Crónica

Mafias del Saime, más dólares y menos pasaportes

Para renovar o solicitar un pasaporte en Venezuela se necesita más que buena suerte. En algunos casos hace falta paciencia para aguantar horas de largas colas o que los trámites legales den resultados. Y en otros casos, las personas ni confían en los canales regulares que ofrece el Saime y son conscientes de que unos cuantos billetes verdes agilizan el proceso, sin importar si se está dentro o fuera del territorio. El proceso se resuelve en un abrir y cerrar de ojos si hay dólares de por medio

Venezolanos
PORTADA: EFE/José Jácome
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Luis Guillermo Castillo* decidió que se iría del país el mismo día que le abrieron el carro en un estacionamiento privado y le robaron todo su equipo fotográfico, sus herramientas de trabajo. Tras sacar cuentas de la dolorosa pérdida, sentenció que emigraría de Venezuela antes de que terminara el año 2017. Una sola cosa se lo impedía: su pasaporte vencido.

La huida no fue sencilla. A los pocos días de lo ocurrido ya había solicitado la renovación de su documento en la página web del Servicio Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería (Saime). Pero el apuro fue en vano: su trámite nunca avanzó. “No hay material”, le decían los trabajadores del organismo cada vez que se acercaba a las oficinas en busca de información. Los días se convirtieron en semanas y luego en meses. En marzo de 2017, cuando fue habilitada la modalidad que prometía entregar el librito azul en 72 horas, Castillo cayó instantáneamente en la opción de “Obtención Express del Pasaporte Electrónico”. El segundo intento tampoco resultó. “Nunca pude pagar”, expresa el joven.

Gestorespasaporte-cita3La desesperación hizo que la palabra “gestor” se asomara en su mente por primera vez, pero la desechó al pensar que aún tenía tiempo. Podía esperar, mejor irse con algo del todo legal. Pero nada avanzaba. “Todo empeoró con el Saime. Cuando llegamos al 2018 y yo todavía seguía en Venezuela, supe que era el ahora o nunca. Cada vez se me estaba haciendo más difícil irme del país”. Entonces volvió a ver ante sí los “caminos verdes”.

“Un compañero del trabajo de mi hermana le pasó el contacto de alguien que supuestamente era de confianza. Nos estaba cobrando 400 dólares porque decía que era un caso muy difícil. Pero yo no estaba del todo convencido. Aparte que ni siquiera tenía el dinero completo”, cuenta Castillo. Su desconfianza solo hizo que aumentara la cifra después de unas cuantas semanas, así que se sintió entre la espada y la pared. Entre sus ahorros y plata prestada, reunió el monto. Le terminó pagando 700 dólares al gestor a mediados de junio de 2018. A las semanas tenía el tan deseado pasaporte en sus manos. A finales de agosto, Luis Guillermo ya estaba aterrizando en Madrid.

Los precios en dólares son tan diversos como historias de venezolanos que sueñan con tener su pasaporte en las manos. A Darwin León le robaron su documento mientras se encontraba en un viaje de trabajo en Aruba. En la isla caribeña los funcionarios consulares cumplieron con los procedimientos de tomarle los datos, registrarle la firma y hacerle la fotografía correspondiente, a mediados de 2016. Y ahí quedó todo. Le entregaron una identificación provisional y lo regresaron a Venezuela con la explicación de que gestionar el trámite en Caracas “sería más fácil”. Falsas promesas.

En la capital venezolana una frase llegó como daga: “No podemos hacer nada por tu caso”. De hecho, había que comenzar de cero. “Me dijeron que la única manera era anular la solicitud que ya estaba hecha, pero eso era algo que hacía sin ningún tipo de garantías. Podían pasar hasta tres meses nada más para que saliera otra vez en el sistema”, relata León. Desde entonces, lo han mantenido durante meses entre el Saime y el Ministerio de Relaciones Exteriores sin información certera sobre su credencial. En una oportunidad le sugirieron que se regresara a Aruba a completar el trámite. “Sin el pasaporte, ¿cómo hago para salir a buscar el pasaporte afuera?”, se burló el muchacho.

El primer gestor le ofreció sus servicios a finales de 2017, mientras Darwin exigía respuestas en la sede principal del Saime en el centro de la capital. “Seguro estaba escuchando todo lo que estaba explicando, porque se me acercó a decirme que me podía ayudar con mi caso. Me estaba pidiendo 800 dólares. Le dije que no le iba a pagar esa cantidad”. La segunda tentación llegó en febrero de 2018 y le estaban cobrando 2000 dólares por llevarlo hasta el piso tres de la oficina del organismo en la avenida Baralt y entregarle su pasaporte ahí mismo después de pocas horas de espera, como por arte de magia. Él se negó. A la tercera, en junio de 2018, se dio por vencido.

Se comunicó con un contacto que le habían recomendado para que lo ayudara si le entregaba 900 dólares. Sin pagos por adelantado, solo cuando tuviese el pasaporte en sus manos. “En tres meses avancé cuatro pasos en el trámite y no ha sido por ellos (Saime)”, comenta con optimismo Darwin. Sin embargo, sigue esperando por su librito azul. “Todo se debe a la mala información y a que no hay disposición de ayudarte. Si existiera la posibilidad de hacer todo normal por la página, otro gallo cantaría. Lo que pasa es que quieren tener los verdes, quieren los dólares”.

Virginia Cedeño* no estaba dispuesta a perder el tiempo en la página o en la sede del Saime. Ni siquiera lo quiso intentar. Dos de sus integrantes de la familia necesitaban pedir la prórroga del pasaporte para tener el documento vigente al momento de emigrar, debido a temas de salud y la dificultad de conseguir los medicamentos necesarios para llevar una vida estable después de haber sobrevivido al cáncer. Para garantizar que les entregarían el material en pocos días, se fueron directo a contactar al gestor. 

La persona se encargó de buscarlos directamente a la vivienda y trasladarlos hasta la oficina del Saime en el centro de la ciudad, donde pagaron en bolívares el proceso legal al organismo. Por su parte, los 300 dólares por cada pasaporte se lo entregan directamente al gestor. “Lo bueno es que te daban seguridad de entregártelo en 24 horas”. Al día siguiente, los dos documentos estaban en manos de Cedeño. El 27 de agosto se estaban montando en un avión junto a sus otros cuatro familiares rumbo a España. Aunque no todos los procesos salen tan bien.

Daniela Medina* planeaba unas vacaciones con su familia y compraron los pasajes con dos meses de anticipación. Sin embargo, se dieron cuenta muy tarde de que los pasaportes de su hermana y de su abuela estaban vencidos. “Son dos meses antes, nos queda tiempo para sacar las prórrogas”, pensaron. Alguien cercano le facilitó el contacto de “un gestor que sacaba todo tiempo de papeles y de documentos. Supuestamente era una maravilla”. Les pidió fotocopia de todas las páginas de ambos pasaportes y un adelanto de la mitad del dinero de cada uno, 100 dólares en total.

Daniela piensa que tuvo que haber sido más insistente. “Siempre pedíamos una actualización, una noticia de cómo iba el trámite. Quizá no insistimos tanto”. Nunca les entregaron los documentos. “El gestor nos dijo que no iba a poder hacerlo porque estaba muy trancada la cosa”, cuenta. El contacto igual mantuvo su oferta: necesitaba lo que faltaba del dinero. “Nosotros decidimos dársela porque temíamos que nos hicieran algo con esos pasaportes y decidimos pagarle lo que faltaba». Perdieron la plata.

Secreto a voces

A finales de 2016, Juan Carlos Dugarte, antiguo director del organismo, reconoció que los retrasos en la entrega del documento se debían a la falta de material. “Si usted no necesita viajar próximamente espere a que esté cerca  de la fecha de viaje para realizar los trámites”, pedía el funcionario a la gente durante una jornada de cedulación.

A los meses fue creado el pago express del documento, implementado para “combatir la corrupción” de los gestores. Era solo para venezolanos que vivieran en el territorio y que tuvieran tarjeta de crédito. Funcionó algunos meses, pero no fue suficiente: colapsó el sistema. Las denuncias de los ciudadanos que pasaban horas frente a la pantalla de la computadora para poder seleccionar dicha modalidad se hacían interminables. A algunos ni lograban ingresar a la opción en el portal web. Así fue que en noviembre de 2017 se anunció la prórroga, que serviría para mantener vigente el libro por dos años más gracias a una laminilla.

Pero el Saime no se da abasto. La ineficiencia del organismo, además de la gran cantidad de venezolanos que día a día abandonan el país por la crisis, facilita la aparición de mecanismos alternos y de personas desesperadas en busca de soluciones. Un sistema que no se paga en bolívares, sino en billetes verdes y que cada vez se cotiza a precios más elevados.

Las mafias que giran en torno al Saime por los pasaportes no son nuevas ni secretas. En 2017, Clímax publicó un reportaje que ya daba cuenta de cómo las divisas lubricaban la velocidad de los procesos. Entonces, la crisis migratoria no era tan pronunciada y los «favores» se tasaban en montos de alrededor de 100 a 300 dólares.

Gestorespasaporte-cita2Un año más tarde se habla de éxodo, se afirma que en apenas 12 meses ha salido del país más de un millón de personas y «los caminantes» forman parte de la estampa del emigrante criollo que, además, en muchos casos opta por irse solo con cédula de identidad para tocar puertas de Perú o Ecuador. Mientras, las mafias del pasaporte encarecieron sus gestiones. Ahora se pagan 800 y hasta miles de dólares por el librito.

La organización Transparencia Venezuela mencionó que entre febrero de 2017 y 2018 han recibido 195 denuncias de atropellos en la expedición del pasaporte de parte del ente. Ni siquiera el Gobierno puede jugar a hacerse de la vista gorda. A principios de junio de este año fue detenida una banda “dedicada a la extorsión y cobro en moneda extranjera a los usuarios del Saime para la impresión del pasaporte”, según informó el ministro Néstor Reverol en Twitter, mientras prometía “¡mano dura contra las mafias!”. Incluso, invitó a los venezolanos a demandar a los gestores, destituyó a Dugarte del cargo y nombró a Gustavo Vizcaino Gil como nuevo Director General “por instrucciones del presidente Nicolás Maduro”.

La primera medida de Vizcaino sería la implementación de una protección en el servicio de entregas de pasaportes y prórrogas. «Los funcionarios firmarán una caución donde se hacen responsables de la entrega final de esos documentos al usuario”, explicó. Pero el cambio de directores en el Saime le ha traído más dolores de cabeza a Gisela Maldonado*, quien desde hace meses espera por la prórroga de su pasaporte y ya no cuenta con los contactos “de confianza” dentro de la institución para que le echen una mano. “El muchacho que me estaba ayudando desapareció de la noche a la mañana. Y he preguntado a muchísima gente si conocen a alguien y me dicen que los movieron de puesto o que ya se dejaron de eso. Hubo un loco que me estaba cobrando 2000 dólares por un pasaporte nuevo. Demasiada plata”.

Ineficiencia exportada

Los venezolanos en el exterior se deben enfrentar a otras cabezas del mismo monstruo. Una medusa que deja de piedra el derecho a la identidad. Cuando Margarita Márquez* llegó a Argentina en octubre de 2016, a su pasaporte le quedaban ocho meses de vigencia. Ella prefirió emigrar antes que hacer cualquier otro trámite en Venezuela. A los dos meses de haber tocado tierra argentina, acostumbraba a meterse en la página del Saime todo el tiempo para conseguir la cita que extendería la vida de su documento. “Quería ver si me daba chance para renovar mi pasaporte y poder asistir a mi graduación”, explica desde Buenos Aires. No pudo lucir toga y birrete, pero al menos consiguió la cita para finales de abril. En la fecha indicada, se fue con todos los papeles al consulado de Venezuela en la capital argentina. “Te acercas una cuadra antes y ya te empieza a agarrar un odio contra esa gente. Debe ser que me estuvieron escuchando todas las puteadas que eché porque cuando por fin me tocaba, la muchacha que me atendió me empezó a pedir papeles que yo no tenía y que no estaban en la página. Son desorganizados, ineficientes, te mantienen por horas solo para decirte que no te pueden dar información”. Se regresó a casa con el rabo entre las piernas. Gestorespasaporte-cita1.1

El segundo turno sería para la primera semana de octubre. “Me llevé cualquier cantidad de papeles innecesarios y me callé la boca, no dije nada”, aseguró Márquez. En la cola mientras esperaba que la atendieran escuchaba cómo la gente soltaba frases como “si necesitas acelerar, me dices”. Pero ella no creía en esos atajos. “Estaba negada a seguir con la corrupción. Esos tipos cada vez cobran más, juegan con toda la gente por el hecho de que todo el mundo se quiere ir y hay necesidad. Yo sola no voy a hacer la diferencia, pero no quiero sentir que estoy ayudando a que los carajos sigan tomando más control”. Pagó los 80 dólares de rigor y le dijeron que el pasaporte llegaría en tres meses, a veces tarda seis, “pero lo más probable es que se tarde nueve o más”. Casi un año después, a finales de agosto de 2018, su pasaporte estaba listo. No cabía en sí de la emoción.

-¿Estás contenta, no? Te veo muy feliz por el pasaporte -le soltó el funcionario.
-De bolas, tengo un año esperando por esta mierda.

Y se marchó con su pasaporte nuevo. Su padre, inmigrante en República Dominicana, no tuvo tan buena suerte. Ha trabajado por varios meses de manera ilegal en un hotel en Punta Cana porque su pasaporte debe tener más de dos años de vigencia para poder optar por la visa de trabajo. Hace un año le estaban cobrando 300 dólares para desbloquear su usuario en la página web del Saime. Al final, desembolsó 900 verdes para habilitar el usuario y le entregó el pasaporte a alguien que viajó a Venezuela, hizo todo el procedimiento por él y le mandaron el documento de vuelta con otra persona. Todo tiene un precio.

ConsuladoBuenosAires

Hay quien no puede pagarlo. Alejandra Sucre introdujo desde su nueva casa en Argentina la renovación de su pasaporte en octubre de 2017. El correo que le enviarían con la fecha para la cita al parecer se perdió. Nunca llegó. Se acercó al consulado a pedir información y le comunicaron que las renovaciones estaban suspendidas porque no había material. La más reciente entrega de pasaportes se realizó en agosto, en la que fueron enviadas «93 valijas diplomáticas con más de 10 mil pasaportes», según información oficial, aunque la cifra se queda corta ante los 2,3 millones de venezolanos que han huido del país, según datos suministrados por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en junio.

En agosto le cambiaron el trámite a Alejandra. Ahora el consulado pide 280 dólares para obtener el pasaporte venezolano, 200 con tarjeta de crédito habilitada para compras en el exterior y 80 en efectivo. “La inversión de dinero es grande, son más de 10 mil pesos, lo que es un exabrupto. Es más de la mitad de mi sueldo, una ofensa, una falta de respeto. No entiendo por qué tengo que pagar esa cantidad por un documento que me tiene que garantizar mi país”, se queja la licenciada en Relaciones Industriales. “Es como un recordatorio de que vayas a donde vayas te tiene que perseguir la ineptitud de todo un sistema que no funciona”. 

Entre sus alternativas está pedir la nacionalidad argentina al cumplir dos años de residencia ininterrumpida. También se paga, pero con la certeza de que se conseguirá el papel. Mientras tanto, sin pasaporte, no puede salir del país. En cambio, Mauricio Salazar* puede moverse fuera de Estados Unidos pero gracias a otro librito azul. Desde el año 1982 vive en «el Norte» y tiene la nacionalidad estadounidense. Sin embargo, su pasaporte venezolano vencido todavía representa un dolor de cabeza. Quiere viajar a Venezuela a ver a su padre de 84 años, quizá por última vez, y le han dicho que es mejor entrar y salir con documento venezolano.

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En marzo de 2017 pidió la solicitud para un nuevo pasaporte en el consulado de Washington y hasta la fecha no ha tenido respuesta alguna. La oficina consular en Miami no está trabajando, a pesar de promesas gubernamentales de que retomaría actividades luego de estar cerrada desde 2012. Salazar no puede darse el lujo de viajar a Washington, con pasaje y estadía, solo para preguntar el estatus del trámite. Entonces contactó a alguien en Venezuela que le «hiciera la vuelta» en Caracas, por 300 dólares. Pero ante las detenciones de funcionarios del Saime, la persona que le había prometido una solución se desentendió. “Empezó a poner excusas, de que quería el dinero pero que no podía actuar con rapidez ni diligencia mientras la situación en el Saime estuviera así”. Sin chivo ni mecate, se quedó sin opciones. Tiene doble nacionalidad, pero no hay papel que lo confirme.

*Los nombres fueron cambiados a petición de las fuentes

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