Crónica

Maduro reelecto, la resignación del día después

Luego de 14 horas de una jornada electoral convocada por la Asamblea Nacional Constituyente, Tibisay Lucena dio a conocer el primer boletín de la noche. Los resultados no revelaban sorpresa alguna. Del padrón electoral tan solo 8.603.936, es decir, 46% de la población votante, participó en los comicios. No hubo monumentales celebraciones ni clima de festividad. Este 21 de mayo el único recuerdo del proceso es la abstención y la resignación

PORTADA: AFP | Luis ROBAYO
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El lunes 21 de mayo, un día después de las elecciones presidenciales, por las calles del casco cultural de Petare reina la tranquilidad. La paz que se respira en el lugar asombra hasta a sus propios residentes. La concurrencia que día a día hay en el sector no existe; algunos hacen vida en el lugar para discutir sus penas. Las caras largas yacen sentadas en la plaza y son pocos los que quieren hablar del proceso electoral y opinar sobre la política venezolana. “Imagino que gran cantidad de personas están desilusionadas porque esperaban algo mejor”, arroja Arturo Gómez.

El comerciante no participó, veía dudoso el proceso, pese a los acuerdos estipulados entre el Consejo Nacional Electoral (CNE) y los candidatos. Perdió la fe en el sistema y su observación dio en el blanco cuando, pasado el medio día del 20 de mayo, dirigentes políticos y los mismos candidatos sentenciaron que el proceso se llevaba a cabo violando las garantías electorales. “No se puede jugar con el hambre, no valía la pena participar. Se veía que uno de los participantes tenía más oportunidades”. Su día transcurrió en “observar y esperar” los resultados; se paseó por los centros electorales de la zona y constató que se encontraban vacíos. “Para la magnitud de votantes que hay, hubo una mayor abstención”. Gómez asegura que jamás apoyó el proceso pues no les veía capacidad a sus dirigentes; para él sus propuestas siempre han sido “propagandas”.

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A unos pocos metros de él, un grupo de hombres se encuentra discutiendo acerca del evento vivido el día anterior. Entre ellos, Miguel Pereira, levantaba su voz para hacerse escuchar. Denuncia su inconformidad con el evento comicial pues rechaza que se “utilicen los recursos del estado para comprar votos, eso está prohibido por la ley”. El cabello blanco y unas cuantas arrugas delatan que ya es parte de la tercera edad. Deja en evidencia que ha vivido bastante y que votó porque a su juicio quien no participe “no tiene derecho ni de exigir ni de reclamar”.

No discute que los resultados hayan sido manipulados. Conserva la fe en que el Poder Electoral emite a la población las actas reales de la elección. Su preocupación va más allá de si “Tibi” lo dejó mucho tiempo viendo la baranda: “Creo que lo que viene es candela con el alto costo de los productos y alimentos. El Gobierno debería recibir la ayuda humanitaria. No estoy de acuerdo con que un gobierno se quede permanente a costa de lo que sea y viendo al pueblo sufrir”.

Pero, para Luis Quijada los resultados que Tibisay Lucena anunció a las 10:27 de la noche todavía son un motivo de celebración. Votó “por el proceso, cumplí con la patria”. Estuvo conforme con la jornada, aunque a simple vista notó que en los centros no había muchas personas, hecho que le adjudica a la tecnología porque permite que el proceso se realice en segundos y, a su vez, critica a las asociaciones de transporte por no prestar durante el día el servicio requerido para la movilización de los ciudadanos.

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Sin embargo, la felicidad no le llena el pecho. Se siente inconforme con los resultados que le dieron la victoria a su candidato. Declara que en parte hubo un número de votos “disfrazado porque mucha gente votó por los bonos”. Al preguntarle si, al igual que su compañero, le molestaban las dádivas del Estado, automáticamente cambia su discurso: “No. A lo que me refiero es a que esperábamos 10 millones de votos como mínimo. El máximo era de 14 millones”; Quijada no se contradice y deja entrever que quizá el CNE restó votos a la participación a favor de su candidato.  Tiene fe en la revolución, y explica que este es un nuevo momento para que el proceso llegue a una nueva “reorganización que permita enrumbar el país y mantenga las políticas sociales”. Insiste en que la victoria es una respuesta a la comunidad internacional para que entienda que el país no necesita intervenciones.

La jornada electoral inició el domingo a las 6:00 de la mañana.  Durante el día, la “tranquilidad, la paz y el civilismo reinó en el proceso”, pero la razón no se debía a la eficiencia del sistema, sino a la poca afluencia de votantes. Dirigentes políticos, miembros del Frente Amplio Nacional y de la Mesa de la Unidad, junto con los candidatos opositores Henri Falcón y Javier Bertucci denunciaron la presencia de puntos rojos a menos de 200 metros de los centros, propaganda política y voto asistido sin necesidad.

Llegada las cinco de la tarde, el diputado por la Asamblea Nacional Constituyente, Diosdado Cabello, en rueda de prensa, declaró que se procedía a la conocida ‘operación remate’ y con ello, pasada las seis, la presidenta de la Asamblea Nacional Constituyente, Delcy Rodríguez, declaró que los centros permanecían abiertos por la presencia de ciudadanos para ejercer el derecho. La prensa ratificó la denuncia: no existían votantes y el hecho violaba la ley.

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El candidato Henri Falcón anunció en rueda de prensa que no reconocería los resultados de los comicios por las frecuentes violaciones a los acuerdos preelectorares y exigió que se repitiera nuevamente la asistencia a las urnas este mismo año. Por su parte, el expastor Javier Bertucci no negó los resultados, pero criticó “los procesamientos que implementó el Gobierno para llegar a esa cifra.

A las 10:27 minutos de la noche, Tibisay Lucena anunciaba las tendencias irreversibles del proceso. El primer boletín evidenciaba una participación de 46,01%, un total de 8.603.936 votos de 20.527.500 electores inscritos; una cifra que delataba una abstención histórica en un evento electoral presidencial en Venezuela: 52% del padrón electoral. Nicolás Maduro obtuvo 5.823.728 votos, número que lo hizo salir airoso de la contienda, pero que reflejaba una pérdida de 1,6 millones de votos de los que ostentó en la riña de 2013 contra Henrique Capriles Radonski; mientras que Henri Falcón obtuvo 1.820.552 y Javier Bertucci con 925.042 votos.

Las tarimas del festejo se dejaron ver en Miraflores para la celebración de Maduro. Sin embargo, el ambiente no era el mismo al de hace cinco años. La celebración no contó con un número de asistentes arrasador, los fuegos artificiales fueron escasos y la fiesta no se extendió hasta el amanecer, el oeste de la ciudad capitalina durmió. Pero, por primera vez el día después de unas elecciones en Venezuela, las calles parecen primero de enero. Sin gente, sin tráfico, con un ánimo que solo deja ver el cansancio y la esperanza de que comience una nueva etapa que permita traer mejoras a la Nación.

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Yadira Torres dejó de creer en los políticos. La estampa ideológica que carga consigo es la de aquellos que no creen ni en el Gobierno ni en la oposición, ‘ninis’ como les dicen coloquialmente. Pasó el domingo en el Hospital Domingo Luciani acompañando a su hija que se encuentra hospitalizada. No votó. No pudo, no quiso. Los resultados de Tibisay los considera una “trampa, mucha gente se ha ido. ¿De dónde sacaron esa cantidad de votos?”.

Lo único que pide a Maduro es que “haga algo en el país, sobre todo en los hospitales” donde a diario padece la falta de reactivos y las carencias del sistema de salud venezolano. Pide, también, que se solvente la situación con los niños de la calle, un leitmotiv con el que tropieza a diario, mayormente donde hay basura para hurgar.

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En el centro de Caracas, el abogado José Pérez* no escuchó especulaciones ni amenazas que lo intimidaran y persuadieran a ir a votar. El funcionario público considera que el sufragio estaba “viciado desde todo punto de vista legal y jurídico”. Salió de su casa, pero no para participar en los comicios ni para escanear el carnet de la patria que confiesa entre lamentos tener. Su atención se concentró en unas cuantas diligencias de domingo y en la noche sentarse a ver los premios Billboards.

Los resultados no lo tomaron por sorpresa porque “es más de lo mismo”. Desde su perspectiva, le parece “que fueron inflados o maquillados porque pasé por un centro de votación que estaba desierto”. Su percepción de lo que viene a continuación no es positiva y agrega que es imposible ya vivir en las condiciones en las que se haya Venezuela. El próximo paso es prepararse para sumarse a las cifras de la diáspora. “Estoy acomodando mis papeles para emigrar en cualquier momento, estamos coartados de todas las libertades, la economía no te permite planificarte, no permite tener una calidad de vida, como profesional me siento frustrado”, suelta con impotencia pues tiene fe de que, si en siete años Venezuela se fue al caño, en siete más “a Maduro menos le va a importar”.

De vuelta a la plaza de Petare, Arturo Gómez con la decepción como compañera tras los hechos del 20 de mayo, suspira con desasosiego y espeta: “La idea es que los problemas se solucionen porque un barco parado no genera flete”.

*Nombre fue cambiado a petición de la fuente

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