Venezuela

En el reto de Santa Teresa, la sociedad civil le saca el pecho a la crisis

En la mención social, el proyecto ganador fue Lata de Agua que busca suministrar agua a comunidades sin acceso estable. Y en la mención negocio, V2 Aventuras, que quiere promover el turismo en Margarita por medio de paseos. En los segundos lugares, Espacio Educa (social) y Bioz’tronics (negocio) lograron hacer suyas las becas académicas

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Cuando Ron Santa Teresa anunció la convocatoria para la segunda edición del Reto Saca El Pecho, una competencia que busca premiar emprendimientos sociales y comerciales de venezolanos que se alzan sobre el huracán de adversidades que es el país, las propuestas reventaron como un aguacero: 1606, desde Venezuela cómo de su diáspora.

Estas, posteriormente, fueron reducidas a 240 propuestas candidatas. Y estas, a su vez, en catorce finalistas. Así, el jurado –compuesto por personalidades cómo Alberto Vollmer, CEO de Santa Teresa; Ligia Velásquez, directora de Comunicaciones de Ubii Pagos; Claudia Valladares, directora de Impact Hub Caracas; Carolina Fuentes, fundadora de Ávila Burger; Andrés Chumaceiro, director de negocios y marca de Santa Teresa, entre varios otros– evaluó el manejo de marca, el modelo de negocio y la sustentabilidad económica de cada uno de los proyectos para premiar con $7000 dólares a los ganadores en dos menciones: “social” y “negocio”.

Los proyectos que quedaron de segundo lugar, también en las dos menciones, recibieron unas becas en emprendimiento del IESA. Los ganadores se dieron a conocer tras una transmisión por Venevisión, animada por el comediante Manuel Silva en franela negra y la locutora Natalia Moretti con un blazer rojo de lentejuelas –los colores del reconocido ron aragüeño– y en la cual el jurado hizo preguntas a los participantes cual Miss Venezuela (es Venevisión, ¿no?).

En la mención social, el proyecto ganador fue Lata de Agua que busca suministrar agua a comunidades sin acceso estable. Y en la mención negocio, V2 Aventuras, un proyecto que busca promover el turismo en Margarita por medio de paseos, se llevó la corona. En los segundos lugares, los proyectos Espacio Educa (social) y Bioz’tronics (negocio) lograron hacer suyas las becas académicas.

Lata de Agua y V2 Aventuras ganaron el Reto Saca El Pecho de Santa Teresa

Pensar en la cantidad de participantes iniciales, en una convocatoria que apenas lleva dos ediciones, revela un ángulo diferente –quizás oculto, quizás esperanzador– del panorama nacional.

Detrás de la erosión de una crisis que ha oxidado hasta los huesos, y en una distorsión psicodélica dónde sólo parecen prosperar bodegones y propuestas gastronómicas en zonas rosas, el reto revela una sociedad civil que no ha tirado la batalla: que no es meramente una masa pasiva, consumista y desmoralizada, tratada cómo la esposa sumisa y maltratada de la clase política, sino una serie de entes y actores autónomos que revitalizan con sus incendios creativos y su energía en mil colores y que son activos, espabilados y hasta heroicos. Gente que busca, por medio de la innovación y el dinamismo dentro de la resiliencia, sacudir la mugre y cortar las lianas negras e impenetrables en los que parecen haberse convertido los problemas del país.

El acceso al agua, protagonista de ideas

Basta con ver al proyecto ganador de la mención social, Lata de Agua. Creado por el arquitecto Laurencio Sánchez, de la mano de un equipo de mujeres, el proyecto consiste en un modelo descentralizado de suministro de agua no-potable pero apta para otros usos domésticos: se instala en un techo (lo cual implica un régimen de mantenimiento para el dueño de la vivienda, que implica barrer los canales y mantener limpio el techo) para que capture agua de lluvia. Luego, pasa por un sistema de filtración que elimina sedimentos con partículas nocivas y finalmente es desinfectada con cloración –incluso con cloro doméstico– en tanques de almacenamiento.

Ha tenido éxito: el proyecto piloto de tinajero doméstico en Petare, que se desarrolló luego que Lata de Agua ganase el premio PISCCA auspiciado por la embajada de Francia, ha beneficiado 1600 vecinos del barrio. Incluyendo 450 niños, pues beneficia dos escuelas y un ambulatorio. “Es más y mejor agua para todos”, dice Sánchez.

De hecho, en un país dónde la ONU alerta que 25% de los hogares no tienen acceso estable al agua potable, no sorprende que otro de los proyectos finalistas también trate el acceso al agua. Desde hace cinco años AguaViva, de la mano de su gerente Gustavo González, ha instalado máquinas automatizadas con un sistema de once filtros en supermercados caraqueños para llenar con agua los clásicos botellones azules transportados por camiones.

El proyecto espera pronto producir sus primeras máquinas hechas en Venezuela, pues hasta ahora son importadas, y franquiciarlas para “incorporar emprendedores”, explica González.

Proyectos agrícolas ganadores

Y en un país con déficit comercial debido a la inundación de productos brillantes del exterior y una industria nacional convertida en polvo, pero que cada vez cruje más su cuerpo fosilizado para abrirse al exterior, las propuestas de producción agrícola también brillaron desde los extremos del país.

Por un lado, desde los pueblos tachirense de El Cobre y Mesa de Aura, la distribuidora El Portachuelo ofrece un proyecto de cultivo protegido en un ambiente controlado.

“Venimos del campo, de un mismo pueblo”, dice Jojan Sánchez del proyecto, antes de explicar cómo la producción con agroquímicos ha cambiado la vida del páramo tachirense y ha resultado en un despegue del cáncer gástrico en su gente. Así, buscando retornar a una siembra orgánica que apoye al campesino andino en su “desventaja tremenda”, ofrece una nueva producción en invernaderos protegida por controladores biológicos: hongos benéficos, como el Beauveria que se “inocula” en organismos como los mosquitos y las termitas hasta matarlos o el Trichoderma que actúa contra hongos dañinos que podrían afectar las plantas, y unas pequeñas avispas conocidas como “tutas” que son liberadas dentro de los invernaderos y se alimentan de las pestes. El proyecto, que actualmente beneficia al mercado local, espera expandirse a otras ciudades en Mérida, Barinas o a nivel nacional.

Por el otro lado, Yomba Superfoods –fundada por un grupo de economistas e ingenieros químicas y agrónomos en Carúpano, Sucre y presentada por Simón Franco– busca estimular la agricultura de la región en torno a la Laguna de Saca Manteca, en el corazón del estado, y exportar “superalimentos” (alimentos de alta densidad nutricional que tienen altos beneficios para la salud) con la certificación orgánica de Canadá, los Estados Unidos, Japón y la Unión Europea. Estos, directos de la tierra húmeda de Sucre, se conforman por cacao, cúrcuma, moringa y yerbas de infusiones para farmacéuticas.

Pero en Saca el Pecho los alimentos no se reducen a la producción orgánica y la comida súper-saludable: también a atacar la inseguridad alimenticia que agobia a Venezuela, considerada por las Naciones Unidas cómo el cuarto país del mundo más afectado por el hambre.

Nutrición untable

Presentado por Isabel Chávez, el complemento nutricional de cacao Catch Up –desarrollado por un químico, un biólogo y un pediatra– ofrece beneficios para la memoria y atención de los niños como también el aporte calórico diario que estandarizó la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación: 280 calorías (en este caso, en 50 gramos untables).

La idea surgió cuando Chávez estudiaba el cacao hace dos años, llevando a la creación de la fórmula el año pasado con nuez criolla de Barinas. Sin embargo, la escasez de gasolina y la pandemia resultaron en una serie de dificultades que forzaron a cambiar la fórmula con frutos secos, cacao y aguacate. Aunque esperan pronto llevar el producto a lo rural, probarlo por tres meses para confirmar su impacto en la salud, validarlo y ofrecerlo, el producto podría estar en el mercado en un año: con cacao de la Fundación San José de Paria y de productores orgánicos, para evitar efectos agroquímicos en niños.

Tecnología y reciclaje

Y, en tiempos de metaversos y robots vivos que se reproducen, la tecnología no faltó en la puesta en escena. El segundo lugar de la mención “negocio” fue otorgado a Bioz’tronics –de Turmero, estado Aragua– de la mano del joven ingeniero Omar Azuaje: un proyecto de prótesis de brazo que sienten la musculatura y posee un software, hardware e interfaz desarrollados por el equipo aragüeño.

A diferencia de las que se encuentran actualmente en el mercado venezolano, estas serán impresas en 3D (lo cual permitirá reimpresión en caso de daños) en un material ecológico y reciclable. Además, el proyecto promete eventualmente producir entre cinco y siete prótesis al mes. Estas tienen dos tipos de agarre, cierre de puño y cierre de pinza, que es más que el promedio de las prótesis hechas en Latinoamérica. Además, son considerablemente más baratas. “La visión es hacerla más humana, más realista”, explica Azuaje.

Similarmente, respondiendo a la era del teletrabajo y las clases digitales, el proyecto Espacio Educa de Federico Pérez ofrece un aula de educación digital para zonas de bajos recursos: con computadoras, servicios y cursos de habilidades técnicas y demandas por el mercado laboral. Hasta el momento, el primer Espacio Educa –en el Barrio Unión de Petare– beneficia a quince jóvenes.

Petare también fue protagonista del proyecto Recyclers, de la mano de Michelle R. Delgado, un joven vecino del área. Allí, “uno se acostumbra a ver basura en cada esquina”, explica, por lo que decidió crear un proyecto vecinal de reciclaje en el año 2013.

Así, Recyclers ha creado juguetes, ha recolectado tapas plásticas y tarjetas telefónicas para financiar quimioterapias con los ingresos del reciclaje y hasta ha creado un club de reciclaje: “Antes nos veían como unos locos que reciclamos”, dice, “pero ahora nos respetan y nos resguardan”. Ahora, Delgado busca invertir en máquinas de procesamiento.

Por la salud

La medicina tampoco pasó desapercibida en el reto Saca el Pecho. Según la encuesta Encovi, sólo 1 de cada 10 hogares venezolanos tienen acceso a la salud. Por ello, Brigadas Azules –un proyecto consolidado por estudiantes de la UCV, la Metropolitana y la UCAB después de la tragedia de Amuay– se ha convertido en una suerte de lluvia de médicos voluntarios sobre áreas pobres del país. Han atendido cerca de 6400 personas y 51 comunidades en 8 estados y, aunque su equipo fijo se conforma por 20 personas, unos 500 voluntarios han pasado por sus filas.

En 2022, Brigadas Azules planea expandir su operación a dos estados y cuatro comunidades más. Además, buscan ofrecer servicios de salud a empresas.

“Necesitamos lograr sustentabilidad. Crear un programa de responsabilidad social. Ahorita hay muchas empresas que no lo tienen”, dice Katherine Mendoza, directora de desarrollo social.

Similarmente, Mediplus 24 –otro proyecto participante, oriundo del estado Lara– ofrece visitas caseras de médicos recién egresados con práctica en hospitales centinela: una necesidad disparada, y auspiciada, tanto por la pandemia cómo por el colapso de la infraestructura médica del país.

Proyectos movibles

Y sobre las ruedas: dos proyectos más, el proyecto Panabus y el ganador de la mención “negocio” V2 Aventuras. El primero, ofreciendo el autobús de la Fundación Santa en las Calles –la única unidad móvil de asistencia médica en Latinoamérica– que recorre áreas vulnerables de la capital para ofrecer en su interior servicios básicos de aseo personal, peluquería y barbería, comedor y asistencia médica y psicológico.

El segundo, de la mano de Nelson Villarroel, sobre bicicletas eléctricas: un emprendimiento familiar que ofrece, por medio de la sustentabilidad ecológica y el dinamismo de un nuevo tipo de turismo, recorrer las playas y áridos paisajes de Margarita como también sus sitios históricos y su riquísima gastronomía marina. Un recorrido dónde el turista se convierte en aventuro y, quizás, pedalea – cómo todos estos proyectos – hacia el futuro soleado de este país maltrecho.

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