Música

Los acordes de la emigración: cuando los músicos tocan su partida

El piso de colores de Maiquetía se convierte en un pentagrama para los adioses. De los músicos venezolanos que deciden irse, algunos tienen la fortuna de continuar jugueteando con las corcheas, pero otros se enfrentan a hacer de las tarimas un recuerdo y de las partituras un lienzo en la intimidad. Así celebran su día el 22 de noviembre

Composición fotográfica: Mercedes Rojas Páez-Pumar
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La dulce melodía que suena para dar anuncios en el Metro de París inspiró a David Gilmour a componer su canción “Rattle That Lock”. En Venezuela, los tonos para anunciar la salida de vuelos en Maiquetía son los que cada vez impactan más a la música nacional. La cantidad de bandas y solistas del pop rock que han marcado la milla crece tanto como la inflación. Irse no es solo dejar de tocar en el país, en ocasiones incluye colgar las guitarras, quién sabe hasta cuándo.

2015 y 2016 han visto desfilar los pasaportes de músicos venezolanos que han fijado residencia en otras tierras. Algunos logran continuar sus vidas musicales, como Okills, Viniloversus, La Vida Bohème, Charliepapa, Ulises Hadjis, Lasso, Carlos Angola, Andrea Lacoste, Mcklopedia, Nana Cadavieco, entre tantos otros. Otros nombres han quedado en el camino, como Buenaparte o Los Paranoias, como consecuencia de que sus integrantes cambian su código postal por separado. Son nombres que se suman a los de grupos como Malanga, que optaron por irse sin decir adiós. Es una tendencia acentuada más allá de la típica consideración de que Venezuela tiene un techo, y la internacionalización es el paso lógico para dar.

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Irse o quedarse no es fácil. Mantenerse en Venezuela es confrontar altos costos de producción, una escena depauperada, el miedo a la inseguridad y el peligro de exponer instrumentos, equipos y la vida misma, al hampa. La inflación no perdona, y así como Laura Guevara ha tenido que retrasar durante más de un año la culminación y publicación de su disco por barreras financieras, quienes logran publicarlos no terminan de verle el queso a la tostada. El América Supersónica de Okills se vende en digital en 3.400 bolívares. En físico el precio debía ser, para cubrir costos cuando fue lanzado en junio pasado, de 5.800 bolívares. El déficit es histórico: el precio de lanzamiento fue apenas 600.

El rapero NK Profeta decidió tener mil copias en físico de su disco Nostalgia, cuando fue publicado. “Es muy difícil por lo costoso. Imagínate que esas copias salen como en 500 millones (de los viejos)”. La banda Gaélica hizo una campaña de crowdfunding, luego de 14 años de haberse formado: “Cada disco cuesta $1, pues entonces hacer 1.000 discos cuesta $1000. Es por eso que acudimos a ustedes para hacer una colecta de dinero para poder tener nuestro quinto disco en físico”, publicaron en sus redes sociales el año pasado.

A ellos hay que sumar las dificultades para, simplemente, vivir. El cantautor marabino Ulises Hadjis, ahora residente en México también, afirma que pudiera contestar siempre que su partida de Venezuela se dio porque su carrera estaba creciendo allende fronteras, “pero la verdad es que mi cotidianidad era insostenible. No había agua, ni había comida y mi sueldo como profesor universitario eran 5 mil bolívares al mes, que no son nada. Sentí que en Venezuela no tenía un lugar como clase media trabajadora”. Alberto Arcas, vocalista de Okills, afirma desde esa misma ciudad que “no nos fuimos porque me iría demasiado o porque no hay papel tualé, sino porque uno tiene que arriesgar”.

Arcas se acostumbra a vivir en México, donde junto a su banda lograron un contrato discográfico con Universall y se mantienen activos en tarimas y en festivales locales, además de encabezar su primera gira latinoamericana. Llegó a la capital azteca en “cambote” con su banda cuando apenas estaban lanzando su segundo trabajo discográfico -el primero de larga duración-, la decisión “fue algo bien unánime. Fue el momento en que cada quien tuvo que tomar una decisión: enseriarse con el proyecto o hacer otra cosa. Afortunadamente todos decidieron seguir”, afirma. Los Okills fueron planificando su salida del país durante un año.

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En diciembre de 2014, la agrupación Buenaparte anunció su despedida. “Nos vemos luego”, titularon un comunicado que colgaron en sus redes sociales, con las que informaron a su público sobre su despedida, aclarando que “aún no sabemos cuanta certeza existe en usar esa palabra” debido a que “Buenaparte no seguirá (no sabemos hasta cuándo)”. El cuarteto de Puerto La Cruz, formado 10 años atrás, admitía en el escrito que “estamos siendo parte del mismo fenómeno que viven todos los venezolanos”. Y se fueron. Al menos dos de ellos, el bajista para Chile y el baterista para Ecuador.

Nelson Castro, exvocalista del grupo y principal compositor, recuerda cuando Jean Carlos González dijo “me cansé de esta mierda, me voy a Chile”. “Soltó esa y como broma dijimos que nos iríamos todos con él porque allá hay un buen movimiento de rock. Empezamos a manejar la idea pero por encima pero al final cada quien se movió por su lado y la banda se tuvo que separar”. En este caso, la incompatibilidad complicó emigrar con el mismo acorde. “En nuestros proyectos individuales quizá no estaba la banda como primera punta”, dice el administrador comercial de carrera que no descarta, también, marcar la milla. “Ya veremos si regresamos como Buenaparte o no”.

Los Mentas celebraron sus tres lustros rasgando las cuerdas del rockabilly en 2013 cuando el guitarrista Carlos Aray tomó una oportunidad laboral en Bogotá y fijó nueva residencia en Colombia. Juan Olmedillo, vocalista y también fundador de la banda, explica que la oferta hecha a su compañero “era muy sustanciosa y no la podía rechazar. A él le dolió mucho separarse de su país y de sus panas, que somos nosotros en la banda”. La partida de Aray lo alejó de muchos de los escenarios que recorrieron Los Mentas ese año para festejar sus 15 años con la gira “¡Arriba, carajo!” y también de la preproducción del que sería el siguiente álbum de estudio del entonces cuarteto: Dios, el diablo y el dinero.

La opción de los caraqueños fue sumar un nuevo integrante para continuar trabajando las primeras maquetas de ese nuevo disco, en las que Carlos participó a distancia. “Lo que pasa es que el grupo es como el B Side de casi todos. Somos profesionales y nuestras vidas y familias no giran en torno a Los Mentas, sino al revés. Los grupos que renuncian a todo para irse a tocar a otro país son chamos que viajan más ligeros”. Ahora, desactivada la banda porque la emigración se cruza en la partitura de otros integrantes, Olmedillo encabeza el proyecto La Pequeña Revancha junto a Claudia Lizardo.

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Y lleva razón. Las bandas exitosas pero jóvenes son las que están mudando su base de operaciones a otras latitudes. Es el caso de Viniloversus, que se afincaron en Estados Unidos para hacer su nuevo disco y trabajar desde allí, o La Vida Bohème que se instalaron en la capital azteca, a pesar de que su ex manager protagonizó toda una polémica con El Universal por negar la emigración del grupo cuando el rotativo adelantó la noticia en 2014. “Es que solo es posible si lo tomas en serio”, dice Alberto Arcas, de Okills, quienes firmaron con una agencia de representación y se abren camino en la escena de ese país y los alrededores, como tantos otros en otras tierras. El éxito también puede llegar después de sellar el pasaporte. Mientras, el exvocalista de Buenaparte afirma que poder irse juntos y continuar la banda en otras fronteras “es una fortuna” surgida de que “todos tengan esa misma meta tan unificada”. Los Paranoias anunciaron oficialmente su separación luego de más de un año desactivados. Luis Irán confesaba desde meses atrás que la banda permanecería en pausa porque, con él en Caracas y su hermano y compañero en Londres, “no veo cómo podamos funcionar”.

Pero en Venezuela, muchos de los que se dedican al rock siguen viviendo realidades paralelas. La del trabajo diurno y la distorsión nocturna. “Yo supongo que en un país normal en algún momento hubiésemos renunciado a nuestros trabajos para dedicarnos de lleno a la banda. Pero nos terminó venciendo el país”, dice Nelson Castro afirmando que “somos artistas cobardes, de esos que no nos atrevemos a renunciar al trabajo y agarrar la guitarra, cargarla en el hombro y salir a buscar toques”. En su caso, las seis cuerdas de su Gibson se comparten con su labor cotidiana como administrador aduanal y dueño de una agencia de social media.

Gaélica, Laura Guevara, Tomates Fritos, Desorden Público, La Pagana Trinidad, Versed, Vargas. Es tan solo una lista de artistas que se quedan, por ahora, y siguen haciendo ruido. El exvocalista de Buenaparte prepara su primer disco solista con canciones que pensó para la banda pero que quedaron en el tintero, por ejemplo, y agradece que, al menos, puede seguir tocando. “Mis compañeros que se fueron se llevaron sus instrumentos, pero están dedicados a establecerse, conseguir empleo, salir adelante primero. Quizá una vez que se sientan estables, buscarán cómo tocar”.

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