Salud

Anticonceptivas en Venezuela, mercado negro y dominio cubano

Conseguir anticonceptivos en Venezuela se ha vuelto un suplicio, y cuando de pastillas se trata es peor. Del mercado desaparecieron todas las marcas comerciales. Ahora, las mujeres venezolanas solo tienen como opción comprar sus métodos en un mercado negro

pastillas anticonceptivas
Daniel Hernández
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Andreína siempre tuvo presente que el día que iniciara una relación se sometería a un tratamiento anticonceptivo, pues quería vivir sus 20 a todo dar y en esos planes no había espacio para la maternidad. Así, en 2017 cuando conoció a Francisco* se dispuso a ir con su ginecólogo para que le recetara unas pastillas que aplazaran su posibilidad de ser mamá. Con orden en mano, se sentía tranquila. Tan solo debía ir a la farmacia más cercana y adquirir Femexin de 21 días para dar inicio al tratamiento; pero, pese a ser el paso más simple, la situación de Venezuela lo convirtió en todo un dolor de cabeza. “La crisis estaba más fuerte y no las conseguía”.

Hace rato que de las estanterías de las grandes cadenas de farmacias, droguerías y boticas desaparecieron las marcas convencionales de pastillas anticonceptivas. La escasez de estos productos, indican los expertos, inició en el año 2016, cuando los laboratorios que las elaboraran se unieron a la diáspora venezolana. “Cheryn Bayer eran los que manejaban el mercado de anticonceptivas en Venezuela y se fueron. Todas las que se conseguían en el país eran de laboratorios internacionales; ninguna las hacían aquí, solo las envasaban”, explica la ginecóloga Martha Verde.

Ante la proliferación de ventas de píldoras de origen cubano, Ceballos explica que su ingreso al país probablemente sea un “ilícito farmacéutico”

Entre la preocupación y el desconcierto, Andreína comenzó a buscar soluciones y en muy poco tiempo halló un comodín que solventó el problema: un tío de su novio había viajado a Cuba y traía desde la isla unas pastillas llamadas Estracip.

Antes de adquirirlas indagó acerca de su composición y si su administración tendría el mismo efecto que el comprimido que su doctora le recetó. “Vi en internet que los componentes se parecían; de hecho, creo que son hasta iguales. Por eso me fui por esas”. Además, notó en un apartado que las pastillas sirven para personas que sufren de quistes, condición que Andreína también padece. Con las dudas aclaradas, compró los blísteres necesarios y comenzó el tratamiento. Pero la suerte le sonrió poco: al terminar la dosis, el periplo volvió.

Dos años ya han pasado y, aunque asegura que las pastillas no le han generado ningún efecto adverso y otros dos ginecólogos le han dicho que puede seguir ingiriendo la droga, la angustia de conseguirlas aún persiste. La Estracip tampoco la halla en una farmacia. Debe acudir a vendedores bajo perfil, conocidos de sus amigas, por redes sociales o Mercado Libre.

Elymar Caraballo la entiende, desde hace tres años ya no sabe lo que es comprar sus pastillas en las farmacias. No las necesita para prevenir un embarazo, sino para evitar que se le “llene el ovario de sangre”. Una endometriosis quística a sus 19 años la condenó a consumir las píldoras de por vida. “Yo debo tomarme dos cajas pegadas. O sea, una de 21, otra de 21 y ahí descanso siete días y vuelve. Yo tengo que tomar el doble de pastillas anticonceptivas que toma una mujer y veo menos regla”.

Belara o Yasmin eran las que consumía, pero con la crisis no volvió a verlas. En 2018 no hubo manera de conseguirlas y en los 12 meses no cumplió su tratamiento, con el riesgo de que su trastorno empeorara y volviera a ser sometida a una intervención quirúrgica. “El año pasado, desde 2007, fue la primera vez que vi regla normal y con riesgo. En enero el médico me dijo que estaba todo fino, gracias a Dios, pero que seguiríamos con el tratamiento”.

Ahora consume Etinor, una pastilla que contiene el mismo principio que las que originalmente tomaba. Aun así, obtenerlas no es trabajo sencillo. “No siempre tengo a alguien que me las consigue y trato de preguntarle a mis amigas dónde las consiguen”.

¿De dónde vienen?

Aminor, Etinor, Estracip, Trienor son una serie de anticonceptivos cubanos, mercantilizados por Farmacuba, una empresa “importadora, exportadora, distribuidora y comercializadora de productos farmacéuticos”.

Etinor y Trienor son elaborados por el Laboratorio Farmacéutico Reinaldo Gutiérrez, y compuesto por dos hormonas femeninas denominadas levonorgestrel y etinilestradiol, mismos componentes de Belara, Diane 35 y Yasmin; mientras que Estracip y Aminor son hechos por Laboratorios Medsol, y sus componentes son etinilestradiol y levonorgestrel, respectivamente. Ambos laboratorios fueron representados por Farmacuba, quien a su vez es parte del Consejo de Ministros de la República de Cuba.

La distribución de estas píldoras en Venezuela comenzó por medio de los programas de salud del Estado Venezolano. La doctora Marta Verde explica que en principio “el Estado las repartía gratuitamente en todos los Centros Diagnóstico Integral (CDI)”. Sin embargo, desde que la crisis se acentuó los centros de salud subsidiados por el gobierno no son los únicos que las poseen. En un recorrido por módulos de barrio adentro y dispensarios del Estado, para constatar la distribución de las pastillas, Clímax halló los centros de atención cerrados; asimismo, las fuentes consultadas aseguran nunca haber asistido a alguno de estos centros de atención para recibir el medicamento, cuentan con las redes sociales y páginas como Mercado Libre, donde abundan la venta de estos anticonceptivos, pero por un costo en divisas que no todas pueden pagar.

En Mercado Libre, dichas marcas se publican bajo el anuncio de “pastillas para frenos” y su valor puede variar entre 2 y 3 dólares, si se necesita el tratamiento de 21 días; y 10 o 20 dólares si se adquiere una promoción de seis o 12 meses.

La estatal Farmacuba no sólo desplazó a las multinacionales que traían las medicinas de alto costo sino a los propios laboratorios venezolanos

A las mujeres venezolanas no les ha quedado otra opción que depender de este tipo de alternativas costosas; una especie de mercado negro en medicinas femeninas. Caraballo alega que este año logró conseguir a un “dealer” de pastillas y cuenta con su tratamiento sin falta, pero a cambio debe pagar “en dólares porque no aceptan transferencias ni nada”.

La ginecóloga Marta Verde admite que ante la escasez de las marcas comerciales, se ha visto en la necesidad de recetar a sus pacientes las anticonceptivas cubanas, pues sabe que en el mercado no se consiguen otras. “Tengo pacientes que les he indicado esas pastillas y hasta ahora les ha ido bien; pacientes que ya tienen más de un año”.

No obstante, la galena asegura que con la situación las más afectadas son las mujeres que tienen alteraciones en su ciclo, pues el método para controlarlo, en su mayoría, es a través de las pastillas. “No puedo usar otra cosa, este es el tratamiento. Un dispositivo subdérmico, por ejemplo, no tiene el grado de hormona que necesito. Es complejo, necesito seguir haciéndolo y no sé hasta cuándo me llegará la suerte con esta vendedora. Ya me dieron otro contacto y si esta me falla, tengo al otro. Si no, sé que mucha gente está yendo a Cúcuta y será conseguirlas por ahí”, explica Elymar.

Un reportaje publicado en Armando.Info en abril de 2019 revela que para surtir a los módulos de la Misión Barrio Adentro el gobierno venezolano acudió a la importación masiva de medicamentos cubanos. Según revela la data de cuatro años de embarques recibidos en el principal puerto del país, la estatal Farmacuba no sólo desplazó a las multinacionales que traían las medicinas de alto costo sino a los propios laboratorios venezolanos -entre ellos, algunos adscritos al Estado que importaba- que fabricaban fármacos esenciales como analgésicos y antiinflamatorios. Mientras las deudas con los grandes laboratorios superan los cinco mil millones de dólares, con Cuba se estableció un negocio en el que Venezuela ha pagado más de dos mil millones de dólares en los últimos 15 años.

Sin permisos, mayor riesgo

Freddy Ceballos, presidente de la Federación Farmacéutica Venezolana, rechaza la situación que gira en torno a la venta de anticonceptivos. Ante la proliferación de ventas de píldoras de origen cubano, Ceballos explica que su ingreso al país probablemente sea un “ilícito farmacéutico”; es decir, entran mediante contrabando y “no hay un gobierno responsable que le ponga freno a la situación”, pues el Estado ahora permite “que entren medicamentos al país y lo que se toma en consideración es el Registro Sanitario del país de origen”.

“Perdimos la soberanía en material de medicamentos porque lo más importante de un país es garantizar que se difundan medicamentos de calidad, como lo hacíamos nosotros a través del Instituto Nacional de Higiene Rafael Rangel y el Registro Sanitario. Hoy, te otorgan en cinco días un permiso cumpliendo con los parámetros del Ministerio de Salud, pero no te piden el Registro Sanitario”, explica el especialista.

En redes sociales y páginas como Mercado Libre, abundan la venta de estos anticonceptivos, pero por un costo en divisas que no todas pueden pagar

Por medio de la Gaceta Oficial N°40.676, publicada el 5 de junio de 2015, y la Resolución N° 263 con fecha 4 de Junio 2015, “firmada por el Dr. Henry Ventura, Ministro del Poder Popular para la Salud (MPPS)”, el Estado difundió una lista “de mil cincuenta y cinco (1055) productos que por su naturaleza, características propias y uso, no deben ser considerados insumos para la salud o se consideran de bajo riesgo, y por ende, no deben estar sujetos a la autorización sanitaria correspondiente, en su modalidad de registro sanitario”, informó en 2015 Wilson Parra, Director de Regulación y Control de Materiales, Equipos, Establecimientos y Profesionales de Salud.

Asimismo, Ceballos denuncia que adquirir un servicio de importación o exportación ya no tiene la rígida logística de antes. En 2018, el gobierno difundió el Decreto N° 3.733 en Gaceta Oficial Extraordinaria Nº 6.423, una resolución que establece que hasta el 31 de diciembre del 2019 quedan exonerados “de pagos de Impuestos de Importación y Tasa por determinación del régimen aduanero a importaciones definitivas de productos de la industria de alimentos, productos de higiene personal, limpieza del hogar y medicamentos realizadas por personas naturales y jurídicas con recursos propios así como por la Administración Pública Nacional”.

El especialista asegura que regulaciones como estas ponen en riesgo la salud de la población venezolana, pues cada Estado debe hacer análisis para determinar si el consumo de medicamentos es realmente saludable, de lo contrario, “¿quién garantiza la calidad de esos productos?”.

Aminor, Etinor, Estracip, Trienor son una serie de anticonceptivos cubanos, mercantilizados por Farmacuba, quien a su vez es parte del Consejo de Ministros de la República de Cuba

De esta forma, insiste, el Estado está violando el artículo 18 de la Ley de Medicamentos de la República, difundida en Gaceta Oficial N° 37.006 Jueves 3 de Agosto de 2000, la cual reza que “los productos farmacéuticos ya sean de producción nacional o importados, antes de proceder a su elaboración, distribución, tenencia, expendio y dispensación, deberán ser registrados por un farmacéutico patrocinante ante el Ministerio de Salud y Desarrollo Social, el cual, una vez cumplidos todos los requisitos exigidos, emitirá una autorización la cual será publicada en la Gaceta Oficial de la República de Venezuela”.

Tras la falta de cumplimiento en los estatutos legales, Ceballos pide a la población estar alerta cuando se trata de comprar de medicamentos por internet, redes sociales o incluso en mercados populares debido a que es una acción riesgosa. “Pueden venderte cualquier cosa (…) ¿Quién te garantiza que te lo que dice esa caja es verdad? Lo ideal es que los medicamentos sean comprados en farmacias”, aclara.

Fomentar la educación sexual

El presidente de la Federación Farmacéutica Venezolana mira con preocupación cómo la crisis ha hecho que la “educación sanitaria” desapareciera. Recuerda que en el pasado se elaboraban campañas en las escuelas y en las calles, por parte del Ministerio de Salud, que fomentaban “la importancia del uso del preservativo, la maternidad responsable (…) Aunque, la gente crea que eso es una tontería, no se imaginan cómo de alguna manera le das información a los jóvenes para que puedan llevar una vida sexual saludable”.

Admite que, la falta de métodos en las farmacias “es una realidad”. Y, pese a que se consiguen algunas alternativas como inyecciones e implantes, el verdadero problema es que no todas las mujeres lo pueden pagar. “Antes uno tenía prácticamente un estante de medicamentos anticonceptivos, pero ya no. El gran problema es el acceso, sobre todo los de pacientes que más lo necesitan. Hay quienes no tienen el recurso”.

La Estracip tampoco la halla en una farmacia. Debe acudir a vendedores bajo perfil, conocidos de sus amigas, por redes sociales o Mercado Libre

Desde la Asociación Civil de Planificación Familiar (Plafam), se unen a la preocupación. Inscritos en la Federación Internacional de Planificación Familiar (IPPF por sus siglas en inglés), la organización promueve una serie de programas de educación sexual con base en la planificación familiar y la prevención de embarazos no deseados.

Nelmary Díaz, gerente de programas de la mencionada corporación, explica que, desde sus inicios en el país, Plafam atiende anualmente a más de cien mil usuarios. Sin embargo, desde que la crisis comenzó a profundizarse, quienes integran el equipo de la organización, han notado que las mujeres y jóvenes que acuden lo hacen en busca de métodos anticonceptivos por el bajo costo que los ofrecen. “Antes la mayoría venía por consultas ginecológicas, ahora no”.

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La situación los llevó a rediseñar los programas que tienen y a abrir la venta de métodos. “En un momento sí tuvimos la venta de anticonceptivos reducidos, no teníamos la misma capacidad. Sin embargo, ahora podemos dar los métodos por orden de llegada”.

Díaz explica que por ser parte de la IPPF la asociación recibe donaciones no solo en medicamentos sino también en moneda que les permite adquirir los métodos a un costo más económico. “Somos una asociación sin fines de lucro. Generalmente los médicos o farmacéuticas grandes tienen fines de lucro, entonces no es solamente el precio que le cobran a las usuarias sino también la ganancia que tengan con el método anticonceptivo. No es el mismo el precio que nos pueda dar a nosotros la Federación Internacional que conseguirlo en tasa comercial”.

Actualmente, Plafam ha desarrollado una diversidad de programas que tiene como objetivo brindar ayuda ante la situación país y la escasa educación que existe. “Lo que buscamos es que la población vulnerable tenga alcance. Por eso tenemos programas de acceso a la salud sexual y reproductiva, que son los anticonceptivos. Pero, no solo tenemos métodos, también vamos a jornadas gratuitas a las comunidades de escasos recursos y rurales”.

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