Deportes

El concierto del irrespeto

Una de las novedades de las últimas modificaciones en los reglamentos de juego que entraron en vigencia a partir de junio pasado es la de la posibilidad de amonestar con tarjeta amarilla y expulsar con tarjeta roja a los técnicos durante un partido. En el campeonato venezolano, esa ha sido la más notoria de todas las variantes que sufrieron las reglas de juego: es muy raro el partido que termine sin un técnico pintado de amarillo o expulsado.

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FOTOGRAFÍA: CORTESÍA

Y es que uno ve fútbol de otros países y en el de acá la cosa es muy diferente. Si bien el reclamo y las voces altisonantes entre los dueños de los banquillos y los árbitros nunca han faltado en el juego, lo que pasa en los últimos días en el campeonato del FutVE raya en lo absurdo, en lo inaudito, en el más burdo irrespeto.

Ha sido caldo de cultivo todo esto que las transmisiones televisivas desnuden con sus micrófonos de campo la cantidad de improperios que los técnicos dirigen a los árbitros, a los contrarios y hasta a sus mismos jugadores. Esto no es raro, es quizá una (mala) costumbre en el fútbol, pero ahora que cada palabra se escucha en un estadio donde la asistencia de público es habitualmente baja, evidencia el poco respeto que tienen por los jueces y sus decisiones.

Y esto es algo que no es normal. Cuando se habla de fútbol menor, en nuestro país es una constante que muchos técnicos menosprecian el trabajo de los jueces y les sabe a poco lo que los niños puedan aprender con los sapos y culebras que proclaman quienes les dirigen. Así, se llega al profesional y cada dardo que lanzan en el partido al árbitro ahora trae como contraprestación una tarjeta, de cualquiera de los dos colores permitidos.

Esto no debe ser considerado normal. Silvio Rudman, un técnico que apenas supera los diez partidos dirigidos en el país, ya ha sido expulsado dos veces en lo que va de Clausura. “Calláte, Semidey”, se escuchó en el Metropolitanos – Monagas del pasado viernes apenas comenzando el partido, en un trato despectivo con uno de sus mismos jugadores.

Igual pasó el domingo siguiente con el técnico de Mineros, Laydecker Navas, que desde que dirige en Primera es reiterado el llamado de atención de los árbitros por sus palabras, expresiones y reacciones. Y no sólo se exponen a nivel local: el alcance de las transmisiones es continental y hasta allá llegan los insultos de los técnicos.

En Twitter mucha gente justifica esta reacción de los técnicos: “los árbitros están mal preparados y dañan en noventa minutos el trabajo de los técnicos de toda una semana”, alega un entrenador encubierto en una cuenta casi anónima. ¿Entonces si un técnico se equivoca en una decisión, puede ser “puteado” por sus jugadores y directivos? Hay un respeto que guardar y los árbitros merecen que sus decisiones sean respetadas. Si son acertadas o no, ya es harina de otro costal. Son otros que tienen que resolver ese problema y no un DT con su lengua.

Esto debe cambiar. Un llamado de atención de los directivos, de la Liga. Una sanción que vaya más de la ausencia de los banquillos, puede ser económica para que no pase más. Queda mal el técnico y queda mal el fútbol nacional. El respeto a los profesionales es un elemento de ética intrínseco en toda labor y los técnicos deben saber manejarlo.

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