Memoria gustativa

Fuentes de soda: con ellas se fue el banana split

La idiosincrasia del american way of life se refleja con autenticidad en los prehistóricos Picapiedras cuando Pedro, manejando su troncomóvil en compañía de Vilma, Pablo y Betty, llega a un auténtico drive-in y pide un costillar de brontosaurio. Sin lugar a dudas, era la fuente de soda en tiempos del Pleistoceno

Fotos: Caracas en Retrospectiva II (Facebook)|Nicomedes Febres|Pinterest|Patrick Dolande
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La fuente de soda de ayer ¿es la lunchería o la cafetería de hoy? Quizás reencarnó en la arepera o se transformó en panadería deli y hay quien piensa que evolucionó en restaurante. Pero no es así. Existe un hilo conductor muy delgado entre uno y otro negocio que tienden a confundirse.

La fuente de soda tiene características propias que le dan personalidad definida y se dice en presente porque, a pesar de estar casi extinguidas como concepto, todavía quedan algunas, al menos en Caracas, que luchan contra los molinos de la inflación y conservan su estilo y presencia, siempre con el sello de “ambiente familiar”.

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La fuente de soda no es restaurante pero ofrece comidas; no es bar pero expenden licores; no es cafetería pero una de sus principales ofertas es el café; no es una arepera pero ahora venden arepas; no es pizzería y ofrecen pizzas; no es una lunchería pero su especialidad son los sándwiches; no es heladería pero tienen una gran oferta en helados y merengadas. Podríamos definirla como ese lugar donde no se pretende demasiado de la comida y es más para saciar el apetito o un capricho que para elucubrar sobre un plato. De allí que no sea tan fácil definirla, pero es un negocio con identidad el de fuente de soda.

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En Venezuela las fuentes de soda surgieron como una copia del american style diner. Las primeras datan de mediados de la década del 40 del siglo pasado como ventas de comidas ligeras, sin llegar a ser nunca fast food, porque su oferta gastronómica siempre ha sido más elaborada, con sabores más auténticos y mejor presentación.

El origen del nombre es bastante difuso pero, casi todas las versiones coinciden en que proviene de unos establecimientos californianos llamados Soda Fountain donde vendían bebidas con gas, helados y sándwiches. Rápidamente se convirtieron en sitios de reunión y encuentro entre amigos. El modelo fue exportado fielmente a ciertos países de América Latina, pero cada uno las adaptó a su entorno.

Las fuentes de soda caraqueñas

fuente de soda en caracas
Tip Top, Trasatlantic y Picadilly son los primeros nombres de estos locales en Caracas. Picadilly en los alrededores de la extinta urbanización El Conde ostentaba tener servicio drive-in, que no era otra cosa que una bandeja en la que el mesonero instalaba con un soporte inferior fijado entre el vidrio de la ventana y la puerta del vehículo. En los años siguientes este sistema se adoptó en la mayoría de las fuentes de soda, ya que casi todas tenían o estaban cercanas a un estacionamiento donde fácilmente se podía aparcar. Siempre había alguna cuerdita de “pavos” que “echaban el carro” arrancando sin previo aviso y se iban sin pagar. Travesuras propias de la época.

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La particularidad de estos comercios en el país es que no copiaron al calco la arquitectura y diseño del modelo norteamericano de planta alargada, barra con asientos giratorios redondos sin respaldar y mesas dispuestas tipo tren, sino que muchas se adaptaron a la bondad del clima caraqueño, el espacio era económico, abundaba por doquier, por lo que podían hacer uso de grandes terrazas, patios y jardines que ofrecían los amplios locales de ese entonces donde instalaban las mesas con toldos. En la mayoría de los autocines funcionaba la fuente de soda como una alternativa para disfrutar de la película o se podía optar por el servicio drive-in.

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Ya entrados los años 60 el modelo se popularizó enormemente, se abrieron varios locales de esta categoría y comenzó la competencia de la oferta gastronómica y el servicio rápido y eficiente.

Por lo general, el cliente podía hacer una comida ligera pero sabrosa a precios módicos y servida con rapidez, o tomarlo como un lugar de encuentro con los amigos, una cita amorosa o de negocios y pasar varias horas bajo los toldos, generalmente de metal con listas rojas, amarillas, verdes o azules y blancas, que cubrían las mesas redondas, igualmente de metal pintado de blanco y tomarse unas cervezas de sifón o una malteada, un apetitoso sándwich de queso Kraft derretido y las infaltables papitas fritas con abundante salsa de tomate, pero siempre que fuese auténtico kétchup, y mostaza americana, que por cierto eran el sempiterno adorno de las mesas junto a los horrendos y brillantes ceniceros de hojalata, saleros con arroz para que no se humedezca, pimenteros y los servilleteros cuadrados de metal, buchones de servilletas tipo Z, testimonio de una sociedad que no conocía de racionamientos.
Las más recordadas y famosas

CENTRO COMERCIAL TOLÓN, TOLON FASHION MALL
Al final de la avenida Tamanaco en El Rosal se encontraba Taco´s que disponía de un golfito como punto de atracción. Actualmente, en ese solar, está la Bolsa de Valores.

El Tolón en Las Mercedes con un parque de atracciones infantiles rodeado de mucha grama, cuyos recuerdos quedaron sepultados bajo el concreto del Tolón Fashion Mall.

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En la avenida Francisco de Miranda estaba Dixie, una clásica fuente de soda muy al estilo americano que formaba parte del programa dominical que comenzaba con el matiné en el vecino cine Lido, sala donde se estrenaban las películas del Walt Disney, y para cerrar la tarde, en las mesas del citado local disfrutábamos de un sándwich de jamón y queso con un helado coronado por un enorme e inmaculado copete de crema chantilly donde clavaban dos sorbetes.

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Otra muy recordada fue El Faro en la urbanización La Castellana. Debido a su éxito los propietarios abrieron El Farito con un pequeño piano bar que luego se convirtió en discoteca. Esta era la delicia de las parejas de pavos que iban a “jamonearse” en horas de la tarde, porque abría desde muy temprano precisamente con el propósito de satisfacer las alteradas hormonas juveniles.

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El Cubanito, tanto a la entrada de San Bernardino como en la Avenida Roosevelt de Las Acacias, tuvo enorme popularidad por los famosos sándwiches llamados “cubanitos”: un pan de trigo grande relleno con una sucesión abundantísima de lonjas de pernil, queso amarillo, jamón y pepinillos agridulces, que acompañado de una enorme merengada retaban la capacidad de cualquier comensal. Los llamados “pepitos” estaban henchidos de carne de res o de pollo y se bañaban con una salsa verde a base de cilantro. Hoy sobrevive el de Las Acacias con las limitaciones propias del tiempo.

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En la urbanización El Paraíso se asentaron varias fuentes de soda que aún se mantienen para el disfrute de sus parroquianos, como la conocida Taxco con su especialidad en hamburguesas. Al solicitarlas al portugués que las despachaba, invariablemente preguntaba: “con o sin…” en un marcado acento portuñol. Los asiduos sabíamos que estaba preguntando si era con o sin… cebolla. La Glacial y Monte Sirente en la avenida principal de Las Fuentes. En la avenida Páez la fuente de soda El Pinar con terraza y cervezas muy frías.

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En el centro de Caracas pulularon muchas más bien al estilo de las luncherías, algunas con decoración marcadamente gringa pero con jefes portugueses y muchos empleados ídem, como La Estrella en el pasaje Río Caura del Centro Simón Bolívar con los típicos asientos giratorios y las licuadoras múltiples con vasos de metal.

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Por los años 60, en diferentes lugares de la ciudad, se aparcaba un camión tipo vagón, es decir un trolly-bus, al mejor estilo de los actuales food trucks. Su fundador Antonio Ruiz hizo famoso El Trolly con sus tostadas de antología, buenas merengadas y posteriores batidos con servicio al carro. El éxito en las ventas hizo posible agrandar el comercio que se instaló en local propio en Las Mercedes, su definitiva ubicación. Ya reinaba el concepto de “tostadas”, porque las arepas se tuestan en la plancha o se fríen y se rellenan. La fama fue tal que el negocio de las tostadas se extendió, pero se transformó en areperas.

Aparecen los CADA

SUPERMERCADO CADA, FUENTES DE SODA
Maracaibo fue la ciudad pionera en cuanto a las compras de autoservicio, dejando de lado abastos y pulperías, ya que la capital zuliana en 1948 estrenó el mercado “Todos” con capital gringo, que luego sería la poderosa cadena de automercados CADA, Compañía Anónima Distribuidora de Alimentos.

Generalmente los CADA eran utilizados como punto de referencia para ubicar direcciones. Su enorme pilar de cemento con logotipo rojo y letras blancas quedó grabado en la memoria de los venezolanos que vivimos esa época dorada. Los principales de Caracas estaban en Las Mercedes, inaugurado el 3 de noviembre de 1954; La Vega, Parque Canaima, La Florida, San Bernardino y La California, entre otros. Los CADA, como popularmente se les conocían, abarcaron toda la geografía nacional.

automercado, supermercado, cada

Y es que en los CADA instalaron fuentes de soda típicamente americanas que marcaron un estilo y una época muy definida. Eran una copia al calco de las del Norte en mobiliario, pisos con diseño de damero en granito blanco y negro, espejos y fuentes de agua en la entrada. Unas tenían grandes ventanales de vidrio y otras ofrecían aire acondicionado. Al fondo se ubicaba la enorme barra con la cocina a semi vista del comensal y una línea de lámparas térmicas infrarrojas que mantenían el calor del plato hasta que llegara a las mesas, estas perfectamente alineadas con sillas incorporadas sin patas para facilitar la limpieza de los pisos.

pollo a la canasta, patrick dolande

El menú era igual para todos estos comedores asépticos, impolutos pero agradables. La preparación de los platos seguía una rígida receta preestablecida con medidas exactas en cuanto a peso, volumen y presentación. Nunca olvidaré mi plato preferido: steak de jamón Hawai, que consistía en dos enormes lonjas de jamón de importante grosor, bañadas en una suerte de salsa demiglás con rodajas de piña a los lados acompañadas de una pequeña ensalada verde ya aderezada.
Otra fija era el pollo a la canasta con papas fritas, el churrasco Santa Bárbara y los langostinos mariposa con salsa tártara.

Los sándwiches podían ser fríos o calientes, todos con rellenos muy abundantes. Mi infaltable era el de atún con mayonesa y huevo y el de queso con mermelada de membrillo. Entre los calientes destacaba el de rosbif y el de pavo con salsa.

cheesecake de platano, patrick dolande, victor moreno

En la lista de postres, la clásica cheesecake (torta de queso crema Philadelphia de Kraft con mermelada de frutos rojos); la de chocolate de pisos que exhibían en una tortera alta con tapa de vidrio; el hot fudge; el caramel pecan y las enormes merengadas con crema batida y una guinda roja, servidas en copas cónicas de grueso vidrio acanalado que se repetían idénticamente en todas la fuentes de soda habidas y por haber.

Los desayunos estaban numerados y se presentaban varias opciones como continental, americano o criollo. Lo clásico eran los dos huevos perfectamente fritos acompañados de jamón o el consabido beicon y variaciones tipo scrambled eggs. Por supuesto las panquecas elaboradas con harina Aunt Jemima y el infaltable sirop de la misma marca o bañadas en mantequilla, según la adicción al azúcar del cliente.

El Toddy siempre fue un clásico en estos negocios, bien fuese frío o caliente, pero la mejor definición y preparación de un buen Toddy la hace mi colega Milagros Socorro al rememorar esta bebida preparada por su padre. También explica por qué los sándwiches de las fuentes de soda no son iguales a los de casa, por más que uno lo intente. Me tomo la licencia en compartir esta delicia:

“Mi padre y las fuentes de soda”, por Milagros Socorro

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Una curiosa característica del Toddy es que no admite pentimentos. Después de hecho el batido, no caben correcciones: primero se pone el agua (filtrada y fría), después la leche en polvo, después el Toddy y luego el hielo. Si al probar la bebida se siente floja, no sirve de nada que se intente arreglarla agregándole cucharadas de leche en polvo o de Toddy. Es inútil.

Lo mejor es darlo por perdido. Aunque todavía queda un recurso. Mi padre solía echar mano de él cuando alguno de sus hijos arruinaba un Toddy o batido de frutas; y era añadiéndole dos bolas de helado. Eso lo había aprendido él en las fuentes de soda, cátedra donde también se había convertido a la verdadera fe: solo las planchas industriales doran un sánduche como Dios manda (sin aplastarlo, tostándolo por fuera y dejando el interior jugoso y suave)”.

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Milagros Socorro finaliza el texto con esta perla: “Cualquier audaz hace un Toddy, eso por descontado. Pero hay que tener maestría, -obtenida del saber originario, esto es, las fuentes de soda que crecieron al calor de las concesionarias extranjeras-, para hacer un Toddy que deje un bigote de suave ebullición como un beso de buenas noches.”

Nunca sabremos dónde se preparó el primer club house en Caracas, pero de lo que sí puedo dar fe es que los del Centro Médico de San Bernardino eran excelentes, al igual que el sándwich de pollo con ensalada, huevo y lechuga. Es que la cafetería, o mejor dicho fuente de soda de esa clínica, siempre tuvo algo especial, quizá su arquitectura con pared semicircular, la disposición de las mesas, la atención servicial, pero indudablemente que los sándwiches eran los gourmet-deli de la época. Muchos íbamos especialmente a comer allí, sin necesidad de asistir a una consulta, visitar algún enfermo o conocer al recién nacido de la familia.

Esto decididamente se perdió. Ahora la atención es de segunda y la comida de cuarta categoría, por decir lo menos. También se recuerdan los emparedados llamados El submarino de la Clínica Ávila. Todos estos centros hospitalarios tenían buenas fuentes de soda, algunas mejores que otras, pero actualmente reina la comida anónima y elaborada en serie, mal confeccionada y peor sazonada, casi que se confunde con la de los enfermos.

Centros comerciales y ferias impersonales

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La aparición de los primeros centros comerciales en los años 70 mantuvieron la fórmula de la cafetería o fuente de soda, con algunos cambios como una oferta culinaria quizá más contundente, la carta con opciones para almuerzos y cenas completas, pero siempre conservando los sándwiches, perros calientes, hamburguesas, helados y merengadas tradicionales a los que se añadieron pizzas, arepas, cachapas de budare y empanadas.

Es importante destacar que en todos los menús había, aparte de los emparedados más o menos tradicionales, un club house “especial” de la casa preparado con algunas variantes; las exuberantes fresas con crema, el infaltable banana split en plato diseñado ad hoc y los sundaes de diversos sabores.

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El Centro Comercial Chacaíto contó con tres famosos y concurridísimos locales: OVNI, donde se paseaban actores y bohemios chic; el Pappagallo, con sus pizzas sabrosísimas que devino en un restaurante italiano con el “original” nombre de Nonna Bella; y Le Drugstore que cambió por completo el concepto de las tradicionales fuentes de soda. Como dicen en el argot, “esos eran los propios lugares de encuentro”. Chacaíto hoy es un mundo muy distante a lo que era.

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Concresa hizo famoso al enorme Carrousel ubicado en la planta principal en medio de un gran patio y mucha vegetación; el Centro Comercial Los Ruices con su fuente de soda techada donde el transeúnte se encontraba con los locutores de Radio Capital, la más famosa estación radial de entonces, entre ellos Adolfo Martínez Alcalá, el caballero de la voz sobria; Cappy Doncella, el discjockey del momento y el pre-televisivo Napoleón Bravo.

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Después nació el Centro Plaza que vino acompañado del conocido Margana, que por su discreción permitía encuentros furtivos de famosos, ahora bajo el nombre de Maison Plaza.

Más hacia el este se levantó el Unicentro El Marqués, cuya cafetería introdujo la parrilla para terminar convertida en un restaurante de carne, de tercera clase. El Paseo Las Mercedes impuso los locales pequeños. Sabana Grande mantiene ambiente de café en terrazas, aunque venidas a menos, al igual que en las amplias aceras de la avenida Victoria.

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El único ejemplo que recuerdo de cafetería, fuente de soda o restaurante en una tienda por departamentos en Caracas fue Sears de Bello Monte. Después de un voraz incendio la empresa abrió un restaurante llamado El Siroco.

Pero la grandiosidad de la Venezuela saudita debía tener centros comerciales de dimensiones inimaginables. Se empiezan a construir gigantescos emporios para dar cabida a una actividad económica febril, ahora muy desguarnecida y apachichiguada, y así aparecen como de la nada los Sambil por toda la geografía nacional, ciudades completas como el CCC Tamanaco. Paseos, plazas, galerías y malls como El Hatillo, Las Américas, Ávila, Tolón Fashion, Millenium, El Recreo y Líder.

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El Centro San Ignacio casi que se salva porque no tiene una feria de comidas propiamente dicha. En estos espacios de gastronomía anónima reinan las cadenas fast food sin personalidad. Entrar a una feria es haberlas conocido a todas porque son idénticamente impersonales, ruidosas y desagradablemente olorosas a comida rancia y aceites recalentados. Generalmente están situadas en semi círculo, en una sucesión de comida china, criolla, árabe, española, tex-mex, japonesa, italiana, pizzerías, hamburgueserías, churrerías, panaderías, confiterías, salad bar y donuts, entre otras.

No es difícil imaginar que con tan “tentadora” oferta, las fuentes de soda se tuvieron que hacer a un lado, hasta el punto de casi desaparecer ante esa arrolladora presencia culinaria internacional de dudosa calidad.

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La gran mayoría de los locales donde funcionó una fuente de soda con estilo y personalidad definida, sobrevinieron en restaurantes bajo la égida de empresarios lusitanos, quienes tomaron las riendas del negocio de la restauración, no siempre de una manera tan afortunada. Pero en honor a la verdad estos entusiastas trabajadores sí tuvieron el tino y ojo comercial de adquirir, reconstruir o remozar todas las antiguas y vetustas panaderías y pastelerías, para convertirlas en una fusión de cafetería-deli con aspiraciones gourmet y mucho granito amarillo o rojizo pulido en mostradores que luchan por mantenerse limpios, pero no siempre lo logran. Lástima que cambiaron las antiguas tazas de loza con plato y cucharita de metal por mini vasitos Selva y pitillos cortados a manera de removedores, que algunos clientes los conservan asquerosamente en la boca y sin ningún pudor.

Estoy consciente que existieron muchas, importantes y hasta legendarias fuentes de soda que no menciono en esta crónica, pero debo señalar que estos textos no son un compendio de nombres y direcciones estilo guía amarilla de la Cantv, sino obedece al recuerdo de ciertos sitios que para mi fueron los más conocidos, emblemáticos o que revistieron alguna importancia dentro del universo gastronómico de aquella época.

Créditos de fotos:

  • Caracas en Retrospectiva II (Facebook)
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  • Patrick Dolande
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