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"Cada Familia, Una Escuela": educación a distancia no es prender el televisor

El plan de contingencia del Ministerio de Educación consistió principalmente en una serie de programas transmitidos por VTV y ViveTV. Y el proyecto de educación a distancia rápidamente evidenció fallos tanto en su diseño, como en no considerar las condiciones reales del país. El próximo año escolar va por el mismo camino

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Repasemos. Año escolar 2018-2019: disminución de la matrícula escolar y de docentes, deterioro de la infraestructura y de los servicios en las instituciones educativas, bajos salarios para los maestros, falta de evaluación y ninguna aplicación de las recomendaciones de la Consulta Nacional por la Calidad Educativa.

Como nunca antes, la gestión del sector educativo demostró el retroceso en la garantía del derecho a la educación. Esto cuando 60% de los 7 millones 863 mil niños y adolescentes inscritos en el sistema educativo aún asistían a clases. Una cifra nada esperanzadora cuando se sabe que el resto, 40%, reflejó el enorme riesgo de exclusión educativa por no poder asistir a las aulas de manera regular. La crisis educativa mostró con claridad la crisis social.

Para el año escolar 2019-2020 la situación se volvió más compleja: a semanas de finalizar el segundo momento, se confirmaron los dos primeros casos de covid-19 en Venezuela. El Ministerio de Educación suspendió las clases en todos los niveles y en todo el país a partir del lunes 16 de marzo. Esto sin indicar los procedimientos para cambiar de inmediato o paulatinamente la educación presencial por la educación a distancia.

Y así, en la primera semana de cuarentena, inició el plan de contingencia del ministerio: la transmisión de los programas educativos Cada Familia, Una Escuela en Venezolana de Televisión (VTV) y luego en Vive TV. El año escolar culminó con este plan oficial tras ratificar la suspensión de clases el martes 7 de abril.

Los errores, más que ortográficos, se hicieron virales en apenas pocas entregas del programa: falta de conocimientos básicos por parte de los docentes y temas de aprendizajes no acordes ni con los niveles educativos ni con el contexto venezolano. Otras fallas fueron menos evidentes, pero hoy resaltan el fracaso de este plan que será el mismo para iniciar el año escolar 2020-2021.

La improvisación como planificación

La orientación dada por la Unesco para el desarrollo de una modalidad educativa a distancia a propósito de la pandemia, consideró condiciones tecnológicas y sociales para que se desarrollara de manera satisfactoria. Condiciones inexistentes en la Venezuela de la crisis humanitaria compleja.

Cada Familia, Una Escuela inició entonces desconociendo u olvidando que no en todos los hogares del país hay televisor. De haberlo, no en todos llega la señal. De tener televisor y señal, no necesariamente hay electricidad en las horas de transmisión del programa. Además, el 19 de mayo, DirecTV cesó operaciones en Venezuela, y por esa vía era que las zonas fuera de la cobertura de las grandes ciudades recibían las señales de VTV y ViveTV.

De modo que sin DirecTV, se acabaron las “clases”.

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Raquel Figueroa, coordinadora de la Unidad Democrática del Sector Educativo (UDSE), explica: “Ya el Estado estaba dejando atrás sus responsabilidades en el mantenimiento de la educación como derecho, tal como lo contempla la Constitución en los artículos 102 y 103, y Cada Familia, Una Escuela no desarrolló una planificación estratégica en la educación. Es decir, la planificación para desarrollar un paradigma y nuevas modalidades masivas que no se encontraban en nuestros planteles escolares ni en el diseño curricular para que se pudiera finalizar el año escolar”.

Fue la primera falla de una serie de fallas.

La educación en casa fue confundida con la educación a distancia. El Observatorio Educativo de Venezuela apunta la mayor diferencia: “Para la educación en casa, los padres son responsables del aprendizaje de sus hijos y el Estado supervisa el proceso. En cambio, la educación a distancia debe ser impartida por profesores a través de distintos canales, en su mayoría electrónicos”.

Agrega Alexis Ramírez, coordinador de Excubitus – Derechos Humanos en Educación: “La concepción que tiene el ministerio de lo que es educación a distancia sigue siendo errada. En ningún país del mundo es la educación masiva, que es la principal. Siempre es complementaria de programas regulares. No es tomar los programas presenciales y transformarlos a distancia. Se tomaron criterios políticos y no criterios pedagógicos para decir que Venezuela no suspende las clases a pesar de todo”.

En vista de la carencia de contenidos pertinentes en los programas televisivos, diversos gremios educativos venezolanos sugirieron que los contenidos de la educación a distancia se centraran en el refuerzo de las habilidades y competencias ya adquiridas por los estudiantes durante el transcurso del año escolar, sobre todo los aprendizajes relacionados con lecto-escritura, matemáticas y ciencias. Para Ramírez, la concepción empezó mal, la implementación estuvo errada y las propuestas para mejorar nunca fueron escuchadas.

De manera que el programa ministerial no fue ni escuela en casa ni escuela a distancia, porque ni las familias ni los maestros recibieron formación, supervisión y recursos tecnológicos para acompañar el proceso de los estudiantes.

El ministerio trasladó a las familias las tareas escolares y los maestros se las ingeniaron para comunicarse con ellas por mensajería de texto, videollamadas o correo electrónico. Y así, se fue debilitando el papel del docente sin que los padres se convirtieran en maestros.

“El ministerio colocó al docente, protagonista del hecho educativo, como un elemento subalterno en Cada Familia… No fueron tomados en cuenta cuando debieron ser los primeros en conocer el cambio de modalidad para que hubiese una organización y una redimensión de acuerdo a la realidad de sus escuelas y la realidad socioeconómica de la población estudiantil… Hasta el instrumento de los portafolios violentó la libertad de cátedra que tiene el docente”, sostiene Figueroa.

Esto, desde años antes de la pandemia. El reciente informe de la Unidad Democrática del Sector Educativo indica el desconocimiento de los concursos de ingreso a la carrera, y de méritos y ascensos, la desaparición de los supervisores de carrera y el control político-partidista de 99% de los cargos de directores y subdirectores.

También desde antes de la pandemia, alrededor de 22.000 de las 24.408 escuelas públicas se encuentran en condiciones inaceptables, pero al no existir una infraestructura tecnológica adecuada, siguen siendo el mejor espacio para la interacción entre maestros y niños, además de un espacio de protección.

Los problemas crónicos se multiplicaron y se volvieron endémicos.

Opina Figueroa: “La educación tradicional en las aulas de clases, ya estaba en un desplome, en un colapso. Están utilizando el plan de educación a distancia más que para el desarrollo de la educación, para ocultar la realidad. Defino el plan como una estafa, porque no ocurrió ningún proceso pedagógico, ningún proceso de enseñanza-aprendizaje”.

Educación o tareísmo

Sin tener claro el propósito pedagógico de Cada Familia, Una Escuela, cada institución educativa decidió continuar la formación de sus estudiantes según le fue posible. El resultado general fue escuelas que lograron llegar a todos o a casi todos sus estudiantes y escuelas con maestros y familias dedicados, pero en comunidades sin electricidad, acceso a internet o señal telefónica.

Advierte Ramírez: “Esta modalidad lo que ha hecho es abrir la brecha de la exclusión entre las ventajas que tenía la educación privada versus la educación pública y en la misma educación privada, entre los grandes colegios y los que no tienen tantos recursos. La brecha educativa que hay es muchísimo mayor de lo que era cuando estábamos en educación presencial”.

Hay que repetirlo: el acceso a la educación de calidad para todos es responsabilidad del Estado. Cuando millones de estudiantes y maestros no pueden acceder a contenidos educativos porque “se va la luz a cada rato” o “el internet está malísimo”, el mismo Estado vulnera el derecho a la educación.
Tratando de mantener los lineamientos del ministerio, ya para el tercer momento, la educación se convirtió en un proceso mecánico: “Cada Familia, Una Escuela se convirtió en un tareísmo”, resume Figueroa.

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Lila Vega, médico y coordinadora de la Red de Madres, Padres y Representantes, resalta una de las consecuencias más graves: “Depositar la escuela en la familia tiene que ser algo más que la acción pasiva de pasar los programas de televisión. Hay cosas en los procesos de aprendizaje y en el desarrollo de los niños que vienen ocurriendo en el momento que tiene que ser. Si las difieres, cortas procesos y lo que el niño estaba a punto de consolidar con el maestro, ya no se da. Entonces, echas para atrás el conocimiento”.

Mantener a los niños fuera de la escuela va a tener consecuencias irreversibles a largo plazo. Un día de clases perdido puede recuperarse, pero no un día de escuela. Los procesos socio-emocionales que allí ocurren se pierden con la educación a distancia, como tantas otras cosas.

Los doce primeros años de escolaridad son necesarios para superar la pobreza y “ya hemos perdido dos generaciones. Están condenando a una tercera generación a que no tenga las capacidades para contribuir al desarrollo del país. Se estima que alrededor de 3 millones de niños han sido promovidos a grados superiores sin competencias del grado anterior”, evalúa Ramírez. Diversas zonas educativas ordenaron notas de aprobación a sus escuelas.

La desacertada gestión educativa por parte del ministerio profundiza las inequidades: aquellos con acceso restringido a tecnologías o que no cuenten con un ambiente educativo en casa, quedarán aún más rezagados en la nueva normalidad.

El regreso a clases

Los expertos coinciden en emplear el período vacacional para la formación y creación de condiciones para que maestros y familias puedan emprender la educación a distancia como una modalidad eficiente, sostenible y de interacción entre maestros, estudiantes y padres, y así acercarnos a las metas del milenio propuestas por la Unesco. Cada Familia, Una Escuela, con modificaciones acertadas, puede convertirse en una herramienta complementaria eficaz.

Esto sin perder de vista la presión de los actores en el ámbito educativo para que cada escuela pueda evaluar y decidir su reapertura bajo la modalidad semipresencial, sobre todo en los niveles de educación primaria y educación especial.

Aclara Vega: “La covid-19 no está homogéneamente distribuida en todo el país. Una decisión igual para todos no cuadra. La limitación más importante tiene que ser superada: que la información epidemiológica sea transparente. Si no, no se pueden abrir las escuelas. Hay que buscar la manera: en plaza públicas, espacios abiertos que garanticen la distancia física. ‘Prendan la televisión que llegó el Ministerio de Educación’ no puede ser el plan para este año escolar”.

Incluso, como sugieren Figueroa y Ramírez, a través del Ministerio de Ciencia y Tecnología, Ministerio de Cultura y Cantv, los planteles adscritos al Ministerio de Educación pueden habilitarse como centros tecnológicos para que los docentes tengan un espacio de encuentro con sus estudiantes. No solo se trata de instalar internet, sino bibliotecas virtuales, restituir la entrega de computadoras Canaima con sus debidas actualizaciones y, por supuesto, actualizar las ya repartidas. Nada de esto es exigir imposibles, sino innovación educativa básica que ya debería ir a la par de la enseñanza.

Hay que lograrlo, aunque “las propuestas sean complicadas y el ministerio necesite abrirse a gente que tiene otra visión de cómo va a ser el desarrollo del país. Ahora el desinterés hacia la escuela es muchísimo mayor y cuando regresemos, los muchachos no van a querer ir”, insiste Ramírez.

Es cierto que el mundo tiene la misma dificultad: hallar soluciones adecuadas y rápidas ante el problema educativo que generó la pandemia. Pero en este país hay que insistir mucho más para poder si quiera alcanzar la incorporación y la participación de los estudiantes frente a tantas limitaciones de recursos y oportunidades. Estamos más urgidos.

Así que es buen momento para repensar la educación ahora como ejercicio permanente.

Quien crea lo contrario, que se pregunte: ¿qué aprendieron los muchachos que pueda ser útil para ellos y para la sociedad en la cual se desenvolverán? La respuesta es errada si se piensa en conocimientos más o menos útiles, pero que por lo menos llegaron a muchos. O peor aún: creer que la respuesta está en el actual sistema educativo que no hace más que negar las posibilidades a los educandos tanto en la televisión, como fuera de ella.

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