esta nueva invitación puede ser un impulso para Guaidó, quien, según expertos en política como Luis Salamanca, se encuentra en un estado de detención, a la espera de nuevos movimientos.

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En ese evento Guaidó planea seguir tratando de inyectar certezas en su público y para él todo pasa por recordarles «que somos mayoría, que queremos cambio, que tenemos la capacidad de movilización y debemos seguir en esa vía». Estas certezas se han transformado en un reto para Guaidó, por lo difícil que se le ha hecho comunicarlas. Así lo plantea. Pero el presidente encargado sonríe porque asegura que ya derrotó al gobierno. «Lo derrotamos porque sobrevivimos, porque no pudieron callarnos y por eso podemos ganar, pero mira cómo lo digo, aún no lo hemos logrado, porque mientras haya venezolanos sufriendo no cantaremos victoria».

Esas certezas no son suficientes para una parte de la población; de hecho, el presidente de la encuestadora Datanalisis, Luis Vicente León, afirmó que de enero a octubre la popularidad del interino había pasado de 63% a 40%, lo cual no le quita su puesto como el líder de la oposición, pero deja entrever como el descontento y la decepción atentan contra su liderazgo y capacidad de convocatoria. Incluso, las redes sociales se han vuelto una vía muy útil para que la ciudadanía descargue sus frustraciones contra Guaidó. Ante esto, el presidente explica que cuando revisa las tendencias se encuentra con muchos temas negativos que lo salpican, que para él son inorgánicos porque tienen una intervención por parte del gobierno, el cual trata de inflar esas tendencias, es lo que llama microclimas de opinión, pero eso no le quita el sueño porque está dispuesto a escuchar las críticas que lo ayuden a alcanzar la resolución del conflicto venezolano.

El descontento es su enemigo

Lo que dicen las encuestas sobre el apoyo tampoco le parece representativo, sabe que para el 4 o el 10 de enero no tenía el apoyo actual. «Ahora tengo 400% más». Está consciente de la decepción popular y la justifica, porque hay una expectativa de cambio inmediato y deseo de esta transición. Las expectativas siempre estarán ahí, según Guaidó, pero el deseo no puede desaparecer; por tal motivo afirma que también hay encuestas que dicen que 80% de los venezolanos quiere protestar. Así que traduce este dato como una señal inequívoca de no resignación, una señal que interpreta como un llamado de acción.

El presidente interino destaca que las protestas continúan y que se han sectorizado (maestros, enfermeros y estudiantes), pero los expertos siguen aficándose en el distanciamiento de la población de sus convocatorias, por tal motivo Guaidó afirma que desearía hablar directamente con la gente y tener más cobertura en los medios masivos para explicar en dos minutos cuál es la convocatoria.

La falta de resultados no es la única razón de ese distanciamiento, sino el miedo, en el miedo se enfoca Guaidó porque sabe que la ciudadanía no quiere terminar entre las más de 18 mil ejecuciones extrajudiciales cometidas por cuerpos policiales del chavismo en tres años, según la ONG Human Right Watch.

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Guaidó, desde aquella silla que no es ni remotamente parecida a la presidencial, acomoda una bonita corbata azul con motivos fucsia de la casa de moda Carolina Herrera. Su estilo está muy bien definido para el público, siempre tiene la imagen de ejecutivo, un buen traje, zapatos relucientes un cabello cada vez más canoso y bien corto. No usa guayaberas, camisas de colores, ni trajes militares, aunque en algunos momentos se relaja, siempre prefiere decantarse por la imagen de un civil en la presidencia.

Los expertos en ciencias políticas han sido severos en sus análisis. Daniel Varnagy es uno de ellos y afirma que Juan Guaidó ha generado falsas promesas que merman el espíritu y principalmente las esperanzas. El líder no entiende de dónde sacan esa frase porque bastantes lugares ha recorrido el hombre de 36 años nacido el mismo día que Hugo Chávez Frías.

«Yo te puedo hablar de gente en Mañonga en la carretera vieja Caracas La Guaira, en Petare, pero a pesar de la crisis, del acoso del FAES la gente sigue y continúa apoyando«.

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Guaidó le dice a los venezolanos que van a vencer, que con la implementación de los tres puntos ganarán mucho, pero que desde su perspectiva falta mucho para lograrlo. «Más presión ciudadana, presión internacional y elegir a un nuevo presidente que nos ayude a hacer avanzar el país», señala.

Las opciones siguen sobre la mesa

Guaidó se limita a decir que el cese de la usurpación es «lo más pronto posible», ese tiempo relativo es igual que el de su permanencia en el poder. Decir que a principio de año no habrá más Maduro es cuchillo para su garganta, por eso afirma que permanecerá en la presidencia interina hasta que se concrete el cese, pero si el cese ocurre en cuatro años parecería que Guaidó se  quedará en el poder alterno, eternamente. «Mi rol es procurar esa elección en el menor tiempo posible. Si no se logra estaríamos en medio de una catástrofe humanitaria y deberemos trascender entonces la lucha. Estamos agotando todas las vías».

La vía más polémica es la intervención de fuerzas extranjeras, una que muchos venezolanos ansían porque la ven como drástica y rápida. Guaidó, en cambio, no lo ve así. «La intervención es como los famosos memes de expectativas y realidad. No es que todo va a cambiar de un día para el otro; renovamos las Fuerzas Armadas, el sistema judicial, tenemos una elección a la semana. No funciona de esa manera, invocar un artículo de la Constitución o una acción apegado solamente a nuestro deseo inmediato de ya, de hoy, no siempre es la solución, y eso yo lo advertía.  Soy el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas como lo es (Donald) Trump en Estados Unidos, (Iván) Duque en Colombia y Jair Bolsonaro en Brasil, pero en gran medida esa decisión depende de cada uno de estos países. Hay que ver cuál es la mejor decisión, porque hay que destacar un tema de gobernabilidad para lograr un algo tan importante como la felicidad.

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El presidente interino se mantiene constantemente sujeto a los brazos de la silla, toca el cuero de los apostaderos y se toca los dedos con inquietud. E

n su mano izquierda lleva algunas pulseras de Venezuela que relajan su estilo, acorde con la sonrisa que cada tantos minutos regala para mostrar cercanía y recordarle a todos sus seguidores y al país entero, que son los venezolanos quienes deben hacerse cargo de los problemas a pesar del apoyo.

Cuando le toca analizar las revueltas en América Latina y el cambio de dirección de derecha a izquierda destaca que todos son países con Estado de derecho en donde se han visto los intereses de los actores para resolver conflictos aplicando medidas lógicas, mientras que en el caso de Argentina observará la transferencia de mando que se dará en dos meses y en donde los líderes aceptaron los resultados.

El joven líder que se ha transformado en un icono para la democracia venezolana no es alguien inalcanzable, es afable, cercano y no presume estar por encima de los demás. A Guaidó le gusta el Nestea de limón y ve Juego de Tronos en la comodidad de su hogar, aunque en un principio duda al afirmar que su personaje preferido es Jon Snow, el valiente bastardo que terminó por cerrar el círculo de discordias que rodeaban a ese reino ficticio sumido en dictaduras y gobiernos despóticos. Sin embargo, no se ve reflejado en ese líder: «no me considero Jon Snow. Soy un servidor público y mi interés es servir al país. En esta oportunidad me tocó ser presidente encargado por diferentes razones entre esas mi trayectoria. Mi gran intención no es ser presidente si no encontrar a un país feliz para poder cumplir nuestras metas, como trascender, lograr pasos importantes y si cada uno pone de su parte todo será posible».

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Guaidó admira de Jon Snow que haya sobrevivido a los baños de sangre, a las persecuciones y en cuanto a Venezuela, así como en Poniente, está muy claro que el invierno llegó, pero que la primavera está más cerca y para ese momento garantiza que la próxima entrevista será desde Miraflores. No lo dice, pero de ser así ya sería presidente de la República, mientras tanto el joven de La Guaira debe tomar muy buenas decisiones para que no le pase como en sus inicios cuando decidió invertir en pancartas propagandistas y no en el seguro de su carro que le robaron a los tres meses. En el caso de Venezuela no puede errar, porque de hacerlo le robarían al país los vestigios de libertad, de esperanza y a él, el prestigio ganado en meses.

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