Farándula

Isabella, la reina del barrio (I)

Hace un año, Isabella Rodríguez fue nombrada monarca de la belleza criolla. Su tez morena y gran sonrisa se engalanó con banda y corona frente a las cámaras de Venevisión, despertando el furor de su comunidad: Petare. La beldad compitió en el Miss Mundo el sábado 14 de diciembre, mientras el barrio ligaba por la mujer que hasta puso a celebrar a quienes imponen el orden cerro arriba

Isabella Rodríguez
Portada: EFE | Fotos en el texo: Román Camacho y AP
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—De convertirte hoy en Miss Venezuela, automáticamente comenzarás a ser un modelo a seguir por muchos, sobre todo las jóvenes y mujeres de nuestro país, ¿cómo utilizarías el poder de tu voz para mejorar la vida de otros?

—Bueno, yo creo que ese poder ya lo tengo. El simple hecho de llegar a la zona de la comunidad donde vivo, José Félix Ribas zona 7, y ser ejemplo de motivación para muchas niñas, yo creo que ya eso es un logro. Como dije en el primer día del casting, pasar por las calles de mi comunidad y escuchar a las niñas decir “Oye, yo quiero ser como Isabella” es que estoy siendo ejemplo para todas esas niñas, y yo creo que es excelente, yo creo que de granito en granito vamos aportando y podemos marcar un antes y un después en la sociedad. Muchísimas gracias.

Esta respuesta, decidida, segura y con perfecta dicción impresionó al jurado de la sexagésima quinta edición del Miss Venezuela, especialmente si se compara al nerviosismo de las otras cuatro integrantes del cuadro de cinco que apenas se defendieron ante la misma pregunta. Minutos más tarde, Isabella Rodríguez era coronada como ganadora del polémico certamen que se había retrasado hasta el último mes de 2018, tras una demanda realizada por la segunda ganadora del concurso anterior, Veruska Ljubisavljević. Pero contra viento y marea, el show debía continuar y una de las 24 candidatas tenía que ser coronada antes de que terminara ese año.

Isabella Rodríguez

El mundo pa’ Petare

De Petare para el mundo. Una frase estigmatizada en su presentación como parte de las cinco finalistas del certamen, aún retumbaba en el oído de la señora Elisa cuando, en medio la algarabía que salía de las cornetas del televisor, Henry Silva anunciaba a la nueva reina de belleza. Tiros, fosforitos y traqui-traqui repicaban afuera. El barrio estaba de fiesta. Isabella, de la zona 7, se convertía en Miss Venezuela. Vítores y silbidos acompañaban el ambiente.

“Tenemos una miss. ¡Por fin nos toman en cuenta, nojoda!”

Pero no todo se resumía allí, Twitter también era un hervidero. Críticas sobre el bajo presupuesto, los cantantes invitados y el estreno de una nueva directiva sin la presencia de Osmel Sousa, quien había dirigido el concurso por más de 35 años, marcaban las tendencias. Sin embargo, una vez conocida a la nueva soberana de la belleza nacional, ataques y memes sobre su lugar de origen se sumaron a los flancos de los tajantes «missólogos» y faranduleros.

Sin Internet y con la parranda encendida, a los petareños poco les importó lo que opinaran los demás. El resultado era irreversible. La noticia no podía haber caído un mejor día: era quincena, faltaba una semana para Navidad y las licorerías estaban abiertas con música a todo volumen. Era el momento propicio para despejarse de las penurias diarias de la escasez, el gas y la falta de pernil. Hasta Wilexis, el «juez de paz», se unió al jolgorio de «Miss Petare».

Isabella Rodríguez

La casa de Mary, madre de la reina, se llenó al siguiente día. Los vecinos no paraban de hacer preguntas y la señora, trasnochada por el ajetreo de la noche anterior, respondía entre el sueño y el bostezo las inquietudes de la comunidad. Isabella había dormido en un hotel, esperaba que llegara aquel día, pero, por seguridad y por cansancio, no podría atenderlos, su salud está primero. Estuvieron allí por horas. Querían conocer de cerca el triunfo y también los chismes.

La casa de Mary, madre de la reina, se llenó al siguiente día. Los vecinos no paraban de hacer preguntas y la señora, trasnochada por el ajetreo de la noche anterior, respondía entre el sueño y el bostezo

Recibir a una reina

“Se informa a la comunidad que la nueva Miss Venezuela, Isabella Rodríguez, estará recorriendo el barrio a partir de las tres de la tarde”. Así anunciaron por la bocina las monjas del Colegio Fe y Alegría del sector La Bombilla al norte de José Félix Ribas. La vocecita mecanizada fue escuchada en todo el barrio. La gente se puso su mejor pinta y bajó las escaleras. ¡Qué buena manera de empezar las navidades! La fiesta seguía, esta vez con la mismísima Miss Venezuela en persona, quien volvía a casa para reunirse con la gente.

Isabella Rodríguez

Más puntuales que para convocatorias políticas, los habitantes del barrio José Félix Ribas estuvieron a la hora para el recibimiento. Una tarima en la zona 7, un bululú de gente que trancaba el acceso de carros y motos en medio de la calle y unas cornetas con la música de Venevisión impregnaban el lugar. Tan tarán tarán tarán…, se repetía sin cesar, mientras la gente se preguntaba cuánto faltaba para que llegara su majestad, la primera monarca salida de aquellos predios. En los bloques naranja de las fachadas sin frisar se colgaron los pendones promocionales de los primeros concursos de Isabella: Reina del Municipio Sucre, Vitrina, Chica HTV, Sambil Model. Periodistas extranjeros y fotógrafos fueron a retratar una alegría en medio de tantas carencias y tristezas.

Mientras la tribuna se montaba, Mary, la madre de Isabella, inflaba globos y colgaba un gran letrero que decía: “Bienvenida Isabella, Miss Venezuela 2018”. Kike, como es conocido su papá, también estaba del timbo al tambo, armando el estrado para la reina. Familias enteras esperaban con ansias la venida, todos con botellas y vasos en las manos: cerveza y cocuy de penca rebosaban. Los más jóvenes se apostaron junto a la tarima y de allí no se despegaron hasta que el carro con techo panorámico que transportaba a la miss apareció entre la multitud y se abría paso por las maltrechas calles rodeada de cables enredados y postes eléctricos.

Tiros, fosforitos y traqui-traqui repicaban afuera. El barrio estaba de fiesta, Isabella de la zona 7, se convertía en Miss Venezuela

Delgada, de tez morena y cabello alisado, Isabella encima del auto grababa con un teléfono celular y con una mano saludaba como lo hace una reina: moviendo la palma de su mano de un lado al otro, con una sonrisa protuberante que enseñaba unos dientes grandes, blancos y brillantes. El recorrido continuó hasta la redoma de Petare, donde funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) la hicieron regresar. El show no podía continuar más allá de Petare, punto. De regreso, subió a la tarima y ofreció unas palabras en las que Dios y la formación cristiana de su familia fue lo más referenciado. Finalizada la actuación, se retiró a la casa de su tía a tomarse centenares de fotos con los vecinos que hacían cola fuera de la reja.

La fiesta siguió, pero no por mucho. Ya entrada la noche se desencadenó un palo de agua que sacudió a la calle y estremeció el cielo. Mary, sacudiendo el patio, le agradeció al Señor aquel diluvio espanta borrachos. Mientras que, ya en su cama, Isabella yacía dormida después de tres días de sumo agotamiento y reinado. Aquello apenas comenzaba, una parranda sempiterna, esta vez llena de escarcha y lentejuelas, no era comparable ni a los rumbones que armaba el chavismo en campaña electoral: “Tenemos una miss. ¡Por fin nos toman en cuenta, nojoda!”.

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