Música

Audioplace, el lugar para el "grupito" que quiere hacer otra cosa

Su director, Jesús Sánchez, nos pasea por los pormenores de una academia que trasciende los intereses musicales de cualquier aficionado. Se trata de una casa de estudios que aspira fundar la primera escuela de ingeniería de sonido en Venezuela de la mano del talento y el reconocimiento internacional

Audioplace
Daniel Hernández
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Jesús Sánchez no llegaba a los 24 años cuando decidió incursionar en la música. Y aunque aprendió a tocar piano y estuvo en la Escuela Superior de Música José Ángel Lamas, pronto se dio cuenta de que su vocación no estaba solo entre los instrumentos. Era algo que iba más allá de la música. Le interesaba el sonido y todo lo que tenía que ver con él. Fue así como descubrió una industria de la que se hizo precursor en el país.

Se trata de la ingeniería de sonido, una carrera que, si bien es altamente cotizada los países del mundo desarrollado, en Latinoamérica dio sus primeros pasos en las últimas dos décadas y que en Venezuela todavía no figura dentro de las ofertas académicas universitarias, repletas de escuelas de administración, finanzas y otras carreras prácticas.

Es una realidad que suma años así. Y Jesús Sánchez, cuando estaba por graduarse de bachillerato, no andaba como sus compañeros enfocados en pasar las pruebas universitarias para medicina, ingeniería o administración. Él era parte de un grupo muy reducido y rebelde que deseaba pasar su vida montado en la tarima de un concierto, pendiente de una consola de sonido.

Y si bien se graduó de economista de la Universidad Central de Venezuela (UCV), encontró en la música el sendero a su vocación verdadera. Por eso, una vez obtuvo trayectoria dentro de la industria, quiso hacer algo y fundó Audioplace, una academia pensada para aquellos que, como él, les apasiona la producción de sonido y no se ven dentro de las carreras convencionales.

—¿En Venezuela sí hay quienes desean estudiar ingeniería de sonido?

—Sí, hay un nicho muy reducido, tal vez por eso pasa desapercibido ante el ojo público. La gente siempre se pregunta dónde se estudia, porque es una carrera nueva en Latinoamérica, pese a que en el primer mundo está bastante desarrollada. En el salón de clases siempre hay un grupito que es rebelde y que sabe que sirve para otra cosa más allá de las carreras clásicas. Tiende a ser un grupito que se ve grabando una película, produciendo un documental o montando un audiovisual o un programa de radio o televisión. Y aunque aquí esto es un oficio, afuera es una profesión, por eso hay que entrenarlo. De allí salió la idea de diseñar una academia con ese propósito.

Audioplace

—¿Y cómo van en el proceso de hacerla una carrera universitaria?

—En Audioplace tenemos más de una década impulsándola, queriéndola oficializar como carrera. Entre los próximos pasos está ir al Ministerio de Educación y tocar esas puertas, pero como nadie es profeta en su tierra: ya dos universidades internacionales nos adoptaron, nos certificaron en la formación de ingenieros de sonido. Una es la Full Sail University, que queda en Estados Unidos, y la otra es el BIMM Institute en el Reino Unido. Ellos revisaron nuestro pensum y les intereso muchísimo, nos mandaron una certificación. Quienes se forman aquí, pueden ir a culminar la carrera allá.

—Una oportunidad que no tuvo usted.

—Exacto. No tuve esa oportunidad aquí en mi país, tuve que emigrar y pisar varios países para, incluso, poder entender la carrera. Entonces, obviamente Internet era muy básico y uno no podía investigar como ahora. Tuve que salir y darme cuenta de que sí, de que es una profesión y de que se necesita una formación académica, porque para practicarla se debe entender de música y acústica, pero también de electrónica y de física, de todo un poco. Aunque me fui inicialmente por la música, el audio me llamó mucho la atención. Es que la música tiene que ver mucho con la ingeniería, con cómo se graba y cómo se conecta. Muchos de sus elementos se fusionan entre sí.

—¿Y por qué decidió crear una academia? O sea, por qué fomentar esa formación en Venezuela, teniendo, tal vez, la opción de irse al exterior.

—Porque quería ser docente. Me di cuenta de que yo quería dar clases y encontré una comunidad interesada en esta área. Entonces, surgió la idea de concentrarse en un proyecto que sirviera para impulsar la industria en Venezuela y que, a largo plazo, tuviera proyección internacional. Eso es lo que estamos haciendo. Claro, pero Audioplace al principio fue un estudio de grabación, no solo de música sino también de doblaje de series. De hecho, allí se grabó el tema “A dormir juntitos” de Liz con Eddy Herrera. También tenemos dos Latin Grammy: el de Rafael “Pollo” Brito y el de Miguel Siso.

—Ah, pero esas son palabras mayores.

—Por supuesto. Y para que te sorprendas más, la Audio Engineering Society (AES) nos dio la bienvenida también. Es la mayor asociación de ingenieros de sonido del mundo. Tenemos 25 profesores que son especialistas en cada una de sus áreas distintas. Tenemos a Félix Allueva, por ejemplo, que es productor de espectáculos y director del Festival Nuevas Bandas; o a Fidel Goa, que es el ingeniero de sonido de Caramelos de Cianuro y de otras bandas reconocidas. Nosotros nos encargamos de ir seleccionado profesionales por área, uno por uno. Y hemos pasado por todas las áreas de la industria del sonido. Nos interesa que vean el compromiso que tenemos.

Audioplace

—En resumidas cuentas, todo surgió porque usted quería ser docente, formó Audioplace y poco a poco fue creciendo hasta el sol de hoy.

—Sí, yo creo que soy docente nato y me fui encontrando con gente interesada. Claro, ¿para qué quedarnos con un estudio de grabación nada más si podíamos formar generaciones? Hay tantos chamos talentosos. Y lo ves si entras a cualquier clase en la academia. Hacen unas propuestas musicales que al escucharlas te das cuenta de que hay mucho talento. Por eso hemos ido creciendo. La pandemia nos enseñó, por ejemplo, que no necesitas estar presencialmente en un lugar para recibir clases y ahora tenemos las opciones online. Contamos con más de 300 estudiantes, no todos en Venezuela y queremos seguir creciendo, ir más allá. En la AES queremos crear la primera cátedra venezolana, que participará con otras universidades del mundo. También, estamos pensando para este año, hacer una compañía de sonido para que nuestros propios alumnos trabajen allí.

—¿Cómo está estructurado el pensum de la academia?

—Audioplace se estructura en dos grandes partes: la primera, que es el diplomado, dura seis meses. La puede hacer cualquiera sin distinción de edad, es totalmente online y va al ritmo de cada quien. Eso le permite a la persona saber si la ingeniería de sonido es lo suyo, si es lo que quiere hacer. La segunda es la carrera de tres años. Una carrera técnica, dividida en ocho cuatrimestres, incluyendo el proyecto de grado que puede ser cualquier producto que involucre el sonido o la producción musical: desde un tema o un sencillo de un cantante nuevo, pasando por un podcast hasta la música de una película. Para eso hay líneas de investigación en la academia. Se trata de una carrera altamente técnica, para trabajar en la producción musical, en el espectáculo, en la radio, en todo lo que involucre al sonido.

Fuera de eso tenemos Audioplace Kids, que es una escuela de música, para chamos pequeños interesados, porque hay que explotar eso desde el inicio.

—¿Y cuál es la función de la Full Sail University o del BIMM Institute?

—Su aval. Es decir, quien quiera puede ir hasta allá, una vez cursado estos tres años de carrera técnica, continuar los estudios y obtener una licenciatura o una maestría. Así se ahorran ese dinero de estadía y matricula porque empezaron acá. Eso es un trampolín para mucha gente, porque si quieres emigrar y tener campo de trabajo en tu área, esa es la opción. Y en el primer mundo ese trabajo abunda, como te dije al comienzo, está bien desarrollada esa carrera. En Latinoamérica, ahorita es que está empezando.

—Llama la atención todo el avance que ha tenido el proyecto, pese haber nacido hace poco más de una década. Y todo por seguir su pasión.

—Sí, porque todo viene de ser músico y de estudiar música. Fui alumno del profesor Gerry Weil, que es importantísimo dentro de la industria. Después, toqué en tarima y acompañé a cantantes. Yo le digo siempre a mis estudiantes que la vida se divide en tres grandes etapas: la primera, que son los primeros 25 años, se basa en descubrir qué es lo que uno quiere hacer; en la segunda, donde están los otros 25, uno tiene que meterse en la industria; y de ahí en adelante ya vienen los reconocimientos y el legado.

—Se ha ido mucha gente del país y usted dice que el mercado afuera es grande, ¿cómo se mueve el venezolano afuera dentro de este ámbito?

—En Venezuela tenemos un poder musical importante. Hace poco estuve en los Estados Unidos y pude comprobar que, a pesar de todo lo que está pasando, el venezolano es muy bien cotizado allá, al menos musicalmente. Hasta no hace mucho estábamos en una olla de presión que comenzó a abrirse, se está destapando y por eso ves que ahora hay muchos conciertos repletos de gente. Mira cómo fue de movido el mes de diciembre. Entradas agotadas y todo. Hay interés porque la música une, es grande, es cultura.

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