Política

El reencuentro social: la tarea pendiente

Una deuda apremia en la agenda política de 2016: la unión de los venezolanos. Elucubraciones van y vienen. Los analistas no tienen la palabra final. Todos, sin embargo, coinciden en dos puntos: la restitución de la institucionalidad y en la pacificación nacional

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Frente al Palacio de Miraflores una muchedumbre se reúne. Dolida por el triunfo opositor en las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre, la gente fue convocada a una Asamblea Popular de Calle —cuya invitación era ilustrada por una capucha. Son quienes creen que por encima de las instituciones está «el pueblo». Telesur tiene una cámara en el lugar y transmite el acto como paralelismo al discurso de cierre —también en asamblea popular— que hace Cristina Kirchner antes de entregar su mandato a Mauricio Macri.

Una señora, cincuentona y enfundada en carmín, pide más revolución bolivariana. «Chávez nos dejó una asamblea roja rojita y no la vamos a perder por unas simples elecciones», dice ella sin dar su nombre. “Simples elecciones”. Es un testimonio que encona el dolor por la derrota. «El polo chavista está herido», dice el psicólogo social Leoncio Barrios. Explica que pudo ver, «captar», en otra asamblea —una reunida en la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV)— que «hay mucha rabia hacia quienes no votaron por ellos; incluso un reclamo a quienes recibieron beneficios o prebendas del sector oficial y ‘no cumplió'».

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El propio Nicolás Maduro dijo el martes ocho de diciembre que tenía pensado construir 500 mil viviendas populares en 2016… “pero ahora no estoy seguro, no porque no pueda sino porque no me apoyaste», amenazó viendo directamente a la cámara, y así a la audiencia. Lo hizo por la misma pantalla de Venezolana de Televisión (VTV) que ha cambiado la aproximación de su discurso en apenas cuatro días: primero fueron los errores gubernamentales los que pasaron factura, que los votos opositores son prestados del chavismo descontento; luego los traidores que se vendieron por una harina de maíz precocida y, finalmente, el análisis recala en que no hubo triunfo opositor sino abstención chavista; que la Mesa de la Unidad (MUD) llegó a su techo electoral.

Previo a los comicios parlamentarios, distintos voceros opositores hablaron de la oportunidad para la reunificación social, que un nuevo Parlamento sería el primer paso para reconstruir las relaciones entre grupos ahora enfrentados. Pero Leoncio Barrios cree que tal reencuentro no es ni inmediato ni cercano en el contexto sociopolítico del país. «En el sector oficialista, que está herido y tiene rabia, no hay disposición para ello, y no creo que la tenga en días, semanas o meses… lleguemos hasta ahí, por ahora». Barrios está convencido de que los afectos al chavismo no están dispuestos a reconocerse como minoría.

“La sociedad va a seguir estando muy politizada. El centro del debate político se va a trasladar a la Asamblea Nacional (AN). Habrá que ver el comportamiento de los actores y cómo lo recibe la sociedad. Lo que sí es cierto es que esa mayoría circunstancial de la oposición estuvo alimentada por muchos votos que antes prefería al chavismo, pero que son votos que no son antichavistas duros, casados con la fórmula de la MUD. El electorado en su mayoría está descontento y así lo manifestó. Eso deben leerlos unos y otros», discurre Lionel Muñoz, historiador y profesor universitario. Sin embargo, el sociólogo Tulio Hernández sí cree que existe una ventana para bajar la animosidad. «Se puede apreciar en el relax que produce en una parte de la población tener esa victoria y la manera respetuosa en que se asumió», pinta el escenario y pone el ejemplo de «la fiesta» que se vivió en las calles de Táchira, tatuadas por la confrontación desde hace más de un año.

Minoría, pero fuerte

La votación nacional, en proporción 58% opositora y 42% afecta al oficialismo, supone un nuevo panorama político para Venezuela. “El apoyo que obtuvo el Gran Popo Patriótico es un capital político importantísimo que demuestra que el elemento chavismo tiene el músculo político más sólido y más importante del país. La MUD está compuesta por diversas organizaciones y grupos, pero el primer referente de maquinaria y movilización a la hora de ponderarlos a todos lo sigue conservando el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV», analiza Muñoz.

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El analista político e historiador Freddy Rincón Noriega asevera que, aunque hay una mayoría expresada en votos, los electores que marcaron la tarjeta del PSUV y sus aliados deben ser tomados en cuenta y comprendidos. «Con toda la crisis, los padecimientos, las arbitrariedades y los miles de errores, el chavismo tiene 5 millones y pico de venezolanos dándole la confianza. Es una porción importante. Ya no es un país dividido a la mitad, pero sí con una minoría importante y unificada», apunta. Pero el director de la encuestadora Delphos, Félix Seijas, sostiene que «parte de esos electores están a las puertas de desprenderse. Hay un porcentaje que votó por el chavismo que hoy, al ver los resultados, se siente bien y lo que está pensando es ‘vamos a ver qué pasa'».

En todo caso, habrá que esperar el cinco de enero de 2016 para comenzar a ver en acción una nueva dinámica de poder. Cuando asuma la nueva Asamblea Nacional es que comienza el reto, con una oposición al chavismo por primera vez controlando un poder nacional de manera absoluta. Allí se verá el debate y si, aguas arriba, hay disposición de reencuentro entre unos y otros, o quizá solo en unos. «Hay que ver cómo se desenvuelven los actores», dice Lionel, cauteloso. Rincón Noriega pide «tener cuidado» y estar atento a «lo que haga la oposición en esa AN, para presionar al máximo para llegar a acuerdos nacionales que resuelvan problemas. La gente votó por eso, pero si el gobierno persiste en sus errores, en el sectarismo, en querer imponer un modelo, está jugando a profundizar la crisis y que pase a ser de carácter político más que económico. Ante eso, la sociedad responderá apartando el obstáculo, porque la gente no se va a inmolar».

Sin embargo, el miércoles nueve de diciembre, Nicolás Maduro comparó las elecciones parlamentarias con el 11 de abril de 2002, un golpe de Estado, y anunció que el evento electoral despertará «un nuevo 13 de abril». Agregó, frente a la muchedumbre de la Asamblea Popular reunida en Miraflores, que «estoy dispuesto a encabezar una revolución socialista, radical, popular».

No hay marchas atrás

Las comparaciones internacionales e históricas comienzan a revolotear. El historiador Tomás Straka escribe que «si una mayoría sólida está dispuesta a hacer que las cosas cambien, no hay fuerza que pueda detenerla» y recuerda las legislativas de Polonia de 1989 cuando el partido Solidaridad ganó las votaciones «y eso generó un sacudimiento político que acabó con el comunismo».

Lionel Muñoz pide tener cuidado con las comparaciones históricas porque «son procesos distintos y realidades distintas». Apunta que la gran novedad será que el gobierno sea chavista pero con un parlamento adverso, conformado por una oposición cuyos matices «van a profundizarse en la medida en que los hechos se desarrollen». El historiador recalca que, desde 2016, «se pondrá a prueba el proyecto político que dirige al país, y también la oposición».

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Tulio Hernández tampoco no toma el ejemplo polaco. Mantiene el asunto en dimensiones locales e inmediatas. “La gente está entendiendo que este es el primer paso para recuperar autonomía de poderes, que es lo más grave que se perdió en el país. Recuperar la Asamblea es el camino para recuperar el resto de los poderes. Aunque nadie lo explique claramente así, es la sensación, que se retome el hilo perdido de la democracia en construcción». A su juicio, el proceso iniciado el 6-D no tiene vuelta atrás porque confirma «el desgaste» del chavismo, desde su brecha de 32% entre Hugo Chávez y Manuel Rosales en 2006, pasando por el 1,5% de Nicolás Maduro frente a Henrique Capriles en 2013 hasta llegar a la caída por 18 puntos frente a la MUD en las parlamentarias de 2015.

Mientras tanto, aguas abajo, la polarización languidece a pesar de que el diseño electoral solo permita un legislativo en dos bloques. Pero las encuestas reflejan que el país se abre a otras realidades. Félix Seijas ya determina más categorías a la típica relación «chavista-ni ni-opositor». El director de Delphos afirma que hay toda una gama que va desde el chavista resteado, comprometido, hasta el opositor radical. En el medio, muchos matices: chavista no madurista, independiente con afecto al chavismo y otro con afecto a la oposición, opositor pero no afiliado a la MUD, y así. Una torta dividida en pedazos que los poderes públicos no deben obviar. “Yo no soy traidora, pero no hay comida. Así que voté en contra del gobierno con la esperanza de ver un cambio”, dice una electora de Antímano. El hambre unifica al pueblo.

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