Opinión

Cotidianidad

"Estamos en cuarentena por la pandemia; sin embargo, hoy veo más movimiento en la calle. Las escasas unidades de transporte pasan atestadas de pasajeros que ocupan hasta el escalón de la puerta". Ramón Guillermo Aveledo escribe de la extraña cotidianidad que observa en Caracas

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Cotidianidad por Ramón Guillermo Aveledo

Estamos en cuarentena por la pandemia; sin embargo, hoy veo más movimiento en la calle. Las escasas unidades de transporte pasan atestadas de pasajeros que ocupan hasta en escalón de la puerta. Lo comparten con un colector que vocea la ruta en cada parada, con un grueso fajo de billetes en una mano. Con la otra se agarra para no caerse.

Ayer estuvo en casa el técnico que repara las computadoras. Anda en su moto con unos pocos litros de gasolina que consiguió. Tiene que salir a trabajar. La gente que circula no puede darse el lujo de quedarse en casa. Va a la calle a ver qué hace, qué consigue. Camino por la avenida Miranda y, tres veces, señoras distintas se me acercan a pedir algo. Siempre mujeres. En el barrio, la carga del hogar es matriarcal, como en general la vida comunitaria.

Los billetes gastados en las manos del colector autobusero son la estampa viva de la hiperinflación. Una paca de papel casi sin valor. El estado físico de los autobuses habla de la situación de la ciudad y el país. Una flota vieja, destartalada, como el parque automotor venezolano. Cuando uno ve pasar volando una camioneta importada nueva y más si es blindada, lleve o no escoltas, piensa que ahí va un enchufado o un enchufadito, vástago de uno de esos personajes que aprovecha la ventaja de la consanguinidad. Los escoltas, uniformados y obviamente armados, públicos o privados, son un capítulo aparte. De repente algún día les hablo de eso.

Las estaciones de gasolina se dividen en dos tipos. La mayoría que está cerrada y las abiertas, cuya cola de varias cuadras puede ser kilométrica. Cerca de la bomba, los motorizados. Alrededor de la esquina y los accesos, uniformados de las policías o la Guardia del Pueblo. Hay que dedicar horas a conseguir combustible. La alternativa es el mercado negro, que ya llegó a la capital. Antes sabía que lo había en Zulia, Trujillo, Mérida, Lara. En dólares.

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El socialismo bolivariano ha conseguido que pacíficamente, sin disparar un tiro ni invadir por ninguna parte, el dólar de los Estados Unidos de América sustituya a la moneda nacional que lleva el nombre del Libertador. Cada vez que le agregaron ceros le pusieron un apellido. Con tres, fuerte. Con cinco más, soberano. También, que de la segunda empresa petrolera del mundo queden escombros.

Las interrupciones eléctricas, sean bajones o apagones, empiezan a sernos familiares. Todavía no padecemos la diaria tortura de zulianos y larenses, entre otros. Pero no sé por qué se me ocurre que ya deben estar trabajando en eso. El agua es inodora, incolora e insípida, aprendimos en el colegio, pero no en la Caracas de la segunda década del siglo XXI.

Voy por la Avenida Miranda, a paso de vencedores.

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