Investigación

Las amistades peligrosas del chavismo con la guerrilla de las FARC

Venezuela y las FARC se aliaron desde la llegada al poder de Hugo Chávez, cuando cambiaron las concepciones institucionales. Luego de tres años de los acuerdos de paz logrados entre los guerrilleros y el gobierno colombiano, varios de los líderes retoman las armas y vuelven al monte. Son quienes tienen vínculos más cercanos con Miraflores, e incluso carta blanca para moverse por territorio venezolano, según denuncias. Esta es la historia de esa "hermandad"

Composición fotográfica: Víctor Amaya
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2.500 invitados y miles de televidentes alrededor del mundo presenciaron la firma final del acuerdo de paz entre el gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Cuatro años de negociaciones realizadas en La Habana y 50 de conflicto armado en el territorio colombiano se resumieron en dos firmas hechas con un bolígrafo, la del entonces presidente Juan Manuel Santos y la del líder de la guerrilla de las FARC, Rodrigo Londoño Echeverri, alias «Timochenko». La prensa internacional captó el momento histórico para la paz de Colombia, cuando ambos estrecharon manos luego de haber ratificado lo que auspició el gobierno cubano.

Atrás, Raúl Castro aplaudía, pasando a la historia como el fondo –sonriente- de las fotografías. En cambio, y a pesar de que Venezuela fue “acompañante” de las negociaciones, a Nicolás Maduro ninguna fotografía lo registró y las cámaras de televisión apenas lo advirtieron cuando Santos gritaba “no más guerra” durante su discurso.

Sin embargo, la mañana de este 29 de agosto de 2019, quien fue el segundo al mando de las FARC, alias «Iván Márquez», difundió un video en compañía de algunos exlíderes como Seuxis Paucias Hernández, alias “Jesús Santrich”, y a Hernán Darío Velásquez, alias “El Paisa”, anunciando que la guerrilla iniciaría “una nueva etapa de lucha” armada. Desde la zona del río Inírida, situado al sureste de Colombia y cerca de las fronteras con Venezuela y Brasil, Márquez dijo que ellos no fueron «vencidos ni derrotados ideológicamente. Por eso la lucha continúa. La historia registrará en sus páginas que fuimos obligados a retomar las armas”.

No hubo tantos asistentes, y hasta «Timochenko» lo criticó, lamentó y pidió disculpas. De «Santrich» se ha dicho que se pasea por Venezuela a sus anchas. Nicolás Maduro dijo que se quedó esperándolo en Caracas cuando la reunión del Foro de Sao Paulo. Y ahora vuelven a las armas.

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En un primer momento, el mandatario venezolano no manifestó sobre el anuncio de los nuevamente guerrilleros. Es la cabeza, spi, de un gobierno que ha tenido acercamientos con los insurrectos, a quienes siempre han preferido calificar como grupos “beligerantes”, como pidió Hugo Chávez que se hiciera cuando desató polémica en la comunidad internacional por decir, en su programa Aló Presidente del 13 enero de 2008, que “las FARC y el ELN (Ejército de Liberación Nacional) no son ningún cuerpo terrorista, son verdaderos ejércitos (…) que ocupan espacio en Colombia”, destacó. El expresidente señaló que su gobierno reconocía a esos grupos “como fuerzas insurgentes que tienen un proyecto político, que tienen un proyecto bolivariano, que aquí es respetado”.

Primero fue sábado que domingo

Con la llegada de Chávez a la Presidencia, la ideología de izquierda acercó a Miraflores a la selva colombiana, minada de resistencia armada e influenciada también por la revolución cubana. El de Sabaneta no tardó en hacer público su apoyo a los paramilitares. “Si viene una columna guerrillera replegándose y llega a Guasdualito y entrega las armas y pide asilo, se lo daremos. A lo mejor yo converso con ellos para convencerlos de que el camino es la paz”, manifestó en febrero de 1999, mientras se celebraban los primeros diálogos de paz entre el gobierno del expresidente Andrés Pastrana con la guerrilla, nunca exitosos.

Edmundo González Urrutia, exdirector de Política Internacional de la Cancillería de Venezuela, aún recuerda las operaciones conjuntas que ambos países realizaban antes de que comenzara “la Quinta”. Entre ellas, la comisión militar binacional fronteriza, que promovía el diálogo entre fuerzas militares y policiales de ambos países; la implementación de dos centros de operaciones –en Zulia y Táchira- para el resguardo terrestre y fluvial de la frontera y contrarrestar así el tránsito de la guerrilla; la comisión de verificación de incidentes, que facultaba la averiguación de hechos e intervenciones paramilitares dentro Venezuela. “A finales de los 80 y comienzos de los 90 existía un clima de cooperación, de confianza mutua entre ambas naciones, con una arquitectura institucional que se derivó del mecanismo de seguridad fronteriza, construida en democracia”.

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Sin embargo, cambiaron las reglas de juego con Chávez en la Presidencia. “Lo que antes era un enemigo común, pasó a ser un aliado ideológico para Venezuela”, explica González Urrutia. Para el embajador de carrera e internacionalista Oscar Hernández Bernalette es natural la simpatía del Ejecutivo con las FARC desde ese punto de vista: “además de la política militar de no intervenir en el asunto, eso era una señal importante de cercanía y encubrimiento”.

De hecho, desde fronteras nacionales se coordinó la Operación Emmanuel, bautizada así por Hugo Chávez, para lograr la liberación de Clara Rojas, su hijo nacido en cautiverio y Consuelo González de Perdomo. Aún se recuerda el video transmitido por Telesur en el que Ramón Rodríguez Chacín le dice a los insurgentes colombianos: “En nombre del presidente Chávez, estamos muy pendientes de su lucha. Mantengan ese espíritu, mantengan esa fuerza y cuenten con nosotros… Cuídense, camaradas”.

La cercanía brotaba cuando los altos jefes de las FARC caían. Así sucedió con la muerte de Luis Devia, alias Raúl Reyes, el primero de marzo de 2008. El cabecilla murió desangrado en un bombardeo colombiano a un campamento de las FARC localizado en territorio de Ecuador. Entonces, Chávez tildó el suceso como un “cobarde asesinato”, aunque la calificación no bastó: retiró al embajador en Bogotá, pidió movilizar tanques de guerra a la frontera colombo-venezolana e incluso guardó un minuto de silencio durante su programa Aló presidente.

Chávez también manifestó pesar por la muerte de Pedro Antonio Marín, alias «Manuel Marulanda» o «Tirofijo», semanas más tarde ese mismo año. “Nosotros no nos alegramos por la muerte de Manuel Marulanda. Y yo lamento no haber podido reunirme con él para hablar de la paz, para hablar del acuerdo humanitario” en Colombia, expresó el exmandatario el 30 de mayo de 2008. Aún brilla un busto de Marulandaen el barrio 23 de Enero, en Caracas, que fue desvelado el 26 de septiembre de 2008 al son del himno de la guerrilla colombiana.

You got mail

Hernández Bernalette explica que la praxis del gobierno venezolano se encargó de confirmar los rumores que corrían, a pesar de que Chávez negara la permanencia de las FARC en territorio criollo. El bombardeo que causó la muerte de Reyes y que tanto despreció Chávez por televisión fue un tiro por la culata para la relación oculta del gobierno venezolano y la guerrilla. Autoridades colombianas encontraron computadoras con correos electrónicos que comprometían al fallecido ex mandatario con un supuesto apoyo logístico al grupo terrorista.

El diario colombiano El Tiempo reseñó que esos emails, que datan de 2008, asoman las conversaciones entre Chávez y Luciano Marín Arango, alias «Iván Márquez», ex comandante del Bloque Caribe y ex miembro del Secretariado de las FARC. La información luego publicada por el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS) reveló la supuesta oferta de 300 millones de dólares de Hugo a las FARC para que revitalizaran su “plan estratégico”. A su vez, Márquez hablaba de una reunión con Ramón Rodríguez Chacín –exministro de Interior y Justicia en 2002 y 2008- y dio algunas claves de cómo se manejaría el tema en adelante.

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En el entramado de mensajes salta a la vista una propuesta planteada por el gobierno de Chávez a la guerrilla. “Nos ofreció la posibilidad de un negocio en el que nosotros recibamos una cuota de petróleo para comercializarla en el exterior, lo cual nos dejaría una jugosa utilidad (…) Otra oferta: venta de gasolina a Colombia o en Venezuela (…) Tomando el ‘dossier’”, dice uno de los mensajes, de acuerdo con El Tiempo.

El mismo periódico colombiano reseñó que en 2008 el entonces director de la Policía de Colombia, el general Óscar Naranjo, también destapó datos de la relación entre las FARC y Chávez. Sostuvo que era una alianza en términos armados entre el Gobierno venezolano y la guerrilla. En la información divulgada por Naranjo aparecía un ofrecimiento de ayuda de parte de las FARC a Venezuela en caso de que Estados Unidos decidiera atacar al gobierno de Chávez.

Venezuela no es casa ajena

“Cuando Chávez se instaura, Venezuela se convirtió en un aliviadero de las FARC, que utilizaron distintas entradas del país no solo para descanso y facilitar la movilización de jefes guerrilleros, sino para la apertura de distintas rutas de ingreso al territorio criollo y así aligerar parte del narcotráfico”, explica el embajador Hernández Bernalette. El primer reconocimiento oficial de campamentos guerrilleros en territorio criollo ocurrió en febrero de 2001, según indicó el periodista venezolano Javier Ignacio Mayorca en Farc en Venezuela: Un huésped incómodo. El general de brigada Néstor González -entonces comandante del Teatro de Operaciones 2- señaló que se había desalojado un campo de entrenamiento en el estado Zulia.

Cuatro años más tarde, efectivos de la policía judicial encontraron un campamento de las FARC en Guaniamo, estado Bolívar, a 160 kilómetros de la frontera colombo-venezolana. Mayorca explica que “allí tenían más de 600 kilogramos de cocaína para la exportación y mantenían secuestrada a la mamá del lanzador de grandes ligas Ugueth Urbina, Maura Villarreal”.

Desde entonces, los descubrimientos se hicieron cada vez más frecuentes: las autoridades venezolanas detectaron asentamientos de la guerrilla colombiana en Apure, Amazonas, Zulia, Bolívar –específicamente en las zonas mineras de Tumeremo, El Manteco y Alto Caura. El embajador de Colombia ante la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Fernando Hoyos dio en la llaga abierta: Venezuela se había convertido en aliviadero de la guerrilla. El 22 de julio de 2010, aseveró ante los representantes de las naciones del continente que en Venezuela había 87 enclaves y más de 1500 militantes de las FARC. Además, aportó datos precisos sobre la ubicación de tres campamentos –Bolivariano, Ernesto y Santrich- que pertenecían al Bloque Caribe.

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“El hecho de que en América Latina comenzara la consolidación de un movimiento de izquierda importante a partir de 1999 hizo pensar que era el momento de jugar en la arena política.El terreno estaba preparado para acceder al poder con elementos que se conjugaron, aun estando Chávez vivo”, indica la internacionalista Giovanna de Michelle. La enfermedad del “Gigante Intergaláctico” hecha pública en 2011 y su muerte en 2013, coincidió con el debilitamiento progresivo de las FARC. “Nadie se sienta a negociar si se siente fuerte. No tenían fortaleza para acceder al poder político y tenían que sentarse a negociar la supervivencia de sus líderes”, remata De Michelle.

El debilitamiento se tradujo en cuatro años de diálogos de paz, que condujeron a los acuerdos de paz firmados en La Habana pero rechazados por votación popular en el plebiscito celebrado en Colombia. A pesar de que se consideraba una acción favorable para Venezuela, la reinserción incompleta de quienes forman parte del movimiento guerrillero en la nación vecina asustaba a los expertos del país. Vaticinaba González Urrutia, “los riesgos potenciales son muy altos porque hay grupos que van a querer continuar utilizando nuestro territorio como un aliviadero. No es descabellado pensar en esas consecuencias”. Según De Michelle, “es una amenaza por el hecho de que acá no se toman los correctivos y medidas preventivas necesarias. Lo lógico sería operativo de resguardo en las zonas fronterizas”.

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