Entrevista

Michelle Roche: "Mi novela muestra a una sociedad aterrorizada por los militares"

A inicios de este año la periodista y escritora venezolana Michelle Roche publicó en España su primera novela, Malasangre, bajo el sello editorial Anagrama. La historia de ficción señala algunas taras sociales que persisten después de un siglo

Emilio Kabchi
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“Cerré los ojos. Cuando los abrí, faltaba el bastón. Entonces, un dolor intenso me atravesó por detrás, como si me hubieran clavado una estaca. El sufrimiento me partió en dos. De entre las mitades de mi cuerpo se escurrió mi alma. La miré pasar frente a mí: tenía el cuerpo de una mujer melancólica con la cara pétrea, como una estatua clásica cuando se sale de su pedestal”. Este párrafo es, quizás, el más doloroso de la novela Malasangre (Anagrama, 2019) de Michelle Roche, y es, al mismo tiempo, uno de los más hermosos y bien construidos.

Como si para llegar a él has tenido que leer y soportar una ristra de vejaciones y de pronto, cuando ya casi no tienes aliento para aguantar más dolor, estás allí, desnuda e indefensa en una cama con un alto jerarca del régimen de turno.

Entonces allí ocurre la magia inexplicable de la buena Literatura. Eres tú lector, eres tú mujer, la que ha recibido el golpe que te ha quebrado en dos y ves, también, que al frente tuyo acaba de pasar tu alma y no te queda más remedio que romper a llorar.

«El país duele, duele mucho, y es un dolor palpitante. Creo que cada día lo entiendo menos»

Por suerte, luego descubres que Diana Gutiérrez, la protagonista de la primera novela de Michelle Roche, no solo remueve tus cicatrices y viejas heridas; sino que también te invita a reflexionar sobre el camino que has andado, las decisiones que has tomado (o que te hicieron tomar) en la vida, y el país del cual provienes: Venezuela.

A través de la historia de una familia caraqueña que durante la dictadura gomecista busca el ascenso social a toda costa, Malasangre exhibe el atraso de una sociedad; pero no por las condiciones económicas de aquella Venezuela rural, previa al descubrimiento de los pozos petroleros, sino por la conducta y la doble moral de quienes conforman las clases más poderosas.

La autora lleva cinco años viviendo en Madrid, España, y la noticia de la publicación de su novela fue conocida en tiempo real cuando el 17 de enero de este año publicó un tuit anunciando que había tenido una hija y que se llamaba Malasangre.

La curiosidad por leer la obra se despertó al ver la imagen de la portada: en una foto de perfil un cuello largo y esbelto de mujer exhibe un collar con un crucifijo de granate rojo. A ella no se le ven los ojos pero sí se destaca una blusa o vestido negro que pareciera ser de encaje. Luego se lee en una especie de cintillo o fajín la siguiente reseña: “Una historia vampírica cargada de violencia y erotismo, ambientada en la Venezuela de los años veinte”.

Si bien Michelle subraya en sus redes sociales que ella: “Escribe. Todo el tiempo”, apartó unos minutos para conversar sobre su más reciente creación.

-¿Cómo estás viviendo la pandemia en España?

-En arresto domiciliario, pero bien. Una cosa que aprendí en Venezuela es ver las cosas racionalmente y tomarme todo con tranquilidad. Esto es una pandemia pero es una pandemia de gripe. El fatalismo juega en contra de la gente. Estoy en casa trabajando tranquila y lo que sí me preocupa es lo económico. Creo que será la recesión más grande de la historia. Vamos a pasar más de 15 días sin producir un centavo y yo trabajo con el medio de la cultura, que es sumamente sensible.

«Yo me considero feminista en lo que escribo porque me interesa la experiencia de la mujer; no solo porque soy mujer sino porque como escritora, además, me interesa la experiencia del marginado»

-¿Cómo era tu rutina antes y cómo es ahora?

-Lo bueno de vivir en un país como este es que tienes acceso a unas bibliotecas que están bastante bien dotadas, donde puedes trabajar, siendo escritor, gratis. No hubiera podido escribir Malasangre sin la Biblioteca Nacional porque allí conseguí todos los libros que necesitaba investigar de la época de Gómez.

Yo vivo en un sitio muy pequeño y también acostumbro ir a la biblioteca porque me hace bien salir a caminar. Voy mucho al parque El Retiro. Allí corro una o dos vueltas tres veces por semana. Lo que ha cambiado es que ahora estoy en casa y no hay esa separación entre el trabajo académico y el de la escritura profesional que hago para una revista. Tengo una revista que se llama Colofón, Revista Literaria. Cada semana saco dos o tres cositas, entre lo que hago yo y lo que hace la gente que le interesa publicar allí.

-¿Desde cuándo vives en España y por qué te fuiste?

-Me mudé para acá en el año 2015. A mi papá le dio un accidente cerebro vascular en el 2014 que fue, al final, lo que lo mató. Era un tipo que vivía su vida a plenitud, la verdad que no le faltó nada, y la muerte fue un poco repentina, dolorosa.

Fue un aprendizaje de vida: yo siempre he hecho lo que me ha dado la gana, pero en ese momento no estaba haciendo lo que realmente quería, que era dedicarme a la escritura. Yo llevaba la fuente de Literatura, en la sección de Cultura del diario El Nacional.

Me dije: “No estoy casada, no tengo hijos, a mí lo que me interesa es la literatura y el sitio donde creo que voy a poder lograr la profesionalización que uno siempre busca, es España. Entonces me mudé para acá, con mi doctorado. Esa es la tesis que estoy haciendo ahora en el Doctorado de Estudios de Género del Instituto Universitario de la Mujer, de la Universidad Autónoma de Madrid. Es un tema que me interesa desde siempre.

«Es una historia escrita desde el feminismo, en el sentido de que la protagonista es una mujer que se va convirtiendo paulatinamente, debido a sus circunstancias, en un monstruo»

Yo hice un máster de Crítica Cultural en la New York University. Me gradué en el 2008. Viví en esa ciudad entre el 2004 y el 2008. Era una maestría interdisciplinaria y yo lo hice en Feminismo. Entonces, desde ese momento me quedó la idea de hacer una tesis doctoral sobre la obra de Teresa de la Parra, que es lo que estoy haciendo ahorita.

Con ese doctorado me vine para acá, comencé a hacer cosas, a trabajar en diversas actividades culturales. Luego, en el año 2017, tuve la buena noticia de que me gané un premio con unos cuentos y eso te ayuda, como escritora, a darte a conocer.

-¿Cómo te formaste para llegar a ser autora de Anagrama?

-A veces la formación no es lo que te lleva a publicar en uno u otro sitio. Eso responde, más bien, a los propios estándares de calidad que tengas con tu obra. Yo me había tardado mucho en publicar. Llevo muchos años escribiendo. Yo sabía que iba a ser escritora desde los 10 años. Es algo en lo que estaba trabajando toda la vida.

Mi formación caraqueña es bastante común: asistí a la Universidad Católica Andrés Bello, en la mención Periodismo (de la carrera de Comunicación Social). Me gradué. Luego me fui a hacer este máster en New York. Después entré a trabajar en El Nacional, durante 5 o 6 años, y luego me vine para acá.

No hay nada que una universidad te pueda dar que tú no tengas ya por dentro. La universidad lo que te da es una profundización de tus valores e intuiciones profesionales en la vida.

Yo siempre supe que iba a ser escritora, lo que pasa es que los caminos para lograrlo son distintos para cada uno. En mi caso obedecí al lugar común que decía que nos íbamos a morir de hambre si estudiábamos Letras y estudié periodismo. Pero el periodismo que ejercí, el periodismo que me interesa siempre, fue el cultural; así que de alguna manera me mantuve dentro de la literatura.

En el 2009 me eligieron para la Semana de la Narrativa Urbana que organizaban Héctor Torres y Ana Teresa Torres. Esos eran los cuentos que yo escribía, que luego se convirtieron en Gente decente (Musa a las 9, 2017) la colección de relatos que ganó aquí el V Premio de Narrativa Francisco Ayala.

Un escritor no se hace fácil. Eso no es una receta que tú pones un huevo aquí, un poco de harina allá. No. Tú puedes tener los mismos ingredientes en diferentes personas y no te sale la tortilla. Tiene que ver con tu forma de ser, con las cosas que te interesen y, ¿por qué no?, con tu talento. Con el talento que tienes para ver ciertas cosas en lugar de otras.

«El periodismo que ejercí, el periodismo que me interesa siempre, fue el cultural; así que de alguna manera me mantuve dentro de la literatura»

-¿Cómo tenías tan claro lo de ser escritora a los diez años?

-Porque me gustaba escribir. Yo jugaba a ser maestra y a escribir. No jugaba a la muñeca, ni a la mamá, ni a esas cosas. Yo era así y punto.

-¿Y tus papás respetaron tu modo de ser?

-Es que mi familia siempre ha tenido en alto la formación cultural. En mi casa íbamos a la ópera los fines de semana. A mí me llevaban a los museos. Digamos, mi premio, cuando hacía cosas buenas, era llevarme a la librería chiquita y dejarme escoger el libro que yo quisiera, mientras yo les dijera por qué quería ese libro. Lo cual es la evidencia de por qué terminé reseñando libros, porque siempre tenía que argumentar las cosas.

-¿Cuánto tiempo te llevó investigar y redactar la novela? En ella se observa tanta escrupulosidad en la redacción de los detalles que es fácil imaginarte pasando horas dentro de una hemeroteca confirmando datos. Pareciera que todo lo que hay allí es verdad.

-¡Claro que todo lo que está allí lo es! Excepto las partes góticas, respecto a los vampiros. Los personajes que están allí son ciertos. A ver, el caso de la fiesta en la casa de los Boulton es bastante explicativo. El infante don Fernando María de Baviera y Borbón va de visita a Venezuela en 1921 y la familia Boulton le hace una fiesta. Esa fiesta existió y la hicieron los Boulton de verdad.

Como en esa época todos los diarios eran oficialistas, lo que conseguí en ellos fue una apología a Gómez y al gobierno. Entonces, era muy cursi lo que estaba allí. Lo que hice fue agarrar literatura de esa época, tanto venezolana como norteamericana, para saber cómo podía ser una fiesta de ese estilo, que era un thé dansant (porque la gente en esa época no acostumbraba a salir de noche). ¿Se parece un poco a la Venezuela de hoy en día, no?

Fíjate cómo aparecen retratadas las personas que van allí: los protagonistas, la familia que ellos querían conocer y los banqueros de la época, entre otros. Lo que yo hice fue reconstruir históricamente la reunión como yo sé que eso ocurrió.

Esta fiesta fue el 5 de mayo de 1921 en la quinta Las Acacias, que era de los Boulton. Detalles como la bebida que se tomaba en esta época, todo eso es investigación. En ese entonces no se tomaba whisky, por ejemplo. Se tomaba champaña, se tomaba brandy y ese tipo de cosas. Entonces es una investigación histórica en varios sentidos: del hecho histórico de lo que ocurrió y luego de los usos y costumbres.

Michelle Roche

Pasaron 15 años entre la idea original de la obra y el momento cuando por fin se convirtió en una novela para publicar. Comencé a pensarla en el año 2004 y en el 2019 ya estaba lista, incluso aprobada por la editorial. Ahora, eso había pasado por algunos borradores, ninguno de los cuales me gustaba. La última oportunidad que me di con esta novela fue en el año 2018. Decidí sumergirme en ella y hacerla completamente desde cero.

Yo trabajo con tres borradores. Lo primero que hago es escribir la historia completa. Con ella termino de limar y de arreglar la estructura de la novela. Luego trabajo en un borrador que obedezca a esa estructura, pero sobre eso tengo que corregir. Esa corrección completa es el segundo borrador, pero entre uno y otro hay capítulos o escenas que a mí me interesaba afinar, por lo cual tuve que dedicarle mucho tiempo. Esos son los tres mini borradores a los que me refiero.

Esa es la cocina de la escritura. La investigación histórica se fue haciendo en conjunto con la escritura de la novela. Yo leí mucho, durante muchos años, sobre Gómez, pero estas minucias que te estoy contando, sobre el tipo de alcohol que tomaban entre otros detalles, sí lo fui haciendo en ese año de dedicación.

Una novela histórica verdaderamente lo es cuando los personajes piensan como la gente de esa época. Entonces parte de lo que yo también tenía que hacer era crear personajes como los de aquella época. Cuando, por ejemplo, una obra como la de Darwin ya estaba publicada pero no todo el mundo creía precisamente en eso.

Él tenía muchos choques con la iglesia católica en ese momento y eso aparece en la novela. Ya hoy en día esos choques están resueltos y tú, por tu lado, decides creer en una cosa o en otra, pero ya esa información es parte de nuestra vida.

Otra cosa es la psicología y la psiquiatría. ¡Estaban en pañales! Había cosas de la época que todavía se estaban discutiendo. Por ejemplo, la noción de homosexualidad. Se entendía como una perversión o una enfermedad. Yo tengo un personaje homosexual que tiene que atenerse y reconocerse a sí mismo sin esos parámetros. Esas son las dificultades de la creación de los personajes y esa fue la investigación que hice durante ese año.

«¿Para qué contar las intimidades de lo que pasa en Venezuela si pueden verlas en un periódico? Eso no estuvo planteado a la hora de tomar mis decisiones literarias»

-¿Qué te motivó a hacer una novela sobre la época de Gómez, cuando en este momento hay un cierto “boom” de autores nacionales que escriben sobre la crisis que atraviesa Venezuela en la actualidad? Son ejemplo de ello Rodrigo Blanco Calderón, Alberto Barrera Tyszka y Karina Sainz Borgo, entre otros.

-Yo veo el mundo de una manera y utilizo la Literatura para algunas cosas y ellos la utilizan para otra. Cada quien escribe de lo que quiere y de lo que puede. No me planteo la comparación con nadie. Yo conozco profundamente la historia de Rodrigo y además es un buen amigo. Como periodista he leído su obra, como la de otros escritores.

Alberto Barrera es también buen amigo y, de hecho, creo que es el que mejor retrata asuntos bien puntuales de la realidad venezolana. Después de lo que él escribe en Patria o muerte, es poco lo que queda por escribir al respecto del chavismo.

En mi caso me pregunto el para qué: ¿Para qué contar las intimidades de lo que pasa en Venezuela si pueden verlas en un periódico? Eso no estuvo planteado a la hora de tomar mis decisiones literarias. A mí me interesa la literatura para llevar ciertas nociones de argumentos y de ensayos sobre posibilidades de la vida que me importan. Lo que no significa que lo que suceda en mi país no me importe, solo que mi manera de retratarla es distinta.

En mi opinión es tan válido el retrato de la hegemonía militar que se hace en Malasangre como el que presenta Alberto en Patria o muerte. Evidentemente él tiene mucho más tiempo que yo en la literatura y la conoce mucho más profundamente que yo. Es mucho mejor narrador. Pero en cuanto a visiones del militarismo, si tú le quitas a Malasangre lo que tiene de vampiros y lo que tiene de historia y nos remitimos solamente al asunto de los militares, al final lo que te está mostrando es una sociedad aterrorizada por los militares, donde el poder se basa en la gestión del miedo.

Eso ocurre en la Venezuela chavista y ocurrió hace un siglo, en la Venezuela gomecista. Entonces esto también es una crítica hacia nosotros: ¿Cómo es que tenemos cien años permitiendo que nos pasen estas cosas? Y de eso se trata también otro libro que estoy escribiendo. Yo creo que mi obra, en estos años, va a girar sobre la indignidad que es la hegemonía militar.

Estoy escribiendo sobre el asunto chavista, igual que los demás, lo que pasa es que lo estoy haciendo a través de otras herramientas, aquellas que a mí me gustan y que pegan conmigo, las que me interesan dentro de la ficción y la literatura.

«Una novela histórica verdaderamente lo es cuando los personajes piensan como la gente de esa época. Entonces parte de lo que yo también tenía que hacer era crear personajes como los de aquella época»

-¿Cuál es, a tu juicio, la esencia de Malasangre: la expoliación de un país por parte de sus gobernantes, la crítica al estado de subordinación de las mujeres, las torturas de la dictadura gomecista o el control que siempre ha ejercido la Iglesia?

-Hiciste un diagnóstico bastante preciso y certero con esta síntesis. Malasangre es eso: una novela de formación, histórica, ambientada en una de las épocas de hegemonía militar más temible del siglo XX venezolano, interceptada por el gótico.

Es una historia escrita desde el feminismo, en el sentido de que la protagonista es una mujer que se va convirtiendo paulatinamente, debido a sus circunstancias, en un monstruo.

Tienes todas las herramientas para pensar que es un monstruo sobrenatural, como un vampiro, pero también puede ser una metáfora de su propia monstruosidad humana. De la misma manera que la sangre es una metáfora del petróleo.

Tu resumen es bastante certero. Yo no pondría una cosa sobre otra porque no fue mi propósito hacerlo. La idea fue trabajar con todo el conjunto.

-¿Es una novela feminista?

-Sí y yo no tengo ningún problema con el término. Yo voy a ser doctora en Estudios de Género. El feminismo es un movimiento enorme que abarca todos los ámbitos de la vida y con esto me refiero a todas las posturas políticas del mundo. Es falso pensar que alguna persona no tenga una postura política. Todas la tienen, incluso quien crea que no. El mismo hecho de no querer participar es una manera de estar en el mundo.

Yo me considero feminista en lo que escribo porque me interesa la experiencia de la mujer; no solo porque soy mujer sino porque como escritora, además, me interesa la experiencia del marginado. Sobre ese es sobre quien uno hace literatura, sobre el que tiene conflictos. La literatura en general, pero la narrativa en particular, es el relato de conflictos que actúan como fábulas de la vida.

Michelle Roche

A mí el conflicto que me llama, que me interesa, (habrá a quienes les interese otro) es el de las mujeres. Y esto es así porque profesionalmente he estudiado todas las maneras en las que hemos estado en actitud complementaria con respecto al hombre.

Yo tengo un ensayo, que publiqué aquí en España en el año 2016, que se llama Madre mía que estás en el mito (Sílex Ediciones, 2016). Sin ser propiamente académico es bastante formal. Allí trato de rastrear cómo el modelo de mujer que heredamos los latinoamericanos del catolicismo, el de la Virgen María, determina cómo nos comportamos las latinoamericanas. Como ves, mi interés narrativo en lo femenino es un interés de vida, porque fíjate cómo lo tengo también en un ensayo. No puedo escribir de otra cosa que no sea de eso porque es lo que me interesa en la vida.

«No hay nada que una universidad te pueda dar que tú no tengas ya por dentro. La universidad lo que te da es una profundización de tus valores e intuiciones profesionales en la vida»

-Te lo pregunté porque percibo que el concepto o la categoría de “feminista” se ha venido a menos y, ahora, incluso los reclamos que exigen el respeto a los derechos de las mujeres son despachados fácilmente con el término “feminazi”. ¿Qué opinas al respecto?

-Sí te pediría una cosa, que trates de no leer la novela bajo el apelativo “feminazi” porque no tiene que ver con lo que yo estoy tratando de plantear. Primero, ese epíteto es un insulto hecho por personas, generalmente hombres, que se sienten menospreciados por el valor social y cultural que están tomando las mujeres ahora. Esto es algo que ha tomado más de 200 años.

En Venezuela las mujeres no podían votar hasta 1949 y ni aún así porque después vino una dictadura y no pudieron votar sino hasta 1958. Estoy trabajando en una obra de Teresa de la Parra y siempre la tratan como a una señorita, como si fuese una mascota o un perro que está escribiendo y tú sabes: “¡Ay mira, la señorita De la Parra publicó esto!”. O sea, ¿Pocaterra y Gallegos no son señoritos? Ellos son escritores de verdad, pero con la otra es como si la estuvieran aplaudiendo.

Nos hemos acostumbrado a vernos a través de los ojos de los hombres. Mejor dicho, de los hombres no, del patriarcado. Hay una diferencia enorme entre el patriarcado y el hombre individual. El patriarcado es un sistema con siglos de historia que fue construido para darle privilegios a un género sobre otro. En este caso el género masculino y, evidentemente, a la gente con más dinero y con más poder. El patriarcado es un entramado: tiene historia, tiene cultura, tiene política. Son muchas aristas.

«Yo sabía que iba a ser escritora desde los 10 años. Es algo en lo que estaba trabajando toda la vida»

-¿Pero esto es así desde que el mundo es mundo, no?

-Tu pregunta puede mostrar que estás apelando a una perspectiva histórica, pero justamente vivimos en una época en la que estamos retando nuestras nociones históricas. Te voy a dar un ejemplo: se dijo que las mujeres habían “emergido” o comenzado a escribir en el siglo XX, que antes no escribían. ¡Eso es mentira! Las mujeres están publicando y consiguiendo mecenas desde el siglo XIII. Lo que pasa es que (y esto se alinea con lo que mencionas con la palabra “feminazi”) se encontraron con una fehaciente oposición de los hombres escritores y lo que se replicó y consiguió eco en los libros de historia fue la posición de los hombres escritores.

Un ejemplo de esto es la obra de teatro “Las preciosas ridículas”, de Molière.

Se trata de mujeres intelectuales a las cuales se les ridiculiza durante toda la obra y estamos hablando del siglo XVII. Estamos hablando de un momento específico. Además, ¿qué quiere decir eso de que “emergieron”?

Hay una antología que se llama Rasgos comunes. Antología de poesía venezolana del siglo XX (Editorial Pre-Textos, 2019), que apareció acá hace algunos meses. ¡Una maravilla! ¡Completísima! Está dedicada a todos los poetas desde 1901 hasta 1999, y cuando vienen a hablar de las poetas mujeres dicen que el gran hallazgo en 1920 fue su aparición, cuando ellas “emergieron”.

Investigaciones recientes están descubriendo a muchas poetas venezolanas del siglo XIX, como Juana Zárraga de Pilón o Enriqueta María T. Es decir: existían poetas, pero no han quedado en el canon de ese siglo. Por eso pensamos que “emergieron” a partir de 1900

«Una cosa que aprendí en Venezuela es ver las cosas racionalmente y tomarme todo con tranquilidad»

-Tu novela me hizo recordar muchísimo a Ifigenia. ¿Es Malasangre un homenaje a Teresa de la Parra?

-Yo a Teresa de la Parra le estoy dedicando una tesis doctoral, así que los homenajes a ella me salen naturales. Creo que es una grandísima escritora que ha sido muy mal leída en Venezuela. Pienso, de hecho, que nuestra tradición no se la merece. Ella resume la modernidad francesa y la coloca en la literatura venezolana y nosotros se lo hemos pagado muy mal llamando a su obra “literatura de mujer”, como si ella fuera la representante de un Olimpo femenino o algo así.

-¿Cómo sugieres que habría que leerla?

-¡Leerla como a cualquiera, como a un escritor que trabaja con ideas! Comparar sus ideas con las ideas de su época. Es decir, a ella siempre la comparan con Pocaterra y con Blanco Fombona en situación de subalternidad y en muchos casos ella es mejor que ambos. ¡Es diez veces mejor que Rómulo Gallegos! Hizo lo que Rómulo Gallegos no podía hacer, lo que pasa es que se murió a los cuarenta y pico de años y Gallegos vivió veinte años más que ella, hasta bien entrado el siglo XX.

Ella fue una persona que leyó y sintetizó la tradición de vanguardia en sus obras, y ella tiene un concepto de pueblo y de ciudadano removido del populismo de Acción Democrática que manejaba Gallegos. Él es un autor político, en el sentido de partidos. Sus personajes son arquetipales, moralistas. Mientras que los de Teresa de la Parra no lo son.

Los personajes de Teresa de la Parra no le dicen a la gente cómo pensar. De hecho, su personaje principal en Ifigenia, María Eugenia Alonso, se casa con un hombre al que odia y lo que realmente quiere hacer es irse corriendo con un médico quien, además, tendría que dejar a su esposa. Menos moralismo que esto no hay. Rómulo Gallegos será siempre un profesor que te dirá cómo pensar. Teresa de la Parra no. Eso es un gesto vanguardista.

-¿Cuál bibliografía consultaste para tu novela?

-Como estoy viviendo en España sabía que publicaría aquí y a mí me interesaba traer la tradición venezolana a mi literatura y que esta empapara al lector español, o al de cualquier otra nacionalidad. Una obra que leí, y que incluso me aprendí pasajes de ella para lograr el tono en la narración, fue la de José Rafael Pocaterra: Memorias de un venezolano en la decadencia, de 1927, y luego Cuentos grotescos, de 1922.

Creo que él se parece mucho a Teresa de la Parra en el sentido de que narra las costumbres, fuera del costumbrismo ñoño y tradicional, y lo acerca mucho más al mundo real.

También leí a Manuel Díaz Rodríguez, autor de Ídolos rotos, y a Rufino Blanco Fombona, con El hombre de hierro.  Con esta novela pude trabajar lo que eran los burgueses de aquélla época, y es importante también que sepas que yo me propuse con Malasangre voltear un poco la típica novela del dictador, desde Miguel Ángel Asturias hasta Arturo Uslar Pietri (con Oficio de difuntos).

“Una historia vampírica cargada de violencia y erotismo, ambientada en la Venezuela de los años veinte”.

A estas lecturas hay que añadir clásicos universales como El guardián entre el centeno, de J. D. Salinger, The Great Gatsby, de F. Scott Fitzgerald, y los cuentos de Patricia Highsmith, donde los personajes están súper bien construidos.

-¿Qué sentiste al terminar tu novela y qué desearías comunicar a tus lectores?

-Sabes que yo no soy partidaria de decirle a los lectores cómo deben leerla. Me gustaría que la leyeran y que, si les gusta, la recomendaran. Para mí es una metáfora del siglo XXI en el siglo pasado.

-¿Cómo ves al país desde España, Michelle, lo extrañas?

-Lo extraño mucho, sí. Lo veo mal pero no hay que ser muy inteligente para mirarlo así. No creo que comience una realidad distinta con esta hegemonía militar mandando, y las herramientas para que empiece un gobierno civil no las veo con claridad. Esto me resulta desesperanzador. El país duele, duele mucho, y es un dolor palpitante. Creo que cada día lo entiendo menos.

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