Venezuela

Castellio y la política venezolana

Sebastián Castellio, teólogo del siglo XVI, decía que el primer pensamiento tiránico es "reprimir, censurar y amordazar cualquier opinión contraria". / Por Ángel Arráez

Castellio. Foto: Wikiwand
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En mi casa acumulé los libros más preciados para mí, esos textos de los cuales no te puedes desprender tan fácilmente. Cuando hice mis planes para viajar traté de venderlos pero ese amor por ellos nacido no sé cómo, ni dónde no me lo permitió. Están en casa guardando polvo. Entre ellos Castellio contra Calvino.

Sin embargo, cuando comencé a recoger mis bártulos para emprender la partida decidí traerme dos textos de los muchos que tenía: Fouché y Castellio contra Calvino, ambos de Stefan Zweig. Aunque fueron escritos hace mucho tiempo, son muy actuales en materia política. Y sobre todo en la situación política actual de Venezuela.

En Maiquetía, mientras esperaba el llamado para abordar el avión, comencé a releer Castellio contra Calvino, lectura que terminé hace unos días y la verdad es que, aunque se desarrolla en el siglo XVI, es una copia al carbón de la actuación de los personajes del actual gobierno venezolano.

Tolerancia frente a intolerancia

Me voy a tomar la licencia para contarles un poco de que va el libro y por qué lo comparo con el acontecer político nacional. La historia trata del enfrentamiento del teólogo francés Sebastián Castellio contra su homólogo Juan Calvino, gestor principal de la Reforma Protestante, o lo que se conoció como la filosofía calvinista.

En el prólogo del libro se puede leer lo siguiente: “Tolerancia frente a intolerancia, libertad frente a tutela, humanismo frente a fanatismo, individualismo frente a mecanización, conciencia frente a violencia…. Este enfrentamiento es una revisión histórica de una controversia que trasciende las circunstancias de una época -las de un siglo XVI dominado por las tensiones teológicas y abusos de poder que tiene su mayor momento con el asesinato de Miguel Servet, teólogo español». En resumen, es la defensa de la libertad espiritual, “libertad de pensamiento”, frente a la violencia ejercida desde el poder por Calvino.

El autor inicia su trabajo con palabras del propio Castellio: “El mosquito contra el elefante”. No creo que sea necesario, pero aclaro que Castellio es el mosquito y Calvino el elefante, y eso tiene que ver con el poder que tenía este último.

Calvino y el chavismo

Calvino es el hombre que llegó a convertir una ciudad, un estado hasta entonces libre, en una férrea maquinaria de obediencia capaz de exterminar cualquier iniciativa, cualquier libertad de pensamiento en beneficio de su doctrina la Reforma, así describe Zweig al fanatico reformista.

Para hacer un paralelismo o explicar las semejanzas entre Calvino y el régimen chavista actual, podría decir que Miguel Servet es cualquier venezolano opositor del gobierno chavista-madurista que perdió la vida o fue encarcelado por protestar. Los miles de venezolanos sometidos a la injusticia y brutalidad de los órganos policiales del gobierno.

Para usar palabras de Castellio: “El primer pensamiento tiránico es siempre el de reprimir, censurar y amordazar cualquier opinión contraria…”. Subrepticiamente, los testaferros del régimen han ido comprado los medios de comunicación más importante para poder callarlos, y se han hecho de mucho material bélico para enfrentar a los desarmados ciudadanos que se atreven a protestar.

«Lo que me habéis obligado a creer no tiene valor»

Apropiándome una vez más de las palabras de Castellio: “Nunca podréis afirmar que aquellos a quienes habéis obligado a reconocer un credo como propio, lo profesan también de corazón. Si se les dejara en libertad, dirían: Creo de corazón que sois unos tiranos injustos, y que lo que me habéis obligado a creer no tiene valor. Un vino malo no será mejor porque se obligue a la gente a beberlo.” Más claro imposible.

“Las dictaduras, una vez que han superado las inevitables crisis de sus comienzos, en general pueden considerarse seguras por algún tiempo. Cómo el organismo humano que, tras un malestar inicial, acaba de adaptarse a los cambios, también los pueblos se acostumbran de modo sorprendentemente rápido a las nuevas formas de dominación. Transcurrido un tiempo, la vieja generación, que con amargura compara su presente brutal con su pasado más feliz, empieza a morirse –0 a emigrar-y la nueva generación acepta los nuevos cambios como los únicos posibles…”

La verdad es que cualquier parecido con la realidad de Venezuela es solo capricho de la historia que no revisamos.

Por ahora dejo reposar este libro, y dentro de unos meses lo volveré a leer para compararlo con lo acontecido en el país.

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