Cultura

El rock venezolano se cuenta a sí mismo

Los "Instagram Live" organizados durante la cuarentena por el Salón de la Fama del Rock en Venezuela propician una lúcida revisión sobre la historia de este género musical en el país. Integrantes de agrupaciones esenciales en las últimas décadas y estudiosos del tema han tomado la palabra en esta emotiva tarima virtual.

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La pandemia del coronavirus ha traído consigo muerte, dolor y desasosiego. Sin embargo, también ha producido algunos efectos colaterales positivos que, quizás, no hubiésemos tenido la suerte de disfrutar de no haber sido por el inefable microbio.

Tal ha sido el caso de los Instagram Live que se han venido realizando desde el Salón de la Fama del Rock en Venezuela, una asociación civil que -no por casualidad- funciona desde la ciudad de Barquisimeto, considerada -desde siempre- la capital musical del país.

Los organizadores aprovecharon la oportunidad que les brindó la cuarentena para reunir a varios de los personajes más icónicos del rock venezolano, quienes son entrevistados por Luis Sabas, un joven locutor y productor musical a quien le corresponde conducir el espacio.

Historias, nostalgia y buena vibra

Sin mayores formalidades, ni grandes despliegues en la producción, la espontaneidad es la gran protagonista del programa. Gracias a ella, se logra crear una atmósfera ideal para que el live se convierta, rápidamente, en una conversación inteligente y amena.

Los invitados no tardan en entrar en confianza y comienzan a relatar sus vivencias dentro del mundo del rock nacional, sumergiendo a los oyentes en una conversación cargada de excelentes historias, mucha nostalgia, buena vibra y, desde luego, gratos recuerdos.

Primero le tocó el turno a Zapato 3, sin duda, una de las bandas más importantes de la escena nacional. Luego desfilaron Aditus y Sentimiento Muerto, cuyos integrantes también aportaron increíbles anécdotas que nos permitieron revivir aquel país feliz que alguna vez tuvimos y que hoy se nos ha extraviado.

años 90 en Venezuela

Ojalá se siga convocando a más bandas y personalidades del mundo del rock venezolano, sin importar la generación, el tiempo, tipo o movimiento al cual pertenezca o haya pertenecido, porque en la tarima de la nueva Venezuela que está por venir tendrán que caber todos.

Lo digo porque si algo -creo- le ha faltado al rock nacional (por no decir a todo el país) ha sido, precisamente, tener un sentido un poco más unitario en torno a esta movida musical. Y si existe alguna cosa que podría ayudarnos ahora a recuperar nuestro sentido de pertenencia, sería, precisamente, tener una actitud lo más abierta posible para aglutinar -en un solo rock nacional- a la mayor cantidad de tendencias posibles, más allá de la natural competencia que se da siempre entre las diferentes generaciones, estilos, bandas, disqueras y medios de comunicación.

Un género con historia patria

En ese sentido, ha habido algunos esfuerzos interesantes a través de los cuales se ha intentado mostrar al rock venezolano como un solo y único género musical, aunque con diferentes estilos y etapas evolutivas a lo largo de su historia.

Tal ha sido el caso del profesor Félix Allueva, presidente de la Fundación Nuevas Bandas y estudioso de la historia del rock en Venezuela, quien ha elaborado rigurosos textos y escritos sobre el tema, siendo el más reciente de ellos su libro, con sello académico de la Universidad Metropolitana: “Rock Vzla 1959 –2019”.

Atrás deben quedar, entonces, episodios tan absurdos como aquel que -a principios de los 80- protagonizaron Resistencia y Arkángel (dos de las bandas más importantes de nuestro heavy metal), cuando se le propuso al país una dicotomía entre el “rock nacional” y el “rock venezolano”.

Claro que no son pocas las veces que, en plena entrevista, se cae el internet o se interrumpe el servicio eléctrico en Barquisimeto. Allí es cuando los oyentes despertamos abruptamente de un sueño en el que nos hallamos sumergidos y recordamos que la Venezuela de hoy dista mucho de la que se nos retrata en cada uno de los relatos.

Pero eso, lejos de afectar las entrevistas, las impregna de un enorme sentido de la realidad y evita que nos quedemos atrapados en nuestros propios recuerdos y nostalgias.

Por eso, cuando la pantalla del Instagram se congela, los que estamos en el exilio permanecemos inmóviles frente a nuestros celulares, esperando el tiempo que sea necesario para que regrese la señal desde Venezuela y se reanude la entrevista.

Conexión emocional

Pero la escena no puede ser más conmovedora, porque las personas permanecen conectadas y hacen comentarios por el chat, mientras el entrevistador busca la manera de recuperar la señal. Nadie se mueve, ni pierde el entusiasmo hasta que, finalmente, prosigue el diálogo.

Es así como, contra todo pronóstico, la conversación se termina llevando a cabo y llega a un feliz término, no sin antes dejar una inquietud en el ambiente: cómo es posible que el movimiento roquero siga tan vigente en el país, a pesar de las innumerables dificultades por las que atravesamos.

El hecho no deja de ser curioso, porque en Venezuela el rock nacional nunca dejó de ser una rareza, tal y como lo comentaba “Wincho” Schafer (ex Sentimiento Muerto) en uno de los live.

Con perfil propio

En efecto, nuestras primeras bandas de rock apenas se limitaron a interpretar covers de los Beatles traducidos al español, en medio de la Beatlemanía que inundó al mundo en los años 60.

Y aún después de la aparición de los primeros grupos -con sello venezolano- de rock progresivo o heavy metal en los 70, o los del post punk en los 80, las bandas continuaron siendo muy locales y criollas, como lo han seguido siendo también las que existen hasta nuestros días.

años 80

De hecho, para nadie es un secreto que aún hoy sigue siendo muy difícil para cualquier banda de rock en español -incluidas las venezolanas- alcanzar éxito y fama mundial, salvo contadas excepciones como la de Soda Stereo, que logró demostrarle al mundo cuán lejos podía llegar el rock en nuestro idioma.

Soda fue la primera banda latinoamericana en realizar una gira por toda la región, así como la que logró presentarse en Estados Unidos como único grupo del evento o vender más de un millón de entradas en su última gira “Me verás volver”, en 2007, en la que sus integrantes se habían reagrupado 10 años después de la disolución de la banda.

En Venezuela, por cierto, ese concierto logró reunir a casi 50.000 espectadores, dejándosele claro al mundo que no solo el rock anglosajón ha tenido espacio en nuestro territorio.

Además, el ex grupo argentino fue recientemente reconocido por el Cirque du Soleil, cuando, en 2017, esta organización de fama mundial le dedicó un espectáculo especial a la banda, denominado “Séptimo Día”, lo que le permitió a Soda entrar en un selecto grupo donde solo estaban Los Beatles y Michel Jackson.

Diáspora y arraigo

Pero no todas las bandas latinoamericanas corren con la misma suerte del mítico grupo argentino. Soda continúa siendo una excepción a la regla, aunque también un estímulo indiscutible para las nuevas bandas de nuestro país.

Sin embargo, en Venezuela la situación es todavía más complicada, no solo porque es -hoy- un país en ruinas, del que muchos músicos se han visto en la obligación de emigrar a otras latitudes, sino porque es además la nación de Oscar de León, de la Dimensión Latina, de la Billo´s Caracas Boys y de las gaitas zulianas; una tierra en la que se baila merengue tan bien como en la República Dominicana, gracias al maestro Luís María Frómeta; y en la que se han recibido a personajes como Wilfrido Vargas o Rubén Blades como si fueran otros más de los nuestros.

Somos, así, una nación que está irremediablemente unida al Caribe; a ese país que -como decía Gabriel García Márquez- es de agua y no de tierra. Y de él hemos absorbido y heredado todas nuestras tradiciones y costumbres musicales, incluido el género más reciente: el reggaetón.

ADN versus historia

De manera que el rock no está en nuestro ADN, aunque sí está en nuestra historia el hecho de que, en 1981, la legendaria banda Queen escogió a Venezuela como uno de los cuatro países latinoamericanos para realizar su gira The Game Tour.

Porque a pesar de nuestras raíces caribeñas, hemos sido también un país diverso con gente proveniente de todas partes, como la familia de Vytas Brenner, de origen alemán, que llegó al país en 1949, o la del propio Gerry Weil que, siendo de origen alemán, arribó a Venezuela en 1957, con apenas 17 años.

Vytas Brenner / Foto: Emilio Méndez

Por eso, el rock ha tenido también un espacio entre nosotros y desde los años 70 logró emerger y mantenerse en el país un movimiento “Hecho en Venezuela”, tal cual titulaba el inolvidable disco de Resistencia en 1981.

Sonar y resistir

Hoy, ese movimiento se resiste a morir y lucha contra una crisis de magnitudes colosales, esperando la llegada de mejores tiempos para poder seguir creciendo y demostrarle al mundo lo que es capaz de realizar.

Y eso se debe a la encomiable labor que todavía realizan personas, músicos y asociaciones como el Salón de la Fama del Rock en Venezuela o la Fundación Nuevas Bandas, que siguen resistiendo para que este tiempo oscuro no logre arrebatarnos nuestra identidad histórica y se nos permita resurgir cuando Dios así lo disponga. Aplausos de pie para ellos y ¡gracias totales!

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