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Museo de Arte Contemporáneo: el "cadáver" que recuerda a Sofía

Al borde del Parque Central de Caracas aún se erige el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas. Impronta imborrable de Sofía Imber, víctima de la política impuesta desde despachos ministeriales, sobreviviente de tiempos mejores, mantiene sus puertas abiertas y sus salas dispuestas. El desinterés oficial, las limitaciones monetarias y el agravio desde el poder lo han convertido, en palabras de su propia fundadora, en un "cadáver" por no tener gente recorriéndolo

Texto: Lorena González | Fotografía: La guía de Caracas
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Entrar en una taciturna mañana a medio sol. Saber lo que era, recordar lo que se vivió. Caminar por entre los fragmentos de una ciudad recluida en la memoria del escombro, transfigurada por secretas asignaciones que solo esconden nuevos olvidos y desesperos. El periplo para llegar al Museo de Arte Contemporáneo es una ruta extraña para algunas generaciones: El Ateneo de Caracas ahora Uneartes, el Hotel Hilton ahora es Alba y el antes polifacético Parque Central, una sombría estructura al borde de la debacle. Es el corazón cultural de una ciudad que padece, enferma de fatigas, perpetrada por las fauces del deterioro inminente.

El Museo de Arte Contemporáneo de Caracas comenzó sus actividades en 1974. En alianza con el Centro Simón Bolívar desplegó un ejercicio de producción del conocimiento que nutrió los espacios del complejo habitacional de Parque Central, engranando una mirada visionaria sobre las relaciones entre arte, vida urbana, arquitectura y ciudadanía mediante un panorama eficaz de acciones y datos reales. Hasta comienzos del siglo xxi esta institución contabilizó un patrimonio de más de 3000 obras, 700 exposiciones y alrededor de 520 catálogos para reunir la impactante suma de 30 millones de visitantes. De su vasta y profusa estrategia sobresalen episodios memorables como las largas colas que le daban la vuelta a Parque Central para entrar a la inauguración de Botero. Pero la cartografía tambaleante de los últimos quince años hace dudar de si continúa allí ese museo.

La batalla por el trono de hierro

A pesar de sus múltiples detractores, el Contemporáneo bajo la tutela, y denominación, de Sofía Imber logró convertirse en el epicentro de una amplia convocatoria que nutrió los espacios y la formación de profesionales en todos los niveles. Como modelo de gestión completó una colección sin precedentes y su punto más fuerte fue difundirla con éxito. Estrategias como el «Maccsi Bus» hacían que el arte llegara a todas partes del país. Además de estas exposiciones itinerantes, su directora se encargaba de que resonara en todos los medios de comunicación del momento: la radio, la prensa y la televisión.

Tal vez por ello el impacto fue grande cuando el fallecido expresidente Hugo Chávez, durante el período ministerial de Manuel Espinoza, la despidiera en el año 2001 a dedo y por cadena nacional. Miles de maltratos institucionales han sucedido desde aquel entonces. El primero, fue el sucesivo boom de cambios de trono en la presidencia del MAC. Todos parecían querer el lugar de Sofía, como si aquel despido llevara en sus entrañas el ansia salvaje por estar al frente de uno de los museos más exitosos y completos de toda Latinoamérica. Pero como el tiempo lo demostró, no era tarea fácil.

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El curador Félix Suazo, quien dirige actualmente la Sala TAC del Trasnocho Cultural, estuvo como investigador de 2004 a 2008 en el MAC, durante la gestión bastante inestable de cinco directores en cuatro años: Carmen Hernández, Vivían Rivas, Victoria Galarraga, Luis Ángel Duque y Zuleiva Vivas. Según apunta, esos cambios fueron suficientes para entender toda la inestabilidad programática durante ese período, cosa que surgió en contradicción directa con la claridad de su perfil expositivo y su organización anterior. Suazo permaneció hasta que apareció la oferta que le hizo Periférico Caracas, que le abrió la oportunidad de estar más cerca de los procesos del arte contemporáneo que la política sacó de las salas del museo. Sobre su estancia en el MAC comenta que lo principal fue enfocarse en los procesos de conceptualización y puesta en escena de la obra moderna y contemporánea, buscando relaciones inéditas a partir de la idea de que lo contemporáneo no eran las obras o el Museo, sino la mirada desde la cual esas obras se debían abordar.

“Pude compartir y experimentar este enfoque con varios colegas del departamento, entonces éramos cinco curadores, así como con los equipos de diseño, publicaciones, museografía y montaje, conformado por gente muy competente. Obviamente, no todo fue sencillo. La influencia progresiva de lo ideológico, la disminución de los recursos presupuestarios y la pérdida de autonomía de los museos producto de los reacomodos administrativos del Ministerio de Cultura, mermaron notablemente la posibilidad de llevar a cabo las  tareas de investigación, publicación y exhibición, situación que se ha agravado aún más en periodo reciente”.

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Avances y retrocesos

El tema presupuestario ha sido uno de los puntos claves en el desmoronamiento de la actividad museo. El esquema de la merma de los aportes, la reducción de mejoras y el despliegue de la miseria ha sido el incesante plan de una política de deconstrucción de las instituciones a nivel general. En el caso del MAC, el bloqueo ministerial siempre fue mayor, pues el fin no era sólo cambiar el nombre sino borrar a Sofía Imber. La imposibilidad de hacerlo ha ido colocando a esta institución en una zona ambigua, sostenida con esfuerzo por la ética laboral y el compromiso de los profesionales allí formados.

Tal es el caso de Daniel Briceño, artista que trabajó durante quince años en los talleres de educación durante la presidencia de Sofía. Ahora es el director. Pertenece a una generación más comprometida y menos ególatra que surgió bajo la tutela de Edgar González, quien hasta hace unos meses estuvo al mando de la Fundación Museos Nacionales. Desde una seria pasión profesional, estos nuevos directores se dedicaron a renovar los perfiles diluidos y a remozar la parálisis lamentable que dejó la oscura etapa del ministro de Cultura Farruco Sesto Novas. A pesar de las dificultades, Briceño intenta activar su gestión, desmantelando el viejo mito de que todo está destruido.

Esa matriz de opinión de que la Colección está abandonada es falsa. Desde que se fue Sofía de este museo el personal que quedó trabajando es el mismo. Sofía estuvo aquí casi 30 años y la gente piensa que sin ella las cosas se iban a descomponer. Pero todos los que han pasado por la dirección hemos sido personas del museo formadas con pasión y compromiso. Aquí todo se conserva bien”.

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Visitar el MAC y recorrer junto a Briceño las bóvedas, los depósitos y las exposiciones es comprobar la verdad de sus palabras, aunque un silencioso menoscabo y cierto soplo de melancolía inunda el paso transitado, como si aún pudiera sentirse el bullicio lejano de todo el movimiento que en algún momento llenó las salas. En cuanto a los proyectos de investigación, el director quiere recuperar las líneas originales y el perfil de la institución, pero la traba resurge al preguntar si la colección ha crecido y si la ausencia de presupuesto para adquisiciones ha bloqueado el desarrollo y la actualización del perfil original. “Desgraciadamente no tenemos presupuesto. Desde enero de este año no nos han dado ni medio. Pero a pesar de eso nos hemos fijado metas.  La idea es mostrar la Colección por partes con la ayuda de nuestro investigador de planta -ahora solo tienen un curador- y también mostrar otras propuestas de curadores invitados.”

La exhibición que rompió el mito

Una de las muestras que más destaca en esta perspectiva fue Visión antológica de la cerámica en Venezuela: Memoria y presencia, inaugurada en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas en 2015, con curaduría de Belén Parada y coordinación general del propio Briceño. Clausuró hace varios meses pero significó un alto en otro mito, el de los artistas que no volverían a exponer en el lugar.

“Aquí tenían ese tema de que si los artistas de oposición, que si qué se yo… que no iban a aceptar. El arte no puede tener color político. Todos vinieron, aceptaron y la muestra quedó genial. Estuvieron todos aquí y estaban encantados. Yo no me detengo ante la falta de presupuesto. Hago alianzas, busco cosas, quiero mantener activo al Museo: educación, exposiciones, investigación, movilizarlo todo”.

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Isabel Cisneros es una creadora que a pesar de no olvidar la historia de destituciones arbitrarias, censuras, desmantelamiento y eliminación de perfiles participó en este proyecto con buen ánimo, no solo por la confianza en los organizadores sino por la calidad y seriedad de la investigación. Afirma que la muestra llenaba una necesidad de ver expuestos y en diálogo los trabajos de cinco décadas de cerámica en el país: “En estos casos hay que saber discriminar. Hay que ser tajante ante el panfleto político, el amiguismo o la mediocridad, pero también defender y apoyar las propuestas cuando un proyecto es serio”.

En cuanto al proceso de montaje, aunque el museo evidencia problemas de iluminación, humedad y mantenimiento en los espacios abiertos al público, la artista asegura que el trato fue completamente profesional: “Fueron muy cuidadosos. Fui acompañada y apoyada por el personal de museografía y conservación tanto para la instalación de la pieza como para su desmontaje y embalaje. En ese momento embalaban y trasladaban las piezas de Seka, Reina Herrera y Noemí Márquez. Mi impresión fue que el procedimiento era correcto”.

Vacíos y fidelidad, ¿ruta perdida?

Si algo en estos años ha sido notorio en la opinión de críticos e investigadores que han sufrido los desmanes de la institución museística abatida por la afrenta política, ha sido justamente la ética y el compromiso de quienes permanecen allí. Marisa Mena entró al entonces MACCSI en abril del año 90 y se retiró en el año 2000. En la actualidad, colabora en proyectos puntuales pues para ella quedan compañeros y colegas con mística, empeño y compromiso: “Ellos saben que cuando el MAC llama, lo dejo todo. El museo fue una gran escuela”.

No obstante, el museo sigue siendo una central activa de dudas debido a cambios aleatorios propiciados por la falta de insumos o por la arbitrariedad de la tolda política. En el primer caso, algunas gestiones solventan el problema con alianzas, sin embargo verse obligados a recibir cualquier tipo de novedades -con todo pago- desvía los logros. En el segundo caso, la coacción política fractura constantemente la confianza de todos los actores que dinamizan la vida del museo: artistas, trabajadores y público en general.

Como expresó la artista Isabel Cisneros, es el museo como institución el que está destinado a convocar a los creadores, tal y como se hizo con la muestra de cerámica del MAC donde ella participó. “El museo se debe a los artistas. Es al museo a quien le corresponde abrir las puertas para ir disipando los prejuicios justificados y las resistencias”. Lamentablemente estas aperturas no pueden ser un ejercicio aleatorio, cuando múltiples contradicciones e injusticias siguen dinamitando esa extraña y atrincherada entidad que es el museo de hoy.

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La marca “Sofía”

Marisa Mena manifiesta un profundo respeto a Sofía Imber. “Fue una mujer aguda y lúcida que supo aprovechar las oportunidades para mostrar a propios y ajenos cómo hacer de un proyecto la joya de la corona”. Esa pasión parece ser la continuidad de una gestión que ningún cambio ha podido desarmar. Tanto Félix Suazo como el mismo Briceño mencionan las visitas constantes de Sofía al Museo.

Suazo recuerda un par de oportunidades en las cuales la acompañó a hacer un recorrido por la colección permanente. Daniel Briceño también afirma que Imber los visitó recientemente y que la recibieron como una reina: “Todos los trabajadores salieron a saludarla con mucha emoción. El Museo estaba lleno de niños. Ella estaba encantada. Fue fantástico”.

Sofía y la situación del Contemporáneo se han colocado en la palestra gracias a la pluma de Diego Arroyo, periodista y escritor que acaba de publicar el libro La señora Imber. Genio y figura. “Sofía hizo un museo sin parangón en toda América Latina. Hay gente que siente antipatías personales y busca descalificarla profesionalmente. Es el precio de haber sido siempre tan polémica. Yo creo, sinceramente, que la destitución fue el último triunfo político de Sofía, porque no hay duda de que fue una victoria histórica haber sido exenta de trabajar un día más con la revolución en el gobierno”, dice el autor.

Arroyo confirma que la fundadora visitó el Museo recientemente. Fueron juntos el 10 de febrero de 2015. Sofía lo encontró “bien”, pero casi sin gente. En pocos segundos ella estructuró un diagnóstico y le dijo a su acompañante: “Esto ya no es un museo sino un cadáver, porque no sirve de nada que el museo esté limpio y que las obras estén montadas y que no haya nadie. El museo existe para la gente”.

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