Cine

El fenómeno Parasite y el nuevo cine de autor

La película Parasite de Bong Joon-Ho se convirtió en la gran triunfadora de la edición 2020 de los premios Oscar. No sólo desafió todos los pronósticos, sino que además demostró que la Academia, con lentitud y quizás en direcciones no muy claras, está cambiando

Trump criticó a la Academia por dar a "Parásitos" premio a Mejor Película
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La misma semana en que la película Parasite de Bong Joon-ho recibió seis nominaciones al Óscar, la distribuidora y productora Neon logró que el filme se proyectara en 843 teatros distintos de Estados Unidos. Se trató de un éxito sin precedentes no sólo para la pequeña compañía fundada Tom Quinn y Tim League, sino también para el cine de habla no inglesa en el mercado anglosajón. Fue el primer anuncio que algunas cosas estaban cambiando en el escenario hollywoodense y que, sin duda, Parasite, con toda su gloria de pequeña joya independiente, será la principal beneficiada por esta lenta evolución.

Por supuesto, para la fecha nadie esperaba que Parasite pudiera llegar a convertirse en un hito dentro del mundo del cine y hacer historia en la forma en que lo hizo al alzarse como la mejor película del año. Pero ya existía algunos anuncios sobre la probabilidad de que la cinta rompiera algunas barreras que, por décadas, tuvieron que enfrentar los productos extranjeros durante la temporada de premios.

En enero de 2020, Parasite se convirtió en la primera película asiática en recibir el SAG Awars al mejor elenco

El primer éxito llegó temprano cuando la obra de Bong Joon-ho se enfrentó a una selección estelar en Cannes, que incluía a Once Upon a Time… in Hollywood, Dolor y Gloria, A Hidden Life, Portrait of a Lady on Fire, entre otras producciones de alta factura que parecían tener mayor relevancia que la extraña y durísima críptica de Bong a la desigualdad social. Pero el surcoreano no sólo ganó el premio, sino que demostró que su película era algo más que un ingenioso rompecabezas de géneros y estructuras narrativas, destinada a desafiar cierto lenguaje conservador en el mundo del cine.

Con este triunfo temprano, Bong dejó un par de cosas en claro: que estaba dispuesto a jugar en las grandes ligas cinematográficas y además, que recorría una noción sobre el cine por completo nueva. Parasite llegó a Cannes precedida por la considerable reputación de su director pero, en realidad, sorprendió por su perfección narrativa y técnica, que superó los habituales escollos sobre el cine de autor asiático y, además, la discusión acerca del contenido ideológico de algunas propuestas independientes. La película era mucho más que una crítica al capitalismo o una comedia negra sobre los dolores culturales. Era también un recorrido por un ritmo visual y argumental novedoso que Bong supo explorar con inteligencia y una sofisticada versión de la realidad.

Parasite

Una nueva forma de ver el cine

Bong Joon—ho es un hombre práctico: cuando subió al escenario de los premios Óscar de la Academia 2020 para recibir el premio por la Mjor película internacional, estaba seguro que no volvería a regresar. Y de hecho lo dejó claro: “Estoy listo para beber esta noche hasta la mañana siguiente”, dijo con toda tranquilidad. Ya tenía entre las manos la estatuilla a mejor guion original y, para el director surcoreano, la noche había terminado de manera triunfal.

En mayo de 2019, Parasite de Bong se estrenó en Cannes y recibió una ovación de casi ocho minutos

De hecho, era la apuesta de la mayoría de la crítica y prensa especializada, que aunque reconocía los indudables y múltiples méritos de la película del surcoreano, también sabía que era improbable el film avanzara hacia las categorías más importantes de la noche. Se trata de una cinta coreana, hablada en coreano, con un elenco coreano virtualmente anónimo en Norteamérica y, como si eso no fuera suficiente, que construía una agudísima crítica a la sociedad coreana.

Parasite

Pero algo cambió en la noche del nueve de febrero del 2020: Parasite no sólo arrasó con los pronósticos en contra al alzarse con las estatuillas a Mejor director y Mejor película, sino que hizo historia al convertirse en la primera en lograr una proeza semejante. Se trató de un hito que demostró que la agresiva campaña de la Academia por incluir nuevos miembros, ampliar su base de votantes y apostar a la inclusión, comienza a tener resultados reales concretos.

Para los primeros años del milenio, el cine asiático era lo suficientemente reconocido como para dar sus primeros pasos en solitario y sin necesidad del refuerzo del género del terror

Todo lo anterior ocurre luego de semanas de críticas por un conjunto de nominaciones en la que sólo hubo una mujer afroamericana entre los rubros más importantes y ninguna en la categoría de dirección. El Óscar parecía haber retrocedido a una época obsoleta y conservadora.

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Un largo trayecto al éxito

A principio de los ochenta y noventa, la posibilidad que una película en lengua no inglesa incluso consiguiera distribución a lo largo y ancho de EEUU era remota. En especial, las de idioma asiático no sólo eran consideradas carentes de público probable sino, además, sin ningún vínculo con las grandes audiencias.

Al final, las pocas que lograban atravesar el cerco de la desconfianza —que incluían grandes nombres como Kurosawa o el contemporáneo Zhang Yimou— se exhibían únicamente en cines especializados bajo la premisa de festivales y curiosidades artísticas sin el mayor valor como obra cinematográfica real.

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Kurosawa (izquierda) y Zhang Yimou (derecha)

Una percepción semejante no sólo condenó a grandes autores Lou Ye y Wong Kar-wai a permanecer en un semi anonimato durante la mayor parte de la última década del siglo pasado, a pesar que buena parte de su obra se consideraba ya de alta factura y participa en festivales a nivel mundial. Pero en Norteamérica el mercado cinematográfico continuaba siendo lo suficientemente refractario como para que el cine extranjero tuviera verdaderos problemas en ser considerado parte del sistema.

Solo 12 películas en idiomas extranjeros han sido nominadas para la Mejor película y, de ellas, todas tienen un marcado componente histórico

Para entonces, apenas los distribuidores independientes —en la actualidad desaparecidos— como New Yorker Films y Circle Films, llevaron películas internacionales a teatros como el Film Forum de Nueva York, en donde encontraron un público interesado en metrajes ajenos a la oferta habitual.

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Lou Ye (izquierda) y Wong Kar-wai (derecha)

Ya lo dijo Bong Joon-ho durante el Globo de Oro de este año. Aún con la estatuilla entre las manos a Mejor película extranjera, el director recordó que hay una buena cantidad de cine “más allá de los subtitulos”, en una clara referencia al incómodo fenómeno que buena parte del mundo cinematográfico extranjero debe enfrentar para lograr cierto éxito: luchar contra la idiosincrasia de un público que se resiste a películas subtituladas.

Para finales de los noventa, el fenómeno era incluso más directo y se llegó a hablar sobre la posibilidad de traducir buena parte del material internacional al inglés, para facilitar la distribución, algo que nunca llegó a ocurrir debido al escaso interés sobre el tema.

El género al servicio del cine

Solo 12 películas en idiomas extranjeros han sido nominadas para la Mejor película y, de ellas, todas tienen un marcado componente histórico o son grandes éxitos en su país de origen. Ya sea La vida es bella (1997) de Roberto Benigni y su versión sobre el Holocausto, filmes norteamericanos rodados en un idioma diferente al inglés como parte de la estructura narrativa como Cartas desde Iwo Jima (2007) de Clint Eastwood o curiosidades como Il Postino (1994) de Massimo Troisi y Michael Radford, la Academia parecía estar convencida que sólo recreaciones históricas o más o menos intelectuales tenían la oportunidad de calar en el público.

Aún con la estatuilla entre las manos a Mejor película extranjera, el director recordó que hay una buena cantidad de cine “más allá de los subtitulos”

Pero en el año 2000, Crouching Tiger, Hidden Dragon de Ang Lee se convirtió en un fenómeno de taquilla en suelo norteamericano al alcanzar durante su fin de semana de estreno $128 millones, haciéndola la más taquillera en la historia norteamericana en un idioma foráneo.

Para entonces, otro fenómeno extraño había abierto las puertas del cine asiático a Norteamérica: un renovado grupo de películas de género de terror asiáticas se convirtieron en fenómenos de culto, éxitos de taquilla y, en algunos casos, lograron remakes exitosos en el cine local. Desde Kuchisake Onna de Kôji Shiraishi hasta Yogen de Noroi Tsuruta, el subgénero asiático de terror hizo por el cine internacional lo que no lograron grandes obras de autor.

Una nueva generación

Para los primeros años del milenio, el cine asiático era lo suficientemente reconocido como para dar sus primeros pasos en solitario y sin necesidad del refuerzo del género del terror. Poco a poco, directores vanguardistas como Hirokazu Koreeda, cuyas películas Nadie sabe (2004) y Still Walking (2008) le convirtieron en objeto de culto a nivel de público y de la industria, comenzaron a construir un camino que rápidamente abrió la posibilidad que el cine asiático pudiera ser tomado en consideración en EEUU como algo más que una muestra exótica. Más tarde, Yôji Yamada, Takashi Miike, Satoshi Kon y Yōjirō Takita, crearon una nueva versión del cine asiático a tono con la sensibilidad estadounidense, pero sin perder su esencia local.

No obstante, fue el trío de directores Bong Joon-ho, Kim Ji-woon y Park Chan-wook quienes abrieron formalmente las puertas del éxito durante el primer lustro de los años 2000. En año 2004, Oldboy de Park Chan-wook fue la primera película coreana en ganar el gran Premio de Cannes.

A principio de los ochenta y noventa, la posibilidad que una película en lengua no inglesa incluso consiguiera distribución a lo largo y ancho de EEUU era remota

Pero fue Bong, con su aire contemporáneo y sus historias inquietantes, el que logró dar el salto a las grandes audiencias. En 2013, Snowpiercer, su primera película en inglés, asombró al público y crítica además de demostrar que el cine coreano —y el asiático en general— podía encontrar un punto intermedio entre el norteamericano y el aire críptico de su cultura natal.

En 2017, fue una película de Bong la que desató un enfrentamiento inédito en Cannes, cuando la bilingüe Okja, producida por Netflix, sacudió los cimientos tradicionales del Festival y le obligó a analizar sus reglas del concurso.

La era Parasite

En 2015 y 2016, el Óscar fue acusado de ser “muy blanco” y de favorecer a la producción norteamericana, lo que provocó que la Academia abriera sus numerales para nuevos miembros y comenzara una lenta transformación, aún insuficiente pero ya visible. Además, películas como Black Panther (2018) de Ryan Coogler y Crazy Rich Asians (2018) de Jon M. Chu, se convirtieron en grandes éxitos de taquilla y dejaron claro que había interés por películas con acento cultural y étnico, además de un público ávido de nuevas historias.

Todo lo anterior tuvo un efecto inmediato en las distribuidoras, sobre todo las más pequeñas y vanguardistas, que comenzaron a incluir en sus catálogos todo tipo de oferta en idiomas diferentes al inglés sin necesidad de traducción. En el 2019, la cartelera estadounidense disfrutó de Parasite, Honeyland y Portrait of a Lady on Fire, aclamadas por público y taquilla.

Parasite no sólo arrasó con los pronósticos en contra al alzarse con las estatuillas a Mejor director y Mejor película, sino que hizo historia

En mayo de 2019, Parasite de Bong se estrenó en Cannes y recibió una ovación de casi ocho minutos. No sólo se convirtió en la gran triunfadora del Festival (que ganó con toda facilidad y en medio de críticas entusiastas), sino que además consiguió el apoyo de Gold House, una organización asiático-estadounidense que se había formado en 2018 para impulsar a la película Crazy Rich Asians en medio de la temporada de premios. Y aunque con el film de Chu no tuvo demasiado éxito, Parasite demostró ser un producto poderoso en materia de estatuillas.

En enero de 2020, Parasite se convirtió en la primera película asiática en recibir el SAG Awars al mejor elenco. Lo demás ha sido convertirse quizás en una puerta abierta a un nuevo tipo de cine, pero sobre todo, un recorrido por completo novedoso para una generación entusiasta por renovadas experiencias cinematográficas.

¿En qué consiste el fenómeno Parasite? Se trata de una combinación de factores: desde su tema de actualidad hasta su curiosa puesta en escena, la película de Bong tiene un especial énfasis en temas actuales que son parte de la discusión cultural estadounidense. “La distribución desigual de la riqueza es una enfermedad con la que todos vivimos, donde sea que estés”, dijo a Time el profesor de teatro y estudios de perfomance en UCLA Suk-Young Kim. “Es algo con lo que todos podemos relacionarnos”.

En un año en que casi todas las películas nominadas meditaban sobre grandes problemas y dolores sociales, la propuesta de Parasite no fue sólo asombrosa y por completo adecuada, sino la que mejor resumió el ánimo mundial sobre temas específicos de interés general.

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