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De Anare a El Salvador: así es la travesía para llegar al Mundial Juvenil de Surf

De un semillero de surfistas que nació con la pandemia en Anare, dos chamos llegaron al Mundial Juvenil de Surf. Tienen talento y disciplina, pero la realidad es que no solo surfean olas, sino también la falta de recursos, el olvido institucional y procesos burocráticos que amenazan con dejarlos sin vivir la experiencia. En esta nota el equipo cuenta su historia

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Anare surf

Un pedazo de anime, la tapa de una cava que se rompió o la tabla que dejó un familiar es la forma en que cualquier niño de Anare se inicia en el surf. No es la manera perfecta o ideal, pero así es el acercamiento de sus habitantes con el deporte que les ha dado la fama de ser un pueblo surfista.

Cualquiera que visite Anare, podría entender por qué el surf es casi una predestinación. Allí la cancha es pequeña y se llena rápido. No hay casas culturales que planifiquen actividades y apenas hace unos meses se abrió una escuelita de tenis de mesa. Esa falta de espacios de entretenimiento se agudizó durante la pandemia. Al aro de básquet le quitaron la red y no se podía ir a la plaza, entonces lo obvio pasó: la libertad y la adrenalina la encontraron los niños al frente de sus casas, en un mar que tiene olas todo el año.

Niños de Anare saliendo del mar después de terminar su entrenamiento. Foto: Daniel Hernández.

Para muchos jóvenes surfear fue un pasatiempo, pero un número importante se convirtió en parte de un semillero de surfistas que ya tiene sus primeros frutos: dos clasificados al Mundial de Juvenil de Surf 2022 (ISA World Junior Surfing Championship) que se hará en el Salvador entre el 27 de mayo y 5 de junio.

Sus nombres son Yandel Merentes y Carlos Lozada, y son parte de los más de 30 niños y adolescentes que entrenan día a día en esa pequeña playa con Anare Surf Club, un proyecto social deportivo que no solo busca enseñar técnicas del deporte, sino explotar el potencial turístico, ecológico y educativo del pueblo.

El camino para llegar a El Salvador ha sido complicado y El Estímulo cuenta en esta nota la historia con las voces de sus protagonistas.

Un confinamiento que terminó sobre las olas

El camino a la competencia no fue algo premeditado, sino que se fue dando con el tiempo y el entusiasmo. El punto de partida fue la pandemia, pues en el pueblo de Anare no se observó el encierro que la mayoría esperaba, sino que hubo una salida masiva de niños al mar con tablas rotas bajo el brazo.

Cuando se les preguntaba la razón de ir a la playa, casi todos respondían que querían distraerse porque ya estaban aburridos de estar en sus casas. Jesús, «El Portu», Chacón, quien se mantuvo por 10 años en el ranking de surf latinoamericano, y Adriana «La China» Cano, subcampeona latinoamericana, cuentan que pasaban hasta seis horas en el agua y solo el cansancio los sacaba.

De camino al entrenamiento. Foto: Daniel Hernández.

Pero entre el juego, Cano vio algo más: talento y potencial. Entonces, unió esfuerzos y creó Anare Surf Club.

«Tratamos de formar atletas integrales. Más allá de que tengas un resultado, una medalla, una mejora en la parte de práctica deportiva, hemos tratado de que trabajen dentro de los valores del olimpismo. Amor al medio ambiente, el servicio al prójimo, la solidaridad, el juego limpio, el rendimiento académico y el vocabulario», dice Adriana.

Continúa: «Cuando empezamos el club, teníamos muchos problemas de groserías y agresiones verbales, malos comportamientos y todo eso lo hemos venido llevando con sanciones a los niños que, de una u otra manera, los han hecho mejorar. Cuando no cumplen con la escuela o las tareas, les ponemos sus sanciones. Ellos han venido dándose cuenta de que, cuando uno les quita las tablas, les duele porque lo que más aman es surfear».

Niños de Anare Surf Club y Maniatic Surf School en la orilla del mar durante la noche. Foto: Daniel Hernández.

Muguette Pérez, asistente de Adriana en todas las actividades del club, cuenta que los cambios se notan: «Para ellos es como un escape positivo. Por lo menos Carlos, él tenía algo que lo estaba presionando en su vida, un problemita, y eso él lo marcaba en la forma de pisada de su tabla. Nosotros lo notábamos, nos preocupábamos, pero eso le sirvió. Mira donde está, va para un Mundial. Sus sentimientos de ese momento mira a dónde lo han llevado, lo han centrado en ser un pavo excelente, muy centrado, eso me llena de satisfacción».

Carlos Lozada sobre las olas de Anare. Foto: Daniel Hernández

La realidad en la tierra

A pesar del talento, el camino de formación en el surf de todos los niños de Anare no ha sido una tarea fácil y eso se nota. Los corredores nacionales no tienen suficientes tablas. Y los que aún aprenden tienen tablas que no son acordes a sus alturas. Sus sandalias están desgastadas y los shorts les quedan pequeños. Eso sin contar los problemas más esenciales: los de salud física y mental.

Chamos caminan por las calles del pueblo de Anare con sus tablas de bodyboard y surf. El deporte es para todas las edades. Foto: Daniel Hernández

«Son muy pocos los que tienen calidad de vida básica. Del 100%, el 85% son niños de bajos recursos que no se alimentan bien. Los hemos llevado a jornadas médicas con la Unicef y el deporte regional y los han encontrado con desnutrición. También hay problemas sociales en sus casas como abandono, maltrato, drogas y alcoholismo en los padres», cuenta La China Cano.

«Hay muchísimas cosas que no ponemos en redes sociales, pero son cosas que ellos viven día a día. Muchas veces quieren dar más de lo que dan y no llegan más allá porque simplemente no tienen una buena alimentación, algo que debería tener un atleta cuya proyección es olímpica», indica también.

Yandel Merentes junto a su madre durante una primera visita a Anare en febrero de 2022 con el equipo de Ghetto-Photo. Foto: Daniel Hernández

La situación de vulnerabilidad de los jóvenes surfistas de Anare no la atiende la Federación Venezolana de Surf (FVS) ni el Comité Olímpico Venezolano (COV), sino los aliados y patrocinadores de Anare Surf Club y amigos de los campeones locales.

De la gestión de redes sociales que hace Adriana Cano y el networking de otros surfistas, los atletas en formación reciben donativos de alimentos, ropa, tablas, forros, cuerdas, cera, entre otras cosas de primera necesidad. Sin embargo, hay asuntos específicos que los colaboradores no pueden agilizar y ahí se incluyen los pasaportes, algo que Yandel Merentes y Carlos Lozada no tienen.

Manteniendo el equilibrio sobre el mar. Foto: Daniel Hernández

Previendo esta situación, Jesús Chacón indicó que abrió una campaña meses atrás para recolectar fondos y pagar sus pasaportes a través de la escuela de surf que cofundó, Maniatic Surf School, pero no se consiguió ningún donativo.

La perspectiva cambió con la clasificación de Merentes y Lozada. Anare Surf Club retomó la campaña, reunió el dinero y logró pagar ambos documentos. Además Cano se movilizó para obtener el apoyo y la garantía de priorización de parte del COV y la FVS, quienes aseguraron que lo entregarían.

No obstante, hasta el martes 17 de mayo ninguno de los jóvenes tenía el suyo. Si bien Carlos Lozada pudo protocolizar su documento (tomarse fotos, poner huellas y firmar en el Saime), Merentes no. Esa situación hizo que ambos no pudieran viajar el martes 17 de mayo con la mayoría de la delegación que clasificó al Mundial Juvenil de Surf.

Ante el retraso de los documentos, El Estímulo pidió una entrevista con la Federación Venezolana de Surf el viernes 13 de mayo, pero no obtuvo respuesta a la solicitud.

¿Por qué pasa esto?

Una fuente, que pidió resguardar su identidad, explicó que el descuido con los corredores nacionales inició con el retiro de Antonio Sotillo de la Federación Venezolana de Surf, fundador de la Asociación Latinoamericana de Surfistas Profesionales (ALAS) y presidente de la Asociación Panamericana de Surf (APAS o PASA) entre 2004 y 2006.

“Cuando las cosas se pusieron malas, él se fue. Lo que le pasa a cualquiera. Además se le voltearon unos surfistas que no tienen nivel y las cosas se jodieron”, indica.

Jesús Chacón Jr, hijo del campeón latinoamericano de Surf que creció en  Anare, Jesús Chacón. Foto: Daniel Hernández

“Ellos (la FVS) les están dando los pasajes, la estadía y están agilizando los pasaportes. Han movido algo después de tanto. Pero esos chamos deberían, dos o tres semanas antes, irse al sitio, como hacía Antonio Sotillo. Él se los llevaba un mes antes, contrataba un local y veían clases y subían de nivel. El Portu y Nono fueron campeones latinoamericanos y vienen de ahí, de Sotillo”.

Actualmente, Sotillo tiene un cargo importante en el proyecto millonario de surf impulsado por Nayib Bukele, Surf City, donde se disputará el Mundial Juvenil de Surf.

Más de 3.000 dólares para cumplir un sueño

Los jóvenes y sus entrenadores tienen la esperanza de que el pasaporte llegará y podrán tomar el vuelo. No obstante, señalan que si bien es indispensable el documento, para una competencia así eso no es lo único que se necesita.

«Por cada niño son aproximadamente unos 3 mil dólares por la medida pequeña. Te estoy hablando del pasaje, alimentación y estadía básica. Sin el equipo deportivo, sin la inscripción de la competencia, es un gasto bastante fuerte», explica la China Cano.

Sobre las olas de Anare todos drenan lo que los impacienta. Foto: Daniel Hernández

Cano señaló que esos gastos los cubre el programa de solidaridad olímpico del Comité Olímpico Internacional, el Comité Olímpico Venezolano y un patrocinador del país cuyo nombre está en resguardo. Aunque han logrado cubrir boletos aéreos (más de 1.000 dólares) y la inscripción en la competencia ($250), para Carlos y Yandel no hay viáticos, e irían limitados de materiales.

Gilberto Martins, shaper o diseñador y fabricante de tablas de surf con más de 35 años de experiencia, explica que lo mínimo que se le pide a cada corredor cuando va a un campeonato internacional son tres tablas de surfing.

Según Jesús Chacón, corredor de Anare con trayectoria internacional, Yandel Merentes se caracteriza por deslizarse elegantemente sobre las olas. Foto: Daniel Hernández

“El costo de las tres tablas está por los 1.500 dólares en adelante dependiendo del modelo y el tamaño. Aparte de eso necesitas anti resbalante, cuerdas, forro y ahí se le va. Se le monta en los 3 mil dólares tranquilamente para tener una quiver de tablas (set de tablas) para irse a un campeonato internacional”, detalla.

La razón por la que cada corredor o surfista necesita esa variedad es porque cada ola es distinta en tamaño y fuerza. Además, en el caso específico del Mundial Juvenil de Surf, la cancha forma parte del océano pacífico y ahí las condiciones son diferentes.

Yandel Merentes y sus hermanitos. A pesar de las dificultades económicas, los tres niños son buenos en el deporte y entrenan duro todos los días para mejorar. Foto: Daniel Hernández

A la fecha, lo seguro es que Yandel Merentes y Carlos Lozada viajarán solo con dos tablas, con la que aprendieron y las que Martins está terminando. Ambas hechas con fibra de vidrio y modelo tabla medio. Totalmente personalizadas.

El trabajo de Martins, que tiene más de 10 años viviendo en Anare, es casi gratuito. Para hacerles las tablas también hizo colectas. Cuando se le pregunta el motivo, responde: “(…) nunca le he parado mucho a la parte económica, pues. Yo disfruto lo que estoy haciendo y ver a los chamos surfeando. Ver que estoy ayudando a un niño a convertirlo en un surfista profesional. ¿Qué más quiero yo? Eso a mí me llena muchísimo”.

El mar y la tabla: un escape que lleva lejos

De los dos clasificados de Anare, El Estímulo tuvo la oportunidad de conversar con Carlos Lozada. El joven tiene 16 años de edad, estudia tercer año de bachillerato y la categoría en la que correrá será la sub-18.

A diferencia de otros surfistas, su profesionalización comenzó un poco tarde. Muguette y Adriana Cano cuentan que se debió a que por varios años, él tuvo que ser el responsable de sus cuatro hermanos.

Esas obligaciones no le daban tiempo de enfocarse en algo que le gustara, pero el surf siempre le llamó la atención y con el club consiguió un espacio seguro para ser él mismo.

«Llegué a hacer surf gracias al pueblo, que es un pueblo de surfistas. Al Nono, al Portu, a David Díaz, a Adriana Cano, a Patricia Petit, que fue una de las que me motivó a hacer el deporte. Eran mis ídolos. Yo lo que hacía era verlos. Veía que salían volando con la tabla y yo decía quiero hacer eso. Me motivó bastante», cuenta Carlos.

En dos años, Carlos Lozada evolucionó tanto que llegó a su primer campeonato internacional. Ahora solo espera su pasaporte para irse a El Salvador junto a su compañero Yandel Merentes. Foto: Daniel Hernández

Su primer roce con el surf lo tuvo antes de los 13 años: «Le pedí un bodyboard al niño Jesús y empecé con eso poco a poco. Después me empecé a parar en el bodyboard hasta que vino el Nono y nos dio una tablita donada por Pedro Díaz, «Amarillo», y le fui dando y ahora he evolucionado muchísimo», expresa.

«El Portu» señala que los cambios de Lozada en el deporte ocurrieron rápidamente: «Eso fue de la noche a la mañana. Surfeaba normalito, pero yo me fui a Estados Unidos cinco meses y medio y cuando llegué ya era otro. Mejoró muy rápido. Es explosivo e innovador».

Carlos descubrió con el surf todo el potencial que por años ignoró. Foto: Daniel Hernández

Carlos, que participó en el Campeonato Sudamericano de Colombia en diciembre pasado, recuerda sus experiencias antes de entrar a Anare Surf Club: «A mi mamá no le gustaba que yo surfeara porque decía que eso era un deporte de gente que fumaba, de gente happy. Ella me hacía creer que eso era un deporte no apto para mí. Y como me gustaba, yo me escapaba para la playa y al pasar el tiempo me dijo que no iba a surfear más y me quitó la tabla. Hoy en día, gracias a Dios, se dio cuenta de que el surf es olímpico y tiene otra vida, y me apoya. Ahora sí».

Anare surf
Carlos mira al horizonte con su tabla. Foto: Daniel Hernández

Carlos dice: “La federación no nos apoya con plata, solo nos pagan todo allá. No hay viáticos. La China tuvo que montar una campaña para pagar el pasaporte mío y de Yandel Merentes. Yo necesito tablas, más tablas, tengo esta tablita que me voy a llevar y otra que me está haciendo el shaper Gilberto Martins, que me está colaborando”.

Lozada quiere viajar, correr más olas y que otros vean su deporte sin prejuicios. En especial, desea ver a sus compañeros del semillero llegar más lejos: “Todos mis compañeros de aquí necesitan un gran apoyo porque toditos están surfeando bien y no tienen (recursos). Hay unos que están surfeando con tablas más grandes que ellos y eso no les resulta. Necesitan una tablita como más a su tamaño para que puedan evolucionar”.

Los niños de Anare juegan con las linternas en la noche luego de su entrenamiento. Foto: Daniel Hernández

¿Cómo apoyar?

Anare Surf Club seguirá recibiendo donativos para Carlos Lozada y Yandel Merentes hasta que finalicen su participación en la competencia de El Salvador. De hecho, el lunes consiguieron que Lozada consiguiera el respaldo de QuikSilver Venezuela, una marca que tenía varios años sin patrocinar a un corredor de surf en el país.

Adriana Cano, a pesar de ser su entrenadora, no podrá viajar con Yandel y Carlos por falta de recursos económicos. No obstante, ella aún está buscando algún patrocinador para cubrir el resto los gastos de ambos y si se da la oportunidad, acompañarlos.

El transporte del club de surf, la camioneta de Cano, se dañó debido al uso que se le ha dado en los últimos dos años. Es el único vehículo en el que los niños y jóvenes viajan cuando toca practicar en otra zona de La Guaira o ir a una competencia nacional.

Para entregar cualquier donativo, especialmente alimentos, o enterarse de las actividades de Anare Surf Club debe comunicarse a través del Instagram del grupo: @anaresurfclub. Allí podrá ver información sobre las competencias, actividades y distribución de recursos a los pequeños atletas.

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