Opinión

Asamblea anual de Fedecámaras: Delcy es la que manda

La vicepresidenta de Nicolás Maduro fue oradora invitada. Repitió el letargo chavista: la culpa es del pasado (el rentismo petrolero) y del bloqueo económico. Ante un llamado del cardenal Pietro Parolín, a escuchar a la sociedad civil, Rodríguez dijo: "Los curas que quieran hacer política, se quitan la sotana y vienen a hacer política”

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Este martes 20 de julio se llevó a cabo la 77° asamblea anual la Federación de Cámaras y Asociaciones de Comercio y Producción de Venezuela y la noticia más importante fue la presencia de Delcy Rodríguez, vicepresidenta ejecutiva de Nicolás Maduro. Las declaraciones de la representante del chavismo, en medio de una reunión que pretendía crear puentes entre el empresariado y el régimen, demuestran cuan lejos está el país de un diálogo sano y abierto.

El propio presidente de Fedecámaras, Ricardo Cusanno, admitió que el peso de la reunión recaía en los hombros de la representante del chavismo: “Estamos trending topic porque las autoridades del Ejecutivo vinieron a la asamblea de Fedecámaras”. Y en efecto, al momento de redactar esta nota, Fedecámaras era tercera tendencia en Twitter, en Venezuela, sin embargo no por buenas razones.

Estos son ejemplos aleatorios de las decenas de reacciones que hay en Twitter:

Claudicó

Falta de respeto

Sorpresa

Como Cussano lo ve venir, lo suelta en el discurso: «Superemos el bullyng de las redes», una declaración cónsona con la defensa de Rodríguez. La funcionaria expresó: «No nos gobierna el odio, mucho menos el odio expresado en las redes. Ya el comandante Hugo Chávez advirtió sobre el fascismo que puede generar”.

Pero más allá de las lisonjas de lado y lado y el vago anuncio de una una mesa de trabajo con el sector privado para supuestamente sustituir productos importados por productos nacionales, en las propias palabras de Rodríguez quedaron establecidas las enormes distancias que dividen al país, debido al modelo que el chavismo aplica y profesa (y al que no piensa renunciar), y el cambio que la mayoría del país exige.

Moseñor Ricardo Barreto, obispo auxiliar de Caracas, presente en el actor, leyó una carta enviada por el cardenal Pietro Parolín, secretario de Estado de la Santa Sede, que decía lo siguiente: «Considero que es importante que la sociedad civil sea también protagonista de la solución de la crisis de ese amado país. Una solución que solo se dará si los venezolanos y especialmente los que tienen algún tipo de responsabilidad política, están dispuestos a sentarse y negociar de un modo serio sobre cuestiones concretas que den respuestas a las verdaderas necesidades de los venezolanos y durante un periodo limitado en el tiempo. Esto exige voluntad política por parte de los involucrados. Disponibilidad a dejar que el bien común prevalezca sobre los intereses particulares y el apoyo responsable de la sociedad civil y la comunidad internacional».

La disposición de Rodríguez, mientras esta misiva era leída, fue la de revisar su celular. Luego, cuando le tocó subir a dar su discurso, expresó: “Yo solamente le traigo los recuerdos del comandante Hugo Chávez, a la iglesia venezolana le queda mucho trayecto de diálogo con las autoridades venezolanas electas por el pueblo venezolano y (…) decía que los curas que quieran hacer política se quitan la sotana y vienen a hacer política». Sin embargo, esa no fue la única declaración que pone en evidencia la falta de autocrítica de la oficialista.

Frases como “Nos asiste la verdad histórica» o «Los 77 años de Fedecámaras se desarrollaron en el modo rentista petrolero», reiteran una visión sectaria de lo que sucede en el país. «El pueblo de Venezuela vivió y padeció ese modelo. Y llegó el comandante Chávez a honrar la gigantesca deuda social que se tenía con los sectores más vulnerables», agregó Rodríguez.

No faltaron las acusaciones a Estados Unidos y el bloqueo. De hecho, Rodríguez pidió al empresariado que debata cómo enfrentar las sanciones económicas. Y el discurso de Cussano también giró en torno a criticar las sanciones invitando a «asumir un compromiso con el país sin importar si los radicales atacan o si la comunidad internacional no entiende lo que está ocurriendo».

El tiempo dirá si esa asamblea fue el inicio de algo nuevo para el empresariado. En lo inmediato, se impuso la tesis oficial de que la crisis prácticamente no existe, como si lo que sucede en el país es materia de otros, culpa de otros. Como antes, como siempre.

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