Opinión

 Anécdotas de la escasez

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Leggins

La muchacha va por la calle con sus bolsas de mercado. Y con sus leggins. Le quedan bien los leggins a la muchacha. Dos que pasan en una moto le lanzan un piropo. ¿Padóndevasconesoslegginsyesasbolsasmamita? La muchacha se sonríe y dice pasaos. Los dos de la moto giran en torno a ella, ella no para de reír. Uno de la moto saca una pistola y la moto le tranca el paso a la muchacha. El de la pistola se baja, apuntándola. Damelasbolsas, le dice. Sonbolsasdemimercadochico, dice ella. Damelasbolsas, repite el de la pistola. Ella entrega las cuatro bolsas que lleva con harina, con pan, con leche, con arroz y con aceite. Estuvo dos horas en cola, bajo el sol, pero ni modo. El motorizado le dice graciasmamitequedanbelloslosleggins, y entonces se inclina y le baja los leggins por completo. Se le quedan viendo un ratito, un ratito no más. Túsiestásricamami, le suelta, y el de la pistola vuelve a la moto, que de inmediato sale disparada.

La señora y el taxi

La señora no tiene carro, se lo robaron. El hijo sí tiene carro, pero es como si no lo tuviera: por falta de repuestos lo tiene agarrando polvo en puesto de estacionamiento de su edificio. Entonces la señora va y hace su mercado «a patica», como dicen las doñas. La compra termina sumando siete bolsas; así que la señora acude al auxilio de un muchacho y su carrito. Se trasladan hasta una esquina cercana. La señora ve pasar un taxi y saca la mano. El taxi se para. Cuadran el viaje y el precio, el taxista entonces se baja rápidamente y abre la maletera. Meten la compra con ayuda del muchacho del mercado. Una vez terminado el proceso, la señora se monta en la parte de atrás. Una media hora más tarde llegan a la casa de la señora. La señora paga, se baja, va hasta la maleta del carro, espera que el taxista se baje. Pero el taxista no se baja, y el carro arranca. Adiós compras de mercado.

Cinco de la mañana

La cola empieza desde la madrugada. A ver qué llega, por si acaso. Algunos viejitos están allí de pie, con su efectivo en los bolsillos, lo poco que tienen. Pasan unos motorizados, tres motos. Vuelven a pasar. En cada moto, dos hombres. En una de éstas va de acompañante una mujer. Las motos se reparten la cola: una para la punta que se inicia cerca del mercado, otra para el medio y otra para la punta más lejana. Los acompañantes sacan pistolas (sí, ya nada tiene de raro decir que una mujer saca una pistola y asalta), se meten con los ancianos. Dameelefectivochoretodelcoño. Los viejitos se quejan, de nada sirve. Algunas viejitas lloran, de nada sirve. Si escucha uno por ahí que dice SiChávezestuviervivoestonoestaríapasando. Otro que está un poquito más atrás le menta la madre. Los asaltantes no se meten, sólo les preocupa el dinero de los viejitos. Las motos se alejan. El que sacó a relucir a Chávez sigue discutiendo con el que le mentó la madre. Las viejitas siguen llorando, otras señoras las consuelan.

Total, el chófer ya estaba muerto

El chófer ya estaba muerto, y los muertos, muertos son. De modo que el camión estaba volteado, y el chófer, que se había salido por el vidrio de adelante, estaba tirado en el asfalto. Los que llegaron y vieron que el camión portaba harina de maíz, dijeron, yavaorganicemosestesaqueohagamoscola. Y así hicieron la cola, muy ordenadamente, pero como el muerto estaba allí, interfiriendo con el rigor y la decencia de la buena ciudadanía, unos muchachos —muy buenos ellos y colaboradores— tomaron al muerto de los brazos y lo arrastraron lejos para que la gente pudiera hacer su cola de saqueo con calma… y sin cargos de conciencia, supongo.

Una ñapa (también de escasez)

Los hombres de un pran matan a otro pran y sus luceros. Le caen a tiros en una zona de la cárcel que sólo está permitida para los pranes y sus luceros. Allí lo matan, lo masacran. Pero como el pran tenía sus santos, su altar, como estaba protegido, el otro pran y sus luceros le caen a patadas a los muertos masacrados. Con saña, a patadas, a batazos, una y otra vez, hasta que los dejan como una papilla. Luego van hasta el altar del pran asesinado, lo desmotan, lo desaparecen. Por supuesto, también desaparecen los millones en efectivo del pran y toda su droga.

Duele Venezuela, que hasta de humanidad escasea.

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