Sexo

Sin licencia ni carnet de sanidad para ser prostituta

El negocio de la prostitución no se salva ni con el coitus interruptus de la crisis generalizada del país. No hay preservativos ni mucho menos reactivos para diagnosticar enfermedades de transmisión sexual, requisito irrefragable para la emisión del carnet de sanidad. Hoy las mujeres del gremio se sienten más desprotegidas y devaluadas que nunca

Texto: Julio Materano | Fotografía: Alejandro Cremades
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Las putas baratas se alimentan de pan por la mañana y toman agua fría al despertar, cuando el sol matutino ofusca su visión y desagrada a los cuerpos que deambulan desaliñados. Es la resaca. Para muchas, como Brigitte, casi nunca suele ser distinto. A veces ni comen. Si son rápidas y logran echar en sus bolsos alguna pieza de pollo o lo que sobra del festín anterior, entonces podrán desayunar otra cosa. La meta, explica, siempre será llevar las ganancias completas a casa. No admiten gastos adicionales.

Lejos del placer, los prejuicios, el drama personal y la encrucijada en la que las coloca la moral criolla, donde todas son señoritas hasta que demuestren lo contrario, Brigitte afirma que se trata de un oficio que ahora tiene en contra la crisis sanitaria que atraviesa Venezuela: no hay condones, óvulos ni antimicóticos, escasean reactivos para exámenes de serología y tampoco hay pruebas rápidas para el diagnóstico de VIH/SIDA.

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Sin pretensiones de ser la vocera de un gremio, que otrora se jactaba de tener la mejor remuneración, afirma que en tiempos de crisis las ganancias duran lo que un orgasmo. El dinero de un fin de semana se le esfuma, literalmente, en segundos. Los 12.000 y hasta 18.000 bolívares de ganancia que completa en dos días, apenas le alcanzan para llevar a su mesa algunos alimentos bachaqueados: harina de maíz, arroz, café y azúcar. Sus hijos tienen hambre y debe trabajar. Esta noche, la del jueves 17 de abril, espera complacer las más lujuriosas fantasías de sus clientes: hombres poco adinerados, dominados por el apetito del placer y que buscan calmar en una dama de compañía la irreverencia de sus carnes.

Si quieres usar un buen desodorante, de los que ya no se consiguen en el país o comprar algo de comida, o un perfume entonces tienes que desembolsar mucho dinero. O lo que es igual a completar noches enteras de trabajo, en las que pasas hasta dos horas tratando de complacer a un solo cliente”, dice mientras se prepara para su faena.

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En lugar de contemplar estrellas para ser bella, en su caso, debe mirar al techo u ocupar su mente en la oscuridad o en una habitación a media luz, mientras complace alguna “odiosa petición” en el hotel Escorpión, o cualquier pensión de La Pastora, a veces de Antímano o San Martín. Con cinco años consagrados a la vida de prostituta, antes muy holgada, hoy muy austera, expone que son muchos los riesgos que corre por la ineficiencia de un sistema de salud que pone en inminente peligro la seguridad de un oficio que no admite un desliz sanitario y que exige las mejores condiciones físicas.

A sus 27 años, Brigitte, como es conocida en la “casa de citas” ubicada en La Hoyada, en ocasiones llora las molestias de su carne. Tiene tres semanas con una micosis vaginal, nada mortal para las enfermedades que acechan el negocio de la prostitución, pero sí muy irritante. Después de varios días retirada por el padecimiento, hoy está ansiosa. Se prepara para su regreso. Son las 7:00 de la noche y se alista con la mayor astucia.

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“Es increíble porque no consigo los antibióticos que me recetó el médico y me he lavado hasta con agua de mango”, comenta, mientras maquilla cualquier vestigio de hambre y acicala el maltrato de una vida andrajosa, aderezada con alcohol, bailes, erotismo y fantasías sexuales. La esperan sus dos niños y su madre en casa, en La Pedrera. Un barrio en la parroquia Antímano de Libertador, donde las casas parecen ser el testimonio inerte de una tragedia sobrenatural. Las columnas torcidas, los retazos sueltos de concreto y las casas sin ventanas ni puertas han convertido la zona en un cementerio de viviendas. Su familia se resiste a abandonar el sitio que desde diciembre de 2010 abraza el estado de emergencia decretado por el entonces presidente Hugo Chávez, tras la intensa vaguada registrada ese año.

Al margen de la vida nocturna, Brigitte, quien pide resguardar su verdadera identidad, no es más que una madre, que extraña las comodidades de su antigua vida de prostituta: viajes hacia el interior, buenas comidas y alguno que otro gusto. “En 2011, cuando pegué en este negocio en complicidad con una amiga, un taxi me llevaba a un hotel por 15 o 30 bolívares. Yo cobraba entre 550 y hasta 600 bolívares por cada hombre. En una noche podía atender hasta cuatro clientes en la discoteca donde trabajaba en la Av. Nueva Granada. Hoy un taxi cobra 3.000 por trasladarte a media noche y si pido más de 4.000 por mi servicio casi ni se les para del susto”.
—Me tengo que ir, me están esperando, dice y se marcha.

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Acechadas por enfermedades

Virus como el VIH acorralan el oficio que desde siempre se ha visto amenazado por las infecciones de transmisión sexual. Hoy, además, está acosado por la ausencia de reactivos para descartar o confirmar un falso positivo.

Fuentes del gremio médico denuncian que los cuatro distritos sanitarios de Caracas carecen de insumos para atender a quienes se dedican al comercio sexual y pretenden hacerlo cumpliendo los canales regulares. La coyuntura arropa al Distrito Sanitario 1, en La Pastora; al 2, en Catia; el 3, en San Martín y el 4, en Los Jardines de El Valle. Las citas para los certificados de salud están paralizadas en la mayoría de ellos. “Cuando llega material se reparten 10 números a tempranas de la mañana”, dijo, una enfermera del Distrito 4.

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Desde 2014, los establecimientos de Distrito Capital y el resto del país presentan graves fallas de insumos, según ha denunciado la Organización Médicos por la Salud. “Sin embargo, la situación se ha tornado más crítica desde 2015, cuando el programa ideado para prevenir infecciones de transmisión sexual entró en cierre técnico”, denuncian trabajadoras sexuales.

En 2015, 62.225 personas recibían terapia antirretroviral en el país, de acuerdo con datos contenidos en la Memoria y Cuenta del Ministerio de Salud. Ese año el despacho sanitario contabilizó 155.000 pacientes con infecciones de transmisión sexual. Sin embargo, estimaciones extraoficiales estiman que el número de personas con infecciones ronda los 300.000 venezolanos. Muchos de los cuales terminan sometidos por la concupiscencia.

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De los 5.532.000 preservativos masculinos distribuidos el año pasado por el Ministerio de Salud, ninguno llegó a manos de Estrella, otra trabajadora sexual, que asegura ejercer su oficio con desconfianza y dominio. “De los 12 años que tengo como prostituta, siempre me he negado a atender un cliente sin protección. En este mundo hay mucha gente malvada a la que no le importa contagiarte una enfermedad. El VIH/SIDA es una realidad a la que debemos enfrentarnos cada vez que estamos con alguien”, dice. Se trata de una epidemia que incluso ha mermado sus ganancias. “Mira, yo puedo hacer de todo, pero si una cosa he aprendido en mis andanzas es a negarme a culear si el tipo no tiene condón. En serio, en mi caso, soy muy estricta con eso. Me controlo con médicos privados porque cuido mi cuerpo, que es mi único patrimonio. Por eso siempre procuro trabajar protegida”, afirma.

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Aun cuando el ministerio notificó la entrega de condones a las Coordinaciones Regionales del Programa VIH y a las organizaciones abocadas a prevenir la enfermedad, es poco lo que llega a los prostíbulos. Desde hace cuatro años, dijo una fuente, ha habido un revés en las tímidas iniciativas promovidas por las autoridades en el sector. “Antes nos visitaban como especies de inspectores sanitarios, quienes daban indicaciones a todas las chicas de cómo usar un condón; nos entregaban una generosa muestra de preservativos y nos hablaban sobre las consecuencias de las enfermedades de transmisión sexual, pero hace mucho que no nos visitan”, dijo la representante de una casa de citas.

En 2015, el Ministerio de Salud adquirió 265.300 formularios para certificados médicos de salud integral con presupuesto del 2014, detalla la Memoria y Cuenta 2015. Se trata de un requisito esencial y de emisión gratuita. Además de asegurar el voluptuoso aspecto, para quienes sacan provecho de su cuerpo, el certificado de salud supone la principal carta de acreditación sanitaria. Entre los requisitos para tramitar el documento las trabajadoras deben aplicarse la toxoide, la vacuna contra la hepatitis y tener resultados, no mayores de un mes, de las pruebas de VIH y VDRL.

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Varios meses de malestar, una diarrea recurrente y el detrimento de su sistema inmune llevaron a Nancy a pensar que padecía VIH, pero ni con la orden de su médico pudo practicarse uno de los 500.00 despistaje de VIH que, según el Ministerio de Salud, se realizaron el año pasado en todo el sistema público. “En los hospitales tipo IV, los más grandes del país, y los servicios regionales de VIH/SIDA, la crisis de salud y la falta de reactivos mantienen fuera de servicio las máquinas dispuestas para realizar los exámenes de conteo linfocitario de CD4/CD8”, según ha denunciado la ONG venezolana StopVIH. Por su parte, el Colegio de Bioanalistas de Caracas reitera la pérdida de capacidad del Instituto Nacional de Higiene para procesar estudios inmunovirológicos y exámenes de resistencia a los antirretrovirales. “Los reactivos escasean en centros públicos y privados”, advierte el gremio.

La situación, destacan mujeres dedicadas al comercio sexual, las obliga a mirar a otros nichos más atractivos: Colombia, Perú y España, donde las venezolanas tienen la oportunidad de trabajar en agencias de turismo sexual y lujosos clubes nocturnos. Una prueba de ello es Nancy, quien a pesar de las reservas personales, confirma la partida de dos de sus colegas a Panamá. Las mujeres se fueron el año pasado en busca de una “vida soñada”. “Una de ellas se vino de Margarita a Caracas porque los turistas, que son los mejores clientes, ya no visitan la isla como antes”. La migración de prostitutas venezolanas a otras latitudes desdibuja su actividad como un negocio fructífero, con grandes ganancias.

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El capítulo sobre pobreza de la Encuesta sobre Condiciones de Vida en Venezuela, realizada en 2015 por las universidades Central de Venezuela, Simón Bolívar y Católica Andrés Bello, revela que 75,6% de los venezolanos vive en situación de pobreza. Lo que equivale a más de 23 millones de habitantes. A la recesión económica, la encuesta responde con un dato que mantiene en alerta a la academia: dos de cada cuatro jóvenes entre 15 y 24 años buscan empleo sin éxito. Y enfatiza que 65% de ellos dejó sus estudios con 15 o menos años.

Se trata de una realidad nacional que, puertas adentros, empuja a muchachas de hogares humildes a coquetear con la posibilidad de ejercer la prostitución como un emprendimiento en tiempos de crisis. El estudio sobre Condiciones de Vida en Venezuela publicado en 2016 advierte que 49,9% de los hogares están en condición de pobreza extrema, frente a 23,6% en 2014. «Todos los pobres no extremos del 2014 pasaron a ser pobres extremos y la mitad de los no pobres de 2014 pasaron a ser pobres en 2015», resume la Encovi. En 2014, 5 millones 530 mil 486 personas se dedicaban a la informalidad, según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE). Ello incluye a quienes realizan actividades por su cuenta.

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Sin acceso

El año pasado la red pública de salud emitió en Distrito Capital 13.055 consultas para atender a personas con VIH y otras enfermedades de transmisión sexual. Por su parte, los ambulatorios del estado Miranda completaron 5.387 consultas y en Vargas se generaron 4.401 atenciones en el área, según notifica la Memoria y Cuenta. Con 38.323 registros, Zulia fue el estado con más consultas. En medio de la opacidad, las cifras fungen de indicadores en torno al impacto de las ITS frente a un sistema empeñado en negar la realidad. En promedio, la red hospitalaria del país generó 144.739 exámenes de laboratorios cada día. El primer trimestre de este año, la Dirección de Salud del Distrito Capital practicó 1.442.887 exámenes y pruebas de laboratorio, en los 17 centros hospitalarios adscritos a ese despacho. Durante ese período también se procesaron 9.988 biopsias y citologías. La data contrasta con el cierre de 80% de los laboratorios del país, las historias de mujeres que merodean los centros sanitarios para acceder a los servicios preventivos y las historias de prostitutas que ejercen su profesión a rienda suelta por la ineficiencia del sistema.

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