Historia

Luis Ugalde o hacer historia con estola y sotana

El ex rector de la UCAB llegó a Venezuela por decisión y no se va por la misma razón. Teólogo, sociólogo e historiador, ha vivido en carne propia parte de los acontecimientos políticos más impactantes de la nación. Su visión y entendimiento de la sociedad no se reduce a una sola de sus profesiones; por el contrario, le han servido para entender a la humanidad desde todas las dimensiones

Daniel Hernández
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Luis Ugalde es el único miembro de su familia que vive en Venezuela. Llegó en marzo de 1957 y cuenta que quedó asombrado con el trayecto desde Maiquetía hasta Caracas, por el desarrollo vial que existía entonces: dos asombrosos túneles, viaductos y una autopista. Nada que ver con la España franquista que dejaba atrás, signada por la austeridad y la pobreza general que dejaron dos conflagraciones ocurridas cuando él era un bebé: “Nací en diciembre de 1938, al final de la Guerra Civil Española y previo a la Segunda Guerra Mundial”. De aquello sólo recuerda las tropas en la plaza del poblado.

Pero la historia lo perseguía. Así eligiera como destino a un país latinoamericano conocido solo por el petróleo que exportaba y por ser una antigua colonia hispánica. La Venezuela que recibe a Luis Ugalde está en las postrimerías de una dictadura. Son los tiempos de Marcos Pérez Jiménez, quien ya tiene sus meses contados, pero todos viven en la calma que precede a la tempestad. Montado en el carro que lo sube desde Maiquetía hasta Caracas, para luego tomar la recién inaugurada carretera Panamericana hacia Los Teques, Ugalde observó con asombro el desarrollo de un país sin guerras: “Era una subida por autopista muy impresionante para el que venía de allá, de España”.

En 1989 me metieron preso, pretendían acusarme de ser instigador del Caracazo. Era una maniobra para bloquear el posible nombramiento mío de rector de la UCAB al año siguiente

“Sólo sabía que su capital se llamaba Caracas”. Venir a Venezuela fue una decisión propia, aunque su familia no lo acompañara. Luis Ugalde perseguía el legado de San Francisco Javier, el patrono de las misiones, de llevar el mensaje de Jesucristo a todos los pueblos del mundo. Esa había sido su formación en bachillerato y ya era parte de la congregación religiosa de la Compañía de Jesús, fundada por San Ignacio de Loyola en 1540, y prohibida en Venezuela durante 150 años. “La Compañía de Jesús era muy débil en Venezuela, por eso la de la zona vasca ayudaba mandando para reforzar 6 o 7 jóvenes al año. Era una opción voluntaria y de por vida, o sea, nunca visitaríamos a nuestras familias”. Aquello fue así hasta el Concilio Vaticano II; en adelante, se les permitió visitar a sus parientes cada 4 o 5 años.

Luis Ugalde

Al césar lo que es del césar

Los dos primeros años de la vida religiosa son parte del noviciado, un tiempo dedicado exclusivamente a la oración y a la formación espiritual básica. Durante esos años no se realizan estudios. Luis Ugalde cumplió esa etapa en Los Teques y, a pesar de estar en otro país, no se dedicó a conocerlo. “No conocía ni la ciudad, solo las quebradas y montañas de los alrededores. Una vez vine al médico a Caracas, y ya. No salíamos de allí, de tal manera que hacíamos trabajos manuales, plantábamos árboles y hacíamos lectura espiritual, oración y deportes. En ese tiempo, nunca hice una llamada telefónica, nunca vi televisión, ni escuché radio y nunca leí un periódico. Lo que yo sé de historia de Venezuela, realmente fue porque años después leí, estudié, reflexioné e hice la carrera de Sociología y luego especialización, maestría y doctorado en Historia”.

El venezolano no es muy practicante según las normas católicas, pero igualmente es religioso

Pese a estar incomunicado con lo que había detrás de los muros de la congregación, el primero de enero de 1958 presintió que algo estaba ocurriendo. “Vimos como pasaron unos aviones y nos extrañamos. Dijimos: ‘¡Qué raro, aviones a esta hora del día! Era el primer intento de alzamiento”. A la medianoche del 23 de enero, aquel augurio ya era un hecho: “Hasta nosotros llegaba el ruido de cornetas y gritos de la ciudad de Los Teques. Ya a media mañana, nos reunieron a todos y nos dijeron que se acababa de ir el presidente de la república, pero no sabíamos quién venía, ni cómo, ni nada”.

Cuando en enero de 1959 salió para los estudios, el mundo era otro. La revolución triunfaba en Cuba e influenciaba al continente. Venezuela iniciaba un nuevo ciclo histórico con la democracia. Viajó a Colombia a hacer la carrera de Filosofía y Letras en la Pontificia Universidad Javeriana (1959-1962), luego regresó para los tres o cuatro años de parte activa de la formación de los jesuitas que se llama magisterio. “Estuve en la Universidad de Los Andes (ULA) unos meses, hasta que se cerró por disturbios”.

Luego, trabajó en el colegio San Ignacio como ‘maestrillo’, con clases de psicología, filosofía y acompañamiento a los estudiantes en todas las actividades. “Durante 3 años con los de cuarto y quinto de bachillerato, y al mismo tiempo hice 3 años de Sociología en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). En 1966 fui enviado a Alemania para realizar, en Fráncfort, los 4 años de la licenciatura en Teología”.

Luis Ugalde

En 1969 fue ordenado de sacerdote en el último año de Teología. Entonces, lo esperaba una vida académica para comprender la humanidad, en concordancia con la vocación intelectual de los jesuitas. Inquietudes sociales y de conocimiento de la historia que tenía desde muchacho, cuando recibía clases en el Castillo de Javier, en Navarra.

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—Regresé en agosto de 1970 nombrado como uno de los dos coordinadores del planeamiento del trabajo de los jesuitas en Venezuela, que tuve que combinar con los dos últimos años de la carrera de Sociología en la UCAB. Al mismo tiempo trabajaba en el Centro Gumilla (Centro de Investigación y de Acción Social de los Jesuitas) y escribía en la revista SIC de dicho centro. Combiné mis estudios de sociología con la pastoral propia de todo jesuita y con la investigación y la acción social. Todo muy aterrizado en la realidad social de Venezuela. Combinaba los estudios y las demás actividades con un trabajo de acompañamiento pastoral a una pequeña comunidad en el barrio Los Eucaliptus, sector La Acequia, barrio ubicado entre el túnel de La Planicie y El Guarataro. Tanto la vida académica en Alemania como al regreso en Caracas la realicé trabajando con sectores populares: allá con trabajadores españoles de la HOAC, Hermandad Obrera de Acción Católica. En Alemania, de 1966 a 1970 fueron años muy interesantes pues teológicamente los estudios eran posconciliares y, al mismo tiempo, el mundo universitario, sobre todo el estudiantil, estaba sacudido por la revuelta cultural del Mayo francés, que tendría efectos culturales duraderos. Al mismo tiempo, el año 1968 fue de apertura a grandes cambios de la Iglesia latinoamericana, con la Asamblea de Obispos en Medellín y con la Teología de la Liberación. Además, para los jesuitas fue muy importante “La carta de Rio” de ese año, en la que se nos pedía una revisión a fondo de nuestro trabajo apostólico a la luz del Evangelio y de la realidad de pobreza que vivía la mayoría del continente latinoamericano. Estudio y realidades sociales conflictivas se daban la mano en la búsqueda del cambio social. Es lo que se nos pedía a los cristianos y a los jesuitas, especialmente a los que integrábamos el Centro Gumilla. Años más tarde, entre 1987 y 1990, tuve la oportunidad de combinar mi trabajo universitario con los estudios de posgrado en historia, con énfasis en historia de Venezuela. Así como estudiar la sociología en Venezuela me ayudó a una mejor comprensión del país y del cambio social en él, la historia me ayudó a profundizar en las raíces históricas y en los cambios del pasado y del presente. Siempre fui muy aficionado a la historia, siempre me interesó mucho. Y en la primera oportunidad que tuve, estudié Historia. Mientras era vicerrector académico de la UCAB, combinaba el trabajo con mis estudios de posgrado.

Hay gente que dice que la Iglesia debe estar encerrada y mirando fuera del mundo. Nosotros decimos que el cristianismo es una manera de vivir la vida y entender al Hombre y a la sociedad

—¿Por qué estudiar historia, una carrera que es considerada escéptica?

—Eso tiene que ver un poco con las características de los jesuitas. La Compañía de Jesús tiene el sello de la parte intelectual en todas las áreas, no solamente en historia, sino también en diversas ciencias como física, astronomía, matemática y las ciencias sociales. Es una manera de entender la responsabilidad cristiana en la humanización del mundo. Hay gente que dice que la Iglesia debe estar encerrada y mirando fuera del mundo. Nosotros decimos que el cristianismo es una manera de vivir la vida y entender al Hombre y a la sociedad. Por lo tanto, no aceptamos que sea reducido a la sacristía, sino que es una inspiración abierta para todo el mundo, creyente o no creyente. Y al ser abierta, tenemos que estar al día en las diversas ciencias, la historia, por ejemplo. En Venezuela no se puede hablar del Orinoco en la época colonial sin el jesuita Gumilla y su libro El Orinoco Ilustrado de 1740. La gran clasificación de las lenguas de los indígenas del Orinoco es del padre Gilij, que asombró a Europa con un estudio científico de clasificación de las numerosas lenguas que hablaban los indígenas con los que él convivió. Esa es nuestra manera de entender el cristianismo desde todas las dimensiones de la vida, que deben ser iluminadas por el mensaje de Jesús.

Luis Ugalde

—En 1958, el Pacto de Puntofijo involucró a la Iglesia como uno de sus actores. ¿Por qué la Iglesia es tan importante dentro de la estabilidad política de un país laico?

—La socialización católica de Venezuela, salvo en Los Andes y en otros puntos, es una socialización religiosa en ausencia del clero durante más de un siglo. Es decir, si vas al oriente o al sur del país, encuentras pueblos que por medio siglo o más no tuvieron ningún cura; pero la fe la mantienen las madres, las abuelas en las familias, en las cofradías con los ciclos de Navidad, Semana Santa y otros. Cristianismo de tradición familiar y de celebración de los ciclos del año. Hay una cosa que yo no había visto en España, y es que en las casas hay altares familiares, con santos, velas y devociones. Lo vemos en la Cruz de Mayo, y en los velorios. Porque el venezolano no es muy practicante según las normas católicas, pero igualmente es religioso. Manuel Caballero decía con humor: “Yo soy ateo, pero creo en la Divina Pastora”. Hay un sustrato y aun los que se distancian no se vuelven perseguidores de la iglesia, ni militantes anticlericales, sino que la mayoría es abierta y receptiva. Por ejemplo, en los últimos años aprecian la extraordinaria actuación de los obispos y los documentos de la Conferencia Episcopal frente al triste y lamentable socialismo del siglo XXI, que ha traído tanta miseria a nuestro país.

Así como estudiar la sociología en Venezuela me ayudó a una mejor comprensión del país y del cambio social en él, la historia me ayudó a profundizar en las raíces históricas y en los cambios del pasado y del presente

Eso significa que, a pesar de que la dirigencia fue anticlerical durante el siglo XIX y parte del XX, e incluso llegó a expulsar a todos los obispos, cerrar los seminarios, prohibir todas las congregaciones religiosas masculinas y femeninas, el pueblo mantuvo las devociones y la confianza en Dios y en la Virgen bajo sus diversas advocaciones. Las tradiciones se mantienen. Incluso se fortalecen y pasan a las nuevas generaciones.

En 1957, hay reflexiones sobre la dictadura y el país que se debe construir y la conciencia de lo que se debe aportar como cristiano, como sacerdote y como obispo. La valiente carta de Monseñor Arias, arzobispo de Caracas, con motivo del primero de mayo de 1957 reflejaba los problemas del país y sobre todo de los trabajadores. Eso sacó de quicio al dictador y a su gobierno que venían predicando que el país era una maravilla. La reacción negativa del gobierno y el ejemplo del arzobispo hicieron que un país que parecía dormido, despertara. Tú lees a cualquier autor que analiza ese tiempo, aunque no sea católico practicante, y valora la importancia política de esa carta. Gabriel García Márquez, quien vivía en Caracas como periodista, tiene unos escritos sobre cómo actuaron la Iglesia y los sacerdotes en esos meses, hasta la caída del dictador. El 21 de noviembre, en la UCAB, con apenas 4 años de existencia, protestaron fuertemente profesores y estudiantes. Su sede en la esquina de Jesuitas fue cercada por la policía y hubo enfrentamientos. El rector, padre Pedro Pablo Barnola, fue detenido por permitir las protestas y por escribir una carta en contra de la prisión de Rafael Caldera.

Luis Ugalde

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Los problemas de Venezuela no terminaron con la dictadura. Luego de notables logros con la democracia y derrotadas la lucha guerrillera y la ilusión del castrismo, el país requería la profundización de los cambios. En el mundo católico aumentó el espíritu crítico luego del Concilio Vaticano II, la Asamblea de Obispos en Medellín (1968) y la Teología de la Liberación latinoamericana que acentúa la evangélica opción preferencial por los pobres. Además, crecieron dentro de la Iglesia las protestas juveniles católicas. En 1971 nació el MAS (Movimiento Al Socialismo) con su ruptura del Partido Comunista, con Cuba y con el bloque soviético, pero con más exigencias de justicia social y superación de la pobreza dentro de un enfoque de tendencia socialdemócrata. También en la UCAB crecía el espíritu crítico a una universidad considerada conservadora. Como reacción a esos movimientos iba creciendo una defensiva conservadora, acusando de comunista cualquier cambio exigido. Las autoridades de la UCAB consideraron que había que frenar esas inquietudes y decidieron expulsar a una veintena de estudiantes, 3 profesores y tres jesuitas, sin discusión, sin expediente y sin Consejo Universitario.

Combiné mis estudios de sociología con la pastoral propia de todo jesuita y con la investigación y la acción social. Todo muy aterrizado en la realidad social de Venezuela

“Eran años muy inquietos y de acusaciones simplistas en la Iglesia latinoamericana, así como de tensiones entre la tendencia renovadora y la conservadora entre los jesuitas. Eso llevó a que expulsaran de la universidad a la gente que arbitrariamente identificaban con el comunismo. Fueron 3 jesuitas: el padre Baquedano Rafael, director de la Escuela de Ciencias Sociales; el padre José Ignacio Rey, director del Instituto de Estudios Religiosos; y el padre Arrieta, profesor. Entre los 16 estudiantes expulsados había varios representantes estudiantiles electos como Arturo Sosa S.J., actual superior general de los jesuitas, entonces representante estudiantil de la Escuela de Filosofía”.

Luis Ugalde se solidarizó con los expulsados y varios jesuitas, desde el Centro Gumilla, convocaron a una rueda de prensa denunciando que las causas alegadas para esas expulsiones eran falsas y que ese procedimiento iba contra los criterios de la Iglesia y de la Compañía de Jesús, por lo que terminó siendo execrado y pidieron su expulsión del país. Pero Miraflores no se movió. El conflicto se prolongó, incluso, una vez terminado el curso, y adquirió una dimensión nacional con división de los jesuitas. Como al comenzar el nuevo curso no había una respuesta satisfactoria, un grupo de los estudiantes expulsados decidió hacer huelga de hambre. Lograron el apoyo de la mayoría y la paralización de la universidad. Finalmente, la presión estudiantil y también la de la autoridad de los jesuitas hizo que las autoridades cedieran a la exigencia de nombrar una especie de tribunal de tres profesores honorables, que examinara caso por caso.

Los expulsados se comprometían a aceptar la sentencia, les fuera favorable o no. El hecho es que, vistos los casos, fueron readmitidos todos los estudiantes, profesores y jesuitas expulsados. Renunciaron las autoridades y de su seno fue nombrado rector el ingeniero Guido Arnal, quien formó un nuevo equipo rectoral. Se promovió una renovación universitaria, con nuevo Estatuto Orgánico, con la creación del Consejo Fundacional y la imposibilidad de expulsar a alguien sin expediente ni razones fundamentadas. “Esa crisis dolorosa llevó a los cambios que hicieron que el estilo, un tanto colegial de la UCAB, diera paso al modo universitario”.

Y con ese proceso de cambio de autoridades y enfoque universitario, Luis Ugalde fue admitido en la docencia universitaria. Estos hechos ocurrieron en 1972. Años más tarde, en 1979, fue nombrado superior provincial de los jesuitas en Venezuela y, por tanto, vicecanciller de la universidad. En 1990 fue nombrado rector, reelegido por 5 períodos de 4 años. Pero lo peor estaba por venir, el año 1989 fue convulso para Venezuela, y Ugalde lo vivió en carne propia.

«Lo que yo sé de historia de Venezuela, realmente fue porque años después leí, estudié, reflexioné e hice la carrera de Sociología y luego especialización, maestría y doctorado en Historia”

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—En el Caracazo me metieron preso. Cuando eso, yo era vicerrector de la Católica y vivía en Los Cangilones de La Vega, donde teníamos una comunidad. La noche del lunes 27 de febrero no pude ir a dormir a mi casa por la situación que se vivía en las calles del centro de La Vega, cuyos comercios fueron saqueados. Dormí en otra casa de jesuitas en El Paraíso, ni siquiera pude ir al día siguiente. El sábado ya empezaba a normalizarse, pero había mucha represión, con toque de queda y militarización. Cuando regresé de visitar al nuncio y al cardenal Lebrún a media tarde, en La Vega estaban registrando las casas para quitar las cosas robadas. Un disparate pretender recuperar eso. Me bajé del carro y salí a abogar por unos muchachos que querían meter presos.

Nuestra comunidad de 5 jesuitas fue allanada cuando estábamos durmiendo, y la casita se llenó de una docena de militares, vestidos tipo Rambo, un comando antiguerrillero con metralletas y todo eso. Registraron la casa, supuestamente buscando armas y propaganda subversiva, pero naturalmente no había nada. Nos llevaron incomunicados a un comando móvil en El Paraíso, sin decirle a nadie dónde nos tenían. En la mañana, nos pasaron a la Dirección de Inteligencia Militar (DIM) y allí nos interrogaron. Intentaron atribuirnos a nosotros unas hojas que eran de Roland Denis, profesor izquierdista de la UCV, que fue detenido en esos días y su imprenta allanada. Quisieron atribuirnos sus hojas volantes a nosotros y así fueron enviadas a los diversos medios de comunicación, diciendo que eran nuestras. Pretendían acusarme de ser instigador del Caracazo, con el que nada teníamos que ver ni estábamos de acuerdo.

“La Compañía de Jesús era muy débil en Venezuela, por eso la de la zona vasca ayudaba mandando para reforzar 6 o 7 jóvenes al año. Era una opción voluntaria y de por vida»

Como en Venezuela todo se sabe, luego nos enteremos de que nuestra detención nada tenía que ver con nuestro trabajo pastoral en el barrio, sino que era una maniobra para denunciarme y bloquear el posible nombramiento mío de rector al año siguiente. Se trataba de una maniobra deshonesta e infantil, con falsas acusaciones que confidencialmente me resumieron así: “Dicen que el vicecanciller quiere proponer a usted para rector y que, si usted sale elegido, va a meter el marxismo y la Teología de la Liberación en la UCAB y terminaríamos como en El Salvador”, donde hacía poco el gobierno y los militares habían asesinado al rector Ellacuría y a otros 6 jesuitas y 2 auxiliares. Les falló la burda maniobra con nuestra detención, y luego hicieron unas cuantas maniobras más, incluso en el Vaticano, pero fracasaron. Luego de mi nombramiento, nunca hubo la supuesta “marxistización” de la universidad, pues ese fantasma sólo estaba en la cabeza de anticomunistas enfermizos.

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Después de aquel suceso, el propio ministro de la Defensa y el presidente Carlos Andrés Pérez se disculparon con él por teléfono. El padre Luis Ugalde saltó a la palestra y fue llamado a formar parte de la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado (Copre), bajo la presidencia de Ramón J. Velásquez. “Él me llama a Miraflores, porque para entonces yo escribía mucho en la prensa. Escribí contra el golpe de 1992 y también contra los saqueos. Me llamó un domingo y él estaba solito. Yo pensé: ‘A este señor hasta yo lo puedo secuestrar’”. Posteriormente, en el segundo gobierno de Rafael Caldera, Julio Sosa lo llamó para que formara parte de la comisión que estudiara el sistema público de seguridad social y propusiera alternativas viables. También formó parte del Consejo de Educación, que nombró el ministro del área.

La Venezuela que recibe a Luis Ugalde está en las postrimerías de una dictadura. Son los tiempos de Marcos Pérez Jiménez, quien ya tiene sus meses contados, pero todos viven en la calma que precede a la tempestad

—Usted es muy reconocido, ha dictado conferencias y ejercido cargos en todo el continente, ¿por qué, entonces, seguir en Venezuela y no emigrar, como tantos?

—En lo absoluto, yo muero aquí. Eso sí lo tengo muy claro, me he resistido a intentos que querían llevarme a un cargo de los jesuitas en el exterior. Yo creo que aquí se necesita que uno esté y pelee por una Venezuela libre y digna. Para mí, esa pregunta no tiene sentido. No se me ha perdido nada afuera y aquí hay mucho qué hacer.

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