Literatura

Diego Arroyo Gil tras el misterio de Margot Benacerraf

El periodista Diego Arroyo Gil publicó La sal de ayer. Memorias de Margot Benacerraf, un libro que comienza 2020 como uno de los más buscados y en el que conversa con un personaje del que siempre se ha hablado, pero también sobre el que hay muchas preguntas. Editado por Planeta, el escritor registra un testimonio de vida y de país

Portada: JJ Blanco | Fotos en el texto: JJ Blanco, Betania Ibarra, Cortesía Margot Benacerraf
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Hay una Margot secreta. Es poco lo que se sabe. Hay un cuadro de Oswaldo Guayasamín que transmite esa sensación. Está en la oficina de la cineasta. Diego Arroyo Gil asegura que la obra tiene una decidida rareza. Reconoce a la autora en la imagen, pero también puede ser la oculta, la que él quiso conocer durante las conversaciones que ambos tuvieron desde hace tres años.

La sal de ayer. Memorias de Margot Benacerraf es el séptimo libro del periodista. Son páginas en la que se devela la personalidad de una figura emblemática para el cine . Bueno, para la cultural. El enigma sobre por qué no hizo más películas, sus amistades con personajes como Pablo Picasso, el país y su memoria, el desencuentro con Gabriel García Márquez, la Cinemateca Nacional, son temas de un diálogo elocuente, pero también de silencios.

«Quiero escribir sobre Carolina Herrera. Me parece interesantísima»

Fue Tania Sarabia quien una noche llamó al escritor para preguntarle por qué no hacía una biografía sobre la directora de Araya y Reverón. Una semana después, él estaba frente a ella. “Un periodista que esté interesado en escribir un texto biográfico necesita que el personaje se vaya soltando. Ella lo hizo, pero siempre hubo una distancia interpuesta. Además, ella como que tiene un guión muy claro de lo que ha sido su vida y es complicado porque te da poco margen de juego, sobre todo cuando la tienes ahí al lado», detalla el periodista.

«Yo empecé a entrevistarla en octubre de 2016, y en el ínterin, escribí el libro sobre Osmel Sousa. También ella se enfermó. Le dieron dos infartos”, cuenta Arroyo, quien en tres años, solo fue una vez a la casa de Benacerraf. Lo demás, transcurrió en la oficina de ella. “Para Margot su oficina es un lugar entrañable, es como un anexo de su casa. Pasa mucho tiempo ahí, lo cual es muy admirable en una persona de su edad, que todavía quiera ir a trabajar”, agrega.

-¿Lo frustró quizá no poder entrar más a ese círculo íntimo?
-No. El lugar donde te recibe una persona revela cómo es. Cómo te tratan, qué te sirven. Todo eso es material de trabajo. Uno solo observa eso y no puede forzar a la otra persona. Si tratas de imponerte, deja de ser natural. La idea es descubrir al otro. Ella simplemente un día me preguntó si quería ir a su casa. Fuí, me tomé un café con ella, y ya está.

-¿Hubo algún tema sobre el que pensó que no hablaría?

-Sí. Ella se mostraba especialmente renuente a hablar sobre su vida amorosa…

Diego Arroyo Gil

Lo que vivió con Pablo Picasso, que siempre ha generado…

-Pero no tuvieron nada

-Lo deja claro en el libro.

-Bueno, su vida amorosa. Si tuvo pareja o no. Me di cuenta que ella no quería hablar, pero pasaron los meses y ella un día empezó a soltar prenda. A la semana siguiente me dijo que no quería que publicara lo que ella me había dicho. No le hice ningún caso. Lo puse en el libro, con respeto, por su puesto, porque me parece muy interesante. Por decir algo, nadie entendía cómo Margot, siendo una muchacha de veinte y pico de años, había llegado a amistarse con Picasso. La explicación es que la pareja que ella tenía entonces, Manuel Ángeles Ortiz, era casi hermano de Picasso. Es un dato importante para entender la biografía de Margot. No se trata de hablar de los amores por chismear, sino entender el decurso de una vida. Me parecen muy interesantes los dos hombres con los que ella tuvo una amistad muy profunda: el pintor Ortiz y Orlando Pelayo. No digo nada que no esté en el libro. Claro, son cosas que apenas rozamos porque tampoco puedo violentar. Llegué hasta donde ella me permitió. Traté de forzar un poco, pero sin desgarramiento.

-¿Cuáles fueron sus fuentes vivas?

-¡Uy! Hablé con mucha gente. Como digo en cierta parte del libro, con parientes, con personas que trabajaron o todavía trabajan con ella, con detractores, críticos, personajes que la veían de lejos en distintos momentos de su vida.

«El libro habla de Venezuela, pero no de sus tragedias históricas. Es otra cosa. También somos esas historias»

El periodista cuenta que a Margot Benacerraf no le gustará si él cuenta lo que dicen los detractores. Pero esa información formó parte de ese relato que fue armando  en conversaciones informales en los que él, en apariencia, preguntaba por ella como por no dejar, pero siempre con la intención de indagar cada vez más. Le decían: “Que es impositiva, que es egocéntrica, que se valora en exceso a sí misma y que ha vivido toda la vida de Araya. En pocas palabras, que se vanagloria demasiado a pesar de haber hecho muy poco. Es lo que dicen sus detractores, no yo. Yo lo que he dicho, y se lo he dicho a ella, es que es terca. Y desde luego, que muy pocas personas pueden decir en Venezuela que hayan hecho una película tan bella como Araya. Eso es lo que quedará, y no es poco. Todo lo demás es hollín en el aire y un poco de necedad”.

-También busca saber las razones por las que Margot Benacerraf no siguió filmando. Cada quien tendrá sus conjeturas al leer el libro. ¿Cuáles son las suyas? Se podría decir que hubo temor a no superar Araya, que tuvo tanto éxito cuando ella era tan joven.

-No creo que haya sido miedo. Es verdad que no colaboró su manera de ser, el regreso a Venezuela después de estar en París y otras circunstancias adicionales. Pero mi conclusión es que… Parece raro lo que voy a decir, pero lo haré: hay fuerzas de la vida que así como un día gratuitamente te acompañan, otro día te pueden abandonar. Creo que eso fue lo que pasó porque realmente no hay una razón definitiva. Una fuerza maravillosa que la acompañó durante un tiempo y luego se aplacó. Ella se debate mucho eso y yo le digo que tiene que dejar de pensar en eso.

Diego Arroyo Gil

-¿Qué le respondía ella?

-Creo que le gustaba que le dijera eso. También hay gente muy necia que vive cobrándole a Margot el hecho de que no haya hecho más películas. Esa es la vida de ella. Hagan las de ustedes. Además, es muy mezquino porque no cualquiera puede decir en Venezuela que hizo una obra como Araya, una obra maestra.

-Hay una parte del libro en la que Margot Benacerraf dice que ella siempre le aconseja a los jóvenes que se dejen guiar por su instinto, que no permitan que el miedo los paralice, que sigan adelante. ¿Ese tipo de palabras tienen alguna resonancia en usted?

-Cuando hablas con una persona que ha vivido tanto tiempo y de una forma tan interesante, estás aprendiendo constantemente. Son testimonios de vida que te van transformando porque uno es un ser humano, no una máquina que recibe información y solo la transmite. Enseñanzas que empiezas a tener presente en tu vida aunque esa persona no haya dicho esas cosas para modificar tu vida.

¿Pero a quién le escribe Diego Arroyo? ¿Cuál es su objetivo?. Son preguntas que hacen pensar al escritor. Al rato, responde: “Te diría que escribo como si le escribiera cartas a mis amigos. Ponte tú que un día le pongo unas líneas de saludo a un amigo mío y de paso se me ocurre contarle la historia de una persona a la que conocí y cuya historia me parece interesante. Y qué casualidad, esa persona puede que sea Sofía Ímber, Osmel Sousa o Margot Benacerraf. Nunca me he planteado mi trabajo como trascendente, pero lo hago con pasión y con cariño. Escribo porque me divierte, como podría divertirme hacer zapatos. Me hubiera encantado ser un zapatero italiano, hacer mocasines en Florencia. O ser alquimista y andar con una capa”.

Diego Arroyo Gil

-Del libro de Sofía surgió la idea de hacer una obra de teatro. ¿Haría lo mismo con este libro sobre Margot?

-Hubo una escena que no se filmó para Reverón porque ella no tenía rollo de película. Es la escena sobre el perdón de las muñecas. Solo quedaron fotografías.

-¿Ella sabe?

-No sabe. Primero vamos a ver si es posible llevarlo al teatro. No sé si le gustará, porque además yo no sé si a ella le guste el libro.

-Pero se lo envió antes de enviarlo a imprenta…

-Sí, pero no todo el libro. Vio el texto principal. Yo le pedí que no me quitara nada y así fue. Pero ella no vio la presentación, ni cómo quedó el álbum de fotos o algunas modificaciones que hice al texto que ella vio.

-¿Siente miedo de que no le guste?

-No tengo ningún miedo de eso.

Diego Arroyo Gil

-¿Qué es lo peor que pudiera pasar?

-Pues nada. Yo me la encontré cuatro días después del bautizo y nos saludamos normal.

-En el discurso de Margot en 1966 durante la inauguración de la Cinemateca Nacional ella habla sobre lo que quería lograr con ese proyecto, pero en estos momentos es una institución desdibujada. ¿Pudieron hablar sobre ese tema?

-Bueno, es que no hay necesidad de hablar sobre eso. Todo el país está desmantelado. Es lo que ves en el museo de Sofía Ímber, que fue uno de los grandes de América Latina. Eso es responsabilidad de nosotros mismos los venezolanos, que nos cuesta mucho mantener en el tiempo nuestras propias instituciones. Es tristísimo, pero es la verdad. No redundamos en eso porque sabemos en qué anda el país.

-Hay una frase de Margot Benacerraf en el libro que me gusta mucho: “Venezuela es mucho más que su tragedia histórica”.

-Eso está muy bien. Los jóvenes tienen que saber eso. Esa frase de alguna manera me gustaría que justificara mi trabajo. El libro habla de Venezuela, pero no de sus tragedias históricas. Es otra cosa. También somos esas historias. Me interesa que nosotros, que somos jóvenes todavía, no olvidemos eso. Me preguntaste hace rato que para qué escribía. Bueno, robándole la frase a Margot, me atrevo a decir que escribo para que se vea que Venezuela no es sólo sus tragedias históricas. Porque, como dice José Balza, debajo de todas las rupturas e interrupciones, hay una personalidad venezolana. Eso con respecto al país, ahora desde el punto de vista general, escribo no sobre personajes venezolanos, casualmente son venezolanos, sino sobre personas excepcionales.

«Hay gente muy necia que vive cobrándole a Margot el hecho de que no haya hecho más películas»

-¿Por qué en el libro cierra la entrevista con la imagen de la anciana alfarera de Araya?

-Porque ella dice que ese es el momento más importante de la película. Me parece muy bonito. Además, la múcura y eso de echar la sal adentro, el resguardo de la memoria.

-Se habla de la reivindicación del civil en una historia en la que ha preponderado la figura militar. ¿Hay algún militar que considera loable sobre el que le gustaría escribir?

-Siento el desprecio hacia lo autoritario, pero la institución militar es muy respetable, que acá no exista es otra cosa. Hemos tenido grandes militares. Wolfgang Larrazábal es el que más se menciona. Más allá de ahí, no me interesa, como tampoco me interesan los chavistas. Además, no tengo ningún afán escatologico para meterme en ese estercolero espantoso. Ahora, sí hay que hacer una evaluación de ciertos personajes, pero tiene que pasar el tiempo para tener la cabeza fría que el lector merece.

-¿Y la ficción?

-Mariana Marczuk, mi editora de Planeta, insiste en que escriba una novela. Desde el libro de Sofía dice que ahí despunta un narrador. Lo agradezco, pero le digo que es algo que no lo puedo imponer porque puede ser apetitoso o apetecible desde lo editorial. Por los momentos no ha surgido.

«Me dijo que no quería que publicara lo que ella me había dicho. No le hice ningún caso. Lo puse en el libro»

-¿Te han reprochado algo después de la publicación de un libro?

-No reproche, pero cuando salió el libro sobre Osmel Sousa, él me dijo que estaba avergonzado. Le pregunté por qué. Además, él es muy gracioso. Vive en otro mundo. Me dijo que él había pensado que el libro era sobre el Miss Venezuela, pero que después se dio cuenta que era sobre él. Le respondí que claro, que el Miss Venezuela me interesa poco, que yo quería descubrirlo a él. Lo que pasa es que mientras lo escribía, ocurrió lo de su renuncia a la organización y toda esta cosa. La polémica estuvo a punto de llevarse el trabajo. Mi intención no era meterme en esa polémica, que no existía cuando comencé, sino adentrarme en este personaje que me parecía rarísimo porque ha estado omnipresente en la vida del espectáculo en Venezuela, pero que nadie sabe de dónde salió. La gente normal es maravillosa para vivir con ella, pero para trabajar me gustan los freaks, la gente rara y excepcional. No hay duda de que él es uno. Mucha gente cree, especialmente con los casos de Osmel y Sofía, que yo estoy puesto ahí para defenderlos. La verdad es que solo quiero entenderlos. Es como cuando vas a un zoológico y te dicen que hay una águila harpía o un tigre de bengala y te acercas. Eso es lo que yo hago. Ahora él dice que tenemos que hacer un libro que se llamará Así se hace una reina. (Risas). Pero es mentira, es algo que no vamos a hacer. En cualquier caso, yo no voy a hacer.

-¿Y cómo es que no se da cuenta que el libro es sobre él?

-Es muy raro porque además yo se lo leí en voz alta en un restaurante en el que nos sentamos durante cinco horas. Pero me di cuenta que él estaba en otro mundo, comiendo, viendo para arriba. Él no se enteró. (Sonríe). Entonces leyó el libro después de que salió. Me hizo ese comentario que además demuestra su manera de ser. Es la persona más fácil para trabajar, al menos para un periodista. Acepta todo tipo de preguntas, responde todo. Sean fuertes, débiles, moderadas, lo que quieras preguntar. ¿Tú crees que él alguna vez me llamó para leer lo que yo estaba haciendo? En lo más mínimo.

-¿Quién sí te lo ha pedido?

-Bueno (piensa). Margot quería leer el libro antes de que saliera, pero yo le pedí que no me quitara nada. A Sofía se lo leí en voz alta. No me hizo ninguna corrección, a pesar de que hubo cosas en las que ella no estuvo de acuerdo que las dijera como las dije. Pero fue muy respetuosa. Todos fueron respetuosos. No es que me impongo, pero siempre dejo ver que a pesar de que surge una relación como de amistad, sigue existiendo la tensión de que soy periodista y la otra persona es el entrevistado. Si esa distancia se pierde, el libro se convierte en una cosa que no es lo correcto.

-¿Hay alguien que haya sido imposible para una entrevista?

-Quiero escribir sobre Carolina Herrera. Me parece interesantísima. En 2016 se lo propuse y me dijo que no porque estaba por salir un libro sobre ella. Pensé que era mentira y fue verdad. Salió dos meses después. Me gustaría, pero no sé si lo logre. Un personaje venezolano, entre tantos, sobre el que me gustaría escribir es Teodoro Petkoff. Me aventuraria a hacer una biografía como la de Simón Alberto Consalvi, con aspiraciones a ser clásica. Me parece un hombre importantísimo no solo para el país, sino del continente. Claro, hay dos libros sobre él. Uno de Ramón Hernández y otro de Alonso Moleiro. Fuera de Venezuela, me interesan personajes como Bibiana Fernández o sobre un transgénero. Me interesa.

«Para Margot su oficina es un lugar entrañable, es como un anexo de su casa. Pasa mucho tiempo ahí»
-¿Por qué?

-Me subyuga el misterio de esa situación. Me parece fascinante. Y como soy una persona que va al zoologico a ver animales raros, en el buen sentido, no vayan a sentirse ofendidos. Tú sabes que ahora no se puede hablar de nada porque todo el mundo se ofende. Hay una actriz española, Bibiana Fernández, chica Almodóvar. Nació varón. Es divertidisima, inteligente, bellísima. No la he conocido. Es amiga de Boris Izaguirre.

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