Sociedad

Mi vida con el CLAP: Migajitas de atún

El atún enlatado dejó de ser la comida del socorro, del pobre y del apurado. Se convirtió en un lujo en la calle, y en un privilegio breve para quienes lo recibían directamente en las cajas del Clap, nunca las bolsas. Ahora no lo es de nadie, porque lo que llega es poco más que una masa aceitosa que no solo no provoca comer sino que dudo pueda alimentar a nadie. Clímax presenta una serie dedicada a la cotidianidad impuesta a través de la entrega de comida de los CLAP

ILUSTRACIÓN: DANIEL HERNÁNDEZ
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No exagero cuando digo que el atún enlatado es de mis comidas favoritas en el mundo. Podría comerlo todos los días, en todas sus formas y presentaciones. Recuerdo que en mi casa nunca faltaban, siempre había tres o cuatro latas en los estantes de la cocina. Cuando nos daba fastidio hacer cena y queríamos algo rápido sin muchas complicaciones, el atún era la mejor opción. No era caro ni era un lujo comprar latas de atún por montones. Cualquiera podía hacerlo.

Eso se acabó.

Hubo un tiempo en que las latas de atún se volvieron incomprables. En las bolsas CLAP llegaban dos, como máximo, hasta que, como todo, dejaron de venir. ¿Qué pasó con ellas? Desaparecieron.

Mi tía, que recibe la caja CLAP, era mi salvadora. Ya sabemos que lo que contiene el cartón y lo que contiene el plástico hay diferencias, nunca explicadas. Era ella quien siempre nos daba algunas latas de atún para alegrarme la existencia porque sabe lo mucho que me gusta. Ella, quien recibía hasta cinco o seis latas por caja, se apiadaba de nuestra miseria de la bolsa.

Y durante muchísimo tiempo, el atún que venía con la caja CLAP era buenísimo. Tanto de sabor, como de la calidad de ese atún importado. Nada de esos pescados todos deshechos, sino que venía sólido, en pedacitos. Esas noches, comiendo atún con arepa o con pan, eran mis cenas favoritas.

La última vez que mi tía nos dio latas de atún, nos dieron ganas de llorar. El atún no era rosadito, sino marrón. Primera alerta. Además, venía ahogado en aceite, algo más parecido al agua. Segunda alerta. Y era como pescado machucado, pulverizado. Tercera y última.

Echarle mayonesa para comerlo en ensalada fue la peor idea que pude tener.

Las marcas se suceden, van cambiando. Siempre traídas desde afuera. ¿Ya nadie hace atún enlatado con pescado de ahí mismito? Debe ser un negocio. Además, todas las presentaciones vienen con etiquetas que exaltan la calidad y las bondades del producto, como si fuera de primer mundo, pero dentro del metal la realidad es otra.

Siempre he dicho que comer sabroso, darme un gustico de vez en cuando, ha sido mi forma de luchar contra un Gobierno que nos ha quitado todo. Para mí, la posibilidad de poder comer un atún sabroso ha sido otra de las cosas que el chavismo me quitó.

Gracias, pero se pueden quedar con su residuos de atún.

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