Literatura

"La poesía puede ser un instrumento verdaderamente transformador"

El escritor venezolano Santiago Acosta ha sido galardonado como ganador del Premio Literatura, ciudad y naturaleza José Emilio Pacheco de México por su libro de poesía El próximo desierto. Residente en Nueva York llama a hacer de las letras una práctica que aporte a la comprensión de la historia y del presente. "Sería una buena manera de afirmar su vigencia"

Texto: Yoyiana Ahumada L.
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El próximo desierto, del poeta venezolano Santiago Acosta,cautivó al jurado que unanimente lo eligió entre 124 manuscritos. Los once poemas que lo componen pueden leerse como uno solo cuya fragmentariedad construye una geografia de la catástrofe: literatura y ecologia se entrecruzan en una propuesta que excede lo poetico y reta al lirismo a reinterpretar los temas menos literarios. El premio que convoca la Universidad de Guadalajara y el Museo de Ciencias Ambientales del Centro Cultural Universitario se entregó el 1 de diciembre en el Salón Mexico II del Hotel Hilton en el marco de la Feria del Libro de Guadalajara

—¿Qué significa haber ganado el premio José Emilio Pacheco, que contempla la inquietud político-ecológica y la forma de expresarla a través de la literatura?

—Lo que más me alegra de este premio es que exista una iniciativa institucionalizada que reconozca y estimule la relación entre literatura y ecología. También, cuando supe que el jurado recibió 124 manuscritos, me sorprendió muy gratamente ver que hubiera tantos poetas trabajando lo mismo. Realmente espero que la poesía se concentre cada vez más en estos temas.

—Cursaste una maestría en Español en San Francisco y estás haciendo un doctorado en Culturas Latinoamericanas e Ibéricas en Columbia University. ¿Cómo esta experiencia académica ha moldeado tu voz poética actual?

—Mi investigación académica ha sido la principal fuente de materiales e ideas para mis recientes libros de poesía. Creo que la poesía puede complementar el trabajo de la teoría. Pero también la poesía a veces se queda corta y puede verse limitada por el peso de sus propias convenciones: cuando se espera que el poema se centre solo en lo personal, la sensibilidad, el fracaso, etc. El próximo desierto, más que del resultado de mi propia subjetividad, nació de una investigación académica en distintos campos: la historia ambiental, la geografía crítica, la ecología-mundo y las humanidades ambientales. La poesía tendría que incorporar más, la posibilidad de estar mejor informada y de ser más consciente de lo que puede aportar a la comprensión de la historia y del presente. Sería una buena manera de afirmar su vigencia.

Santiago Acosta, Premio José Emilio Pacheco-Foto2

—Dices: el poeta “debe deshacer constantemente el camino andado, de lo contrario, corre el riesgo de configurar una voz que al final se galvaniza”. Sin embargo, la voz poética tiene constantes, obsesiones, temas que configuran peculiaridades. ¿Cómo se trama la construccion de una voz?

—Es cuestión de al menos plantearse el problema, de escribir pensando en cómo lograr el balance entre la renovación y el desarrollo de algunas constantes a lo largo de varios proyectos. Pienso que lo importante es tener el impulso de salirse de las fórmulas en las que uno se siente más cómodo, y esto incluye explorar nuevos temas y problemas aunque se sientan poco “literarios”.

—Leo que no te preocupa la frecuencia de publicacion ni el tiempo que demores en escribir. ¿Cómo es tu proceso?

—Escribo mucho en libretas y en la computadora, donde suelen aparecer fragmentos que después puedo desarrollar o juntar en un solo texto. Otras veces encuentro una idea o una imagen en otro autor, un cuadro o una película y eso me dispara un texto que sale de un tirón. Lo importante es que el libro sea un proyecto bien calculado, que cubra ciertos temas y se comprometa a desarrollar una idea clara y específica. Para mí eso lo hace todo mucho más fácil y fluido.

—En los primeros años del siglo XXI estuviste en la fundacion de la revista de poesia El Salmón. ¿Pensaron convertirlo en un movimiento literario? ¿Qué te dejó?

—El Salmón fue un proyecto de ambiciones muy calculadas. Fue pensado para durar cinco años (solo llegó a tres). En algún momento quisimos editar libros y hasta teníamos ya los primeros tres títulos. Siempre se nos ocurrían cosas, pero al final sabíamos que lo mejor era concentrarnos en la revista. Nunca fue pensada como un movimiento literario. A diferencia de otras revistas y editoriales de la época, nunca quisimos publicarnos a nosotros mismos. No era un espacio para difundir nuestras obras sino para explorar el archivo de la poesía venezolana del siglo XX y asomar algunos autores del XXI.

—¿Te sientes parte de alguna tradición literaria mas allá del español, Occidente…?

—Estoy pensando en lo que la literatura pudiera comenzar a ser más allá de sí misma, renovándose y mezclándose con otras formas artísticas no solamente textuales. Aunque sí busco responder a la tradición venezolana y latinoamericana, intento que eso no sea lo principal. Sobre todo quiero que mi búsqueda no sea solo estética, más bien me gustaría poder emplear la mayor cantidad posible de herramientas (no solo artísticas o literarias) para poder hablar de temas que me parecen cruciales.

—En dos poemas del poemario ganador El próximo desierto hay una atmósfera apocalíptica: una desesperanza, una mirada a algo que se perdió y que ahora es una ruina…

—Siempre me ha cautivado el deterioro, los basureros, la chatarra, los edificios abandonados. Este libro comenzó como una exploración de esa fascinación. Pero esa búsqueda me llevó a trascender el puro deslumbramiento estético y a pensar por qué me resultaban tan atractivos esos paisajes. Pienso que a la luz de las amenazas del presente, esas ruinas nos muestran no solamente un pasado fantasmal, sino también una posible imagen del futuro.

—¿Por qué El próximo desierto? ¿Un poeta joven no tiene esperanzas?

—Creo que en un momento como el que vivimos, que nos exige una participación tan urgente y un cambio tan veloz de mentalidad, la esperanza se puede convertir más bien en algo adormecedor. Si pensamos que al final siempre va a haber una solución, eso funciona como una vía de escape que debilita nuestra capacidad de enfrentar la gravedad de la circunstancia. Primero es necesario asumir nuestra situación desesperada, enfrentarnos a ese límite, y solo después de atravesarlo podemos comenzar a pensar alternativas.

Santiago Acosta, Premio José Emilio Pacheco-Foto1

—¿Hablar del calentamiento global se convierte en tu poemario en una denuncia? ¿Es el poeta un hombre comprometido?

—La poesía tiene todas las herramientas necesarias para ser un instrumento verdaderamente transformador sin apartarse de su esencia estética. Creo que un libro de poesía es mucho más poderoso y pertinente cuando es capaz de explorar nuevas maneras de intervenir en la realidad y en ese proceso es capaz de afectar también el hecho poético.

—¿No crees que antes del calentamiento global como amenaza de exterminio, están temas como el terrorismo, las guerras, la desigualdad económica o la pobreza como espacios de imaginario distópico?

—El problema más grave del presente y la principal amenaza existencial que enfrenta el planeta es el calentamiento global. Si bien siempre ha habido guerras y pobreza, los efectos del cambio climático se extenderán en el tiempo mucho más allá que la propia civilización. Al mismo tiempo, todo se ha ido haciendo más inseparable de la crisis ecológica. Lo vemos en Siria, donde la migración por la fuerte sequía contribuyó al inicio de la guerra civil y al ascenso del Estado Islámico. También el cambio climático hace mucho más difícil solucionar problemas como la pobreza o las crisis de refugiados. Y justamente son los pobres, los migrantes y los países menos desarrollados los que sufren con mayor intensidad los efectos del desbalance climático, lo que te dice que la desigualdad económica es sobre todo una desigualdad ecológica y una diferencia en cuanto a niveles de vulnerabilidad frente a los efectos del cambio climático.

—En una entrevista reciente en El Universal, hablas de la posibilidad de repensar categorías abstractas -en tu caso el calentamiento global- a través de la poesía y el arte en general. ¿Es la poesía una suerte de traducción de la realidad? ¿Dónde quedan para ti temas como el amor, el cuerpo?

—Todos esos temas están presentes en mi trabajo. El hecho de que un libro como El próximo desierto tenga un enfoque más o menos constante a lo largo de los textos no quiere decir que ese mismo tema no esté entrelazado con otros. De hecho, el punto es precisamente mostrar la manera en que la crisis ecológica transforma y afecta el cuerpo, por ejemplo, o la ciudad, la política, el amor, los sueños o nuestras maneras de imaginar el lugar que ocupamos en el mundo. En este caso, es ese enfoque el que me ha permitido presentar una forma de entender la realidad, de ver lo que normalmente no vemos, que es precisamente una de las funciones de la poesía.

—¿Te sientes parte de las voces de la literatura de la diáspora?

—No estoy tan seguro de que exista una literatura de la diáspora. Hay un campo literario formado por los escritores que han dejado el país y otros que se han quedado y escriben sobre el tema, pero no sé si en nuestros trabajos hemos llegado al fondo del problema. Me considero parte de la última generación que se fue antes de que las cosas se pusieran verdaderamente feas. Una cosa es lo que se ha llamado la “diáspora venezolana” y otra muy distinta, mucho más grave y terrible, la actual crisis de refugiados, que es inseparable de la crisis política y humanitaria. Creo que es un asunto que los escritores tendremos que explorar más, pero vamos a tener que salirnos de la subjetividad del emigrante que se va con las comodidades que tuve yo, y comenzar a pensar en quienes se han ido con todo en contra.

—Después del poemario del premio, ¿qué tienes entre manos?

—Está por salir un fotolibro que hice en colaboración con el fotógrafo venezolano Efraín Vivas y con diseño de John Lange. Es un libro que aborda la tragedia de Vargas de 1999. Otro libro, que aún estoy trabajando, se llama Archivo muerto, y tendrá que ver con la corruptibilidad de la memoria tanto personal como histórica.

Santiago Acosta (San Francisco, EEUU, 1983) es autor de Cuaderno de otra parte (Libros del Fuego, 2018) y Detrás de los erizos (ganador del V Concurso para Obras de Autores Inéditos de Monte Ávila Editores, 2007). En Caracas fue fundador de la revista de poesía El Salmón (Premio Nacional del Libro, 2010). En San Francisco, California, codirigió la revista Canto. Vive en Nueva York, donde cursa el doctorado en Culturas Latinoamericanas e Ibéricas de Columbia University.

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