Literatura

Macondo Club, intercambios para nutrir el hambre de lectura

La agudización de la crisis que vive Venezuela redujo a tal punto el poder adquisitivo que con el presupuesto empobrecido de buena parte de la población tuvo que decidir entre comer, vestirse o leer. Pero hay un segmento de la población, la cada vez más precaria clase media, que requiere de letras que ya no se consiguen o no puede pagar dentro del país. Una iniciativa desde Australia brinda respuestas

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En las crisis el conocimiento también languidece. Poco a poco en la dinámica del país, los venezolanos vieron desaparecer la comida de los anaqueles, las medicinas de las farmacias, los repuestos, la ropa de los mostradores. Y silenciosamente también se fueron vaciando los estantes de las librerías y las bibliotecas comenzaron a quedarse desactualizadas.

Desde al menos 2012 la importación de libros en Venezuela ha caído a niveles de mínimos históricos, y las casas editoriales más grandes han abandonado el mercado local. Océano y Random House, así como casi todas las grandes, se fueron del país. Planeta o Santillana sobreviven, limitando su actividad a los textos escolares, libros comerciales y «best sellers», aunque en pequeñas cantidades. Librerías como las emblemáticas Suma, Noctua o Lectura bajaron sus santamarías. Quedan, sí, algunas editoriales boutique, como Bid&Co., y algunos oasis para los lectores como Lugar Común, El Buscón o Khalatos, en Caracas, que se surten también de bibliotecas privadas, las dejadas atrás.

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No obstante, la agudización de la precariedad económica y social que vive Venezuela redujo las necesidades de compra y destruyó el poder adquisitivo a tal punto que para cubrir lo mínimo con un presupuesto empobrecido, buena parte de la población tuvo que decidir entre comer, vestirse o leer. Y como dice el refrán: la letra con hambre no entra.

Esa otra desnutrición, la literaria, también deja sus efectos en la sociedad. Así lo notó Alejandro Vásquez, abogado y creador de la plataforma Macondo Club. Después de que su familia en Venezuela estuviera 24 horas incomunicada y sin electricidad, Alejandro pudo hablar a través de Skype con su papá, un lector asiduo con un hábito consolidado de lectura quien le pidió a su hijo -quien reside en Melbourne, Australia desde hace 11 años- que dentro de todas las necesidades apremiantes lo que más le interesaba era la posibilidad de que le pudiera enviar un libro hasta Puerto La Cruz. “Allí entendí que había llegado un punto aún más bajo de la crisis porque no solo se trataba de que los libros eran muy costosos y mucha gente no los podía pagar, es que el rango de oferta era cada vez más limitado porque las librerías estaban cerrando y son muy pocos los títulos que se podían conseguir”, explica Vásquez.

Sin embargo, la idea de pensar en los libros como una necesidad le generó reservas: “¿cuál es el rol del libro en la sociedad? En un país tan complejo como Venezuela entendemos que hay personas con necesidades básicas que requieren atención inmediata pero no estamos viendo a esa clase media que se está empobreciendo, un grupo de gente que si bien no está pasando hambre es gente que ha leído toda su vida y poco a poco han caído a un nivel límite en el cual algo tan básico como un libro se hace inalcanzable”, añade.

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Y hacia allí apuntó. Se le ocurrió crear una red que enlaza la posibilidad de que la gente en Venezuela pueda volver a acceder a los libros, bajo dos modalidades. La primera es que alguien que vive en Venezuela pueda comprarse un libro afuera y otra persona que viaje se lo lleve. “Eso cumple con el segmento de la población que tiene dinero pero no el acceso”.

Para Vásquez la verdadera conexión ocurre con la segunda modalidad, la que terminó viralizando su iniciativa: conectar a personas en Venezuela que quieran o necesiten un libro con otras que lo puedan comprar y entregarla a una tercera que esté viajando a Venezuela y lo pueda transportar. “Aquí es donde está el sentido de comunidad porque no se trata solo de poner el dinero sino de que el libro los conecta y de allí viene el eslogan que creamos ‘ciudadanos y no consumidores’ porque se teje una conexión que te da sentido activo de ciudadanía”, sostiene Vásquez.

La iniciativa se sustenta en la idea de que los libros se han convertido en artículos de lujo debido al contexto que atraviesa Venezuela: su precio promedio supera un mes de salario mínimo. Sin embargo, desde una perspectiva internacional, los libros son un artículo de bajo costo, por lo que es fácil para cualquier donante aportarlo. Además el tamaño de un libro promedio es pequeño y permite que pueda ser fácilmente transportado por los voluntarios.

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Aunque todo inició con una tímida difusión en Twitter, la sola explicación de cómo funciona Macondo Club, que comenzó a operar en marzo de 2019, permitió que en 48 horas la iniciativa ganara más de tres mil seguidores. Alejandro, el creador de esta plataforma P2P para el envío y distribución de libros, la presentó como un proyecto de “inclusión y progreso a través de diseminación de ideas para combatir la crisis intelectual”.

Por el cambio de horario que implica la vida de Alejandro en Australia, la sorpresa fue mayor cuando despertó y se encontró con un montón de menciones, solicitudes, aplausos y ofertas de colaboración. En sólo dos horas apareció una persona que viajaba de Madrid a Miami, donde se iba a encontrar con sus padres que viven en Caracas y ellos se convirtieron en los voluntarios inaugurales que llevaron el primer libro a Venezuela.

“Nos gustaría contribuir en mantener al país oxigenado en ese flujo de ideas. Esto muestra apenas una dimensión de lo que pasa en el país y la receptividad nos muestra que en una sociedad el libro es una necesidad real e inmediata. Contar con un libro se convierte en un antídoto ante una crisis social y humanitaria que junto a las herramientas que permite la tecnología y la economía colaborativa abre otros escenarios”.

El match entre los que quieren un libro, los que lo pueden comprar y quien lo puede entregar ya está funcionando a través del sitio web Macondo.Club y de las redes sociales @club_macondo en Twitter y @macondo_vnzla en Instagram.

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