Cultura

Batman: los demonios de un linchador casi gay

Se le ha llamado Satán, pero también ángel vengador. El hombre murciélago, que no vampiro, cumple 80 años desde su primera aparición en 1939, y siempre ha cautivado por su ambigüedad moral

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Ha querido reaparecer en una advocación más rústica y despiadada justo cuando circulan en la Ciudad Gótica venezolana escalofriantes videos. En el sentido anglosajón de la palabra, urge un “vigilante” que se manche las manos por nosotros ante un aparato penitenciario que parece potenciar a los criminales, en vez de reformarlos.

“Batman transita la gran pantalla con su logo a punto para marcar el cielo o la carne vil”, apunta la especialista española en cómic Elisa McCauland acerca del encapuchado que juega sucio para emboscar al de otro modo invencible Superman en la pelea callejera que más morbo despierta en el patio de liceo de los superhéroes.

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“Es un Batman más estoico y huraño que los anteriores, sumido en la total oscuridad, alguien que no tiene nada que perder”, le dibuja el crítico cinematográfico venezolano Luis Bond. Se sabe dónde empieza la violencia, no cómo termina. Pudiera ser que, después de despachar a rateros y sádicos en la Caracas de la que se ha apoderado la desconfianza mutua, le dé por exterminar a bachaqueros, aunque no sean más que la consecuencia de una economía perversa. O quizás alguien le prenda velas en el otro extremo del espectro político, anhelando que el multimillonario Bruno Díaz se apodere del cuerpo de Lorenzo Mendoza.

“Todos tenemos algo del antihéroe: ira, rabia, deseo de venganza. Cada vez que salgo de una película como Batman vs Superman, no puedo dejar de desear que llegue cualquiera de estos putos superhéroes y nos salve de estos bichos que nos están gobernando”, hace una confesión personal el también crítico y promotor cultural Camilo Cortés.

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La creación del artista gráfico neoyorquino Bob Kane, que celebra los 80 años en 2019 —lo haría con una frustrada tercera entrega de la fábrica de churros de La Liga de la Justicia—, tiene un récord de ocho adaptaciones cinematográficas desde 1989, y para explicarlo hay que empezar por la raíz.

“Bat” en inglés quiere decir bate para aporrear, pero también murciélago: especie de rata voladora que no produce más grima que la cucaracha simplemente porque es menos abundante y de faz horrenda, a pesar de que hayan querido disimularlo con las boquitas de George Clooney, Christian Bale o Ben Affleck. Quiróptero conferido, eso sí, de cierta nobleza como de aristócrata venido a menos.

“El devenir murciélago de Batman es una forma de poner en comunicación los límites de lo humano con las fuerza primitivas que han quedado atrás en la historia como consecuencia de la civilización pero que ahora, por la dureza de la vida en las grandes urbes, quizás vuelvan a ser necesarias. Un otro yo animal que lo aleja de sus semejantes y le permite al mismo tiempo erigirse en su protector”, diserta el filólogo español Juan Francisco Ferré en la compilación de ensayos Batman desde la periferia, editorial Alpha Decay, 2013.

Odiseo perseverante

“Es el Demonio: basta tener en cuenta su subterránea guarida, sus alas de murciélago, sus puntiagudos cuernos, su compulsión de castigar a los réprobos para saber qué contrabando arquetipal se nos ha vendido durante medio siglo. Es el Superyó: la adhesión a la ley, la atadura al pasado y a la historia que presupone toda venganza; es la autoridad que intima la obediencia mediante el castigo; es el culpable Edipo y su necesario mundo de sombras. Obsesionado por vengar el asesinato de su padre, es un Hamlet gótico, por lo que resulta pertinente la caracterización neurótica, vacilante y atormentada de Michael Keaton”, le desnudó el narrador Luis Brito García en un ejemplar de la revista Encuadre de 1991 a propósito de Batman (1989), la película del director Tim Burton que abrió la puerta de un infierno en cuya quinta paila explotan las cotufas.

No deja de ser curioso que el crítico Alfonso Molina desempolve un símil en el penthouse del ascensor teologal: “¿Quién es ese Batman que ejecuta lo que la policía no puede? ¿Por qué asume la tarea de combatir el crimen? ¿Fue electo democráticamente para ejercer ese rol? Creo que la fascinación por el personaje reside en su condición de Súper Hombre que se coloca como adalid de los ciudadanos, más allá del marco legal y de lo políticamente correcto. Es el Ángel Vengador”.

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“Los superhéroes de esta época moderna son los equivalentes a los dioses, semidioses y héroes mitológicos. Batman no parece estar favorecido con un don mágico que lo equipare con sus colegas justicieros, pero es el equivalente a Odiseo, también un ser humano completamente normal y sin poder alguno, pero que se distinguió por su astucia, perseverancia e inteligencia. Por eso es llamado el ‘Experto en Ardides’”, le grecorromaniza Raúl Díaz Perdomo, alias Rael, suprema eminencia del cómic en República Dominicana, que admite: “Más que Batman, me atrae su galería de villanos: son tan familiares como enigmáticos y desconcertantes”.

Luis Bond coincide en otra orilla del charco caribeño. “El protagonista solo será tan grande como lo sea su antagonista, y empezando por su antítesis y eterno rival, El Guasón, sus rivales comparten una mitología épica y suelen presentarle retos que lo llevan a sus límites. De todos los universos de las casas de historietas rivales Marvel y DC Comics, los mejores villanos los tiene Batman”, dice.

El taquillero cine de superhéroes recibe tratamiento despectivo de alita de pollo —cuidado si de murciélago— por parte de los entendidos en la charcutería del séptimo arte, aunque Batman ha propiciado la que es casi aclamada unánimemente como la obra maestra del género: El caballero de la noche (2008), del director Christopher Nolan. “Es quizás la gran película del 11-S. El Guasón interpretado por Heath Ledger es un terrorista cuyo único propósito es generar caos y miedo. Batman, su vigilante, resulta efectivo porque también actúa sin apego a las leyes. El filme de Nolan hace una sombría y pesimista relectura acerca de la capacidad real de la democracia para emprender la guerra contra el terror”, escribió entonces el analista estadounidense Jake Coyle. No ganó el Oscar, pero sí una sátira del encapuchado: Birdman (2014), de Alejandro González Iñárritu.

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El aplastador de mujeres

Pero otro tipo de ambigüedad ha cautivado Batman desde su nacimiento en el contexto del hampa desatada tras la Gran Depresión de los años treinta hasta la impotencia que muestra un Bruno Díaz cubierto por el polvo del derrumbe de las torres en el siglo XXI: la sexual. Y no solo por las especulaciones acerca de sus retozos con Robin en ese clásico del kitsch que es la serie de televisión de los años sesenta, con sus orgasmos onomatopéyicos en clave de pop art: ¡PUM! ¡BANG! ¡ZOOM!

“A pesar de sus múltiples parejas en la cronología del cómic impreso, oficialmente Batman aún sigue célibe, y debo estar  de acuerdo con el comediante venezolano Jorge Tuero, cuando hacía su personaje  del Terror del Llano: ‘¡Un hombre casado no puede luchar por la Justicia, y por eso es que Batman es soltero!’, apunta Rael, que desde República Dominicana se anota como fan no solo de los superhéroes, sino del desaparecido espacio criollo de humor Cheverísimo.

“Cualquier mujer que se ha acercado a él ha sido aplastada. No descansa hasta que dejan de representar una amenaza para su conservador modo de vida”, desliza la escritora ibérica Laura Fernández en el libro Batman desde la periferia.

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“El plano obvio y superficial es afirmar que Batman debería ponerse un capa arcoíris por su relación de ribetes pedófilos con Robin. Pero hay otra lectura más compleja y es que esa hipertrofia masculina de un Batman que cada vez parece más inflado con esteroides, esa exacerbación de la fuerza bruta, pudiera ser el revés de una homosexualidad enclosetada.

Aunque ese aspecto no ha sido casi tocado por los críticos que han despachado rápidamente la película, quizás Batman vs Superman podría ser vista como un gran coreografía homoerótica, casi un clásico del cine queer. Toda aquella simbología de la lanza de kryptonita… Más fálica y te mata. La película podría ser el equivalente a El secreto de la montaña para el género de superhéroes”, se aventura en Caracas el crítico y documentalista Sergio Monsalve.

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Homo o hetero, Batman es la invitación a una tertulia inagotable. “A lo largo de más de 70 años, sus oscuridades e insatisfacciones han sido tratadas con distintas formas de inteligencia sicológica, desde la teoría junguiana de los arquetipos hasta el sicoanálisis lacaniano que le aplica hoy Slavoj Zizek. No es, desde luego, el único superhéroe con vida interior complicada, pero sus caracterizaciones han ido difundiendo, más que en ningún caso, las ciencias de la sique entendidas como criterio de comprensión de un individuo. Batman anticipó la transformación del fan en crítico cultural, que no solo disfruta sino que estudia y cuestiona”, valora el ensayista español Eloy Fernández Porta.

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“La represión de su tragedia en la infancia crea un efecto coraza que también se exterioriza en su traje, cada vez más una armadura. Batman es un hombre que se muestra poco y que hace lo que debe hacer sin más. El suyo, es cierto, es un trabajo al margen de lo legal, pero siempre mantiene ese lazo frente a lo legal. Sorprende, eso sí, esa actitud confesa como delincuente que asume en Batman vs Superman” —la última versión en celuloide del encapotado—, confirma el crítico venezolano Robert Andrés Gómez. “Los mejores videojuegos que se han desarrollado sobre superhéroes son, también, los de Batman”, deja el dato Luis Bond.

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En la agobiada atmósfera de la Caracas de abril de 2018, donde el opresivo olor de la sequía concentrado en el valle pudiera incluir el de algún achicharramiento sumario, su colega Sergio Monsalve hace un llamado a reflexionar sobre las paradojas del ajusticiamiento: “Ese sello que imprime Batman en el pecho a los delincuentes tras aplicarles torturas encierra un anhelo colectivo de tomar la justicia por mano propia ante la ausencia de un estado de derecho. Quizás por eso Batman vs Superman tuvo tanto éxito de taquilla en Venezuela. Pero siempre conviene recordar que esta suerte de inquisición medieval genera un efecto de bola de nieve, un círculo vicioso de más hiperviolencia, como en La Naranja Mecánica de Kubrick”.

Si alguna de estas noches observa la señal de luz del gran linchador en el cielo brumoso de la Ciudad de la Furia, piense por un momento en aquella frase de Thomas Mann: “Matar es hermoso, pero haber matado es terrible”.

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