Sociedad

Cariaco: El miedo al hambre supera al temor a contagiarse de Covid-19

En uno de los pueblos de la zona oeste del estado Sucre la necesidad de supervivencia de sus habitantes se mezcla con la incertidumbre de contagiarse. Mientras los pobladores tratan de subsistir, los comerciantes buscan formas para dotar de algunos insumos a los centros sanitarios ante la presencia de casos sospechosos de Covid-19

Cariaco
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Un estómago vacío puede más que el miedo. De eso pueden dar cuenta los habitantes de Cariaco, un poblado capital del municipio Ribero, al oeste del estado Sucre. El pueblo tiene historia con el hambre y las protestas para conseguir alimentos. No temieron a la represión y las balas en el año 2016 cuando, en medio de los reclamos por retrasos en la entrega de las cajas Clap, reportaron el primer asesinato durante manifestaciones por comida en el país. Y hoy parece que el miedo a contagiarse de un virus, del cual tienen poca información, también es menor al temor a quedarse sin comer.

Cariaco es un pueblo pequeño, rodeado de valles donde se cultivaba la caña de azúcar, algunas verduras y se dedicaban a la pesca artesanal. Es la capital de un municipio rural en el que habitan al menos 15 mil habitantes que en su mayoría dependen de empleos en el sector público o de trabajos informales que les den dinero para vivir al día.

Las medidas tomadas por la Gobernación del estado Sucre desde el lunes 16 de marzo, para hacer cumplir la orden de cuarentena social decretada por la administración de Nicolás Maduro, incluyeron el cierre de fronteras entre los quince municipios de la entidad y el paso hacia los estados Monagas, Anzoátegui y Nueva Esparta.

De modo que algo tan simple como viajar una hora desde Cariaco hasta Cumaná, la capital de la región, es una tarea imposible.

Solo pueden adquirir alimentos dentro del pueblo, en un horario determinado entre las 8:00 a.m. y las 4:00 p.m., aunque ya a mediodía los funcionarios policiales mandan a sus casas a todo el que vean por la calle.

Mientras tanto, los pobladores tratan de lidiar con el hambre buscando alimentos en los pocos comercios que quedan en pie en el pueblo, luchando contra el alza de precios.

«Tengo una carnicería y atiendo a la gente de dos en dos, a veces ellos entienden pero eso dura pocos minutos, luego quieren entrar a la fuerza y me obligo a cerrar por un rato para calmar los ánimos»

El Covid-19 es el menor de sus problemas. Es a lo que menos le temen a pesar de que entre los anuncios del gobernador Edwin Rojas, el municipio Ribero figura entre las zonas donde se reportan posibles pacientes.

Ellos lo saben. Pero no porque algún funcionario les diera la información y les advirtiera sobre los alcances del virus, o siquiera les enseñaran a usar correctamente el tapabocas que impusieron como de uso obligatorio para poder salir a la calle.

Cariaco

“Nos enteramos porque escuchamos rumores, entramos en pánico sí, hay mucha angustia, pero también tenemos que buscar cómo comer”, dijo Luis Colón, un bombero y dirigente comunitario del poblado: “La alcaldesa Yaritza Ramírez no le ha hablado al pueblo, no ha explicado nada, aquí la cuarentena se cumple a la fuerza”.

La fuente de información son los mismos vecinos que escuchan que hay casos sospechosos. “Nos enteramos de dos, uno en el sector Pueblo Nuevo y otro en la zona de Guaraguao, un niño y una mujer. Nos dijeron que habían sido trasladados a Cumaná para hacerles pruebas pero no sabemos si realmente es así”, comentó Idalia Machado, una costurera que ahora busca formas de subsistencia ya que las restricciones para viajar a Cumaná o Carúpano le impiden comprar telas para seguir trabajando.

«Si antes no se podían atender emergencias allí, ahora menos, porque el poco personal que queda no está calificado. 90% de los médicos son integrales comunitarios, que aprendieron medicina a través de un computador y no saben ni cómo manejar un respirador»

Una puesta en escena

La incertidumbre del pueblo ante la posible presencia de pacientes contagiados con Covid-19 los enfrenta también a un sistema sanitario precario.

En el poblado, además del Hospital Dr. Diego Carbonell, la gobernación determinó que el CDI Bolívar y Martí funcionara como centro centinela para recibir pacientes sospechosos en una sala de aislamiento. Pero ninguno de los dos centros sanitarios tiene condiciones para atender a enfermos, mucho menos ante una situación de pandemia.

“Lo que hay por parte del gobierno es una puesta en escena, porque aquí todos saben que el sistema sanitario no da para más. Se toman fotos en supuestas salas situacionales que no son tales y la gente ya no puede ni conseguir comida básica en el pueblo”, se lamentó Félix Bejarano, un periodista del pueblo y cronista, que se encarga de documentar todo lo que acontece en el municipio.

El médico Gerardo González fue director del Hospital Dr. Diego Carbonell durante cuatro años y renunció tras batallar contra las limitaciones y la poca respuesta gubernamental: “Si antes no se podían atender emergencias allí, ahora menos, porque el poco personal que queda no está calificado. 90% de los médicos son integrales comunitarios, que aprendieron medicina a través de un computador y no saben ni cómo manejar un respirador”.

«Nos enteramos porque escuchamos rumores, entramos en pánico sí, hay mucha angustia, pero también tenemos que buscar cómo comer»

Durante su trayectoria en el hospital, González vio a enfermeras improvisar gasas con restos de franelas que traían desde sus casas, vio a hombres que prestaban servicios como personal de limpieza fabricar ellos mismos los productos de aseo: “Si un bedel tenía un conuco, desde allí traía cenizas y con eso limpiaba”.

A pesar de que en este centro sanitario no hay carencias de agua potable, ya que posee un tanque subterráneo que almacena hasta 50 mil litros y dos externos con capacidad de hasta 10 mil litros, la colocación de basura con desechos bacteriales al aire libre en los alrededores de la institución lo convierte en foco de infección.

“Pero, el problema principal es de recurso humano, el director del hospital es un enfermero, muchos médicos profesionales se pusieron a la orden para colaborar durante esta contingencia y fueron rechazados”, aseguró.

Colaborando

La situación en el centro centinela CDI Bolívar y Martí no es distinta. El bombero Luis Colón aseguró que no hay productos de aseo y limpieza, no hay equipamiento y el personal no cuenta con mascarillas ni guantes: “Espero que los casos sospechosos de coronavirus sean negativos, porque de llegar a ser verdad, la catástrofe será muy grande”.

Solo pueden adquirir alimentos dentro del pueblo, en un horario determinado entre las 8:00 a.m. y las 4:00 p.m., aunque ya a mediodía los funcionarios policiales mandan a sus casas a todo el que vean por la calle

Pascual de Santis, presidente de la Cámara de Comercio del Municipio Ribero, lidera a un grupo de comerciantes que prestan apoyo al sistema sanitario ante la solicitud de la alcaldesa Ramírez. Durante la primera semana de cuarentena y ante el anuncio de un caso sospechoso en Cariaco, la máxima autoridad municipal les solicitó un compresor para un aire acondicionado que ubicarían en la sala del aislamiento del CDI.

“Colaboramos y lo seguiremos haciendo”, seguró el gremialista.

También les solicitaron productos de limpieza y desinfección y apoyo para traslado de pacientes, aunque han tenido que luchar contra la ausencia de gasolina en el pueblo y la negativa de las autoridades a venderles combustible.

Los comerciantes de Cariaco acatan los horarios impuestos por el gobierno y además deben cuidarse de tener ciudadanos aglomerados en sus negocios o dejarlos entrar a los establecimientos si no tienen tapabocas.

“Tengo una carnicería y atiendo a la gente de dos en dos, a veces ellos entienden pero eso dura pocos minutos, luego quieren entrar a la fuerza y me obligo a cerrar por un rato para calmar los ánimos”, dijo la propietaria de un establecimiento de venta de alimentos en el centro del pueblo, que prefirió omitir su nombre.

En Cariaco hoy parece que el miedo a contagiarse de un virus, del cual tienen poca información, también es menor al temor a quedarse sin comer.

Para las pocas farmacias que hay la situación es similar, solo atienden al público a través de ventanillas para evitar que ingresen al comercio: “Los podemos atender solo si usan tapabocas porque el gobierno nos dijo que nos multarían a nosotros”, afirmó un comerciante.

En el Mercado Municipal es diferente. Allí la aglomeración de personas es inevitable y el miedo al contagio desaparece mientras la gente se enfoca en comparar precios y comprar lo que les alcance con el dinero que tienen a la mano.

“Cariaco es un pueblo de desempleados, donde la gente vive del día a día y las personas que tienen trabajos son empleados de la Alcaldía, dependen de los bonos que les dan”, explicó el cronista Bejarano.

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