Cultura

Años 60: los cinco discos indispensables hechos en Venezuela

La década de los sesenta marcó la explosión musical que cambió el panorama cultural en el mundo. Los ecos de esa movida se hicieron sentir en un grupo de músicos que cruzaron las puertas abiertas y aportaron un sonido renovador. De la mano de Félix Allueva, hagamos un repaso por las cinco grabaciones indispensables de esos tiempos

Indispensables
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Los años 60. La década de la explosión. Los ecos musicales y culturales de lo que sucedía en Estados Unidos e Inglaterra, al menos en el aspecto musical, se tomaban su tiempo en llegar a Venezuela. No era el mundo interconectado de hoy. Pero llegaban. Y en el país algunos aventajados hicieron sentir que las cosas estaban cambiando. Ya vimos los cinco discos «Indispensables» en el ámbito internacional, los que abrieron puertas: ahora vamos con lo que hicieron los músicos venezolanos al cruzar esas puertas.

Los Holiday’s: Sounds of The Holiday’s (1966)

Para mediados de los años 60, Venezuela tenía una vistosa agitación pop con decenas de agrupaciones. La movida apuntaba hacia bandas que versionaban a sus héroes musicales en formato twist, surf, rock & roll y algo de beat. En ese marco, un grupo que ya contaba con dos discos en su curriculum decide editar una tercera placa con una propuesta estética ajena a las anteriores: Los Holiday’s, el álbum: Sounds of The Holiday’s.

Cinco eran sus integrantes: Franklin “Holland” Van Splunteren -guitarra líder y voz-, Frank Kunez -guitarra rítmica-, José Fortoul –bajo-, Rurik Grassi –batería- y en la voz central Wolfgang Vivas. Una cofradía que tenían en común, además de lo musical, ser, casi todos, descendientes de europeos.

Luego de divagar por rumbos diversos en cuanto a estilos musicales (rock instrumental modo The Shadows, covers beatlemaníacos cantando en castellano) y cambios de integrantes, se estabilizaron en 1966 con la formación ya mencionada. Dicha alineación trae un universo musical muy diferente a lo que estaba aconteciendo en la moderna capital venezolana. Sus intereses se centraban en la invasión británica, por ejemplo, The Hollies o The Searches. Fue un giro significativo para un país fascinado por The Beatles y los grandes éxitos pop universales.

Sounds of The Holiday’s condensa su atención en la ingeniería de melodías y su arquitectura armónica. Aunque Wolfgang era la voz principal, casi siempre esculpieron las canciones a dos voces, con las guitarras como elemento envolvente, logrando un sonido bastante limpio a pesar de las limitantes de grabación de esos años.

Destaca la licencia que se dio la banda en forjar temas propios, cerca de 50%, principalmente de la mano de Franklin Holland, y la libertad para modificar creativamente las versiones admitidas.

Incorporaron elementos novedosos para nuestra discografía como la guitarra de 12 cuerdas, un instrumento popularizado por The Byrds (psicodelia country folk norteamericana). Manufactura realizada totalmente en inglés, que, además, se les daba bastante bien por aquello de la herencia cultural. Un LP grabado en dos canales, de la manera tradicional, o sea, toda la banda al mismo tiempo. Presentaban la nueva ola británica, con una visión más allá de los Beatles, como dijo algún periodista del momento “una desconocida música moderna para el público…”.

Pocos meses después de la salida de Sounds of The Holiday’s la agrupación llevó su nuevo sonido a España y otros países del viejo continente. De las primeras bandas en exportar el rock local, terminaron dejándose influenciar con los vientos de cambio que soplaban en Europa y regresaron al país en formato de power trío.

Franklin Holland queda como uno de nuestros mejores guitarristas de blues eléctrico y Wolfgang Vivas aún está activo en la nocturna Caracas.

Los Impala: Los Impala en Europa (1967)

No existen dudas sobre la importancia de la agrupación Los Impala. Casi todo el mundo coincide (público, críticos, músicos) en que fue la mejor banda nacional en la década de los 60.

De ser la primera manifestación del rock and roll en Venezuela (1959), transitar metódicamente del rock iniciático de Chuck Berry, al modismo de Chubby Cheker, hasta llegar al beat de origen británico y trascender al soul y la psicodelia, sus pasos fueron progresivos, sólidos, hasta alcanzar el olimpo de las bandas locales. Tuvieron poca competencia, eso sí.

Hubo muchos cambios de personal durante esos primeros años, pero cada variación fortalecía al proyecto.

Ya en 1966 la banda desembocó en el sonido del poderoso soul afín a la fórmula Stax (discográfica asentada en Memphis). Y en esas circunstancias aparece el álbum Los Impala en Europa.

Establecidos en la capital de España, Los Impala lograron la estabilidad y reconocimiento anhelados. Dejaron un par de placas discográficas de factura ibérica. Una de estas grabaciones también fue editada en su país natal y llevó el nombre de Los Impala en Europa, quedando este registro como uno de los mejores.

Para el momento ellos eran: Bernardo Ball en la batería, Francisco “Frank” Belisario en la guitarra, Edgar “Alexander” Quintero en guitarra y voz, Nerio Quintero bajo y voz, y Rudy Márquez en la voz líder.

Como dijimos, el sonido de la banda era un potente soul lleno de rock, condición que nada tenía que envidiar a los experimentos más avanzados de los afroamericanos. Sección de metales y percusión, amalgama que ayudó a dar perfil al futuro rock latino.

Basta escuchar los primeros temas para sentir un je ne sais quoi que sonaba latino. ¿Los metales?, arreglos hechos, por cierto, por un cubano. ¿Las tumbadoras? ¿El trío de voces que lograban contraponerse perfectamente? ¿El tumbao de la sección rítmica? Posiblemente todos y cada uno de los factores mencionados. Eso sí, las guitarras rock sustentan el liderazgo.

Indudablemente se mantiene la herencia Beatles en las baladas. Incluyen un par de composiciones que dan la bienvenida a la naciente psicodelia con creación de atmósferas, instrumentación y manipulación de las guitarras. No faltan las versiones, las cuales conservan la trayectoria soul (Joe Tex, James Brown, Zoot Money).

Podrán conseguir dos ediciones, una venezolana (Los Impala en Europa. Velvet, 1967) y otra española (Los Impala. Marfer, 1968). Las diferencias entre ambas, además de la portada, son el orden de los temas y la eliminación de algunos e incorporación de otros. Posiblemente los cambios y contradicciones entre la disquera en España, los derechos de autor y la visión de los productores originaron estas disparidades.

La canción “Una terrible enfermedad” incluida en Los Impala en Europa, será retomada años después con significativas variaciones. Se llamará «Let Them Try», la cantarán en inglés y, aunque conservando aires soul, pasará al campo del hard rock en lo que sería el último álbum de Los Impala: Syndrome (1969), otro que no vacilamos en recomendar.

Los Claners: Vol 3 (1967)

Me comentaba Carlos Montenegro, uno de los productores discográficos responsables del boom de la nueva canción venezolana en los años 80: “La búsqueda fue lo que movió la realización de esa grabación; estaban pasando muchas cosas y no queríamos quedarnos atrás. Fue un obra honesta”.
Montenegro se refiere a Los Claners: Vol 3.

Para la década de los 60 él era conocido como Carl Martin, el capo de Los Claners.

La criatura asoma al mercado el mes de abril del 67, estaba en pleno desarrollo lo que sería llamado “El verano del amor”, la explosión de la movida contracultural hippie en el estado de California. A principios de ese año, The Beatles lanzaban un adelanto de Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band (Strawberry Fields Forever) y se organizaba el Festival Pop de Monterrey.

Los Claners, una tropa con pretérito pop, se ven afectados por Revolver, de The Beatles, pero no solamente por el impacto de sus singles sino, principalmente, por la ingeniería sonora del mismo.

No tenían idea de lo que era la psicodelia, estaba apenas naciendo la rebelión y Venezuela tenía un delay en cuanto a información internacional. El cuartero decidió apostar por un álbum distinto. ¿En qué consistía lo distinto? En gran medida, en utilizar el estudio con mayor intensidad y asumir algunas de las señales de la música cosmopolita.

En dos canales de grabación ofrecidos por la transnacional Phillips ensamblan un conjunto pop, orquesta (dirigida por Pepe Bello), efectos especiales, coros y algunas otras cosas más. Un trabajo complicado en su fase de posproducción (el picar y pegar cintas magnéticas, trasladando el registro a otro riel y así sucesivamente). Y Julio Anides fue el responsable de la tarea.

Definitivamente Los Claners Vol: 3 fue el primer álbum psicodélico venezolano, o por lo menos el primer intento. Basta escuchar “Me voy”: un adelantado loop de guitarra, batería vigorosa (Frank Rojas) grabada “adelante” de la banda, que con el bajo de José Manuel “Chema” Arria, mantienen el beat pro del momento. Entre cambios de ritmos, Adib Casta realiza un solo de guitarra rescatando lo mejor de la vanguardia, todo bajo la férrea dirección de Carl Martin.

Este tipo de iniciativas se repite en “Se ha ido”, originalmente pop pero con atmósferas absolutamente ácidas, rara combinación que finaliza con registros de guitarra en reversa manteniendo el mismo tono para no salirse de la armonía. Todo con un fluido e inquebrantable sonido estéreo.

Los Claners Vol: 3 es una propuesta de transición en nuestro rock. Transición del pop de la primera mitad de los 60 a los nuevos sonidos afectados por la psicodelia y la revolución “cáustica” de la costa oeste de Estados Unidos. Una apuesta arriesgada donde, a pesar de la debilidad de algunos temas y letras, Adib Casta saca provecho de su creatividad y gran capacidad en la ejecución de las cuerdas. Álbum ecléctico, psicodélico en esencia. Un anticipo de lo que sería el cuarto disco de Los Claners, Sangre. Pero esa es otra historia.

The Love Depression (1968)

Las condiciones estaban dadas: internacionalmente, el Power Flower se endurecía en sonoridad, rebasaba el rosa de The Mamas & The Papas para adherirse al púrpura de Jimi Hendrix o Vanilla Fudge, mutaba del “All You Need is Love” al “Politician” de Cream. Irrumpirán Iron Butterfly y Blue Cheer. Folk, blues, country, psicodelia y el acid rock de California se encaminan al gemido de lo “pesado”.

Justo en esas circunstancias, finalizando el año 1967, se efectúa en Caracas el “1er Festival Pop”. Por esa gran tarima pasan bandas como Los Memphis, Los Darts, Los Honda, The Nasty Pillows y Los 007. Una romperá el molde: Los Snobs. Su guitarrista dicta cátedra de cómo sonaba ese instrumento en el nuevo rock: el muy joven Álvaro Falcón, quien unos meses después formará The Love Depression.

La anécdota de cómo Falcón introdujo frescos parámetros en la ejecución de las seis cuerdas metálicas está narrada en un capítulo del programa “Crónicas de un viaje a punto de rock”, una producción de la BBC de Londres, en la que se da especial importancia a la psicodelia venezolana (año del epicentro: 1968).

Uno de los testimonios nucleares de esa explosión creativa fue The Love Depression: Richard Aumaitre en el bajo -ex Los Darts-, Alvaro Falcón guitarra -ex Los Snobs- y Jesus Toro “Torito” batería/voz -ex The Nasty Pillows-.

Un power trío, exactamente eso fue The Love Depression. Tres poderosos instrumentistas dedicados a versionar las composiciones de otros power tríos y algún ajeno estándar soul.

Bajo esa noción fueron contactados por Jesús Ignacio Pérez Perazzo (músico académico prestado al pop sin fronteras) que también discurría en mood psicodélico organizando la Orquesta Venezuela Pop, y que quería unir en un gran espectáculo orquesta, cantantes, cuarteto rock y efectos especiales. En otro léxico, las Experiencias Psicotomiméticas. Tan buenos resultaron estos tres chicos que Pérez Perazo les propuso grabar varios Lp.

Pero solo se logrará una producción, el disco homónimo que contenía una sola composición propia: “Gon’na Ride” (por la cual ya vale la pena el álbum). Todo lo demás son furiosas versiones hard rock con gran peso de blues y sobredosis fuzz.

Topamos con ingenuidad e inexperiencia, también con evidentes fallas de producción e incluso musicales, pero con un ímpetu, un poderío que no dejaba sospechas sobre la calidad de los integrantes y la integridad al ejecutar las canciones. Con The Love Depression hay un antes y un después en el rock venezolano. Ellos abrieron las compuertas del rock pesado, permanecerán como precursores del hard rock vernáculo, y por consiguiente, del metal de acá.

Dato extra e interesante: como músico invitado encargado del órgano encontramos al maestro Alfredo Rugeles, un lujo académico.

Ladies W.C. (1968)

Un baño de señoritas donde se podía hallar un enérgico blues blanco (término proveniente de los experimentos británicos) con clara reminiscencias Cream –White Room-, así comienza la faena, el tema “People”. Luego un hard soul daba paso al remanso downtempo compuesto por: “To Walk On Water”, balada hippie acústica; “Heaven’s Coming Up”, blues y “Everywhere I See The Shadows Of That Life”, canción psicodélica que, in crescendo, cerraba en un hard rock. Cerca de una docena de minutos preparándonos para el regreso de la fuerza incontenible de “Searching For a Meeting Place”.

Un constante ir y venir de Ladies W.C. a los predios de Cream y Jimi Hendrix Experience, una obsesión que se ve alimentada por el uso de wha wha y fuzz, duelos entre cuerdas y armónica, acrobáticos solos de guitarra que llegan a solaparse con las voces. Surgen flashbacks de Booker T. & The M.G.’s (Green Onions) pero en ácido: es el caso del r&b “W.C. Blues”. Y un adelantadísimo dream pop modo San Francisco 1967, “The Time Of Hope Is Gone”.

Concluye el álbum con “I’m Gonna Be”, fuerza vocal al estilo Jack Bruce, velocidad Jeffeson Airplane y soporte de rock progresivo sin alcanzar el jazz.

Para el año 1969, el concepto correcto para catalogar a Ladies W.C. es «música underground», un disco underground. Dentro de esa frecuencia, el mejor de Venezuela. Algunos plantean que de Latinoamérica.

Provenientes de dos bandas: Los Claners (Adib Casta, guitarra, órgano y voz) y Homer and The Dont’s (Stephen Scott, bajo/voz y Mario Seijas batería/percusión), más un emergente (Jaime Seijas, guitarra, órgano y voz), se logra la producción discográfica de rock nacional más buscada por coleccionistas: cuesta unos cientos de dólares hacerse con un ejemplar del disco.

Buenos músicos, composiciones originales, claro concepto, instrumentos y equipos de primera línea que solo la clase media alta caraqueña podía adquirir.

Ya hemos graficado algunas de las canciones, pero estas singularidades van amparadas por un continente: es de los primeros diseños de carátulas sin incorporar fotografías de los músicos, un vinil multicolor, puentes sonoros entre track y track, uso de armónica como parte constitutiva del álbum, temas originales (solo una versión), líricas compenetradas con momento cultural –“Put That In Your Pipe and Smoke It” (…vamos gente, piensa en tu vida…).

Desempolvado en el nuevo siglo por disqueras europeas como joya arqueológica de los 60, Ladies W.C. puede conseguirse en diversos soportes, desde el tradicional LP, en CD o en descarga digital.

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