Emprendedores

Instagram se convierte en el gran mercado libre de la Venezuela en crisis

Richard Ujueta, presidente de la Cámara Venezolana de Comercio Electrónico (Cavecom), explica que durante el 2020 hubo un crecimiento del 1.200 % de este fenómeno. Para el 2021, estiman que el incremento pueda ser superior al 2.000 %

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Oreste, Alexandra y Nicolás en 2019 se hicieron la pregunta que todos los jóvenes se hacen en Venezuela: ¿Qué hacemos? Los tres se lanzaron a una apuesta particular: una tienda de galletas que pusieron en marcha a través de Instagram, el bazar predilecto cuando se quiere comprar cualquier cosa en el país.

Si busca ropa, comida, juegos o complementos, el venezolano sabe que debe acudir a una red social en la que, entre refugio y resguardo de futuro, se han reunido los comerciantes de un país donde los negocios electrónicos no paran de crecer como alternativa a la crisis.

¿Cómo solucionar?

«¿Qué hacemos bajo esta situación, nos quedamos o nos vamos?», explica Oreste Sequera que se preguntaron antes de crear su tienda, Noa Cookies. Con este negocio han sorteado todos los obstáculos que les plantea hoy su país, gracias a una red social desde la que ofrecen sus enormes galletas rellenas y sándwiches helados.

«Venezuela es un país de alto riesgo. Entonces, aventurarnos en hacer una inversión de un establecimiento físico presenta más altos riesgos que el comercio electrónico». Como es su caso, al usar Instagram, «abre una oportunidad de disminuirlos», explica acerca de las razones que les impulsaron a acudir a internet.

Sin embargo, subraya que eso no implica que sea fácil porque las dificultades siguen presentes.

El «bajo perfil» de las redes le evita el peligro que denomina «exponerse a la calle», donde «estás visible ante los entes policiales o fiscalizaciones».

«En cambio, al estar trabajando en comercio electrónico, de cierta manera estás oculto bajo el concepto de ‘ghost kitchen’ (cocina fantasma)», explica Sequera.

Además, no deben abordar un asunto tan complejo como los alquileres, caros e inseguros jurídicamente.

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Bajo esa premisa elaboran sus galletas y obtienen «un sueldo decente» que parece imposible en otra ocupación, incluso para un ingeniero de petróleo como él.

Por eso, las ventas a través de las redes, que directamente derivan a un contacto de WhatsApp, no se detienen. En ocasiones, como alternativa de ingresos a un salario que alcanza para poco, y en otras, como un negocio con el que ganarse la vida.

Un crecimiento de 2.000 %

El fenómeno en Instagram no ha parado de crecer. Richard Ujueta, presidente de la Cámara Venezolana de Comercio Electrónico (Cavecom), explica que durante el 2020 hubo un crecimiento del 1.200 %. Para el 2021, estiman que el incremento pueda ser superior al 2.000 %.

«Eso no quiere decir que ha crecido el consumo. Lo que tenemos son más actores y ha habido una masificación debido a la crisis y a la pandemia», subraya Ujueta, para quien Venezuela partía de una premisa de atraso.

Sin embargo, considera que ese crecimiento ha sido «anárquico» y se ha dado dentro de un contexto «muy atípico», pues Venezuela continúa en «una crisis política y económica muy grande con una recesión tremenda».

Las transnacionales «se fueron del país» y han entrado a sustituirlas «actores que eran muy pequeños». Ese factor ha generado «una masificación en la incorporación de cualquier negocio» al comercio electrónico. Esto representa una forma de salvavidas, es decir, otros han nacido para ocupar ese espacio dejado por las grandes empresas.

Sin embargo, Ujueta detalla que los vendedores viven una situación muy compleja: «El principal perdedor es el Estado. Está dejando de percibir unos cuantos millones de dólares a nivel de impuestos porque las operaciones se están haciendo anárquicamente».

«La gente compra un producto y paga en Zelle (plataforma de pago electrónico de la banca estadounidense). No lo paga a una empresa, sino a una persona natural. No se entregan facturas porque no hay control de facturas como es debido», explica.

Además, agrega que «constituir una empresa es un viacrucis». También que en el país las complicaciones del pago han llevado a la dolarización transaccional y la inexistencia de facturas electrónicas, lo que empuja a los pequeños comerciantes que usan Instagram u otras redes «a evadir (impuestos)».

Cavecom ha advertido que el mercado venezolano ahora es importante, así que, tras sustituir los pequeños vendedores a las transnacionales, las grandes empresas «del mercado electrónico están peleando a cuchillo» por encontrar su hueco en este sector «que es incipiente y tiene una previsión de crecimiento importante».

Un nacimiento convencional

Lejos de esos grandes actores está Noa Cookies, la empresa de los tres jóvenes, un negocio pequeño que comenzó de un modo no muy diferente a uno físico: «Lo primero es que quieres desarrollar una marca».

Sequera vuelve a tomar la palabra para explicar que tuvieron «que invertir en el desarrollo de un logo, de una identidad». También contrataron a un «community manager» para comenzar a crecer en Instagram.

Instagram

Ahora mismo, el efecto a ese primer estímulo son las empresas de reparto. El pitido de la máquina que les avisa que tienen un nuevo pedido inunda la pequeña oficina de Caracas, en la que conviven horno, cocina y despacho, y los activa para ponerse en marcha.

Mientras tanto, uno de ellos está siempre pendiente del WhatsApp, gestionando los nuevos encargos y, cada cierto tiempo, levanta la cabeza y avisa. «Nuevo pedido».

Dos palabras que suenan como respuesta a la pregunta que se hicieron los tres -«¿qué hacemos?»- y que, a través de ese gran mercado abierto por las redes sociales le ha dado una oportunidad al deseo que expresa Sequera: «Yo me quiero quedar».

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